Ovnis Y Militares Historia De Terror 2023
Ovnis Y Militares, Historia De Terror… En mi época como militar, fui asignado a un área en México, ubicada en la frontera con Estados Unidos. Nuestra misión era clara: vigilar y combatir cualquier intento de tráfico de drogas y personas. Fui designado al escuadrón de reconocimiento nocturno, y cada noche patrullábamos el perímetro, estudiando la soledad del paisaje desértico.
Desde que me uní al ejército, no solo encontré una nueva familia entre mis compañeros, sino que también descubrí una fraternidad. Mis camaradas, personas que con el tiempo y las experiencias compartidas se habían convertido en grandes amigos, disfrutaban de su trabajo tanto como yo. No era solo un trabajo, era una vocación, un llamado que todos nosotros, ansiábamos responder por el bien de nuestro país.
A pesar de la distancia que me separaba de mi familia, estaba cumpliendo un sueño, pues desde mi infancia, siempre había soñado con una vida de servicio, con la disciplina y la entrega que representa la carrera militar. Servir a mi país, defender nuestros valores y proteger a nuestros ciudadanos.
Habíamos estado en esa área durante varios años, conocíamos el entorno ya muy bien. En ese tiempo, logramos detener a numerosos traficantes de drogas, imponiendo la ley y el orden en un mundo que a menudo parecía desbordado por el caos. Pero uno de nuestros descubrimientos más desgarradores fue el de un tráiler lleno de personas.
Un coyote, sin escrúpulos, estaba llevando a estas personas a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Desafortunadamente, el viaje resultó ser fatal para algunos de ellos. Diez personas, asfixiadas por la falta de oxígeno, muertas por la ausencia de comida y agua, fueron encontradas en el interior del tráiler. Entre las víctimas, lo que nos rompió el corazón fue descubrir que dos de ellos eran apenas niños, sus vidas truncadas antes de que pudieran florecer.
Es una triste realidad que muchas personas en México confían en los coyotes para cruzar la frontera, con la esperanza de cumplir el sueño americano. A pesar de ser plenamente consciente de la ilegalidad y la inmoralidad de estas acciones, en algún lugar dentro de mí, entiendo su desesperación. Conocer las condiciones de pobreza extrema que prevalecen en algunas partes de México, la realidad desgarradora de los niños que pasan hambre, te hace cuestionar el por qué hacen las cosas.
Estas personas buscan un mejor futuro para sus familias, uno que puedan proporcionar a sus hijos sin el temor constante de la pobreza y la desesperación. Aunque el método que eligen es ilegal y peligroso, la necesidad de una vida mejor, es algo que todos podemos entender.
En el campo de batalla de la justicia, enfrentamos estas realidades a diario. En el intento de mantener la ley y la seguridad, también nos encontramos con la humanidad en sus momentos más vulnerables. Es un equilibrio que nos obliga a recordar siempre nuestra propia humanidad mientras servimos al país.
A pesar de muchas experiencias que habíamos vivido en el ámbito del servicio también nos encontramos con experiencias paranormales y con mucho sentido, pues nos encontrábamos básicamente en un sitio desértico donde la oscuridad era mucho más profunda que en cualquier otro lugar.
Estar solos en ese lugar por las noches era una batalla constante por averiguar que era real y que no, puesto que a veces las sombras y los sonidos eran diferentes, mucho más extraños y siniestros.
Una de esas noches nos pasó que mientras vigilábamos el área como siempre, logramos escuchar sonidos muy extraños, era como si muchas personas murmuraran. Mis compañeros y yo pensamos que quizá se trataba de gente haciendo cosas malas tratando de esconderse.
Iluminamos el perímetro con las linternas, pero no logramos ver nada, dimos una vuelta por ahí, pero nada.
Los murmullos cesaron, pero sabíamos que eso no significaba que ya no había nadie, debíamos investigar quienes habían provocado esos sonidos y atraparlos si estaban haciendo algo que perjudicara la integridad del país o de sus individuos.
Volvimos a revisar el área y tras unos arbustos pudimos ver algo. Ante nuestros ojos atónitos, se desplegaba una escena inimaginable. Un grupo de individuos en túnicas oscuras se encontraba reunido alrededor de un círculo trazado en el suelo, adornado con símbolos siniestros, un libro abierto, inciensos y velas negras. Murmuraban palabras incomprensibles y realizaban movimientos que se hacen en los rituales, dando vida a una ceremonia de magia negra que parecía desafiar las leyes naturales.
Nos encontrábamos presos de un escalofrío que nos recorría cada centímetro de nuestro cuerpo, observando cautivados por el temor y el asombro. Los hombres encapuchados parecían estar invocando a alguna entidad demoniaca, pudimos escuchar que decían en voz baja “danos una vida de riqueza, mi señor”, fue lo único que escuchamos claramente, pues lo demás lo decían en voz aún más baja y parecía ser otro idioma. Con cada palabra que decían, el aire se volvía más frío y calaba los huesos y las siluetas de las criaturas parecían retorcerse y distorsionarse con cada minuto que pasaba.
Presas del miedo sabíamos que debíamos hacer algo a pesar de nuestro temor, así que nos miramos mutuamente y asentimos con nuestras cabezas afirmando que todos estábamos dispuestos a proceder.
Nos presentamos antes las personas vestidas con túnicas y les dijimos que estaba prohibido hacer ese tipo de rituales ahí.
Ellos nos lanzaron una mirada llena de odio y resentimiento, como si los hubiéramos ofendido gravemente y ahora comprendo que fue así, pues en ese tipo de rituales lo peor es dejarlos a medias, ya que se puede desencadenar algo muy malo, aunque esa vez tuvimos suerte de que no pasara a mayores.
No dijeron ni una sola palabra, dejaron lo que había ahí y caminaron en fila hasta perderse en la oscuridad. Luego de unos minutos se escucharon unas carcajadas diabólicas como si se estuvieran burlando de nosotros a lo lejos.
Toda esa noche escuchamos ruidos extraños, murmullos e incluso llegamos a ver sombras que se distorsionaban en las sombras.
Mis compañeros y yo teníamos miedo, pero nadie lo decía en voz alta. Éramos militares y los militares no tienen miedo, así que nos cubrimos con orgullo hasta el final de la noche. Nos distrajimos contando cosas buenas y agradables de nuestros pasados y al día siguiente cuando fui a dormir soñé con esas personas burlándose de mí, pero traté de no darle importancia.
En aquella ocasión mandamos a limpiar todo lo del ritual al día siguiente, pero las personas que se iban a encargar de eso dijeron que cuando llegaron ya no había nada.
Esa experiencia fue extraña y perturbadora definitivamente pues lo que tiene que ver con el diablo es algo fuerte y desagradable, no puedes jugar con él ni desafiarlo, pero al final de cuentas era nuestro trabajo, así que no nos quedaba de otra y agradecimos que no nos sucedió nada parecido después de eso, ni hubo consecuencias, jamás volvimos a ver a esas personas otra vez.
Y al igual que esa vivimos otras aterradoras experiencias en aquella área desértica, pero ninguna como la última, que fue la más espeluznante y la mejor palabra para describirla es “extraña”, pues mis ojos jamás habían presenciado algo así. Todos hemos escuchado historias, sobre el diablo, brujas, nahuales, etc., pero sobre algún tema que se asemeje con lo que nos pasó a nosotros no es muy común escuchar y eso hace que hasta el día de hoy esa anécdota me causa temor cada vez que la cuento o me acuerdo.
Fue una noche como cualquier otra, con la luna llena iluminando el desierto. Nuestro escuadrón había salido como de costumbre, avanzando por las dunas con el viento azotando nuestros rostros. Pero esa noche, algo no estaba bien. Un sentimiento de mal augurio comenzó a crecer en mi interior, y aunque no podía poner un dedo sobre lo que era, sabía que algo estaba fuera de lugar.
Seguimos avanzando, y la sensación de inquietud no desaparecía. Mis compañeros parecían no notarlo, continuando con la misión como si nada estuviera pasando. Pero yo no podía ignorarlo. Era como un zumbido en mis oídos, una pesadez en el pecho y hasta ganas de vomitar. Creí que quizá algo me había hecho daño y por eso me sentía mal, pero yo sabía en lo profundo de mí que no era eso, pues jamás había sentido algo parecido a lo que sentí esa noche.
Después de un buen rato inspeccionando el área vimos algo raro. A lo lejos, entre las dunas, había una luz. Un brillo suave y dorado, que contrastaba con la fría luz de la luna. Nos detuvimos, observándola desde la distancia, intentando discernir qué podría ser. Pensé que podría ser un vehículo, o tal vez un campamento.
Decidimos acercarnos, con cautela. Con cada paso que dábamos, la luz parecía volverse más brillante, más intensa. Y entonces, comenzamos a e escuchar el mismo zumbido de nuevo, bajo y constante, que resonaba en el aire. Esa vez mis compañeros también lo escucharon. No podíamos ver nada más que la luz, y el zumbido crecía cada vez más fuerte.
Fuimos hacía allá despacio para no alertar a quienes estuvieran ahí de nuestra presencia. Finalmente, llegamos al origen de la luz. Y lo que encontramos ahí nos dejó bastante confundidos.
Era un túnel. Un túnel de una construcción impresionante, iluminado por dentro con una luz cálida. No era un túnel natural, sino que parecía haber sido construido con gran precisión y detalle. Pero no era eso lo que me dejó sin aliento. Era el hecho de que el túnel se extendía en la distancia, tanto que no podíamos ver su final.
Miré a mis compañeros, buscando alguna explicación en sus rostros. Pero todos estábamos igual de desconcertados. Nunca habíamos visto algo así. No había registros de un túnel tan grande en esa área, habíamos pasado todas las noches por ahí y jamás vimos indicios de que alguien estuviera construyendo algo así ahí. Era completamente imposible, no era algo que se construye de la noche a la mañana, sino que parecía que había llevado mese construirlo.
Sabía que no era producto de mi imaginación, pues mis compañeros estaban viéndolo también y estaban igual de desconcertados. Ninguno de nosotros entendíamos como había llegado ese túnel ahí.
Uno de mis compañeros dijo en voz baja que quizá nunca habíamos pasado realmente por ahí y que por eso no habíamos visto nada, pero eso no era posible, ya que siempre vigilábamos toda la zona, así que en algún momento debimos haber visto la construcción.
Nadie respondió, porque todos sabíamos que no tenía sentido.
Después de unos minutos observando detenidamente el túnel escondidos en los arbustos vimos algo aterrador dentro de él. En el interior, pudimos ver figuras moviéndose. Claramente pensamos que eran personas normales, haciendo algo ilegal en aquel lugar, pero no podíamos distinguir bien, por la distancia.
Ovnis Y Militares Historia De Terror
Las figuras dentro del túnel parecían ser más altas que un humano promedio, aunque en ese momento pensamos que solo era cuestión de percepción, pero se movían de manera muy extraña y no se escuchaba nada más que el zumbido extraño. Por alguna razón la luz que emitía ese lugar no se parecía a ningún tipo de luz que hubiera visto antes, era más brillante y rara. Mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. Aquel no era simplemente un túnel. Era un corredor clandestino, construido con una precisión y una escala que nunca había visto antes. Ahí seguramente guardaban armas, drogas o algo parecido, aunque algo definitivamente no cuadraba.
Por un buen rato nos quedamos en silencio, observando. Aunque el túnel estaba iluminado las figuras estaban muy en el fondo y no se lograba distinguir quienes eran o que estaban haciendo. A pesar de la oscuridad, pude ver las expresiones en los rostros de mis compañeros. Eran un espejo de la mía propia, llenos de asombro y miedo. Todos éramos veteranos, habíamos visto muchas cosas en nuestro tiempo en el servicio, pero esto era algo completamente distinto, sabíamos que estábamos frente a algo muy grande e incluso peligroso. Finalmente debíamos enfrentarlo, pues era nuestro trabajo.
Mientras nos escondíamos entre las dunas, viendo el constante flujo de figuras, me di cuenta de que esto era mucho más grande de lo que podríamos manejar solos. Necesitábamos refuerzos, necesitábamos hacerlo saber a nuestros superiores. Pero antes seguimos observando el túnel, tratando de calcular cuántas personas podían estar pasando por ahí. Pero mientras mirábamos, un sentimiento de miedo creció en mí. Aunque no podíamos ver las caras de las figuras, había algo extraño en su movimiento. Era rígido, inhumano, como si estuvieran siendo controladas, como marionetas.
Después de un rato uno de los militares dio la orden con su mano para proceder, pero en ese momento cuando estábamos a punto de ir hacía el túnel de la nada, el zumbido que habíamos escuchado antes se intensificó, y el suelo bajo nuestros pies comenzó a temblar. Fue un temblor ligero al principio, pero rápidamente se hizo más fuerte. El pánico me recorrió, y miré a mis compañeros, todos con expresiones de horror en sus rostros.
La luz brillante del túnel se intensificó, cegándonos, incluso después de eso todos tuvimos problemas de la vista al ver esa luz que no era de este mundo, aunque instintivamente, levantamos nuestras manos para proteger nuestros ojos, pero la luz penetraba a través de nuestros párpados cerrados.
Cuando la luz finalmente se desvaneció, parpadeé varias veces, tratando de aclarar mi vista. Cuando finalmente pude ver de nuevo, lo que vi me dejó petrificado.
Las figuras dentro del túnel comenzaron a retorcerse de manera muy extraña y se escucharon ruidos como de voces pero era algo raro, como si robots estuvieran hablando, lo que parecían ser cosas sin sentido, sonidos que nunca habíamos escuchado en nuestras vidas, como si fuera algo totalmente ajeno a este planeta.
Y de un momento a otro el túnel, antes lleno de figuras en movimiento, ahora estaba vacío. Las figuras habían desaparecido, dejando solo la luz dorada y el constante zumbido. Pero después sucedió algo que me horrorizó al igual que a mis compañeros.
Miramos al cielo instintivamente sin emitir ni un solo sonido, por temor a ser descubiertos, a pesar de ser militares, esa vez sabíamos que estábamos frente a algo que no podíamos controlar, seguramente ni con mil batallones.
Por encima de nosotros, flotaba un objeto. Era enorme, más grande que cualquier aeronave que hubiera visto antes. Estaba iluminado con la misma luz dorada que el túnel, esa luz que era distinta a todas las de la tierra y aunque su forma era difícil de discernir en la oscuridad, podía decir que no era algo bueno.
Estaba suspendido en el aire, silencioso y amenazante. El zumbido que habíamos escuchado antes parecía venir de él, un sonido bajo y constante que resonaba en el aire nocturno.
Podría asegurar que era un objeto volador no identificado. Pero no era como los que había visto en las películas o leído en los libros. No había luces parpadeantes ni movimientos rápidos. Solo flotaba allí, grande y con un movimiento lento y constante, proyectando su luz dorada sobre la zona desértica.
El pánico corría por todo mí ser. Miré a mis compañeros, buscando ayuda en sus rostros. Pero estaban tan atónitos como yo, sus rostros estaban blancos como la leche e incluso uno de ellos estaba totalmente paralizado.
Aunque moría de miedo sabía que teníamos que actuar, teníamos que informar esto a nuestros superiores. Pero antes de que pudiera moverme, el objeto comenzó a cambiar. La luz dorada se intensificó, y la forma del objeto comenzó a distorsionarse. Era como si su estructura estuviera cambiando, reconfigurándose a sí mismo frente a nuestros ojos.
Entonces, sin previo aviso, el objeto disparó un haz de luz hacia el túnel y tuvimos que apartar la vista. Podía sentir el calor en mi piel, como si estuviera parado junto a un horno.
Cuando la luz finalmente se apagó, el túnel había desaparecido ante nosotros. En su lugar, solo había un vacío donde antes había estado el túnel. El objeto volador no identificado había desaparecido también, dejándonos solos en el desierto.
No podía creer lo que había sucedido, era como estar en una película de terror, jamás había sentido tanto miedo como en aquella ocasión y creo que hablo por mis compañeros también.
Esa noche, volvimos a la base en silencio, aún en shock por lo que habíamos presenciado. Informamos a nuestros superiores de lo que habíamos visto, pero no estoy seguro de si nos creyeron. Después de todo, sonaba a ciencia ficción, no a la realidad, aunque después un amigo y compañero militar me dijo en voz baja que quizá ellos lo sabían, pero que probablemente el gobierno tuviera prohibido revelar ese tipo de información, así que lo mejor era hacer como si nada hubiera pasado o como si estuviéramos locos.
Casi nadie nos creía. Aunque habíamos sido muchos los testigos de aquel encuentro, la incredulidad y el escepticismo predominaban en la mayoría de nuestros compañeros y superiores, quienes insistían en que se trataba de alucinaciones o de una broma de mal gusto.
Esta falta de apoyo y comprensión por parte de nuestros colegas solo aumentó nuestra sensación de aislamiento e impotencia. Nos sentíamos atrapados en un dilema, donde por un lado queríamos seguir cumpliendo con nuestras responsabilidades militares, pero por otro, no podíamos olvidar ni dejar de lado la magnitud de lo que habíamos presenciado, sin dejar a un lado, claro el miedo que sentíamos cada noche al volver al área. Sabíamos que en cualquier momento podríamos ver de nuevo aquel objeto gigante y que quizá la próxima vez no tendríamos oportunidad de contarlo.
Por las noches siguientes cada instante se convertía en una tortura inenarrable. La rutina del recorrido nocturno, que antes parecía tan mundana y predecible, ahora estaba teñida de un miedo terrible, un temor que se arrastraba por nuestras espaldas como un animal furtivo. Cada vez que debíamos pasar por aquel lugar, donde habíamos vivido esa experiencia que desafiaba toda lógica y razón, sentíamos un escalofrío que nos recorría de la cabeza a los pies.
El lugar, sin embargo, parecía burlarse de nuestra angustia. No había ni la más mínima evidencia del túnel, ni del objeto gigante que habíamos visto con nuestros propios ojos. Era como si la tierra se hubiera tragado todo rastro de lo que había ocurrido allí, borrando cualquier indicio de aquel evento inexplicable.
Lo más desconcertante era que, a medida que pasaban los días y las noches, incluso nosotros mismos empezábamos a cuestionar la veracidad de aquel avistamiento. La duda se infiltraba en nuestras mentes como una semilla insidiosa, germinando y creciendo hasta que nos encontrábamos cuestionándonos si lo que habíamos visto había sido real o simplemente producto de alguna fatiga extrema o estrés.
En el ejército, nos preparan para muchas cosas. Nos enseñan a enfrentar los más grandes desafíos, a lidiar con situaciones peligrosas y arriesgadas. Pero nada de lo que habíamos aprendido nos había preparado para algo así. Ningún manual de instrucción mencionaba la posibilidad de encontrarse con fenómenos que desafiaban toda comprensión humana.
A pesar de todo, tuvimos suerte. En los meses siguientes que pasamos en aquel lugar, jamás volvimos a presenciar nada parecido a lo que habíamos visto aquella noche. Con el tiempo, el miedo inicial se desvaneció poco a poco como la niebla al amanecer. Pudimos respirar de nuevo, permitiéndonos enfocar en nuestras tareas y responsabilidades con una claridad que habíamos perdido durante un tiempo.
Finalmente, nos trasladaron a otra área, esta vez en Sonora. En donde la normalidad parecía reinar. No volvimos a experimentar nada fuera de lo común, nada que pudiera considerarse sobrenatural. Las noches volvieron a ser tranquilas, los recorridos volvieron a ser rutinarios.
Al igual que mis superiores en ese tiempo y que muchos de mis compañeros las personas a las que les contaba lo que nos sucedió nadie me creía al cien por ciento.
Pero yo sé lo que vi esa noche. Y aunque ha pasado mucho tiempo desde entonces, todavía puedo recordar el temor que sentí, la sensación de insignificancia frente a algo tan grande e incomprensible. No sé qué era ese objeto, ni por qué estaba allí. Pero sé que cambió mi vida para siempre, y me dejó con preguntas que probablemente nunca tendrán respuesta.
Pasaron los años, y finalmente me retiré del servicio militar. Pero las imágenes de esa noche aterradora en el desierto nunca me abandonaron. A veces, cuando miro al cielo estrellado, me pregunto qué fue lo que realmente vimos esa noche, y si volveré a encontrarme con ellos.
Autor: Lyz Rayón.
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