El Perro, La Bruja Y El Silbón 2023.

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El Perro, La Bruja Y El Silbón 2023.

El Perro, La Bruja Y El Silbón… Aún puedo recordarlo, era un ser abominable, la encarnación del mal, la materialización de la pesadilla más hórrida que puede existir, nada se le compara, no existe ninguna otra criatura capaz de causar tanto terror como él.
Todavía su sombría voz cabalga en mis recuerdos durante las noches más oscuras, la forma en que contaba uno por uno todos esos huesos como si se trataran de simples ramas, es lo más inhumano que he visto alguna vez.

Lo he escuchado tantas veces silbar que puedo repetir las formas en que lo hace, porque, al contrario de lo que la gente cuenta, ese engendro no silba de una sola forma, tiene una tonada cuando está lejos, la cual la va cambiando conforme se está acercando, aparte hace otro sonido cada que se aleja con huesos nuevos dentro de su costal.
Pero todos sus silbidos, sin importar de cuál se trate, todos son sumamente escalofriantes, y tiene la capacidad de infundir el mismo terror que la muerte.

No sabría decir con exactitud cuál era su altura, porque estaba encorvado, mucho, su espalda se retorcía de tal forma que no logro comprender cómo es que su espalda no se rompe, ver esa silueta encorvada hace que la persona más atea del mundo se ponga a rezar.
Estando así, encorvado, seguía siendo la persona más alta que jamás había visto, superaba los 2 metros sin ninguna duda, o tal vez yo lo veía tan alto debido a su escuálida silueta, era tan delgado que parecía que no había probado bocado en más de 100 años, quizá por eso yo lo percibía tan alto.

Su color de piel era como el de una tortilla quemada.
Aparte de su altura mórbida y su color inhumano, algo de su vestimenta lo hacía verse siniestro, intimidante, a lo mejor eran sus ropas rasgadas y terrosas, pudo haber sido ese sombrero picudo que le cubría parcialmente sus terribles ojos amarillentos, o posiblemente era ese costal que cargaba en la espalda, del que sobresalía el inconfundible brazo de mi padre.

Ya había sido suficiente castigo que 4 años antes ese monstruo se hubiera llevado a mi padre, pero a día de hoy no logro comprender porqué regresó para también llevarse a mi hermano, me rehusó a creer en las últimas palabras de mi abuela en su lecho de muerte, cuando dijo que nuestra familia estaba maldita por culpa del abuelo.
La hermana de mi padre también dijo lo mismo, yo la escuché repetir que las manchas blancas eran la señal de que nuestra familia estaba maldita.

Me cuesta mucho trabajo tan siquiera considerar que las maldiciones son reales, mi madre también se resistió mucho a la idea, ambos, mi madre y yo, siempre estuvimos en negación respecto a todo lo que sucedió, pero, tomando en cuenta las desgracias que ha sufrido mi familia, tal vez, y solo tal vez, signifique que las maldiciones sí son reales.

Pero vayamos al principio, cuando yo tenía apenas 7 años, mi padre 21, y mi abuelo 63, en aquel entonces mi hermano todavía no nacía.

Mi padre era el mayor de los hijos de mi abuelo, mi tío era el de en medio, y mi tía era la menor.

Mi abuelo nunca fue un buen hombre, ni siquiera fue un buen padre, tampoco un buen esposo, yo, a mi corta edad, me daba cuenta de que el abuelo era una mala persona, fue precisamente por eso que mi padre se salió de su casa en cuanto terminó la primaria, se buscó un trabajo, lo contrató el dueño de una ladrillera, y, por cuestiones del destino, 2 años después embarazó a la hija menor del dueño y así fue que nací yo.

La primera vez que yo conocí a mis abuelos fue en mi cumpleaños número 6, y no fue porque mi padre quisiera, lo que ocurrió fue que mi mamá insistió tanto que mi padre terminó cediendo, él prefería estar de acuerdo con mamá en lugar de discutir, porque creció viendo como mi abuelo maltrataba a la abuela.

Esa primera vez que vi a mis abuelos fue rara, porque mi abuelo llegó acompañado de un gran perro blanco, no recuerdo cuál era el nombre del perro, lo que no se me olvida es que mi abuelo trataba mejor a ese perro que a la abuela.

Pasaron 2 años y medio, todos estábamos en la casa del abuelo, él estaba muy tomado, algo le pidió a mi abuela y ella no le entendió bien porque estaba algo lejos, eso hizo enfurecer al abuelo y agarró una vara para intentar golpear a mi abuela, pero mi tío reaccionó rápido y se interpuso para proteger a mi abuela.

Si el abuelo ya estaba enojado, eso lo hizo reventar y le dio un golpe con el puño cerrado a mi tío, fue tan fuerte que lo tumbó al suelo.

En ese momento mi papá le dijo a mi madre que me llevara al auto porque ya nos íbamos a ir, mi mamá rápido me cargó y fuimos al auto, antes de llegar yo alcancé a ver que el abuelo se quitó el cinturón y le amarró las manos en la espalda a mi tío.

También pude ver cómo mi abuela lloraba, y como mi padre forcejeaba con su hermana, creo que quería que ella se fuera con nosotros.
Cuando mamá y yo llegamos al auto ya no alcanzaba a ver nada, pero sí escuchaba el escándalo, de pronto mi tío empezó a gritar con mucho dolor, sus gritos eran tan feos que me asusté y tuve que taparme los oídos mientras mi madre me abrazaba.

Al poco tiempo, por el retrovisor del auto, pude ver que una extraña mujer se metió a la casa, y un minuto después mi padre subió al auto y nos fuimos, él estaba muy serio, yo le pregunté por qué no había ayudado a mi tío, papá me respondió que no podía porque eso sería como faltarle el respeto al abuelo, y, aunque fuera una mala persona, él le debía respeto por el simple hecho de ser su padre.

Mi papá siempre fue muy abierto conmigo para hablar de cualquier cosa, nunca me negó una respuesta ni me ocultó nada.

Entonces le pregunté quién había sido la mujer que se había metido a la casa, mi padre respiró profundo y me respondió que nunca antes la había visto, pero que ella afirmó que era una bruja y que amenazó a mi abuelo, le advirtió que ya había sido suficiente de sus malas acciones, y que muy pronto el perro negro vendría por él.
Mi papá no tenía idea de qué significaba eso.

Mamá volteó a verlo, ella lo conocía muy bien, y sabía que había algo que mi padre no nos estaba diciendo, él dijo que esa supuesta bruja también lo había amenazado a él, que, por no haber ayudado a mi tío, el hombre que Silba cobraría venganza.

Esa noche, cuando salí de mi cuarto para ir al baño, al momento en que pasé por afuera de la puerta del cuarto de mis padres los escuché platicar, no era mi intención, pero ellos estaban hablando un poco fuerte porque pensaban que yo dormía.

Fue por esa plática que yo me enteré exactamente qué era lo que el abuelo le había hecho al tío, resulta que el abuelo le había dado una paliza con la vara, le había destrozado la espalda, no tuvo piedad, lo golpeó como si mi tío hubiera cometido el peor de todos los crímenes.

La abuela solo se quedó mirando, mi tía sí intentó ayudarlo, pero mi padre no la dejó, los golpes solamente se detuvieron hasta que llegó la supuesta bruja para lanzar sus maldiciones contra mi abuelo y mi padre.

A los 2 días mi tío murió, las heridas eran tan graves que se infectaron, mi abuelo no lo llevó al hospital porque tendría que contar lo que había pasado, el cuerpo de mi tío no soportó las heridas y la infección, por eso se murió.
Lo que pasó después fue despreciable y ruin, el abuelo dijo a las autoridades que a mí tío lo había golpeado una persona porque le debía dinero, la abuela y mi tía respaldaron esa vil mentira, y mi padre simplemente no se metió, cuando le preguntaron dijo que él no sabía nada.

La trágica y lamentable muerte de mi tío me dejó varias interrogantes, ¿Quién era el hombre que Silva?, ¿Porqué un perro negro iría por mi abuelo?, más importante todavía, ¿Quién era esa supuesta bruja y qué tenía que ver ella con mi tío como para querer ayudarlo?

Después del funeral yo estuve soñando varias noches con el perro blanco de mi abuelo, no era un mismo sueño que se repetía, eran sueños diferentes, pero en todos esos sueños estaba la mascota de mi abuelo.

Dejé pasar 3 semanas y un domingo mientras mis padres y yo estábamos almorzando le pregunté a papá sobre el perro blanco.

Mi padre me contó que el abuelo ya tenía 5 años con ese perro, que, aunque mi padre no tenía ningún contacto con el abuelo, si hablaba con mi fallecido tío, por eso mi papá estaba al tanto de lo que pasaba en la casa de los abuelos.

Pero ese era el único dato que mi padre tenía, nada más.
Pasó el tiempo, una tarde la abuela llegó a nuestra casa de visita, y yo aproveché para preguntarle sobre el perro blanco.

Mi abuela me contó que al abuelo jamás le gustaron los animales, que inclusive en más de una ocasión había pateado a un animal de la calle, pero una madrugada llegó acompañado con el perro blanco, como eso estaba raro mi abuela pensó que el abuelo venía ebrio y no preguntó nada, supuso que al día siguiente el abuelo correría al animal, pero no fue así, el perro se quedó, el abuelo dijo que un tipo armado lo había intentado asaltar y antes de que algo malo pasara el perro blanco llegó para ayudarlo, por eso el abuelo adoptó al animal.
Esa era una historia curiosa.

Algunos años después nació mi hermano, para ese entonces mi padre ya había limado un poco las asperezas con el abuelo, por lo tanto, aunque no eran los mejores amigos, podían convivir sin estar peleando.

Mis abuelos se ofrecieron para bautizar a mi hermano, prepararon la misa y prepararon una pequeña fiesta, pero el día de la ceremonia religiosa el sacerdote tuvo que ir de emergencia a visitar a una persona en su lecho de muerte, por lo tanto, el bautizo no se pudo realizar, sin embargo, sí se hizo la fiesta.
Había algunos vecinos, gente de la iglesia, amigos y conocidos tanto de los padres como de los abuelos, en total éramos unas 50 personas.

A eso de las 8 de la noche ya se habían retirado todos los invitados y estábamos recogiendo todo, mientras tanto a mi hermano lo dejaron en la cama de un cuarto que estaba del otro lado del patio.
De pronto entró corriendo un perro muy grande, sus ojos tenían un inquietante color rojo y sus colmillos eran tan grandes y filosos que no le permitían cerrar el hocico, en su cuello tenía un collar metálico del que arrastraban unas ruidosas cadenas.

El perro iba directo hacia el cuarto donde estaba dormido mi hermano, pero, unos cuantos metros antes de que pudiera llegar, el perro de mi abuelo le cerró el paso.

El perro negro era más alto que el blanco, casi le duplicaba el tamaño, ambos animales se estuvieron ladrando mientras lanzaban mordidas al aire.

Ninguno de nosotros sabía cómo reaccionar, lo que ocurrió fue que la apariencia del perro negro era tan intimidante que nos dejó paralizados, además, mi abuelo confiaba plenamente en que su perro blanco protegería a mi hermano.

Luego de estarse ladrando, ambos perros se fueron el uno contra el otro causándose múltiples heridas, cuando se separaron pudimos ver que el perro del abuelo estaba más herido que el perro negro, en ese intercambio de mordidas el perro blanco terminó con una pata rota.

Entonces el perro negro quiso aprovechar para sacarle la vuelta y llegar a donde estaba mi hermano, pero el perro de mi abuelo alcanzó a morderlo de la cola, le dio la vuelta, se le fue al cuello, y luego de un intenso forcejeo, el perro blanco mató al perro negro.
Todo ese altercado de los perros ocurrió en cuestión de segundos, pero a mí se me figuró que pasó mucho tiempo.
Cuando terminó, mis padres corrieron con mi hermano y mi abuelo corrió con su perro.
Yo solo me quedé quieto mirando todo.
El abuelo cargó a su amada mascota y se fue a la camioneta para ir con el veterinario.

Mi abuela y mi tía se acercaron a ver al perro negro, sus expresiones cambiaron de inmediato, estaban aterrorizadas, inclusive mi tía dijo que no podía ser posible que ese perro negro estuviera ahí.

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Yo les pregunté qué era lo que estaba pasando, la abuela me contó que, un mes atrás, la mujer que en aquella ocasión había llegado diciendo que era una bruja había vuelto a la casa, y se puso a gritar cosas extrañas y antes de irse había escupido en el árbol de toronjas que tenían en el frente.

El abuelo, furioso, tomó su arma y luego salió decidido a matar a esa supuesta bruja, mi tía y mi abuela se fueron detrás de él, intentaban detenerlo, pero no podían, el abuelo seguía caminando detrás de la mujer mientras le gritaba insultos.

La persiguió por 2 o 3 cuadras hasta que la mujer llegó a su casa, ella tenía a un perro negro encadenado a una columna, el perro negro empezó a ladrar furioso en cuanto vio al abuelo, la mujer se paró al lado del perro, el abuelo le apuntó con su arma y en ese momento el perro, con todas sus fuerzas, logró arrancar las cadenas de la columna y corrió hacia mi abuelo, pero él no dudó ni un segundo y le disparó al perro en las patas para tumbarlo, y luego lo mató.

El abuelo amenazó a la supuesta bruja con que si volvía a acercarse a la casa terminaría igual que su perro.
Hasta ese punto yo no estaba entendiendo que tenía que ver ese perro con el que estaba muerto ahí en la casa de los abuelos, entonces mi tía agarró una de las patas delanteras del animal y me mostró que tenía impactos de bala.

De alguna forma el perro había vuelto a la vida.

Ninguno de nosotros 3 dijo nada, pero por sus miradas sabía que pensaron lo mismo que yo, si ese perro en verdad era el mismo que mi abuelo había matado significaba que aquella mujer sí era una bruja de verdad.

Mi abuela me pidió que no le dijera nada a mis padres, pero yo ignoré esa petición porque no le gustaba ningún secreto a mis padres, así que, más noche, cuando ya estábamos en la casa de nosotros, les conté lo del perro negro y la bruja.

Aunque al principio no me creyeron nada, mi padre recordó aquellas palabras que la bruja le había dicho al abuelo la primera vez, eso de que el perro negro iría por él.

Pero esas palabras no encajaban del todo, porque la primera vez mi abuelo había llegado a donde estaba el perro, y esa segunda vez el perro iba sobre mi hermano, no sobre el abuelo, algo no cuadraba.
Esa plática que tuve con mis padres los dejó muy intrigados, lo suficiente como para elegir eso como el tema de conversación de la cena navideña de aquel año, para ese entonces mi hermano ya tenía 8 meses, y yo tenía poco de haber cumplido 13 años.

Mi padre fue el que inició el tema, le preguntó al abuelo si era verdad que el perro negro que había muerto intentando atacar a mi hermano era el mismo que él había matado cuando la bruja fue a escupirle al árbol de toronjas.

El abuelo volteó a ver a la abuela y ella me volteó a ver a mí, fue un momento muy tenso, que se interrumpió cuando mi padre repitió la pregunta.

Ahí me quedó claro que el abuelo no se había tomado ese suceso a la ligera.
La abuela, con un volumen muy bajo, mencionó algo de una maldición, pero como ella estaba del otro lado de la mesa no alcancé a escuchar con claridad qué fue exactamente lo que dijo.

Pero el abuelo sí, y se enojó bastante, inclusive se le notó la clara intención de querer hacerle algo a la abuela, en ese momento un impulso me hizo reaccionar y me levanté de la silla para decirle al abuelo que si se atrevía a pegarle a mi abuela tendría que pasar por encima de mí.

El abuelo respiró profundo y dijo que aparentemente sí era el mismo perro, porque tenía las heridas de bala.
Se hizo silencio en la mesa, hasta que mi padre preguntó qué era lo que habían hecho con el cadáver del perro, el abuelo, que acababa de darle un buen trago a su bebida, le dijo a mi papá que lo habían enterrado en el patio, para asegurarse que no volviera a revivir.

Ahí me quedó claro que el abuelo no se había tomado ese suceso a la ligera.
La abuela, con un volumen muy bajo, mencionó algo de una maldición, pero como ella estaba del otro lado de la mesa no alcancé a escuchar con claridad qué fue exactamente lo que dijo.

Pero el abuelo sí, y se enojó bastante, inclusive se le notó la clara intención de querer hacerle algo a la abuela, en ese momento un impulso me hizo reaccionar y me levanté de la silla para decirle al abuelo que si se atrevía a pegarle a mi abuela tendría que pasar por encima de mí.

Todos se quedaron impactados, nadie esperaba que yo reaccionara así, mi abuelo, furioso, golpeó la mesa y me gritó que no le estuviera faltando al respeto, iba a seguir gritándome pero yo lo interrumpí y le pregunté: “¿O qué, me va a matar igual que como mató a mi tío?”

El abuelo se levantó y se salió de la casa sin decir una sola palabra, solo escuchamos que encendió su camioneta y se fue.
Mi padre intentó regañarme, pero mi madre no lo dejó.
Fue imposible terminar esa cena.

Pasaron 5 años, una madrugada mi padre recibió una llamada de la abuela, estaba gritando muy histérica, sus gritos eran tan fuertes que hasta mi madre y yo pudimos escucharlos.
La abuela estaba tan alterada que hablaba de forma incoherente, algo decía del patio, del abuelo, y de unos perros, luego la llamada se cortó.

Mi padre tomó las llaves del auto y se fue a toda velocidad para ver qué era lo que estaba pasando en la casa de los abuelos, él jamás me dijo nada de lo que encontró cuando llegó, pero yo lo leí al día siguiente en el periódico.

La nota decía: “Perro de apariencia siniestra mata al dueño de la casa y a su mascota”.
En la información del periódico decía que alrededor de las 3 de la mañana los vecinos habían reportado un escándalo en el domicilio de mis abuelos, cuando las autoridades llegaron ya había personas reunidas al frente de la casa, mi abuela y mi tía estaban dentro de la casa, y en el patio estaba uno de los vecinos, mi tía había corrido a pedirle ayuda.

El vecino estaba todo manchado de sangre pero él no tenía ninguna herida, la sangre que lo cubría era la de mi abuelo y la de los 2 perros.

En la fotografía que apareció en el periódico estaba mi abuelo del lado izquierdo, boca arriba, con una de sus manos agarraba su cuello que estaba desgarrado, y con la otra mano estaba agarrando a su perro, que le faltaba la mitad de la cabeza.
Del lado derecho estaba el perro negro, le faltaba un ojo, una de las patas la tenía con el hueso expuesto, y del lomo le estaban saliendo gusanos.

Lo que el vecino le dijo al periódico fue que cuando él llegó para ayudar mi abuelo ya estaba en el suelo desangrándose por las heridas del cuello, el perro blanco y el perro negro se estaban peleando, el vecino agarró una pala y con eso le dio un golpe en la cabeza al perro negro, el golpe fue tan fuerte que le sacó el ojo y el animal ya no se movió.

Pero el perro de mi abuelo estaba demasiado herido, solo se arrastró para estar cerca de mi abuelo y ambos murieron en cuestión de segundos.

Durante el funeral mi abuela se desmayó, había perdido a su hijo menor y ahora a su esposo, quedó muy mal después de eso, casi no comía, hablaba muy poco, y ya no se levantaba de la cama, mi tía tuvo que dejar todas sus actividades para dedicarse al 100% a cuidar a mi abuela.
Mi padre se encargó de todos los gastos porque como mi tía tenía que cuidar a la abuela pues no podía trabajar.

Mientras todo eso pasaba yo no podía sacarme de la cabeza que mi abuelo había muerto de la forma en que la bruja había dicho, debido al perro negro, que, ya había sido matado 2 veces, primero por mi abuelo, y luego por el perro de mi abuelo.
Yo tenía que ir a hablar con esa bruja, porque no solo había amenazado al abuelo, también había amenazado a mi padre, le había advertido que el Hombre que Silba cobraría venganza porque mi padre no había defendido a mi tío cuando mi abuelo le causó la muerte.

Pero yo no sabía dónde vivía la bruja, el único dato que tenía era que su casa podía estar a 3 cuadras de la de mi abuela, pero no tenía claro hacía que dirección eran esas 3 cuadras, por lo tanto, yo debía cubrir 3 cuadras en las 4 direcciones, esas eran 12 cuadras, y cada cuadra tenía de 1 a 12 casas en cada lado, es decir de 20 a 24 casas por cuadra, por 12 cuadras, esas eran casi 300 casas que yo debía recorrer para dar con la bruja.

En la primera oportunidad que tuve me fui a buscar entre las casas, iba en bicicleta, lo que yo esperaba era encontrarme una casa diferente a las demás, que se viera vieja, descuidada, pintada de un color extraño, o cualquier cosa que la delatara, pero luego de estar dando vueltas por hora y media no encontré nada.

Volví otro día y lo que hice fue preguntar discretamente a algunas personas, y así pude dar con la casa de la bruja.

Cuando toqué la puerta la bruja me gritó que estaba abierta, yo entré, vi que la bruja estaba sentada en una mecedora al fondo, apenas le iba a decir el motivo de mi visita cuando me dijo que ya sabía por qué yo estaba ahí. Me llamó por mi nombre y me pidió que tomara asiento, yo caminé hasta llegar a una silla que estaba cerca y me senté.

Me contó que todavía recordaba aquel día, cuando mi abuelo molió a golpes a mi tío, cuando mi padre se quedó observando sin hacer nada, ella no podía tolerarlo, cuando escuchó los gritos de mi hermano recordó la ocasión en que mataron a su hijo, por eso decidió interferir y lanzar una maldición.

Pero me aclaró que la maldición que lanzó no solo era en contra de mi abuelo y de mi padre, ella había lanzado la maldición en contra del acto tan cruel que se estaba realizando, por lo tanto, todos aquellos que habían participado, directa o indirectamente, habían quedado cubiertos por la maldición.

Las palabras que le dijo a mi abuelo, sobre que el perro negro iría por él tan solo era el comienzo de la maldición.
Me explicó que el perro negro no era un animal como tal, en realidad se trataba de la materialización de todas las energías malignas que ella había extraído de sus clientes, por eso, no importaba cuantas veces mataran al perro negro, siempre regresaría a la vida, porque en realidad no podía morir porque no estaba vivo.

Las palabras que le dijo a mi abuelo, sobre que el perro negro iría por él tan solo era el comienzo de la maldición.
Me explicó que el perro negro no era un animal como tal, en realidad se trataba de la materialización de todas las energías malignas que ella había extraído de sus clientes, por eso, no importaba cuantas veces mataran al perro negro, siempre regresaría a la vida, porque en realidad no podía morir porque no estaba vivo.

En ese momento la bruja silbó, pude escuchar unas cadenas arrastrarse y de entre las sombras emergió el perro negro, estaba idéntico a como yo lo había visto en la foto.
La bruja volvió a silbar y el perro se perdió entre las sombras.

Yo le pregunté qué pasaría con mi padre y eso de que el Hombre que Silba cobraría venganza.
La bruja me dijo que el Hombre que Silba no era controlado por ella, que ese espectro era una fuerza maligna incontrolable, pero que, si podía ser invocado para tomar represalias en casos muy específicos, tal como el caso de mi familia, ya que la forma en que se le causó la muerte a mi tío fue la misma forma en que aquel espectro murió.

Yo, a pesar de que me sentía muy abrumado por todo lo que estaba escuchando de la bruja, le pedí que me explicara todo sobre ese espectro al que ella llamaba El Hombre que Silba.
Me contó que 150 años atrás un hijo había matado a su padre, el hijo era incorregible por culpa del padre, cuando el padre quiso corregirlo a golpes, el hijo lo mató y le sacó las tripas.

Después el hijo hizo que su madre cocinara las tripas que le había sacado a su padre, debido a eso la madre se desquició, entonces el otro hijo y el abuelo lo amarraron en un árbol y le dieron de latigazos hasta destrozarle la espalda, después le pusieron aguardiente en todas las heridas.

Mientras él se retorcía de dolor por lo que su hermano y su abuelo le habían hecho, llegó la mamá y lo maldijo con todo su odio y desprecio para que no pudiera descansar después de morir.

En cuanto su madre lo maldijo, su abuelo le puso un saco en la cabeza y empezó a asfixiarlo.
Mientras todo eso estaba pasando, la niña más pequeña de la familia estaba escondiéndose por miedo, y para no escuchar el escándalo, ella se puso a silbar una corta melodía que le había enseñado su hermano. (SILBIDO 1)

Cuando la niña dejó de silbar su hermano ya había muerto en manos del abuelo.
Debido a la maldición que su madre le lanzó, él no se quedó muerto, en la madrugada caminó hasta el lugar donde había matado a su padre, le quitó todos los huesos, metió los huesos al saco y se alejó silbando la pequeña melodía que le había enseñado a su hermana pequeña.

Toda esa historia que me contó la bruja me pareció brutal, entendí que ese espectro buscaría a mi padre porque de cierta forma era culpable de la muerte de mi tío, y como mi tío había muerto de la misma forma que el espectro, el asunto era personal para el espectro.
Pero yo quería saber si con eso ya terminaría la maldición.

Se lo pregunté a la bruja, ella me miró con un poco de tristeza, me dijo que lamentaba que yo quedara en medio de todo el desastre, pero que la maldición ya no se podía deshacer, que, desafortunadamente yo sería testigo de como la familia se resquebrajaría sin que nadie pudiera brindar ayuda, lo primero había sido el perro, después sería el Hombre que Silba, en algún momento aparecerían las manchas blancas y ese sería el anuncio que 2 muertes más llegarían.

Yo le comenté a la bruja que mi abuelo era el único culpable, pero la bruja me soltó una frase que nunca se me olvida: “el que ve y no actúa es más culpable que el que hace”.

Yo me levanté de la silla y salí de la casa de la bruja, había escuchado todo perfectamente, no me había quedado ninguna duda, aún así me resistía a creer lo que la bruja me había dicho, no podía ser posible que un espectro silbador fuera a aparecerse para matar a mi padre, y tampoco me parecía creíble que toda mi familia estuviera maldita por culpa de mi abuelo.

Algunos días después fui a visitar a mi abuela, cuando llegué a la casa me recibió mi tía, la noté muy tranquila, sinceramente yo estaba esperando verla alterada por tener que estar atendiendo a la abuela, pero no.

Me invitó un taco y platicamos un rato, me decía que cuidar a la abuela no la dejaba dormir bien, solo 4 horas al día, pero que no lo sentía pesado porque la abuela se dejaba cuidar, no era terca y siempre hacía caso.
Tenía que darle 9 pastillas cada día, bañarla cada 3 días, y a pesar de que seguía muy mala, parecía estar mejorando un poco, porque podía levantarse al baño, y una vez a la semana mi tía la sacaba al patio para que agarrara aire.

También me dijo que de vez en cuando, la abuela decía cosas sin sentido, como si su mente se estuviera quebrando, pero las afecciones que ella tenía eran del corazón, de la diabetes, y de los pulmones, en teoría no había nada mal con su cerebro, por lo tanto no era lógico que tuviera delirios.
Entré a ver a la abuela, ella estaba recostada en su cama, tapada con varias sábanas, y mirando directamente hacia la ventana.

La saludé pero no me respondió, ella seguía inmutable, con la mirada fija y casi sin parpadear.
Me acerqué para sentarme en la orilla de la cama, volví a hablarle pero lo único que obtuve fue el silencio de la habitación.
Me quedé ahí sentado sin hacer nada durante unos minutos, de pronto, sin voltear a verme, la abuela dijo algo: “lo oigo silbar, empezó después que se fue el perro negro, y cada día su silbido es más tenue“.

Las palabras de mi abuela me descolocaron un poco porque no entendía porqué la abuela me estaba diciendo, ni a qué se refería exactamente, pero era evidente que tenía que ver con el espectro, con el Hombre que Silba.
Me acerqué más a ella y le pregunté a qué se refería con eso de que su silbido era cada vez más tenue.
Entonces la abuela volteó a verme y me dijo unas palabras que me helaron la sangre: “vete a casa para que puedas despedirte de tu padre”.

En ese momento salí de la casa, ni me despedí de mi tía, corrí directo para subirme a la bicicleta e irme a mi casa.
Iba pedaleando a toda velocidad, yendo a esa velocidad llegaría en 1 hora, quizás un poco menos, pero, cuando iba a medio camino, en un crucero, un carro empujó a una moto y la moto fue directamente contra mí y me empujó de tal forma que quedé apretado en medio de la moto y una camioneta.

Mis heridas solo eran superficiales, golpes y rasguños nada más, pero la bicicleta quedó imposible de usar, de hecho, de alguna forma el manubrio de la bicicleta quedó amarrado con la moto, por eso ni siquiera intenté llevarme la bici, solo me alejé del lugar del accidente y caminé hacia mi casa yendo a paso veloz.

Cuando me faltaban 10 minutos para llegar me percaté que no llevaba un tenis, de seguro lo había perdido cuando la moto me empujó contra la camioneta, en el momento del percance no me di cuenta porque yo tenía la urgencia de llegar a mi casa.

Lo que me había dicho la abuela sumada a lo que me había dicho la bruja pintaba un escenario muy malo, además, si en verdad ese espectro silbador se aparecía para atacar a mi padre también estarían en peligro mi hermano y mi mamá, porque también estaban en la casa.

Finalmente llegué, ya estaba oscureciendo, por eso se me hizo raro que todas las luces estuvieran apagadas, el auto no estaba, eso me hizo dar un respiro de tranquilidad, supuse que no había nadie en casa, ni siquiera intenté tocar la puerta, me fui por el pasillo para entrar por el patio, mi padre siempre dejaba una llave adentro del asador, escondida entre el carbón.

Ya iba a medio pasillo cuando escuché un ruido, era un silbido, eso me hizo detenerme, primero porque yo pensaba que no había nadie, y segundo porque, ni mi hermano, ni mis padres sabían silbar, o por lo menos yo nunca los había escuchado.

Además, el silbido era peculiar, transmitía algo sombrío, incómodo de escuchar, no por la melodía sino por el tono, se parecía un poco pero no del todo al silbido que había hecho la bruja cuando me contó la historia. (SILBIDO 2)

Mientras el silbido seguía sonando también se escuchó que algo se arrastró, una parte de mí quería salir corriendo de ahí, pero por alguna razón di un ligero paso al frente, luego otro, hasta que llegué al final del pasillo, me quedé recargado en la pared, solo tenía que asomarme para saber quien estaba silbando.

En ese momento se escuchó otra cosa, un crujido que me resultó familiar, era el mismo crujido que se escuchaba cuando el abuelo le daba huesos a su perro, el crujido de los huesos siendo desbaratados por filosos dientes, ese mismo sonido se escuchó.

Ya no pude contener la necesidad de saber qué estaba ocurriendo y, a pesar de que me estaba muriendo de miedo, me asomé, ahí pude ver a una criatura horrible, no sabría decir con exactitud cuál era su altura, porque estaba muy encorvado, tanto que su espalda se retorcía de tal forma que a cualquier ser humano se le hubieran partido todas las vértebras, ver esa silueta encorvada me paralizó el corazón y se me quisieron doblar las corvas.

Estando así, encorvado, seguía teniendo una altura descomunal, superaba los 2 metros sin ninguna duda, tal vez no suene demasiado alto, pero al menos en la ciudad en la que vivía jamás había visto a nadie de ese tamaño.

La criatura que estaba frente a mis ojos era tan delgada que parecía que no había probado bocado en más de 100 años.
Su color de piel era como el de una tortilla quemada.

Estaba vestido con ropas rasgadas y terrosas, también traía un sombrero picudo que le cubría parcialmente los ojos, que brillaban de un tono amarillo, como el de la Luna Llena.
Sus brazos eran tan largos que alcanzan el suelo.

Lo que había escuchado arrastrarse era un sucio y mosquiento costal que agarraba con una de sus manos, mientras con la otra levantaba y apretaba los huesos que estaban en el suelo.

Eso estaba tan concentrado recolectando los huesos que no se percató de mi presencia, cuando terminó se cargó el costal sobre uno de sus hombros se dio la vuelta para irse, cuando hizo eso el costal quedó directo frente a mis ojos, a la altura de mi cara, pude ver que del saco sobresalía un poco la ensangrentada cabeza de mi padre.

Esa escena fue demasiado fuerte para mí y perdí el conocimiento.

Cuando desperté ya estaba dentro de la casa, en el cuarto que compartía con mi hermano, me dolía mucho la cabeza, sentía húmedo el cabello, quise tocar con mi mano, pero resulta que una venda me cubría la cabeza, por supuesto que recordaba lo que había visto, pero antes de que yo entrara en pánico llegó mi madre.

Me preguntó cómo me sentía, pero no le respondí, en su lugar le hice una pregunta, yo quería saber dónde habían estado porque cuando llegué a la casa no estaba el coche, mamá me dijo que había sido el cumpleaños de un amigo de mi hermano que vivía a 5 minutos de la casa y que habían ido un rato.

Yo jalé un poco de aire y le pregunté por mi padre, me contestó que él no había ido, que estaba fallando la regadera y se quedó a repararla, pero al parecer había salido a comprar alguna pieza porque, cuando ella y mi hermano llegaron, papá no estaba por ningún lado, solo estaba yo tirado en el pasillo.

Mi madre me preguntó qué era lo que me había pasado, no supe cómo reaccionar ni qué responderle, no podía contarle que yo había visto que un monstruo se estaba llevando en un saco los pedazos de cuerpo de mi padre, además, de seguro no me iba a creer.

Entonces le inventé que no me acordaba qué era exactamente lo que había pasado, pero sí le dije que cuando llegué había alguien merodeando la casa y podía ser peligroso que nos quedáramos ahí, la convencí de irnos a la casa de la abuela.

Cuando llegamos mi tía preguntó qué era lo que me había pasado, antes de que yo le respondiera salió la abuela de su cuarto, nos sorprendió a todos porque se suponía que no tenía las fuerzas suficientes para caminar por si sola.

Ella me miró y me preguntó si había alcanzado a despedirme de mi padre.
Mamá se puso un poco nerviosa y le preguntó por qué decía eso, mi tía intervino y nos recordó que la abuela ya tenía un tiempo que su mente divagaba en puros sinsentidos, que no le hiciéramos caso.

Pero la abuela insistió en que yo sabía qué le había ocurrido a mi padre.
Mamá me agarró de los hombros y me preguntó dónde estaba mi papá, yo, con lágrimas en los ojos y con la voz quebrada, le respondí que papá ya no iba a volver.

Mi madre se puso furiosa, creía que yo solo le estaba siguiendo la corriente a la abuela porque quería asustarla o algo, inclusive me gritó, quería saber qué era lo que estaba ocurriendo.
En ese momento la abuela lo dijo: “se lo llevó El Hombre que Silba”.


Fue muy difícil tener que explicarle todo a mi madre, ella, como era de esperarse, se rehusaba a aceptar la verdad. Cuando pasaron 2 días fue a la policía, no le hicieron caso, pero luego de otros 2 días mi madre volvió a ir a la policía, y entonces sí comenzaron a buscarlo, pasaron 7 meses y la búsqueda se suspendió, desconozco si eso fue mucho o poco tiempo, pero fue el tiempo que la policía estuvo buscando activamente.

Al paso de todos esos meses mi madre ya había aceptado que lo más probable era que mi padre nunca volviera, no terminaba de asimilar la forma en que mi padre había desaparecido, no creía que fuera mentira, era solo que le costaba mucho trabajo convencerse de que a mi padre se lo había llevado un espectro por no haber defendido a mi tío cuando el abuelo le causó la muerte.

Mi hermano y yo dejamos la escuela para ponernos a trabajar, yo me hacía cargo de todos los gastos de nuestra casa y mi hermano le daba a la tía todo el dinero que ganaba ayudando a un vecino en su tienda, en ese entonces mi hermano apenas iba a cumplir 8 años, cuando mi padre desapareció toda la situación se puso muy oscura.

Lo único bueno fue que la relación entre mi hermano y yo se hizo más fuerte después de la partida de papá, algo curioso es que, después de que le conté sobre mi plática con la bruja, él si había quedado convencido de que nuestra familia estaba maldita, sinceramente yo me resistía a aceptarlo, aunque como podrán darse cuenta, la maldición era innegable, solo que yo era muy terco.

En esos 7 meses la abuela no había vuelto a pronunciar ninguna palabra, su salud seguía igual, pero ya no hablaba para nada, ni siquiera para avisar que tenía que ir al baño, eso le complicó mucho la situación a mi tía.
Una mañana de sábado mi hermano y yo fuimos a visitar a la abuela, y de paso aprovechamos para ayudarle a la tía con la limpieza de la casa, ella siempre estaba contenta de recibirnos, pero no le gustaba que le ayudáramos con el quehacer, decía que con ayudarle con los gastos de la casa ya era suficiente.

Pero de todos modos le ayudábamos.
Ese sábado, cuando entré al cuarto que estaba del otro lado del patio, encontré unas extrañas manchas blancas en una de las paredes, no estaban hechas por la humedad, y tampoco era suciedad, estoy seguro de eso porque ni la suciedad ni la humedad son capaces de formar siluetas.

Yo podía ver cerca de la esquina izquierda una mancha blanca que se asemejaba a una mujer, a la derecha de esa mancha estaba otra mancha, esa tenía la silueta de un perro, al lado de esa estaba una mancha delgada y larga, y en el extremo derecho de la pared estaba una última mancha que tenía la forma de una calavera.

Podía ser posible que las manchas en realidad no tuvieran esas formas y que simplemente todo era una jugarreta de mi mente, entonces fui por mi hermano y le pedí que viera las manchas, no le comenté nada más, solo que viera las manchas.

Las observó por un minuto y luego me dijo que esas manchas tenían formas, de una persona, de un perro, y de una calavera, a la mancha que estaba entre el perro y la calavera no le encontró forma.
Pero que mi hermano coincidiera en 3 de 4 figuras significaba que las manchas sí tenían esa forma y que eso no era solo cosa de mi cabeza.

Discutimos sobre si deberíamos decirle a la tía o no, y lo cierto es que ninguno de los 2 quería decirle porque la vida de la tía ya era sumamente complicada, pero si no le decíamos ella de todos modos se daría cuenta en el momento en que entrara al cuarto, no tenía caso ocultárselo.

Mi hermano fue el que le dijo, la tía fue a ver, se puso muy nerviosa, nos pidió que la acompañáramos afuera de ese cuarto, los 3 salimos, mi hermano y yo nos quedamos en el patio, ella entró a la casa y cuando volvió con nosotros traía una cadena y un candado, atrancó bien la puerta, la sujetó con la cadena, le puso el candado y luego la llave la lanzó al techo del cuarto.

Dijo que si había algo mal en ese cuarto lo mejor era que nadie volviera a entrar jamás.
Ese día nos quedamos a comer con mi tía, ya a eso de las 6 de la tarde nos despedimos de la abuela, pero ella parecía no darse cuenta de que nosotros estábamos ahí, había encontrado refugio en sus propios pensamientos, y no era para menos, ya había perdido a su esposo y a sus 2 hijos varones.

El camino de regreso a casa fue largo, mi hermano y yo sabíamos que esas manchas blancas eran una pésima noticia, pues la bruja me había dicho que cuando aparecieran las manchas significaba que 2 personas más iban a morir.

No se pueden imaginar la impotencia que sentíamos, lo que él y yo queríamos era que los muertos fuéramos nosotros, porque no queríamos ni pensar que le pasara algo a nuestra madre.

El único punto relativamente positivo era que desde que la bruja había lanzado la maldición hasta que el perro negro mató al abuelo pasaron muchos meses, y desde eso hasta que desapareció mi padre pasaron años, por lo tanto, teníamos un buen margen de tiempo para buscar ayuda, mi hermano sugirió que fuéramos con la bruja, pero la verdad eso no serviría de nada porque la bruja ya me había dicho que no había forma de dar marcha atrás.

Pero luego de estar varios días dándole vueltas en la mente llegué a la conclusión de que tal vez sí existía alguna manera de frenar la maldición pero que la bruja no tenía el poder para hacerle frente, quizás por motivos de brujas no tenía permitido hacerlo, o a lo mejor simplemente no le interesaba ayudarme.

No podíamos ir con un sacerdote porque seguramente querría ir a mi casa y a la de la abuela, eso no podía pasar porque lo que yo menos quería era poner nerviosa a la familia, si iba a intentar algo tenía que ser discreto, fui con un santero.

Siendo honesto no creía que las cosas de santería fueran realidad, pero estaba desesperado y no podía recurrir a nadie más, de hecho, no le dije a mi hermano que fui con un santero.

Recuerdo bien ese día, la casa era de madera, había pequeñas plantas por todas partes, adentro había velas, nada de luz artificial, solo velas, la persona que me atendió utilizaba una vestimenta completamente blanca, inclusive estaba descalzo, traía un pendiente colgando de la oreja, muchos collares, y muchas más pulseras.

Le platiqué lo que estaba pasando, él se puso muy serio, y con una voz sobria me dijo que si el Hombre que Silba formaba parte de la maldición era sumamente complicado hacer cualquier cosa al respecto, me explicó que ese espectro era uno de los más poderosos, y, a pesar de las creencias de la gente, era imposible hacerle frente, sin embargo, como el espectro ya se había cobrado la vida de padre ya el silbador no debería ser un problema, porque en teoría él ya había concluido su función en la maldición.

El santero me comentó que esas eran buenas noticias, por lo menos un poco, solo había que actuar rápido, antes de que se cumpliera la última parte de la maldición.

La persona me pidió algunos días en lo que preparaba aquello que me ayudaría a contrarrestar el trabajo de la bruja.

Él dijo 3 días, pero por un motivo que ya ni siquiera recuerdo no pude ir al tercer día y fui hasta un día después, el santero estaba molesto, me regañó y dijo que yo no debía tomarme este asunto a la ligera, me disculpé.

El santero me entregó 2 amuletos extraños que no sabría describir, parecían estar hechos de huesos, pero no pregunté, solo los agarré, él me indicó que esos amuletos debía enterrarlos en el patio, tanto de la casa de mi abuela, como en mi casa.

Le agradecí al santero, le pagué, y me fui.
Ese mismo día enterré uno de los amuletos en el patio de mi casa, lo puse en el lugar en el que yo recordaba haber visto al maldito que se llevó a mi padre.

Quise ir a la casa de mi abuela, pero mi hermano también quería ir, solo que ese día no podía, así que ambos fuimos hasta el día siguiente.

Cuando llegamos la puerta estaba atrancada por dentro, tocamos la puerta muchas veces, inclusive gritamos, pero no obtuvimos respuesta, nos preocupamos así que nos las ingeniamos para subirnos al techo, y nos bajamos del otro lado, en el patio.

Yo estaba golpeando la puerta trasera, pero entonces mi hermano me tocó el hombro y me dijo que volteara, en cuanto lo hice pude ver que estaba abierta la puerta del cuarto que estaba al fondo del patio.

Esa puerta la había cerrado mi tía con cadena y candado, y parecía muy decidida a no dejar que nadie abriera esa puerta, por eso se nos hizo raro y por lo tanto entramos a ese cuarto, se veía muy diferente a la última vez que habíamos estado ahí.

Había más manchas blancas, estaban por todo el cuarto, hasta en el piso y en el techo, y eran el mismo grupo de manchas, la que se asemejaba a una mujer, la silueta de un perro, la mancha delgada y larga, y la que tenía la forma de una calavera.

Esas 4 manchas se repetía de forma idéntica decenas de veces, no tenía ningún sentido, no podía ser posible.
Salimos de ese cuarto, y, ya un poco desesperados por el ambiente tan sofocante que se sentía en la casa, abrimos la puerta trasera a golpes y empujones.
Nos recibió un tufo asqueroso, en la cocina, sobre la mesa y sobre la estufa, había vasijas con comida en estado de putrefacción, aquella mezcla de aromas era vomitaba, olía a huevo, a frijoles, a leche, y a pollo.

Mientras caminábamos hacia la sala podíamos ver correr pequeñas cucarachas negras por las paredes, además que había uno que otro gusano blanco arrastrándose por el suelo, también había zonas del techo cubiertas por densas telarañas.

Parecía que la casa había sido abandonada durante meses, pero no era posible, no había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve ahí.

Llegamos a la sala, ahí estaba mi tía, tirada en el suelo y con los ojos muy abiertos, nosotros corrimos para intentar ayudarla a levantarse, pero no quería, forcejeaba, dejamos de insistir, queríamos saber que estaba pasando, pero ella, en lugar de respondernos, nos dijo que no deberíamos estar en la casa, que era muy peligroso, que las paredes se lo advertían.

Por más que mi hermano y yo tratamos de hablar con ella fue imposible, era como si no nos escuchara, ella solo hablaba, decía cosas inconexas, pero aquello que decía de cierta forma de relacionaba con los males a los que estaba condenada la familia.

Era como si supiera todo, pero no fuera capaz de entenderlo y mucho menos de asimilarlo.
Mencionaba al hombre que Silba, a mi tío, a la bruja, a mi padre, al perro negro, y al abuelo.

Decía que las manchas blancas le habían contado todo, que sabía que nosotros ya sabíamos, además afirmaba que las paredes se querían llevar a la abuela, que las paredes habían envenenado el agua y la comida de la abuela, que por eso llevaba días sin darle ni agua ni comida, porque además las manchas blancas se querían meter al cuarto de la abuela, por eso no había abierto esa puerta en días.

Le pedí a mi hermano que se quedara con mi tía mientras yo iba a ver a la abuela, cuando intenté abrir la puerta no pude, la tía me dijo que ella le había puesto seguro por dentro porque así las manchas blancas no podrían entrar con ella.

A mi abuela siempre le alteraban los ruidos fuertes, si abría la puerta de un golpe pudiera ser que se asustara, pero yo estaba desesperado por entrar, entonces forcé la puerta tratando de hacer el menor ruido posible.

Ahí estaba la abuela, recostada en su cama, por respeto no voy a dar muchos detalles, pero al estar varios días encerrada y ser una persona mayor, no pudo aguantar hacer sus necesidades.

No me importó, me acerqué rápido con ella, volteó a verme con lágrimas en los ojos, yo tomé su mano, la abuela quería decirme algo pero ya no tenía fuerzas, me incliné hacia ella para poder escuchar y me dijo una frase: “esta familia está maldita por culpa de tu abuelo”.
En ese momento soltó mi mano, cerró los ojos y ya no los abrió.

Quedé completamente desorientado, no sabía cómo reaccionar, salí del cuarto, mi hermano aún forcejeaba con la tía, porque ella había estado intentando evitar que yo entrara con la abuela.
Mi hermano me preguntó cómo estaba mi abuela, no le respondí con palabras, solo lo miré de tal forma que le quedó claro que la abuela ya se había ido.

Mi tía también entendió, empezó a gritar que era mi culpa, que ella seguiría con vida si yo no hubiera entrado a su cuarto.

Yo perdí la compostura y también empecé a gritarle a ella, no la ataqué, solo le dejé en claro que eso era obra de la maldita bruja y que en todo caso el culpable era el abuelo, él había sido el desgraciado que le había dado una muerte tan cruel a su propio hijo.
El ambiente estaba muy tenso, de pronto se escuchó un crujido, parecía de esos ruidos que hacen las casas durante la noche, los sonidos del material.

La tía empezó a decir que esas eran las paredes, que estaban tratando de decirle algo, mi hermano ya no pudo detenerla y mi tía se puso de pie y corrió hacia el patio, nosotros la seguimos.

Cuando llegamos afuera ella se tiró en la tierra y empezó a escarbar con sus propias manos, estaba repitiendo que seguía ella, que era su turno de irse con las paredes pero que no lo iba a permitir, que no iba a dejar que las paredes cumplieran su cometido.

Mi hermano y yo tratamos de convencerla de que lo mejor era irnos de la casa pero ella nos ignoró y siguió cavando, afirmaba saber cómo romper la maldición de la bruja, que ella no iba a dejar que esa mujer se saliera con la suya.
Esa en realidad era una buena idea, y, aunque parecía que mi tía estaba diciendo puros disparates, la dejamos continuar con lo que estaba haciendo.

Tardó como 3 minutos en sacar una bolsa negra de la tierra, rompió en llanto y luego nos dijo que cuando mi tío murió ella enterró sus cosas más preciadas.
De la bolsa sacó un dibujo que ella le había regalado de cumpleaños, empezó a decir que lo extrañaba mucho, luego sacó otra cosa de la bolsa, era una daga, nos contó que en una ocasión el abuelo, estando borracho, intentó pasarse con ella, pero mi tío la salvó porque con esa daga amenazó al abuelo.

Eso había ocurrido unos meses antes de que el abuelo le diera la golpiza que le costó la vida, me aclaró que nunca le contaron a mi padre.
La tía se levantó del suelo con la daga en la mano, yo me puse frente a mi hermano y le pedí a ella que por favor bajara la daga, ella me ignoró y dijo: “todo es culpa de tu abuelo, la maldición es culpa de tu abuelo, ya no soporto oír que las paredes me hablen”.

Se dio la vuelta, y mientras apuntaba el filo de la daga contra su pecho, corrió para estrellarse contra la reja de la ventana del otro cuarto, debido al impacto, la daga se enterró en su cuerpo y no hubo nada que pudiéramos hacer para ayudarla.

Y así llegaron 2 funerales más, entre miedo e incertidumbre, aún sin alcanzar a dimensionar que en aquel cementerio público estaba enterrado mi padre, mis tíos, y también mis abuelos.

Dentro de aquella tragedia la única buena noticia es que la maldición debería haber terminado, el perro negro se había cobrado la vida de mi abuelo, el espectro que Silba se había llevado a mi padre, y las manchas habían ocasionado 2 muertes.
La bruja dijo que eso era todo.

Una madrugada, luego de varias semanas, yo estaba en mi cuarto, recostado en la cama, mirando el techo, no lograba conciliar el sueño, la imagen de mi tía sacrificándose con tal de que la maldición terminara de una buena vez, esa terrible escena me ocasionaba pesadillas, además, tenía un mal presentimiento, no pude más con aquella ansiedad, me levanté de la cama, subí a mi bicicleta y fui a buscar a la bruja.

Ella estaba sorprendida de verme, me preguntó qué estaba haciendo ahí, yo le pedí que me dijera que la maldición había terminado, necesitaba escucharlo de ella.

La bruja me miró de manera extraña y me dijo unas palabras que me cayeron como balde de agua fría, sus palabras fueron: “aun no acaba”.
Mi mente se quedó en blanco en ese momento, inclusive sentí que me iba a desmayar o algo peor, un cosquilleo acompañado de un ruido intermitente saturó mis oídos, notaba que la bruja movía los labios, pero no podía escucharla.
Ella se acercó conmigo y me ayudó a entrar a su casa y me llevó hasta una silla.

Yo me encontraba mal, desorientado, la bruja fue a algún lado, y cuando regresó traía una taza con un líquido caliente, lo sabía porque de la taza salía un poco de humo, me dio a beber un sorbo y rápido me recuperé.
Le pregunté qué era lo que me había dado, pero no quiso decirme, entonces le pedí que me explicara cómo porqué se suponía que la maldición aún no se había terminado.

Empezó a decirme que las maldiciones eran mucho más complejas que un embrujo normal, en específico, el tipo de maldición que ella había invocado se regía bajo ciertos principios mágicos, el más importante era el que dejaba en claro que las vidas que debían ser tomadas no podían ofrecerse como sacrificio, es decir, que nosotros no podíamos decidir cuales eran las vidas que reclamaría la maldición, y lo que mi tía había hecho era ofrecerse ella para salvarnos a todos los demás, por lo tanto, su muerte no era válida para el cumplimiento de la maldición.

Yo no lo podía creer, era absurdo y muy injusto, mi tía había muerto por nada, su sacrificio había sido un completo desperdicio.

Ya me disponía a irme cuando recordé que en ningún momento yo le mencioné que mi tía avía muerto y por supuesto que tampoco le había dicho el cómo era que había muerto.

Se lo cuestioné, la bruja dijo que me mostraría algo, que no debía hacerlo, pero que lo haría porque yo estaba demostrando un interés legítimo en salvar a mi familia, ella se mostró sorprendida en el buen sentido, porque en las ocasiones que habíamos platicado nunca le pregunté cómo salvarme a mí mismo.

Me llevó a un cuarto donde tenía un altar muy extraño, ni siquiera puedo describirlo con precisión, había muchas cosas, la que más me llamó la atención fue un hueso que estaba sobre un vaso de vidrio.

La bruja me dijo que ese era un hueso de mi tío, que ella había ido al panteón a tomarlo para poder completar la maldición, ya que no solo se trata de palabras, aquello era un ritual en toda la extensión de la palabra.

Aparte del hueso, había un muñeco hecho como con pelos, la bruja dijo que eran del perro de mi abuelo, que con el pelo de su perro había logrado vincularlo a la maldición, para eso había enviado al perro negro a atacar, para conseguir esos pelos.

También había una toronja, la había agarrado aquella vez que la abuela la vio, con esa toronja podía vincular a los habitantes de la casa, en ese momento la bruja se puso seria, me dijo que ella originalmente no había involucrado ni a mi madre ni a mi hermano, pero ya no quedaba nadie vivo en la casa de mis abuelos, y todavía faltaba una vida de ser cobrada, por lo tanto, debido a aquello que hizo mi tía, ahora mi madre y mi hermano estaban expuestos.

Ahí me surgió una duda, ella dijo que a ellos 2 no los había incluido, pero no mencionó nada de mí, la bruja me explicó que yo sí formaba parte de la maldición, ella me había elegido como observador, por eso en aquella primera ocasión que hablamos me había dicho que yo sería testigo de cómo se desmoronaría la familia.
Yo estaba mudo, tratando de procesar todo lo que estaba escuchando.

Entonces la bruja, tratando de mostrar un poco de piedad supongo, sacó de su bolsillo un extraño amuleto y me lo entregó, dijo que se lo diera al que yo quisiera salvar, que no era totalmente seguro que funcionara, pero sí ayudaría un poco.

Guardé el amuleto, y antes de salir del cuarto le pregunté cómo sería la muerte, ella dijo que lo más probable era que el Hombre que Silba terminara con todo ese asunto.
Le di las gracias y me fui de su casa.

Mientras iba en la bici de regreso iba pensando qué haría con ese amuleto, entiendo que lo más normal sería desconfiar de la bruja, pero ella todo el tiempo fue sincera conmigo y no sentí que quisiera engañarme, lo cierto era que, a pesar de lo incomprensible que pueda parecer, yo no tenía motivos para desconfiar de la bruja.

Volví a mi casa, me quedé parado afuera, tratando de tomar la imposible decisión de elegir si salvaría a mi madre, o si salvaría a mi hermano, no importaba cuál fuera mi elección, de una forma o de otra estaba condenando a alguien a la muerte.

Había algo importante, yo ya había enterrado en el patio aquel objeto que me había dado el santero, y eso debía servir como protección, aunque fuera por un tiempo, o al menos eso era lo que yo deseaba más que nada.

Entré a la casa, mi madre se despertó por el ruido de la puerta, salió de su cuarto y me preguntó a dónde había ido, le dije que no podía dormir y que había salido a tomar un poco de aire fresco, luego saqué el amuleto que me había dado la bruja y se lo entregué, le inventé que mi padre me lo había regalado pero que yo quería que ella lo tuviera.

Mi madre me dio un fuerte abrazo, guardó el amuleto y se fue a dormir.
Fui al cuarto de mi hermano, no entré, solo me paré afuera de su puerta y le pedí perdón con lágrimas en los ojos.

A partir de ahí, cada día se sentía más pesado y largo que el anterior, cada que salía del trabajo y llegaba a la casa abría la puerta con miedo de encontrar lo peor.
Al paso de 1 mes ya no podía con tanta ansiedad, tenía que hacer otra cosa, conseguir más protección para mi familia, y para ese momento ya no me importaba de dónde viniera la ayuda, así que fui con un satanista.

Le expliqué la situación, dijo que sí estaba difícil porque las maldiciones eran prácticamente irrompibles, que podíamos intentar algo pero que primero necesitábamos estar seguros de quién era el elegido para morir.

El satanista me aclaró que no podíamos basarnos solo en la protección del amuleto que me había dado la bruja, entonces lo que yo tenía que hacer era estar al pendiente de observar que mi mamá o mi hermano presentaran ciertos síntomas: que tuviera ataques de pánico, falta de apetito, que se escucharan canicas o cadenas en su cuarto, que se le perdiera dinero, que buscara discutir por todo, tener el mismo sueño más de 3 días, y que le aparecieran marcas como de piquetes en el estómago.

A los 2 días, estando en la casa, como a las 5 de la tarde, yo estaba en el patio cortando el pasto, mi madre estaba en la cocina preparando la comida, y mi hermano se estaba bañando porque acababa de salir del trabajo.

Terminé de cortar el pasto, entonces entré a la cocina para agarrar una bolsa negra y echar ahí todo lo que iba para la basura, aproveché para darle un vistazo a lo que estaba cocinando mi mamá, eran mollejas, cuando salí de nuevo al patio, ya con la bolsa negra en las manos, vi a aquel perro negro, era la misma enorme y asquerosa bestia que yo recordaba, por un momento creí que iba a atacarme, pero no, lo que hizo fue empezar a escarbar muy rápido, y antes de que yo tan siquiera pensara en hacer algo, desenterró el objeto de protección que me había dado el santero y se lo llevó.

Vi largarse a ese miserable perro llevándose aquello me hacía sentir un poco más seguro.

Tuve que apurarme para tapar el hoyo y poner el pasto dentro de la bolsa, porque la comida ya casi estaba lista.
Mientras comíamos, mamá nos hizo una pregunta, ella quería saber quién de nosotros 2 se había puesto a silbar durante la madrugada, mi hermano casi se ahogó con la comida cuando mamá nos hizo esa pregunta, él, al igual que yo, sabíamos que a papá se lo había llevado el hombre que silba, pero mamá no conocía ese detalle de la historia, yo no se lo mencioné cuando papá desapareció.

Mi hermano dijo que él se había puesto a silbar porque había escuchado una canción y no lograba sacársela de la cabeza, así quedó el tema.

Más noche, cuando mamá ya estaba dormida, mi hermano fue a mi cuarto para platicar sobre el tema, él, tratando de no caer en pánico, decía que de seguro se había tratado de algún vagabundo que pasó silbando, yo, como no quería contarle sobre mi última plática con la bruja, le seguí el juego, y le dije que también creía que seguro era eso que él comentó.

Pasaron otros 2 días, yo me acababa de despertar, era un domingo, apenas me iba a lavar los dientes cuando mi hermano salió corriendo despavorido de su cuarto, como aventó la puerta hizo ruido y mamá se despertó, ella también salió alterada del cuarto preguntando qué era lo que estaba pasando.

Mi hermano estaba muy asustado, decía que en su ventana se había asomado un rostro horrible, mamá trató de tranquilizarlo, le agarró la cara, me dijo que él estaba muy frío, que le diera una tortilla con sal para que se le bajara un poco el susto.

Le di la tortilla, y él, temblando, se la comió, lo vi muy mal, estaba sudando, le costaba trabajo respirar, con una mano se agarraba el pecho, y parecía que iba a colapsar, le estaba ando un ataque de pánico.

En todo el día no probó bocado, no se sentía mal como para llevarlo al doctor, simplemente no tenía hambre.
El lunes fue festivo, yo no trabajé, pero mi hermano sí porque él trabaja en el local de uno de los vecinos, y ese señor abría su negocio todos los días.

Antes del mediodía yo estaba barriendo la casa, cuando iba a entrar al cuarto de mi hermano escuché un ruido que me dejó paralizado, era algo arrastrándose, el sonido es idéntico al que había escuchado la vez que el monstruo se llevó a mi padre, era el ruido de su costal lleno de huesos.

Entonces lo escuché silbar (SILBIDO 3), no era exactamente el mismo silbido que había hecho la primera vez que lo escuché, era un poco diferente, se parecía más al silbido que hizo la bruja cuando me contó la historia del espectro, pero duró menos.

Cuando el silbido se detuvo abrí la puerta de golpe pero el cuarto estaba vacío.
Sabía que el satanista había sido muy específico con los síntomas que debían presentarse, pero el simple hecho de escuchar a ese espectro dentro del cuarto de mi hermano era suficiente para estar seguro de que se lo quería llevar a él.

Al día siguiente fui con el satanista y le dije que mi hermano había tenido todos los síntomas, él dio un aplauso y me llevó al patio para hacer el ritual.
El satanista me explicó que lo que íbamos a hacer era solicitarle a Satanás que me otorgara un poco de su luz para poder hacerle frente al espectro cuando se manifestara.

Siguiendo sus indicaciones, me acosté sobre la tierra, respiré profundamente 3 veces, ambos dijimos una oración corta pero muy oscura que no pienso repetir ahora, cuando terminamos la oración empecé a sentir un ligero ardor que iba desde los talones hasta la nuca.

El satanista me dijo que visualizara al espectro en mi mente y que me concentrara en ese monstruo durante unos momentos, lo intenté, pero el recordar la horrible escena fue mucho más de lo que podía soportar, apreté mis dientes con fuerza tratando de resistir y seguir concentrado, pero entonces escuché como a lo lejos, un susurro, era la voz de mi hermano pidiendo ayuda, en ese momento abrí los ojos y me levanté.

El satanista, molesto, me dijo que todavía no habíamos terminado, yo lo ignoré y me fui de ahí para llegar rápido a mi casa. Tenía la misma asquerosa sensación de aquella vez que llegué a casa para encontrarme con el Hombre que Silba.

Llegué rápido a la casa, a diferencia de aquella vez, ahora sí encontré las luces encendidas, de hecho, podía escuchar la música que mi madre solía poner en su bocina, entré a la casa, ahí estaba mamá preparando la cena, para variar estaba más animada de lo normal.

Me relajé totalmente y me senté en el sillón, le pregunté a mamá qué era lo que íbamos a cenar, me dijo que estaba haciendo albóndigas de papa con queso, me pidió que fuera por la coca, agarré el envase retornable y fui a la tienda, que estaba a 3 cuadras.

Estando de vuelta en la casa, dejé el refresco en la mesa y coloqué 3 platos y 3 vasos, entonces mi mamá me dijo que solo estábamos ella y yo, que mi hermano aún no regresaba del trabajo.

No era normal que él llegara tarde, le pregunté a mamá cuánto le faltaba a la comida, dijo que unos 20 minutos, me daba tiempo de ir a buscar a mi hermano, entonces fui, llegué, ahí estaba su jefe, pero mi hermano no, según el señor ya tenía más de 10 minutos de haberse ido.

Ahí empecé a ponerme un poco nervioso, 10 minutos era suficiente tiempo para que hubiera llegado a la casa, y si hubiera caminado despacio yo me lo hubiera topado, respiré hondo tratando de no entrar en pánico, recordé que había un camino largo para llegar a casa, ese camino pasaba por atrás del arrollo que está a 5 cuadras de la casa.

Si mi hermano se había ido por ese camino apenas estaría cerca de llegar al arroyo, yéndome a toda velocidad en la bici debería alcanzarlo justo en el puente que cruza el arroyo.

Me apuré para alcanzar a mi hermano, cuando llegué al puente del arroyo vi uno de sus tenis, me agaché para tomarlo, me imaginé que alguien lo había empujado al agua, temeroso me asomé hacia abajo del puente, no vi nada, apunté la vista hacia donde iba la corriente, a lo lejos pude observar una abominable silueta, alta y delgada.

Estaba en la orilla del arroyo, agachado, algo estaba levantando de entre las piedras y lo estaba metiendo en su viejo costal.
No lo pensé 2 veces y me tiré al arroyo, ya sabía que la corriente no era muy fuerte.

Nadé tratando de hacer el menor ruido posible, cuando consideré que estaba demasiado cerca salí del agua y me escondí entre la alta maleza, desde esa corta distancia de menos de 20 metros pude ver claramente que ese monstruo estaba recogiendo el cuerpo despedazado de mi hermano, una por una tomaba las partes y las metía en el costal.
Tuve que taparme la boca con ambas manos para no gritar.

Cada que agarraba algo hacía un sonido diferente, era como si estuviera contando.
Yo no hice nada porque ya había matado a mi hermano, ya no había nada que yo pudiera hacer.
Cuando terminó empezó a silbar, era exactamente la misma melodía que hizo la bruja. (SILBIDO 1)
Estaba tan en shock por lo que estaba viendo que sin querer hice un ruido, en ese momento el espectro guardó silencio y se puso en una postura muy amenazante, enderezó su espalda, dejando lucir su inhumana altura tan grotesca.

La Criatura volteó en mi dirección, sabía bien de dónde había provenido el ruido, de no haber sido porque la hierba sí era muy alta y estaba casi acostado, de no haber sido por eso me hubiera visto.
Él, tratando de ubicarme, retiró su sombrero que le cubría el rostro, descubrí que sus ojos amarillentos eran lo menos espantoso de su cara, porque la mandíbula la tenía desencajada, le faltaba la nariz y una oreja.
Sin moverse de su lugar buscó con la mirada, pero tuve la suerte de que no me viera.

El espectro cargó su costal y se dio la vuelta, en ese momento vi un brazo medio podrido pero con una característica, tenía un tatuaje, el nombre de mi madre con el tipo de letra parecido al de la Coca Cola, no había ninguna duda, ese era el brazo de mi padre.

Aquel hombre deforme comenzó a alejarse con su costal en la espalda, yo de verdad tenía la intención de seguirlo, pero antes de levantarme para dar un paso escuché que mi madre gritó mi nombre, volteé hacia atrás y pude verla sobre el puente, lo que había pasado era que se hizo tarde y ni yo ni mi hermano regresamos a casa, entonces ella, muy angustiada, salió a buscarnos, también sabía del camino largo, por eso llegó hasta el arroyo.

Cuando regresé la mirada hacia donde estaba el espectro, el desgraciado ya se había desaparecido.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras maldecía y pensaba que ya había sido suficiente castigo que años antes ese monstruo se hubiera llevado a mi padre, y, aunque sé que la bruja me lo advirtió, no logro comprender ni asimilar porqué también tuvo que llevarse a mi hermano.

Mientras caminaba hacia donde estaba mi madre, rehusaba a aceptar las últimas palabras de mi abuela en su lecho de muerte, cuando dijo que nuestra familia estaba maldita por culpa del abuelo.

Salí del arroyo, subí al puente, me paré frente a mi madre, ella me preguntó qué estaba haciendo ahí, yo no tenía voz para decir nada, así que simplemente le mostré el tenis de mi hermano, fue suficiente para que ella entendiera lo que había pasado.
Mi vida terminó ese día, porque mi madre no pudo soportar esa pérdida, y al tercer día también la perdí a ella.

Al día de hoy todavía me cuesta mucho trabajo tan siquiera considerar que las maldiciones son reales, y eso que toda mi familia está muerta debido a una maldición, supongo que, al igual que como le ocurrió a mamá cuando papá desapareció, simplemente me resisto a la idea de aceptar la innegable verdad.

Yo entiendo que puedan haber personas que no crean en cosas como las que yo acabo de compartir con ustedes, pero, tomando en cuenta las desgracias que sufrió toda mi familia, tal vez, y solo tal vez, signifique que las maldiciones sí son reales.
(SILBIDO 4)

Autor: Ramiro Contreras.

Derechos Reservados.

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