El Niño En La Calle Historia De Terror 2023

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El Niño En La Calle Historia De Terror 2023

El Niño En La Calle Historia De Terror… Esa calle siempre fue un lugar, extraño, cuanto menos, o más bien, por intentar ponerle un adjetivo que calificara con el desconocimiento que yo y muchos más teníamos de cara a este lugar.

Era una calle vieja, el pavimento estaba muy deteriorado, hacían décadas desde la última remodelación que el gobierno se dignó a darle al lugar.

De cierta manera, era indignarte ver como las autoridades correspondientes no le daban la debida atención a lugares como este, zonas de la ciudad que se veían marginadas por distintos factores, entre ellos, la pobreza.

La escasez de recursos de sus pobladores, y de los habitantes aledaños a esta y otras calles, que difícilmente se les podía llamar tal cual, pues una calle, por definición, cuenta con asfalto, y no solamente con pedazos de este mismo, desmoronándose, piedras, tierra que los mismos vecinos echan con tal de emparejar un poco los desniveles que hay en el suelo, y no caer en agujeros tan profundos cada vez que conducen sus coches en rumbo al trabajo. Escuelas, comercios, entre otros lugares.

Yo trabajaba en un pequeño local donde se vendía ropa, casi a la esquina de la calle anteriormente descrita, dicha calle, no es que estuviera pasando por circunstancias especialmente adversas, sino que toda la colonia tenía un aspecto similar, debido al ya mencionado abandono de los departamentos que se encargan de la administración urbana, tanto en esta como en otras colonias.

La tienda no era tan frecuentada, pues estaba en un punto que no resultaba especialmente atractivo para ir de compras, pero a su vez, era una buena alternativa para no ir demasiado lejos por prendas nuevas y además, ahorrarse buen dinero, por lo que los clientes habituales, eran personas que vivían en las inmediaciones, o en la misma colonia.

Yo atendía el lugar de 3 de la tarde a 9:30 de la noche, estaba yo sola en la tienda, me encargaba de mantener todo en orden, de limpiar, barrer, acomodar la mercancía, atender a los clientes, cobrar y llevar la cuenta del ingreso diario durante el turno, al final en la noche, bajaba las cortinas de acero y colocaba los candados correspondientes para asegurar el lugar.

Yo vivía cerca de ahí, 3 calles hacia el norte de la calle Tamara García (la calle ya descrita), me era fácil y rápido ir y venir a mi casa, esa fue quizás la razón principal por la cual acepté el trabajo, pues el pago no era especialmente sustancioso, y el lugar, pues, no era del todo agradable ver la calle de siempre, casi destruida, pasar por ahí todas las tardes y las noches, era incluso, me atrevo a decir, un panorama bastante desolador, pero la cercanía del lugar con mi casa me había hecho quedarme a trabajar ahí, porque además de esto, no existía el gasto extra en transporte, si olvidaba algo, podía ir rápidamente en cuestión de minutos, aunque era algo arriesgado, pues no podía dejar la tienda sola, y si bajaba las cortinas por unos minutos, y la jefa llegaba, significaría un regaño severo, o quizás un despido, pero la posibilidad estaba ahí, la cual en otros trabajos no.

Las personas que pasaban por ahí a diario eran siempre las mismas, rara vez se veía una cara nueva que transitara por la calle, y cuando esto pasaba, los aledaños estaban atentos ante posibles intenciones de del hipotético desconocido.

De esta manera, poco a poco me fui memorizando los rostros que eran comunes en el lugar, las personas que desde la tarde hasta la noche, realizaban diversas actividades.

Siempre veía como poco a poco iban terminando sus días, como algunos volvían del trabajo e iban rumbo a sus casa, y para las 9 de la noche, casi ya no había gente por la calle, y casi a las 10 de la noche, las 3 calles que tenía que recorrer rumbo a mi casa se sentían como 30, no por el cansancio del trabajo, o por alguna otra condición, sino por la inseguridad que hostigaba el vecindario, los asaltos eran, lamentablemente, muy comunes.

Por esta misma razón, la tienda tenía una (aunque bastante rústica) cámara de seguridad en su interior, la cual servía para identificar a un posible ladrón o asaltante dentro de la tienda, es por esta razón también, que era muy peligroso dejar el lugar sin ningún tipo de supervisión, y la razón por la cual la dueña estaba algo obsesionada )y con justa razón) con los candados, todo tenía candados, incluso la puerta del cuarto de baño, que era un lugar aislado donde nadie podía ingresar por alguna ventana o acceso que diera a la calle.

Tampoco había algo de especial valor que se pudiera sacar del baño, pero era así, tenía su candado de grandes dimensiones que imposibilitaba la entrada sin su respectiva llave, y ni hablar de la cortina metálica, la cual tenía 3 candados, y el acceso por la parte trasera del local,.

Esta tenía otros 3 candados y una chapa de seguridad, la dueña decía que era mucho más fácil entrar por detrás si las intenciones eran no ser visto, y tenía toda la razón, esa parte trasera era un pequeño patio, el cual conectaba con un callejón donde los vecinos dejaban bolsas de basura, y otros desperdicios, si la calle de enfrente estaba muy deteriorada, este pequeño y angosto callejón, que daba a la fachada trasera de las casas, estaba prácticamente en ruinas, era un lugar que parecía haber sido víctima de un escenario catastrófico, o de una de esas ciudades de post apocalipsis que salen en las películas.

En fin, el lugar era el descrito, el barrio, el que ya te habrás imaginado con mis palabras anteriores, y si mi temor principal era la delincuencia, con el pasar de los días esto se me olvidó casi por completo, y mi miedo pasó a ser otro, por las razones que estoy a punto de describirte.

De entre las caras que ya conocía, empecé a ver frecuentemente la de un niño, quien pasaba siempre entre 7 y 9:30 de la noche, era extraño, pues a las nueve y media ya no había nadie por las calles, y ver a un niño por ahí, solo, caminando, o a veces simplemente de pie, era cuanto menos extraño.

Era también bastante raro, el hecho de siempre ver al pequeño cuando ya era de noche y no antes, como si se estuviera ocultando siempre de la luz del sol, o como si solamente lo dejaran salir cuando la tarde ya había muerto y llegaba la noche.

En una ocasión, a eso de las ocho veinte de la noche, pude distinguir al niño en la lejanía, su cuerpo era tenuemente aluzado por el alumbrado público de la calle, solo veía su silueta lejana, la cual parecía estarse asomando desde la esquina de una casa.

Me quedé viéndolo, y él me devolvía la mirada, me hubiera parecido muy extraño, de no ser porque solamente era un niño, por esa razón, fue algo que solamente se me hizo curioso, pues de ser un hombre adulto, o una mujer, la situación hubiera pasado a darme miedo, y me hubiera comenzado a preocupar por mi integridad física.

Después de un rato, saludé al pequeño con la mano, segundos después, este se escondió, desapareció detrás de la esquina de la casa por donde me observaba, y no lo volví a ver en esa noche.

La noche siguiente, lo vi un poco más temprano, cuando el sol se estaba ocultando y faltaban pocos minutos para la llegada de la noche, andaba caminando por la acera, de una manera bastante despreocupada, como jugando a tocar solamente el filo de la banqueta con sus pasos, manteniendo el equilibrio con sus brazos extendidos, y cuando se caía, volvía a subir y lo intentaba de nuevo, en esta ocasión, estaba un poco más cerca de mí, y yo me le quedé viendo para que él se percatara de mi mirada y volver a saludarlo, la verdad es que quería hablar con él.

Me intrigaba saber por qué siempre salía en la noche, pero no andaba con amigos suyos, con sus padres, o con cualquier otra persona, pero esa tarde noche, el niño ni siquiera volteó hacia la dirección en la que yo estaba, simplemente siguió caminando, jugando y dando esos pasos, uno tras otro, alineados, sobre el filo de la acera, poco después se fue de nueva cuenta hacia el lugar por donde lo vi por última vez el día de ayer.

Parecía ser un niño muy tímido, y esa (pensé en ese momento) era la razón por la cual siempre andaba solo, quizás sus papás trabajaban hasta la madrugada, quizás se quedaba en casa de sus abuelos y no había alguien que le prestara la atención que un niño necesita, tal vez no tenía hermanos, familiares de su edad que salieran a jugar con él, o algún amigo de la escuela que viviera cerca, tan si quiera un perrito o una mascota que lo acompañara por las tardes.

Eso empezó a ponerme triste, pensar en cómo un niño tenía que pasar casi todo, si no es que todo el día solo, por falta de alguien que lo entendiera, o que quisiera estar con él, o simplemente, por las circunstancias que le había tocado vivir.

No se veía como un niño de la calle, o como si viviera en pobreza extrema, de hecho, su ropa siempre se veía muy limpia, usaba una camisa gris de manga corta, y un pantalón azul marino, unos zapatos negros, y su peinado siempre parecía tener un toque de gel.

A esa hora de la noche los niños no suelen andar vestidos de esa manera, siempre al llegar de la escuela, se cambian, o se mantienen con el uniforme, pero él parecía arreglarse de esa manera únicamente para salir a esa calle y dar unos pasos, quedarse observando la fachada de las casas, a las personas que pasaban, los animales que caminaban o se echaban en la banqueta, los perros y gatos que de vez en cuando hurgaban en la basura, siempre en la tarde noche, y después de un rato, simplemente se iba, volvía por donde había venido

Tomaba el mismo rumbo de todas las noches, pues cuando lo pensé con detenimiento, nunca lo veía llegar, siempre veía que simplemente estaba ahí, y era extraño, pues asumía que vivía por el rumbo por el que se iba en la noche, pero en realidad, no tenía idea de por donde era que llegaba.

Por esta razón, decidí llevarle un juguete, un pequeño coche que cabía en la palma de mi mano, el cual compré en el supermercado en la tarde antes de llegar al trabajo.

Al llegar, esperaba con ansias que dieran las 7 de la noche, y poder ver al pequeño, para hacerle una seña con la mano y que me viera, que se acercara y darle el regalo que le había comprado, no era la gran cosa, era solamente un coche de juguete que me había costado treinta y cinco pesos en el supermercado, pero si le gustaba, después podría llevarle más, pensé.

Dieron las siete de la noche, y aún no lo veía por ningún lado, dieron las ocho… las nueve, y ni pistas de él, estaba comenzando a pensar que esa noche no iría, pero recordé que en ocasiones, lo he visto después de las nueve y media en la calle, así que conservé la esperanza, igual y si no lo veía, era seguro que el día siguiente, o el siguiente, estaría ahí.

Eran las nueve con quince minutos, aproximadamente, cuando, después de anotar unas cosas en un cuaderno de apuntes de la tienda, me giré y lo vi ahí, parado en la entrada del local, no entró, sino que estaba del lado de la calle, la puerta estaba abierta, y él, solamente ahí, sin hacer ningún movimiento.

Lo saludé, y volteó a verme, se hizo para atrás, y le pregunté su nombre, no respondió, le pregunté que si vivía cerca, a lo que tampoco hubo respuesta, intentaba hacerle hablar sobre algo, sobre lo que sea, le cuestioné el por qué anda tan tarde por la calle él solo, por sus papás y en dónde vivía, tal vez fueron demasiadas preguntas, pues no había ninguna respuesta, y más temprano que tarde, debí haber entendido que no quería hablar, además, se iba alejando de la entrada.

¿Te gustan los carros? Le pregunté, él solo me observó como lo había estado haciendo, pero ahora un poco más distraído y sin fijar tanto la mirada en mí.

El Niño En La Calle Historia De Terror

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Me agaché para estar a su altura, entonces vi algo extraño en su piel, las luces del interior de la tienda lo alumbraban de manera tenue, pues se había estado alejando poco a poco de mí. Su piel era algo gris, era como si tuviera un oscuro marmoleado en los brazos y en la cara, luego vi sus ojos, parecían dos perlas oscurecidas, sus pupilas eran normales, pero el color de su esclerótica (la zona blanca de los ojos) tenía una leve tonalidad amarillenta, o algo así como el color de un hueso desgastado.

No le puse demasiada atención en ese momento, pues pensé que el color se debía a la luz tenuemente proyectada sobre nosotros, y seguramente yo me vería de la misma manera si me observara en ese momento y con esa iluminación

Tenía al niño a un metro de distancia de mí, me giré unos segundos para sacar el regalo que le daría de dentro de mi mochila, y cuando me di la vuelta para dárselo ya no estaba, volteé a todos lados para ver hacia donde se había escondido, pero no alcancé a distinguirlo por ningún lugar, todo estaba oscuro por la calle, y la única luz que funcionaba del sistema de iluminación pública estaba demasiado lejos para que fuera una buena referencia visual en lo largo y ancho de esa calle.

Volteé de nuevo en todas direcciones y no lo encontré en ningún lado, minutos después era hora de cerrar y me di por vencida, cerré todo, y al final bajé la cortina de acero, luego, di un último vistazo hacia la farola que alumbraba un poco del otro lado de la calle, entonces, no estoy segura, pero creo haberlo visto escondiéndose de mi entre las esquinas de las casas donde la vista se llegaba a perder.

El día siguiente estuve pensando mucho en ese encuentro que tuve con el niño, no sabía de qué manera ganarme su confianza, y de entre todas las cosas que me intrigaban de ese pequeño, la principal era como en cuestión de segundos había desaparecido de enfrente de mí.

Entonces recordé algo que iba a aclararme esa incógnita, la cámara de seguridad de dentro de la tienda, está conectada a la computadora enseguida de la caja registradora, y se queda grabando las 24 horas del día, cada semana borra los datos que contiene, pues pocos son de utilidad, pero en ese momento, estaba segura de que podría ver que había sido lo que pasó anoche, y con anterioridad me habían explicado de qué manera funcionaba este sistema de seguridad, por lo cual no me fue difícil dar con la grabación de la noche anterior.

Tal vez ya lo veías venir desde antes, pues por esto mismo es que empecé a contarte esta historia, tal vez sabías ya con anticipación la naturaleza de los hechos que en esa calle acontecían, cosas ocultas a simple vista, pero que con la debida atención, pueden ser visibles para cualquier persona.

La grabación me mostraba a mi hablando con la nada, no había niño, ni en el marco de la puerta, ni en ningún lado, en ningún momento, y en ningún lugar, la piel se me erizó en el momento que vi las imágenes de mí hablando con la nada, inclinándome hacia un lugar donde no había nadie, buscando en mi mochila un coche de juguete que le quería dar a la nada, al aire, lo vi y lo volví a ver varias veces más, el video, la grabación solamente me mostraba a mí.

Entonces se me ocurrió revisar días anteriores a esa semana, ver grabaciones que estuvieran por ahí y saber qué era lo que la imagen reflejaba.

Debido al ángulo de la cámara, esta abarcaba el área principal de la tienda, y un tramo de la calle de enfrente, además de la acera, pues ese ángulo en picado no permitía ver demasiado a lo largo de la calle, pero si a lo ancho de esta y de la tienda misma, que era el objetivo. El punto es que la cámara alcanzaba a grabar la calle, y yo quería ver si con anterioridad el niño había sido grabado.

Reproduje las grabaciones de manera rápida, en una velocidad bastante acelerada, pasaba todo con normalidad, pero al detener la velocidad extra, y dejarla transcurriendo de forma normal, me percaté de algo que me resultó más aterrador aún que haberme visto hablando sola, con el espacio vacío donde mi conciencia me había indicado que habías un niño pequeño.

Dentro de la tienda habían más personas, pero no clientes, eran personas que caminaban sin dirección aparente, no recordaba haber visto a tanta gente dentro del local, no sabía en qué momento habían ingresado, algunos entraban y salían, otros simplemente se quedaban parados por horas, mientras yo me veía ahí mismo, en la grabación, en un momento donde yo pensaba haber estado completamente sola.

Lo peor de todo es que esa gente seguía ahí dentro después de que yo cerrara la cortina de metal y la aseguraba con sus respectivos candados, era imposible que hubiera gente ahí en esos momentos, yo estaba segura de que no había nadie cuando cerraba.

La gente de los videos de seguridad, cuando se quedaban completamente solos, se limitaban a permanecer parados en su lugar, no se movían, no caminaban, era como si se mantuvieran en un estado de reposo hasta que las actividades comenzaban por la mañana, y llegaba la persona encargada del turno matutino, en ese momento, veía a la otra empleada de la tienda abrir, sin alarmarse de ver personas donde se suponía no debía haber nadie, solamente continuaba haciendo lo que tenía que hacer, y luego supe que ella tampoco podía verlos, e imaginé que nunca se había puesto a revisar las grabaciones de seguridad, pues de ser así ya se hubiera dado cuenta de lo que pasaba.

Cuando llegó la dueña del lugar, con más curiosidad que miedo, le dije que tenía que mostrarle algo en las grabaciones de la cámara de seguridad.

Le enseñé los videos, y ella me cuestionaba que si qué era eso que tenía que ver. ¿No lo ve? Le pregunté. ¿Qué cosa?, me decía ella, entonces entendí que ella no podía ver a esas personas aparentemente intangibles, por alguna razón, yo veía a un niño que no aparecía en las grabaciones, pero después, las grabaciones veían a gente que yo no podía observar a simple vista, no sé de qué manera funcionaba eso, no sabía si empezaba a volverme loca, o si todo era producto de mi imaginación, si estaba viendo apariciones, o qué era lo que estaba sucediendo.

Luego le di una respuesta improvisada a lo que se supone que tendría que estar enseñándole en el video de seguridad, pues no podía decirle que estaba viendo gente invisible, o algo por el estilo, le dije que si no sería mejor mover la cámara y ponerla en un ángulo diferente, algo totalmente irrelevante, a lo que obtuve una respuesta igual de irrelevante.

Pasaron los meses, años, de hecho, dejé de trabajar en ese lugar, pero no dejé de ver a personas que no debería de estar viendo, no dejaba de poner mi atención en gente que veía por la calle y que de pronto se quedaban parados sin hacer nada, luego llegaba alguien más e interactuaba de alguna manera con ellos, y suspiraba de alivio al saber que eran personas normales, pero en otras ocasiones, veía personas arriba del techo de las casas, adentro de locales cerrados, en lugares donde se supone que no debería de haber nadie, entonces entendí que por alguna razón, tengo la capacidad de ver personas que los demás no ven, y lo único que me queda por hacer es aprender a vivir con ello, y sobrellevarlo de una manera tranquila.

Autor: Lyz Rayón

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