El Nuevo Gato Del Vecindario 2023.

El Nuevo Gato Del Vecindario

El Nuevo Gato Del Vecindario 2023.

El Nuevo Gato Del Vecindario… Cuando yo era un adolescente, mi familia estaba pasando la que probablemente fue nuestra peor crisis, y aunque me gustaría decir que a pesar de que nos faltaba el dinero, nos sobraba el amor, la verdad no era así, siempre he creído que si bien el dinero no garantiza la felicidad, al menos no vuelve mucho peores los problemas, y en aquel entonces de haber tenido un poco más de dinero, si bien eso no hubiese arreglado el matrimonio de mis padres, yo creó que por lo menos no hubiésemos vivido lo que a continuación relataré.

Como ya lo dije, estábamos pasando una fuerte crisis, mi mamá estaba embarazada de mi quinto hermano y la despidieron de su trabajo por no querer darle una licencia de maternidad, la situación financiera llegó a tal punto, que no pudimos seguir costeando la renta de la casa donde vivíamos, viéndonos forzados a mudarnos a una vecindad horrible, en un barrio muy pobre de la ciudad de México.

El lugar solo tenía dos habitaciones y debíamos compartir el baño con el resto de las personas en la vecindad, por lo que, como se imaginarán no era el sitio más limpio del mundo, mamá nos repetía varias veces al día que esto se trataba de algo temporal y que muy pronto, nos mudaríamos de vuelta a nuestra anterior casa.

Sin embargo, al pasar los meses, me daba cuenta de que esa promesa, tardaría quizás varios años en lograr concretarse, estar en casa era un infierno, discusiones, gritos y llantos, por mi propia salud mental, y también por el deseo de contribuir a la casa y que lográramos salir más rápido de aquella vecindad, decidí buscarme un trabajo, no dejaría la escuela, nada más quería uno por las tardes y quizás fines de semana.

No me costó mucho trabajo encontrarlo, uno de los amigos de mi padre, conocía a un carpintero cuyo anterior ayudante se rebanó los dedos con una cierra eléctrica, así que estaba en busca de un ayudante barato, que quisiera aprender, no era un mal sujeto, aunque tampoco la paga era buena, después de clases debía presentarme en su carpintería y comenzar con el trabajo, para cuándo volvía a casa, ya todo estaba oscuro y los fines de semana, también debía salir de mi casa antes de que el sol saliera.

No me molestaba tanto, obviamente no disfrutaba del todo el perder mis fines de semana o levantarme temprano, pero era un trabajo y en ese momento, mi familia y yo lo necesitábamos, además, había algo en caminar en la oscuridad por la calle que siempre me había gustado, aunque a algunas personas les podría resultar aterrador o incómodo, a mí me parecía relajante.

Después de algunos meses, ya ubicaba todo mi vecindario, sabía por qué callejones no me convenía meterme, que ruta tenía un mejor alumbrado público y también me había hecho del respeto y admiración de algunos vecinos, ya saben, adultos mayores que admiran a un adolescente trabajando solo por qué les recuerda a lo que ellos tuvieron que hacer en su juventud, así que me habían dicho que si en algún momento algún malandro me quería asaltar o hacer algo, podría correr a sus casas e incluso entrar a sus patios si era necesario.

Incluso conocía a todos los perros y gatos del vecindario, la mayoría eran callejeros, pero los vecinos solían darles sobras y agua, por lo cual esos animales no solían alejarse mucho del vecindario, y todos los vecinos sabíamos cuántos eran y algunos incluso tenían nombres.

Mis favoritos eran dos, un perro al que llamé Golfo y aún gatito anaranjado y de ojos verdes al que llamé Zafiro, me llegué a encariñar tanto con ellos que a menudo les compraba algún pan de la panadería o algún pedazo de carne, sin embargo, un viernes, cuando regresaba del trabajo con dos piezas de pan, mis propios ojos vieron a golfo tirado en medio de la calle, corrí hacia él, en ese punto me había encariñado tanto con él, que estaba dispuesto a llevarlo al veterinario si es que aún se podía hacer algo, pero ya estaba muerto.

Todo su cuerpo estaba tieso y sangre goteaba de su boca, parecía como si algo lo hubiese hecho explotar por dentro y solo lo hubiese dejado en medio de la calle para dejar un mensaje, los vecinos estaban indignados, Golfo era un buen perro, no atacaba a nadie del vecindario y decían que, si alguna chica caminaba sola altas horas de la noche, Golfo las escoltaba hasta su hogar, nadie se podía imaginar quien le pudo haber hecho algo tan horrible.

Al día siguiente, me levanté temprano y me alisté para el trabajo, salí de la vecindad y vi a los gatos del vecindario, estaban actuando de una manera muy extraña, ellos estaban trepados en los árboles, bardas o techos de las casas, algunos estaban erizados y otros más veían atentamente a un gato acostado en medio de la calle, él tenía los ojos cerrados, como si estuviera dormitando, nunca lo había visto antes, creo que, de haberlo hecho, lo hubiera recordado.

Era más grande que un gato promedio, se veía muy bien alimentado, su cuerpo era grisáceo y levemente atigrado, después de unos cuantos segundos de contemplarlo, decidí seguir mi camino, pensé que lo más probable es que era de algún vecino, o quizás de alguna manera se había enterado de que en el vecindario la mayoría de los vecinos daba comida gratis, por lo cual había decidido quedarse, además era bonito, tenía toda la intención de intentar acariciarlo cuando pasara a su lado.

Ignorando por completo que el resto de los gatos lo estaban evadiendo como peste, me incliné para tocarlo, sin embargo, apenas uno de mis dedos rozó, levantó la punta de su oreja, aquel gato atigrado abrió sus grandes ojos amarillos y giró su cabeza a mi dirección, eso podría no haber sido del todo extraño.

Los gatos por lo general tienden a actuar así cuando un desconocido se les acerca, sin embargo, la mirada que este gato tenía no era ninguna que yo hubiese visto antes, la forma de sus ojos, lo grandes que estos eran, me atrevería a decir que era casi humana, de hecho, creo que entre más tiempo lo miraba, más rasgos humanos podía ver en su rostro.

Casi por instinto me eché hacia atrás, cayendo de sentón sobre el agrietado asfalto de la calle, e incluso retrocedí un poco por el miedo que me provocó, aquel gato se levantó en cuatro patas sin quitarme la mirada de encima y comenzó a dar algunos pasos en mi dirección, mientras movía la cabeza de un lado a otro en señal de curiosidad, como pude me levanté y corrí lejos de ahí, cuando se lo conté a mi jefe, me dijo que lo más probable es que quizás estaba algo cansado por la escuela y el trabajo.

Por lo cual me daría ese fin de semana libre para que me pusiera al día con mis asuntos, no lo culpo, aquello sonaba como una total locura y probablemente pensó que era una especie de excusa para que me dejara salir temprano, él solo quería ayudar, pero, aunque sus intenciones fueran buenas, yo no quería volver a mi casa, por lo que estuve dando vueltas por el centro comercial hasta que uno de mis amigos tuvo permiso de salir.

Pasé el resto de la tarde jugando videojuegos con él, hasta que oscureció y él tuvo que volver a su casa y por mucho que lo detestara ya era hora de que yo volviera a la mía, entré a mi vecindario, un escalofrío recorrió mi espalda, aún por mi cabeza rondaba aquella mirada de ese gato, le rogaba a Dios porque ya se hubiese ido, apresuré un poco el paso, cuando de repente escuché como algo trataba de llamar mi atención, chicheaba desde atrás de un auto.

Fingiendo no haberme dado cuenta, apresuré un poco más mi caminar, no era tanto por el gato, era un barrio demasiado peligroso como para ponerme a indagar, por lo cual me limité a no voltear hacia atrás y no detenerme hasta que llegué a mi casa, consideré contárselo a cualquiera de mis padres, pero en ese momento estaba demasiado cansado como para escucharlos decir que estaba metido en drogas o cosas por el estilo.

Al pasar los días, toda la gente del vecindario ya había visto al gato, y todos ahí concordaban conmigo, ese animal daba mucho miedo, y no parecía estar interesado en la comida que les ponían a los demás, sin embargo, desde su llegada, varios animales amanecían muertos por la zona, casi nunca eran nuestros.

Pero si había ardillas, mapaches, zorrillos, aunque no parecía que lo que sea que los estuviera matando se los estuviera comiendo, al igual que golfo, era como si los hubiesen reventado por dentro, pero eso solo era el inicio de lo que los vecinos tendríamos que soportar.

Un domingo por la mañana, salí de la vecindad, y caminé por la banqueta de la calle, estaba muy emocionado porque, mi jefe me había regalado un teléfono por mi cumpleaños, no era uno muy bueno, la calidad de la cámara no era muy buena y su memoria era de muy poca capacidad, aun así me agradaba el tenerlo, estaba tomando varias fotos aleatorias mientras avanzaba, cuando de la nada, la farola de alumbrado público que estaba justo arriba de mí, explotó de la nada, dejando ese pedazo de calle en penumbras.

Con cuidado me quité algunos fragmentos del foco que habían caído en mi playera, cuando de repente algo más cayó frente a mí, era Zafiro, tosió un poco de sangre antes de quedar totalmente inmóvil, casi por inercia, voltee hacia arriba y ahí estaba aquel gato atigrado, a pesar de la oscuridad sus ojos amarillos brillaban ligeramente, me estaba mirando, sus ojos eran demasiado humanoides como para que yo pudiera soportarlos.

Pero lo peor vino cuando ese gato, o lo que sea que fuera, intentó maullar, al principio fue muy tenue, apenas y se escuchó un sonido cuando abrió la boca, pero conforme iba haciéndolo más veces, más bizarra se ponía la situación, no sonaba como un maullido, más bien era como si un hombre con la voz muy ronca estuviera tratando de imitar un maullido, y creo que notó que yo estaba dándome cuenta de que no lo estaba haciendo bien, pues después de unos pocos intentos más, se detuvo.

Siguió mirándome fijamente y es aquí cuando ni siquiera yo me podría creer si no lo hubiese visto con mis propios ojos, el gato me sonrió, parecía una de esas escenas del gato de Alicia en el país de las maravillas, salvo que él no mostraba sus dientes, solo estaba ahí, mirándome con una sonrisa inquietante en un gato, casi por instinto decidí que lo mejor era tomarle una foto para mostrársela a cualquiera que no me creyera cuando contara la historia en un futuro.

Sin embargo, apenas lo enfoqué, este saltó en mi dirección, rápidamente me quité de su camino y corrí fuera de ahí, no me persiguió, pero mientras me alejaba podía escuchar una perturbadora risa, la cual parecía pertenecer a la de un adulto con la voz muy gruesa y ronca.

Mi papá fue la siguiente víctima en esto, él volvía del trabajo una noche, cuando de repente miró a aquel gato, estaba saltando entre los techos de algunos autos estacionados en la calle, y eso había llamado su atención, a él siempre le habían gustado los gatos, poco antes de nuestra crisis familiar, siempre había al menos un gato en casa, pero cuando el último falleció, nuestra crisis comenzó poco después y creo que todos en la familia sabíamos que no podíamos condenar a una mascota a vivir con nosotros por ese momento.

Mi papá caminó cerca de los autos, tenía la esperanza de que el gato fuera lo suficientemente dócil como para dejarse acariciar, cuando de repente, el gato bajó del techo de uno de los autos, aterrizando en el concreto de la calle, lo miró con esos grandes ojos amarillos, mi padre dice que, si sintió un poco extraña aquella mirada, pero lo atribuyó al cansancio y decidió no prestarle mayor importancia.

Se agachó un poco par acariciarlo, entonces, el gato retrocedió hasta meterse debajo de uno de los autos, sin embargo, mi papá no se iba a dar por vencido tan fácilmente, por lo cual, se puso en cuclillas y metió el brazo debajo del auto, frotaba sus dedos y trataba de llamar la atención del gato, con el sonido característico que todos utilizamos para eso, cuando uno de sus dedos logró tocar el pelaje del pecho del gato, este se alejó, y mi padre jura hasta el día de hoy que el gato abrió la boca para decirle “no”.

El Nuevo Gato Del Vecindario

El Nuevo Gato Del Vecindario
El Nuevo Gato Del Vecindario

En ese momento, mi padre se levantó y comenzó a correr despavorido a casa, entró corriendo y cerró la puerta, yo estaba en la cocina haciendo mi tarea de la escuela cuando llegó, estaba muy pálido y las manos le temblaban por el miedo, miró por las cortinas, le pregunté que era lo que pasaba y aún tratando de tranquilizarse me contó lo que le había ocurrido, yo le conté las experiencias que había tenido con ese animal desde que había llegado al vecindario.

Y como si eso no hubiese sido lo suficientemente aterrador para mi papá, a la mañana siguiente un vecino le dijo que él escuchó cuando mi papá gritó, y cuando se asomó por su ventana, vio a mi papá corriendo despavorido, y aquel gato persiguiéndolo, sin embargo, no lo perseguía de una forma normal, el vecino le dijo que ese gato estaba parado en dos patas, y corría con mucha naturalidad en dirección a mi padre y si su vista le seguía siendo fiel, parecía que el gato estaba sonriendo mientras hacía eso.

Después de ese día, el gato aún continuaba en el vecindario, sin embargo, desde que había perseguido a mi papá, este parecía evitarnos, por lo general podíamos verlo en algún tejado lejano, mirándonos fijamente, no sabíamos cómo debíamos tomar eso, algunos vecinos comenzaron a tratar de ofrecerle comida con veneno, pero ese gato o lo que fuera esa cosa, no lo comía, él solo llegaba a comer, lo que veía que la mayoría de animales comían y ninguno de los vecinos tenía el corazón de envenenar a todos por deshacerse de él.

Al pasar los meses, todos los vecinos tenían algo que contar sobre ese gato, algunos lo habían escuchado reír o hablar, decían que los llamaba por sus nombres, la mayoría de nosotros ya no nos animábamos a salir solos cuando la calle estaba oscura.

Una noche volvía del trabajo, había sido un día muy largo y únicamente quería llegar a casa, calentar lo que sea que fuera comestible del refrigerador e irme a dormir, estaba caminando de manera muy apresurada, no quería tener el infortunio de toparme con ese gato otra vez, cuando de repente, escuché claramente como me llamaron por mi nombre.

Decidí ignorarlo y seguir con mi camino, pero de repente vi por el rabillo del ojo, como aquel gato me estaba siguiendo, corría por los techos de las casas, no miraba hacia al frente mientras corría, solamente me miraba a mí, me quedaba aún un tramo considerable para llegar a la vecindad, pero aun así decidí que mi mejor opción era correr, con la esperanza de poder ser más rápido que él.

Sin embargo, en algún punto del trayecto, me alcanzó, saltando justo frente a mí, sin despegar su mirada de la mía, por un momento me quise convencer a mí mismo, que estaba siendo exagerado, que, quizás todos habíamos visto o escuchado mal y nada más le estábamos huyendo a un gato común y corriente, intente asustarlo, ya saben, con la clásica piedra imaginaria, pero el gato ni siquiera pestañeó, por un momento consideré si lanzarle de verdad algo como mi teléfono o uno de mis zapatos era una buena idea, aunque de inmediato recordé lo que le había pasado a mi papá.

Pensaba en eso, cuando de nueva cuenta, el gato comenzó a sonreír de nuevo, sin perder más tiempo corrí en dirección contraria a mi casa, no sabía exactamente a dónde iba, pero si sabía que quería alejarme lo más posible de ese animal, grité y corrí hasta la casa del vecino que me había ofrecido poder entrar si querían asaltarme, supuse que era algo muy parecido, por lo cual salté su barda sin pensarlo mucho.

Las veces anteriores que me había topado con él, no me había perseguido, parecía deleitarse con el simple hecho de asustarme, por lo que algo dentro de mí creyó que está vez no había sido diferente, asomé mi cabeza por detrás de la barda, solo para ver con horror a aquel gato parado en dos patas, volteaba en diferentes direcciones, como tratando de averiguar a dónde me había ido.

Me arrepentí enseguida de haberme asomado, pues él me vio, volviendo me a clavar aquellos ojos amarillos, me lanzó de nuevo aquella tétrica sonrisa que hasta el día de hoy me despierta por las noches.

Un fuerte disparo se escuchó, con tan buena puntería que le dio a aquel animal en la pierna, era el dueño de la casa, le había disparado con una vieja y pequeña pistola, aquel gato cayó al piso lanzando un alarido que no sonó a nada similar al de un gato, más bien sonaba como el de un hombre adulto, mi vecino salió de su casa, pero aquel gato ya había conseguido arrastrarse hasta unos arbustos, en dónde por más que lo buscamos para terminar el trabajo, no pudimos dar con él.

Mi vecino me dijo que estaba sangrando mucho y lo más probable era que no lograra sobrevivir de todas maneras, así que me acompañó hasta casa, sin embargo, está historia no termina ahí, pues a la mañana siguiente, cuando salí rumbo a la escuela, un grupo de vecinos estaba reunido muy cerca de esos arbustos, cuando me acerqué a investigar que era lo que estaba pasando, descubrí que lo que todos veían, era la piel atigrada de ese gato.

No era que el gato estuviera tirado, literalmente era solo la piel, era como ver un grotesco y realista disfraz de un gato, los vecinos decidieron que lo mejor era quemarlo, y desde entonces, hasta el día que pudimos mudarnos de ahí, jamás volvimos a ver algo similar.

Autor: Liza Hernández.

Derechos Reservados.

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