El Rostro De La Muerte 2023

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El Rostro De La Muerte 2023

El Rostro De La Muerte… Mi historia comienza con mi llegada a un hermoso pueblo en Chiapas, hace más de 15 años, donde había sido enviado para ser maestro en la primaria de ahí. Cuando llegué era un día brillante y muy lindo.

Me quedaba en una pequeña casa de campo en el centro del pueblo, un lugar  modesto, pero estaba bonito, podía ver el campo desde mi ventana. Sus paredes eran color rojo ladrillo y un tejado que le daba un toque rústico. Mi habitación era sencilla: una cama pequeña pero cómoda, un armario de madera desgastada y una pequeña mesa junto a la ventana.

Al día siguiente, me presenté en la escuela primaria, un edificio de ladrillo con un gran patio en el que los niños jugaban. A pesar de las limitaciones de recursos y el tamaño del aula, los rostros de los niños brillaban y sinceramente nunca había visto ese entusiasmo en mis antiguos alumnos.

Ser maestro era mi vocación y aunque debía irme lejos de mi familia, sentía que era mi deber llevar mis conocimientos a los niños.

Durante los primeros días, me dediqué por completo a mis planeaciones, preparando lecciones y corrigiendo tareas hasta tarde. Me sentía en casa en este pueblo, me habían recibido con los brazos abiertos, y cada día sentía que mis alumnos confiaban cada vez más en mí. Incluso varios de ellos me llevaban regalos como frutas, chocolates y comida.

Al tercer día de mi estancia, mientras caminaba por las silenciosas calles del pueblo después de un día agotador en la escuela vi a una mujer que me sorprendió. Estaba en un balcón de una casa pintada de azul cielo, una casa hermosa, típica de Chiapas, era una joven que se destacaba en la luz del día.

Su cabello lacio bailaba al ritmo del viento, y su perfil perfecto y cautivador desprendía un aura de misterio irresistible. Aunque la mitad de su rostro estaba oculto por su bello cabello, no había duda de su extraordinaria belleza.

La hermosa joven no sé dio cuenta de que la veía, pues ella veía hacía el cielo y yo hacía ella, pero definitivamente jamás había visto a una mujer tan bella como ella.

Desde ese día, cada tarde, al volver de la escuela,  pasaba por el mismo camino para ver su belleza mientras ella se asomaba en el balcón. Cada vez me encontraba más emocionado por verla y cada vez sentía más atracción hacia ella, una atracción inexplicable que me instaba a conocerla más.

Sin embargo, aún no sabía que este encuentro aparentemente inocente cambiaría mi vida de manera tan profunda y aterradora.

Mi fascinación por la misteriosa mujer del balcón crecía con los días, me parecía exquisitamente bella y yo sabía que ya había notado que pasaba por ahí todo el tiempo.

Mis días siempre eran buenos porque veía a la mujer del balcón, esa era mi motivación del día, una que giraba alrededor de aquellas fugaces miradas a la distancia. Durante las mañanas, cumplía mis deberes como maestro, inculcando el conocimiento y el amor por la educación a los niños del pueblo.

Cada niño tenía su ángel, cada uno con su propia curiosidad y entusiasmo que llenaban mi día de un sentido de alegría.

A pesar del calor del mediodía y el cansancio que se acumulaba en mis huesos, caminé por el mismo camino de siempre, con la emoción de ver a esa linda chica. Mi corazón latía entusiasmado. Mientras iba por el camino polvoriento que atravesaba el corazón del pueblo, mi mirada siempre se dirigía hacia la casa azul cielo.

Allí, como siempre, ella estaría en el balcón, su lindo rostro resaltando de la manera más linda posible. No importaba cuán agotador o desafiante hubiera sido el día, su presencia en el balcón siempre le proporcionaba sentido a mi vida casi como si fuera un faro en medio de una tormenta.

Aunque su rostro siempre permanecía la mitad oculto por su lindo cabello, su presencia irradiaba belleza que parecía crecer cada vez que la veía. Un día de pronto me di cuenta de que me había notado y después de eso hubo una comunicación silenciosa, una conexión crecía con el paso de los días.

Fue en una de estas tardes, cuando el cielo se teñía de rojo y de naranja, que decidí acercarme. Mi corazón se aceleró y una mezcla de temor y emoción me empujó hacia donde ella estaba. Fui guiado por el gran deseo de conocerla, de desvelar el misterio que la envolvía.

Quería conocerla, saber su color favorito, a que se dedicaba, que música le gustaba, cuáles eran sus planes. Quería saber sobre ella, invitarle un helado y que me llevará a conocer el pueblo.

Cuando estuve abajo del balcón ella se dio cuenta de mi presencia y bajo su mirada hacía mí y una tímida sonrisa se dibujo en sus gruesos labios, su rostro seguía oculto a la mitad. La saludé y ella me respondió. Le dije que había estado mirándola y ella me dijo que ya se había dado cuenta.

Le dije que si podía bajar para platicar mejor y me dijo que esperara a que el sol se ocultará completamente y solo faltaban unos minutos para eso, así que le dije que sí y esperé con emoción y nervios.

Cuando por fin bajo y abrió la puerta, caminamos a unos metros de su casa. Me presenté y le dije que era nuevo en el pueblo, que daba clases a los niños del primario y me dijo que eso le parecía muy bonito. Me comentó que se llamaba Paula y que tenía 24 años.

Después hablamos de cosas triviales como el clima de esa ocasión, la escuela y el pueblo como tal. Aunque nuestra conversación era muy normal, me sentí atraído por su encanto y su carisma, era una mujer muy inteligente y amable.

Esa vez platicamos un buen rato hasta que me dijo que se tenía que ir y la lleve hasta la puerta de su casa, le dije que había sido un gusto conocerla y que si podíamos platicar al otro día también, ella me dijo que sí.

Todos los días la veía y ella bajaba del balcón. La verdad me estaba enamorando de ella después de más o menos quince días de estar hablando.

Nuestra relación progresó de manera muy natural, sentía que éramos almas gemelas. Pronto, nuestras conversaciones se volvieron más frecuentes y más profundas. Sin embargo, a pesar de nuestra creciente cercanía, nunca dejó de ocultar la mitad de su rostro.

Eso no hizo más que avivar la llama de mi curiosidad, impulsándome a descubrir el secreto que había detrás de su misteriosa belleza.

Mi atracción por Paula, la misteriosa mujer del balcón se había convertido en algo mucho más profundo, intenso y fascinante. Pese a eso, algo permanecía en mi mente el porqué de la mitad oculta de su rostro. A pesar de nuestras conversaciones nunca me reveló porque escondía su rostro.

Cuando intentaba darle un beso ella retrocedía. No entendía nada, pero de verdad me parecía encantadora y preciosa.

Una tarde, después de una larga jornada de trabajo, decidimos dar un paseo por el pueblo por la noche. La luz de la luna iluminaba las casitas de colores y las calles de adoquines con una luz maravillosa, y la fragancia de las flores y el pasto recién cortado creaba un escenario perfecto.

Ella llevaba un vestido de algodón blanco que resaltaba su bella figura, y sus cabello oscuro danzaban contrastaba con su rostro blanco.

Recorrimos las calles tranquilas, deteniéndonos ocasionalmente para admirar las viejas casitas y la naturaleza que parecía fusionarse con el pueblo. Las risas y charlas de las personas del pueblo resonaban a nuestro alrededor, y la alegría sencilla de la vida rural llenaba el aire.

A pesar de la belleza y la serenidad del momento, no pude evitar notar algo raro en ella, esa noche se veía diferente, se veía linda claro, pero había algo que no cuadraba y no sabía que era. La inquietud y la ansiedad por saber que era estaban en mi sangre y todo aumentaba con cada paso que dábamos juntos.

Conforme iba pasando el tiempo me fui calmando, caminábamos más y más, ella me guiaba, hasta que llegamos a las afueras del pueblo. Allí, entre muchos arbustos se encontraba un lago. El lugar estaba envuelto de bellas flores, y mucho silencio, era como un lugar oculto que al parecer no frecuentaba mucha gente.  

La luna se reflejaba sobre la superficie del agua, y hacía que el lago se viera plateado, era realmente fascinante. Era el lugar perfecto para una cita romántica, para platicar y estaba decidido a darle un beso. Mi corazón moría de emoción mientras nos sentábamos a la orilla del lago.

La belleza del lugar, la tranquilidad del momento y la presencia de la bella Paula a mi lado me hacían sentir en un sueño, uno que me hacía no querer despertar jamás. Sin embargo, la inquietud seguía presente, latente en cada latido de mi corazón, era una mezcla de emoción, una sensación rara e inquietud.

En ese instante, en medio de la tranquilidad de la noche y bajo la mirada de la luna, tomé la decisión que cambiaría mi vida en el pueblo. Decidí saber que escondía bajo su cabello y también aprovechar para darle un beso que podría ser el inicio de una linda historia de amor, así que alcé la mano, aparté su cabello de la mitad de su rostro.

Era un momento cargado de emoción, noté que ella estaba muy nerviosa y podría decir que incluso enojada. Con cada mechón de cabello que se deslizaba por mis dedos, sentía un nudo creciendo en mi estómago. El aire pareció volverse más denso, más pesado,

Cuando finalmente aparté el último mechón de su cabello oscuro, quedé petrificado. Allí, donde debería haber estado la suave piel y los rasgos delicados de una mujer, había una calavera. Un cráneo desnudo y desprovisto de vida que parecía burlarse de mí.

La belleza que había cautivado mi corazón y alma se desvaneció, reemplazada por un horror incomprensible. El grito que emergió de mis entrañas se perdió en lo profundo de la noche, y los ecos de mi terror se mezclaron con el susurro del viento y el murmullo del lago.

Ella, la mujer cuya belleza y misterio me habían fascinado, se transformó ante mis ojos. Sus palabras dulces y su risa melodiosa dieron paso a una voz áspera y cruel que emitía maldiciones y acusaciones. Me dijo que era igual que todos los hombres que la habían rechazado antes, su voz estaba llena de resentimiento profundo y amargo.

El miedo me paralizó por un momento, pero pronto la necesidad de supervivencia se apoderó de mí. Me alejé de ella, tropezando y cayendo en mi intento de huir de la pesadilla en la que mi amor se había convertido. A través de mis lágrimas y el pánico, podía verla acercándose a mí, su sombra apresurándose, su rostro esquelético y sin vida fue lo último que vi antes correr lo más rápido que pude.

El Rostro De La Muerte

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El terror y la desesperación que sentía en ese momento se mezclaron con la confusión y la incredulidad, cada latido de mi corazón era una súplica para despertar de esta terrible pesadilla, pues apostaba todo a que estaba soñando. Pero aunque daría todo porque fuera así, la realidad era otra.

Unos veinticinco minutos después de correr sin mirar atrás pude por fin llegar a mi pequeña casa al otro lado del pueblo.

Una vez dentro, cerré la puerta fuertemente, apoyándome contra ella mientras luchaba por recuperar el aliento. La oscuridad de la casa me daba miedo. La imagen de la calavera, la cruel burla de la belleza que había creído que aquella chica tenía, permanecía grabada en mi mente, atormentándome y llenándome de preguntas.

No dormí esa noche. Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro, la mitad hermoso y la otra mitad un cráneo sin vida. Sus maldiciones me perseguían, cada palabra penetraba en mi alma. Los sonidos de la noche parecían más claros, por momentos escuchaba los pasos de Paula corriendo hacia mí, estaba en un constante estado de tensión.

Al amanecer, me dirigí a la escuela, mis ojos rojos y cansados eran un reflejo de la noche en vela. La alegría y la emoción de enseñar, que una vez me habían llenado de energía, se habían desvanecido, y habían sido reemplazadas por un miedo y una inquietud que no puedo ni siquiera describir. A pesar de mi mejor esfuerzo, no pude concentrarme en mi clase de español, mi mente estaba vagando de nuevo a la mujer del balcón y a la aterradora verdad que había descubierto.

Al final del día, el director de la primaria, un hombre mayor llamado Jorge muy amable por cierto, me llamó a su oficina. Me había dado cuenta de que me había observado durante todo el día, denotaba una preocupación que no entendía. Cuando entré a su oficina hizo un gesto con su mano y me indicó que me sentara. Tomó aliento y empezó a hablar.

Lo que me contó a continuación fue una historia que la verdad ya había escuchado entre susurros y rumores, una antigua leyenda del pueblo. Me dijo que se había dado cuenta de que yo estaba saliendo con la chica del balcón y que por eso había decidido contarme la verdad. Habló de la mujer que había robado mi corazón y aterrorizado mi alma, y de la maldición que tenía. Su historia me dio a entender que lo que había experimentado no era un sueño ni una alucinación, sino una realidad.

El director, me contó la historia de Paula, la mujer en el balcón, la misma que me había asustado la noche anterior.

Me contó que todo se remontaba a varios meses atrás, cuando el pueblo era aún más pequeño y con menos habitantes. Había una joven en ese entonces, de belleza extraordinaria, que había cautivado a todos los hombres del lugar. Pero ella se había enamorado de un forastero, un hombre que solo buscaba la riqueza que se decía que tenía Paula. Pero cuando ella se dio cuenta de su verdadera intención, se sintió traicionada y herida. En su desesperación, acudió a una bruja local buscando justicia.

La bruja, sin embargo, no estaba dispuesta a ayudarla sin exigir un precio. En cambio, puso una maldición sobre la joven, diciendo que todos los hombres que alguna vez la desearan verían la verdad de su alma en su rostro. Desde aquel día, la mitad de su rostro se convirtió en una calavera, algo que gritaba su traición y sufrimiento.

La bruja hechizó al hombre que la había hecho sufrir haciendo que este no pudiera estar con ninguna otra mujer jamás, Paula sentía que su sacrificio había valido la pena.

Paula que ya era una mujer maldita y desterrada, desapareció de la vista de las personas del pueblo. Pero no antes de jurar venganza contra todos los hombres que se atrevieran a engañarla, prometiendo que los arrastraría a las profundidades del lago, donde compartirían su sufrimiento.

Al escuchar esta historia, un terror enorme y una desesperación terrible corrían por mí ser. No podía creer que había estado a punto de morir en aquel lago. Había tropezado sin saberlo con una antigua maldición, y ahora estaba atrapado en el pueblo, presa del miedo y de la posibilidad de que Paula fuera por mí para enterrarme en las profundidades del lago. Jorge, viendo mi temor, puso su mano en mi hombro en un gesto de consuelo. Pero sus palabras, aunque llenas de simpatía, no ofrecían ninguna solución, ningún alivio para el miedo que vivía en mi corazón.

Esa noche, volví a mi casa con la historia de la mujer maldita en mi mente. Las sombras parecían moverse afuera de mi casa tenían formas extrañas y aterradoras. Cada ruido, cada crujido parecía anunciar la llegada de Paula. Mi hogar, que antes era un lugar de descanso y refugio, se había convertido en una prisión llena de terror. Pero a pesar de mi temor, sabía que no podía huir, que no podía escapar de ella.

Cada segundo parecía contar los momentos que me quedaban en el pueblo, cada latido de mi corazón era un eco sordo de terror por lo que se avecinaba. Pero a pesar de la oscuridad que me rodeaba, algo parecido a la esperanza comenzó a arder dentro de mí. No iba a permitir que esta maldición controlara mi vida en el pueblo, ni mi trabajo, no iba a ser una víctima más de la mujer del balcón. No sabía cómo, pero estaba decidido a enfrentar mis miedos.

Una voz en mi interior me incitaba a resistir, a enfrentar la maldición que amenazaba con destruirme. Aunque no sabía cómo combatir algo tan intangible y aterrador, sabía que debía intentarlo, si quería mantenerme en mi trabajo como maestro en la primaria del pueblo

Pasé los días siguientes en un estado de alerta constante, como un animal acorralado. Mis sentidos se agudizaron, cada sombra en el rincón de mi vista, cada susurro del viento, cada canto de los pájaros todo me hacía pensar que Paula había llegado por mí. Pero a pesar de mi miedo, seguí yendo a la primaria a dar clases. En cada amanecer, encontraba un poco más de fuerza para enfrentar mi miedo, un poco más de coraje.

La escuela se convirtió en mi salvación durante el día, los rostros jóvenes e inocentes de mis alumnos hacían que me sintiera más seguro y feliz. Aunque todavía luchaba por concentrarme en mis clases, la rutina y la normalidad de mi trabajo siempre me ayudaban a olvidarme un poco de esa horrible mujer.

Traté de mantener una apariencia de normalidad para mis estudiantes. No quería que mis miedos se convirtieran en los suyos. En mi mente, tenía la esperanza de que, si podía mantener la normalidad en la escuela, tal vez podría encontrar una forma de no recordar todo lo que había pasado,

Sin embargo, cada vez que la noche llegaba el miedo llegaba con ella y me acorralaba como a un cordero un perro. Cada noche, podía sentir la presencia de Paula acechando en las sombras, aunque a lo mejor era mi imaginación por el miedo que sentía. Temblaba en mi cama y llegué a pensar varias veces mejor regresar a mi lugar de origen y dejar todo atrás, pero ya me había encariñado con el pueblo y con los niños.

Hasta que sucedió lo que hizo que tomará la decisión de mejor irme para siempre y no volver.

Sucedió por la tarde, cuando iba caminando hacía mi casa. De repente sentí la mirada de alguien a mis espaldas y cuando me di cuenta era Paula, me estaba viendo escondida atrás de un árbol.

Me comenzó a invadir un horror absoluto y caminé más rápido, pero cuando me di cuenta la aterradora mujer estaba enfrente de mí, era como si se hubiera trasladado de un lugar a otro en segundos.

Me miró y apartó el pelo de su cara y me sonrió diabólicamente con media cara de calavera.

En ese momento a pesar del miedo que sentía me acordé de lo que había dicho el director, que ella solo se vengaba de los hombres que se burlaban de ella, así que con voz temblorosa le dije que era hermosa.

Una expresión de asombró y ternura se asomó en su rostro y su sonrisa cambió a una sincera. En ese momento se desvaneció como humo y no la volví a ver.

Aunque sabía que probablemente ya no se atrevería a hacerme daño, algo dentro de mi alma me dijo que era mejor que me fuera y eso hice. Me despedí de mis alumnos y de las leyendas del pueblo.

No quería que algo parecido me sucediera de nuevo.

Y jamás volví a ese pueblito, pero siempre recuerdo con miedo a la chica del balcón.

Autor: Lyz Rayón.

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