Una Amiga De Verano Historia De Terror 2023

una-amiga-de-verano-historia-de-terror

Una Amiga De Verano Historia De Terror 2023

Una Amiga De Verano, Historia De Terror… Cuando era niño, solía vivir en la ciudad de México, por lo que como se imaginarán, estaba rodeado de mucha contaminación, y esto ocasionó que yo tuviera algunos problemas respiratorios, que comenzaron a afectar otras áreas de mi cuerpo, por lo que el doctor que llevaba mi caso les recomendó a mis padres sacarme de la ciudad un periodo de tiempo para que de esa forma lograra mejorar.

Sin embargo, mis dos padres tenían trabajos que no podían descuidar, por lo que después de que mi papá hiciera una llamada, se decidió que iría al pueblo de mis abuelos a pasar las vacaciones de verano.

Yo no conocía para nada a mis abuelos, puesto que el pueblo en el que ellos vivían era uno que estaba en Oaxaca, por lo que aunque tenía algunas fotos de ellos cargándome de bebé o cuando tenía un año o dos, yo no los recordaba para nada, pero como era un tema más de salud, que de otra cosa, terminé yendo.

A decir verdad, mis abuelos eran demasiado agradables y amorosos conmigo, nunca me sentí como una molestia, realmente intentaban que yo me sintiera cómodo.

Pero los problemas comenzaron cuando mis abuelos me dijeron que debía salir a jugar con los demás niños del vecindario.

Mi abuelo era un hombre que creía que toda enfermedad se podía corregir con una buena alimentación y mucho trabajo físico, y mis problemas respiratorios no eran la excepción, él tenía la firme creencia de que lo único que yo necesitaba para curarme era correr al aire libre y hacer mucho ejercicio haciendo nuevos amigos.

Sin embargo, yo no era bueno para eso, pues mi enfermedad por lo general me obligaba a quedarme en casa y por eso no podía socializar muy bien.

Por lo que, cuando intenté acercarme con los niños de la cuadra, ellos solamente consideraron que era demasiado extraño y no me dejaron jugar con ellos, pero como no quería decepcionar a mis abuelos, simplemente seguí dando vueltas por el pueblo, planeaba hacerlo hasta que considerara que fuera una hora más o menos creíble para volver a casa de mis abuelos.

Cuando la vi, una niña estaba escarbando en el jardín que rodeaba una glorieta, estaba sola, por lo que pensé que sería fácil acercarme a ella, así, si me volvían a rechazar por segunda vez en el día, al menos nadie me vería

Le pregunté qué era lo que estaba haciendo y ella me respondió que estaba buscando lombrices, aunque no había tenido muy buena suerte, un poco más confiado le pregunté su nombre y con una sonrisa amistosa, me respondió que Sofía, yo le dije el mío y antes de que yo pudiera preguntar, ella se adelantó y me dijo que, si quería ir a jugar con ella, a pesar de sus manchas y apariencia descuidada, parecía una niña amigable.

Así que juntos pasamos horas jugando y explorando los alrededores del pueblo.

Y así fueron los siguientes días, en dónde prácticamente desde la mañana hasta que oscurecía, yo estaba con ella, ella me preguntaba muchas cosas sobre mí, como por qué había ido al pueblo o cómo era mi vida en la gran ciudad.

Yo le respondía todas y cada una de sus preguntas, sin embargo, cada vez que yo le hacía alguna, ella solo me ignoraba o cambiaba el tema, y aunque al inicio se me hacía un poco extraño, rápidamente me hice a la idea de que ella era así.

Había algo todavía más extraño en Sofía, pues cada vez que un adulto se acercaba, Sofía se iba, al principio creía que ella solo se había ido sin que yo la hubiese visto, pero después de algunas veces en donde esto pasó, yo estaba muy confundido, pues simplemente era imposible, la situación se volvió más extraña, como si se desvaneciera en segundos.

Recuerdo que incluso, escuché a mi abuelo diciéndole a mi abuela, que yo debía madurar y que estaba demasiado grande como para tener una amiga imaginaria, pero mi abuela le respondía que daba lo mismo si era imaginaria, porque de todas maneras me estaba ayudando y cada vez me agitaba menos al correr.

Aquella conversación me hizo cuestionarme muchas cosas, como, por qué Sofía nunca me decía muchos detalles sobre ella o que a pesar de que, Sofía me decía que vivía cerca.

Jamás la había visto venir de ninguna dirección en específico, y a pesar de vivir tan cerca, mis abuelos nunca tuvieron la oportunidad de verla, ese era un pueblo donde todos conocían a todos, además siempre estaba vestida con el mismo vestido morado, y sabía que era el mismo, pues tenía las mismas manchas de lodo y lo que en el momento creía que eran manchas de salsa kétchup, no tenía sentido que no la hubiesen visto ni siquiera una vez.

Pero yo sabía que Sofía era real, en ese entonces tenía cerca de 8 años, ya no tenía edad para tener un amigo imaginario, y, además, aunque jamás había tenido uno, siempre creí que de una u otra manera sabría cuando era imaginario y cuando no, y ya sabía que estar con Sofía, no se sentía así.

Recuerdo bien que, en los días siguientes, estaba bastante empeñado en que mis abuelos la vieran, por lo que la trataba de convencer para que fuéramos a jugar a mi casa o incluso le decía que podría ir a comer a mi casa, pero ella siempre me decía que no quería hacerlo.

Por lo cual, en algún punto, le pregunté directamente por qué no dejaba que los adultos la vieran, ella como siempre trató de darle la vuelta al asunto, pero yo no le dejaba, así que, después de preguntárselo sin dejarla cambiar el tema, terminó diciéndome “no es que yo me vaya, lo que pasa es que ellos no me quieren ver”.

Eso solo me generó más preguntas que respuestas, pues por un momento creí que me estaba volviendo loco, pues no podía creer que solo yo pudiera ver a alguien, eso era demasiado imposible, incluso para mi yo de 8 años, recuerdo incluso que le pregunte si ella era real, y ella se encogió de hombros, pero como eso no fue suficiente para mí, ella se rio un poco y me dijo que, por supuesto que era real, pero, un día solo los demás comenzaron a fingir que nadie la veía.

Ese día no supe cómo responderle, pero realmente estaba pensando que efectivamente estaba volviéndome loco, así que decidí evitarla por un par de días, aunque un día mientras jugaba en el patio de la casa de mis abuelos, Sofía se apareció detrás de mí, y me dijo que deberíamos ir a buscar lombrices, yo le dije que no y que fingiría que ella no existía tampoco, ella me dijo que porque era tan malo, pero le dije que era porque jamás me había dicho nada de ella, y que ni siquiera me quería decir en donde vivía, y le dije que si quería que siguiéramos siendo amigos, entonces tendría que decirme más cosas de ella, cosas que me demostraran que era real, y que debía empezar diciéndome en donde vivía.

Mi presión fue tal que, ella terminó diciendo “No quiero decírtelo porque es muy feo y te va a asustar si te muestro”.

Mi curiosidad era tanta que le dije que yo no le tenía miedo a nada, y que estaba más que seguro que no me daría nada de miedo en donde ella viviera, que me diera una oportunidad y le prometía que no me iba a asustar.

Con una mirada de resignación en sus ojos, Sofía me pidió que la siguiera. Caminamos juntos, alejándonos de las calles familiares del pueblo.

Cruzamos campos y atravesamos un sendero estrecho hasta llegar a lo que parecía ser un granero abandonado.

Al acercarnos, me sentí un poco extraño, el lugar se veía muy viejo y peligroso, con la tierra árida e incluso los árboles alrededor estaban marchitos.

Pero no solo eso, sino que recordaba las advertencias de mi abuela de nunca entrar a ese granero, pues podía estar lleno de polvo y moho que no le harían para nada bien a mi asma, sin mencionar que el sitio era tan viejo que podría hacerme daño jugando ahí, pero no quería parecer un cobarde frente a Sofía.

Así que, con valentía, empujé las pesadas puertas y nos adentramos en la oscuridad.

El interior del granero estaba cubierto de polvo y telarañas. El crujir de nuestras pisadas resonaba en el silencio. Mientras avanzábamos con precaución, mi corazón latía cada vez más rápido. Sofía parecía inmutable, como si conociera el lugar a la perfección.

Las ventanas estaban pintadas con pintura negra, así que no dejaban entrar luz, aunque el vidrio estaba roto de algunos lugares, lo que dejaba entrar algunos rayos del sol, que no eran los suficientes, apenas y se podía ver bien, en ese momento, pensé que Sofía solo me quería molestar, pues no había manera que cualquiera pudiera vivir ahí, así que supuse que solo me había llevado hasta ahí para asustarme y que jamás le volviera a preguntar en donde vivía.

Entonces un poco arto de que Sofía nunca fuera ni siquiera un poco honesta conmigo, eso aunado con que me sentía como un total chiflado por estar viendo a una persona que nadie más parecía ver, le dije ya un tanto fastidiado por toda la situación, “Eres una mentirosa.

No puedes vivir aquí, nadie puede, ni siquiera hay una cama”. Esperaba una respuesta, una negación o tal vez una explicación, pero Sofía simplemente continuó caminando sin responderme nada, como si no me hubiese escuchado. Incómodo y confundido, la seguí entre la oscuridad del lugar.

Nunca voy a olvidar que mientras avanzábamos entre los escombros, uno de mis pies pateó algo más grande de lo normal, de inmediato voltee, y vi lo que parecía un viejo álbum de fotos, me detuve casi enseguida y le pregunté a Sofía, que era eso, pero ella seguía caminando, yo levanté el álbum, estaba tan viejo que se sentía que podía romperlo con el más mínimo movimiento, y de hecho lo hice, la tapa se desgarró en mis manos, haciendo que el álbum azotara en el piso del granero, haciendo eco, lo volví a levantar y lo abrí con más cuidado que antes.

Las páginas amarillentas estaban casi todas llenas de fotos que se veían muy antiguas. En varias de las fotografías, vi a Sofía, eran a blanco y negro, sin embargo, casi podría jurar que en la mayoría de ellas estaba usando aquel vestido morado que siempre usaba.

Las imágenes mostraban momentos felices, casi siempre salía con sus padres o con sus hermanos, realmente se veía mucho más feliz, si bien, siempre consideré que Sofía era alguien muy feliz, aunque siempre tenía un cierto aire de tristeza en su mirada.

Comencé a preguntarle, sobre las fotos, y le dije que era muy extraño todo eso, le aclaré que no tenía nada de miedo, pero que realmente, ya eso no me estaba gustando y que quería volver a mi casa en ese momento, sin embargo, Sofía se negó a responder mi pregunta y peticiones, en cambio, me dijo que quería mostrarme algo.

Sin decir una palabra más, comenzó a caminar por el granero, y yo por el miedo que tenía por quedarme totalmente solo en la oscuridad, la seguí, pero le seguía diciendo que mejor nos fuéramos, incluso recuerdo que le dije que, si le creía que vivía ahí, pero que enserio ya me quería ir, o mi abuela se iba a preocupar.

Pero parecía que Sofía no me escuchaba, o talvez solo no me quería responder porque seguía avanzando conmigo detrás de ella, nos adentramos cada vez más a la oscuridad del granero abandonado, rodeados únicamente por el olor a polvo y madera vieja.

Cada paso que dábamos hacía eco en el silencio. Allí, pude ver un pozo abierto en el suelo, apenas iluminado por algunos rayos de luz que se filtraban desde el techo, la polea estaba totalmente oxidada y la madera de la cubeta, estaba podrida y rota.

Sofía me miró con seriedad y comenzó a contarme una historia escalofriante.

Me dijo que un día, se había peleado con todas sus amigas, así que había decidido ir a jugar a ese granero, tenía la idea de hacer una especie de casa club adentro del granero, para así de esa manera, cuando se arreglara con sus amigas podrían ir a jugar ahí.

Me dijo que la verdad, antes no se veía tan tenebroso, y que realmente parecía una gran idea en ese momento, entonces mientras buscaba materiales para hacerlo, se acercó con curiosidad a aquel pozo, para ver si podía encontrar algo útil o interesante, pero cuando se asomó, tropezó y cayó dentro del pozo.

No pudo salir y se quedó atrapada allí, sola y aterrorizada.

Lleno de asombro, le pregunté cómo había logrado salir del pozo, pues una vez había visto en las noticias que un niño se había caído a un pozo y había muerto mientras intentaban rescatarlo, por lo que, que ella hubiese vivido algo como eso, sin duda, era algo demasiado sorprendente.

Pero su respuesta me dejó sin aliento. “Nunca lo hice”, susurró Sofía, con los ojos llenos de tristeza. “Nunca pude encontrar una salida”.

Mis ojos se abrieron de par en par mientras el horror se apoderaba de mí.

Con algo de miedo le dije que eso era mentira, y que no podía ser posible, pero Sofía me insistió que era verdad y como no le creía, ella me incitó a asomarme al pozo, asegurándome que así me daría cuenta de que no me estaba mintiendo.

Entonces pensé que solo tenía que asomarme para así de esa manera, poder convencerla de que debíamos irnos ya, así que lo hice, me comencé a acercar lentamente, pues realmente me daba un poco de miedo, de ver alguna rata o cualquier otro animal que me pudiera pasar alguna enfermedad.

Cuando miré hacia abajo, mis ojos no podían ver casi nada adentro, aunque solo tuvieron que pasar unos segundos antes de que los mismos se acostumbraran a la oscuridad.

Y vi un cuerpo en descomposición, bueno eso es un decir, estaba casi esquelético en su totalidad, aún tenía algo de cabello, pero me atrevería a decir que aún tenía ciertos vestigios de carne en ellos, y lo peor era que estaba vestido exactamente con el mismo vestido morado y manchado que Sofía siempre llevaba puesto.

Una Amiga De Verano Historia De Terror

una-amiga-de-verano-historia-de-terror
una-amiga-de-verano-historia-de-terror

El terror me invadió y un grito quedó atrapado en mi garganta, mi corazón palpitaba con fuerza mientras retrocedía, incapaz de apartar la mirada de aquel espantoso espectáculo.

Mi mente se llenó de preguntas sin respuesta. ¿Cómo podía ser eso posible? ¿Era aquel cadáver el de Sofía?

Sofía, con lágrimas en los ojos, me miró con tristeza. “Esa soy yo”, dijo con una voz entrecortada.

Lleno de pánico, salí corriendo del granero, con el corazón latiendo tan fuerte que creí que se me saldría del pecho.

Las lágrimas se mezclaban con el miedo en mi rostro mientras corría hacia la casa de mis abuelos. Sabía que tenía que contarles lo que acababa de presenciar.

Cuando llegué a la casa, jadeando y sin aliento, encontré a mis abuelos sentados en el porche, disfrutando del cálido atardecer.

Me acerqué a ellos, sollozando y temblando, y les conté todo sobre el cuerpo que había encontrado en el granero.

Mi abuelo, preocupado por mi estado emocional, decidió investigar de inmediato. Juntos, nos dirigimos hacia el granero. A medida que nos acercábamos, mi abuelo pudo sentir la tensión en el aire.

Cuando entramos, se dirigió directamente al lugar donde había visto el cuerpo. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio la espantosa escena. El cuerpo de Sofía yacía allí, exactamente como lo había descrito.

Mi abuelo contactó a las autoridades locales, y pronto se descubrió la identidad del cuerpo.

Resultó ser la hija de una familia que había vivido en el pueblo hace muchos años. La niña se llamaba Sofía la cual había desaparecido misteriosamente.

En aquellos días, el pueblo se vio azotado por informes de secuestros de niños, y los testigos afirmaron haber visto una camioneta sospechosa cerca de la casa de la familia.

La tragedia había caído sobre aquella familia, que creyó que su hija había sido secuestrada.

Con el tiempo, la angustia por no poder encontrar a su hija y no poder hacer nada al respecto se volvió insoportable y decidieron mudarse del pueblo, llevando consigo su dolor y su pérdida.

Con el tiempo, Sofía fue olvidada por todos, convirtiéndose en un evento demasiado horrible que sirvió por algunos años para decirles a los niños que no debían acercarse a los desconocidos.

Nunca supe si el descubrimiento del cuerpo de Sofía trajo consuelo a la familia, aunque fuera una mezcla de alivio y dolor.

Solo sé que antes de irme vi que le hicieron un funeral y así pudieron darle una despedida adecuada a su hija, cerrando un capítulo doloroso de sus vidas.

En el pueblo, la noticia se extendió rápidamente. Los habitantes, conmocionados por el descubrimiento, todos hablaban del niño que se había hecho amigo de una fantasma, la cual lo había usado para que encontrara su cuerpo.

Y por lo que mis abuelos me dijeron después, desde aquel día, el granero abandonado fue considerado un lugar maldito por los habitantes del pueblo.

Muchos evitaban acercarse a él, temerosos de las historias y las leyendas que lo rodeaban. Yo no puedo asegurarlo, pues después de decirle a mi abuelo, jamás volví a ver a Sofía, y realmente espero que sea porque logró descansar en paz.

La historia de Sofía dejó una profunda huella en mí. Aprendí que el pasado puede ocultar secretos oscuros y que la verdad puede permanecer enterrada durante mucho tiempo.

Su recuerdo me recordó la importancia de honrar y recordar a aquellos que se han ido, y de no dejar que sus historias se desvanezcan en el olvido, nunca sabré si que yo encontrara su cuerpo, fue el plan de Sofía desde el inicio, o solo tomó la oportunidad, pero en el fondo le agradezco su amistad durante aquellas vacaciones de verano.

Autor: Liza Hernández

Derechos Reservados

Share this post

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Historias de Terror