Reptil Historia de Terror
Creo que en la actualidad con tanta tecnología muchas cosas en la realidad nos pasan desapercibidas. Pasamos mucho tiempo viendo el celular y poco tiempo contemplando a nuestro alrededor. La historia que voy a narrarles Reptil Historia de Terror, me ocurrió cuando era niño, cuando la ciudad no estaba tan urbanizada, ni la tecnología estaba a tan fácil acceso.
Vivía muy cercas de una zona conocida como “los belenes” en Zapopan, Jalisco, este lugar, en la actualidad está repleto de casas y negocios, pero cuando yo era niño todo era árboles y campo, incluso había una presa a donde nos gustaba ir a nadar.
Cualquier lugar en esa zona era buena opción para pasar tu día, sin embargo, existía un lugar que era el que más nos gustaba, aunque íbamos muy poco, pues se encontraba más retirado y era un poco más riesgoso ir. El lugar era conocido como las cuevitas, eran cuevas donde nacía agua y comenzaba un arroyo.
Mi padre me llevaba a jugar futbol a una escuela que estaba muy cerca de ese lugar.
Un día, dos amigos, que eran hermanos, tuvieron la idea de hacernos la pinta. A mí la verdad ni me gustaba el futbol, solo iba por jugar con los demás, así que no lo pensé dos veces.
Nos escabullimos por unos árboles, afortunadamente aún no llegaba el entrenador y los demás niños ni notaron que nos fuimos.
La escuela estaba enrejada y el único acceso era por el estacionamiento, donde siempre estaba un guardia. Nos escondimos en un tubo justo debajo de un puente de acceso y en cuanto el guardia se descuidó corrimos a la calle.
Por aquel entonces la calle era de pura tierra y a ambos lados había montañas de tierra y basura que las personas tiraban. Cuando eres niño las distancias te parecen más largas y a mí el camino se me hacía eterno.
Nos detuvimos cuando pasaba una patrulla, corrimos a escondernos junto a un canal que corría. Escuchamos que paro la patrulla, mencionaron varios códigos por radio y se fueron deprisa.
Comenzamos a percibir un olor horrible. Uno de mis amigos nos dijo que estaba algo atorando el agua del canal. Nos acercamos y vimos varios costales amarrados, apestaba a animal muerto. Mi amigo sacó una resortera y le tiré un par de pedradas. Los costales se abrieron y dejaron salir miles de gusanos. Nos dio miedo y salimos corriendo a la carretera de nuevo.
El tamaño del cuerpo, era como el de un ser humano. Ahora de grande pienso que en verdad era un cadáver.
Cruzamos otro puente, que es por donde entrabamos para llegar a las cuevitas, por aquellas fechas el arroyo estaba un poco crecido por lo que batallamos para entrar sin mojarnos, que era un poco tonto, pues estando en las cuevitas nos íbamos a meter a nadar.
Notamos que justo debajo del puente había mucha basura formando una presa. En esa zona ya se veían varias casas construidas desde entonces, una de estas es una edificación enorme que se conserva en pie hasta la fecha.
Seguimos caminando y llegamos hasta las cuevitas.
Pasamos todo el día en el agua. Salimos cuando el sol estaba en su punto más fuerte. Yo me sentí asustado, pues sabía que al llegar a casa mi madre estaría asustada y me esperaba una buena tunda, si bien no llevaba reloj, por lo regular recordaba que cuando el sol estaba con toda su fuerza era hora en que ya debería de haber acabado mi clase de futbol y estar de camino a casa.
Una familia que se encontraba también allí, nos invitó a comer. El padre de esa familia nos dijo que no nos acercáramos a una zona más arriba, pues allí estaba cerca el rastro municipal y a veces arrojaban los desechos al agua.
Pareció que nos dijo que fuéramos, pues mis amigos empezaron a decir que fuéramos a investigar. Yo ya me sentía nervioso y les dije que mejor ya camináramos a la casa. Mi amigo me convenció diciéndome que conocía un atajo y llegaríamos rápido a casa.
Llegamos hasta un lugar lleno de jaulas, apestaba a tripas de vaca y a sangre, era un lugar asqueroso. Uno de mis amigos, el más pequeño nos dijo que nos fuéramos, que sentía ganas de vomitar. En eso yo sentí como si alguien nos mirara, entonces dirigí mi vista debajo de uno de los puentes que permitían el acceso al rastro, vi la cabeza de una persona asomándose, no se veía normal, sus ojos lucían raros.
Les dije a mis amigos que había alguien debajo del puente, pero ellos solo se burlaron, me dijeron que no era posible que estuviera alguien allí, el agua estaba muy sucia.
Comenzamos el camino de regreso, para ese momento yo ya me sentía muy asustado, no tanto por el extraño hombre bajo el puente, sino por la regañada que me esperaba en casa, ya estaba empezando a oscurecer, mis amigos intentaron tranquilizarme diciendo que, de cualquier manera, quizás me pegarían, pero el dolor solo duraría un momento.
Volvimos por el mismo camino que veníamos, la familia con la que comimos ya se había ido, de hecho, ya no estaba nadie en ese lugar, esto me hizo sentir aún más nervioso.
Mi amigo el más grande se quedó junto al arroyo aventando piedras, yo no me animaba a irme solo, así que le exigí que nos fuéramos de inmediato, él tenía fama de abusón, aunque conmigo nunca fue así, en ese momento, me empujó al arroyo y me dijo que me largara yo solo, luego se fue en dirección a las cuevitas.
Me quedé llorando. Su hermano se regresó a ver como estaba, me dijo que no le hiciera caso, que su hermano estaba molesto porque su madre metió a un hombre a vivir con ellos y el sujeto lo maltrataba.
Me salí del arroyo y nos empezó a llegar un olor como ha podrido. Las ranas empezaron a croar y unido a su sonido, notamos otro más fuerte, no sabría cómo explicarlo, parecía al sonido que hace una persona cuando se está ahogando, era un sonido exagerado. Nos espantamos, porque también el agua del arroyo comenzó a agitarse.
Comenzamos a caminar rápido, pero el sonido sonaba cada vez más cerca, así que intentamos alejarnos del arroyo, pues de allí provenía.
Cuando llegamos justo al lugar donde estaba una especie de presa hecha con desechos, una figura salió del agua.
Parecía un hombre, apestaba a carne podrida. Se paró frente a nosotros y en lugar de hablar, hizo ese horrible sonido de ahorcamiento, mi amigo corrió, yo lo seguí, no miramos hacia atrás, pero escuchábamos al hombre produciendo ese horrendo sonido a nuestras espaldas. Lo único que se nos ocurrió fue escondernos dentro de un refrigerador abandonado.
Salimos cuando dejamos de escucharlo. Afortunadamente, ya no lo vimos.
Caminamos tratando de recordar el camino de regreso, ya estaba oscuro. Apenas estábamos saliendo por el puente por el que entramos, cuando mi amigo el que me aventó, nos alcanzó corriendo, se veía muy asustado, nos dijo que vio un hombre que parecía un sapo.
Subimos el puente, cuando volvimos a escuchar ese maldito sonido. Nos acercamos al arroyo, entonces los tres vimos algo, que quizás si lo hubiera visto solo no lo creería. El hombre ese tenía la cara inflada, parecía un reptil, saltó del arroyo y se aferró al muro de una casa, allí se quedó aferrado al muro, como si de una iguana se tratara, las lámparas de la calle iluminaron sus horribles rasgos, no era posible de ninguna manera que eso fuera humano, su piel era de un color extraño, nos sentimos aterrados, jamás vi a alguna criatura o persona saltar como lo hizo aquel ser.
El mayor de mis amigos, nos dijo que nos fuéramos corriendo, que vio ese ser arrastrar el cadáver de un animal y comerlo crudo.
Nos fuimos corriendo hasta llegar a un paso peatonal, no miramos nunca hacia atrás, yo imaginaba que ese ser nos seguía saltando.
Cuando llegué a mi casa mi madre me puso la peor tunda de mi vida.
Nunca le conté lo que nos ocurrió, de hecho, a nadie le platiqué todo lo que nos ocurrió y no lo recordé hasta hace poco, que me encontré a uno de esos amigos, era el más chico, actualmente es gerente de una tienda departamental. Me dijo que su hermano acabó mal, se tiró al vicio.
Después de que le recodara esta historia, él me contó que regresaron a ese lugar, pero no volvieron a ver esa criatura, pero todo el arroyo estaba contaminado por los desechos del rastro.
Por años me he guardado esta historia, pues no dudo que habrá muchos que no me creerán, pero cuando más de dos personas son testigos de lo que allí ocurrió, es muy difícil de que solo se trate de una alucinación. Yo sé que es verdad, pues hasta el día de hoy el recuerdo de ese ser aviva las llamas de mis más terribles pesadillas.
Autor: Mauricio Farfán
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