MI Abuela Historia De Terror 2022

MI Abuela Historia De Terror 2022

Mi abuela, historia de terror… Mi abuela casi alcanza a vivir los ochenta y cinco años, de no ser por los malos hábitos que siempre tuvo desde muy joven. mi abuelo me contó que ella fumaba desde los veinte años, y fue un vicio que mantuvo incluso en los últimos días de su vida.

Todos en la familia nos preocupábamos mucho por esa situación, sin embargo, ella siempre mantuvo una salud de hierro, era muy difícil verla quejándose por alguna dolencia o malestar, era una sabia en cuanto a remedios caseros, y además siempre tuvo el hábito de automedicarse. Yo vivía con mis abuelos en aquella época, básicamente ellos me criaron, tuve un gran amor por ellos, especialmente por mi abuela.

Recuerdo que tenía una rutina muy rígida, y era muy puntual con sus quehaceres, se levantaba muy temprano, sobre las cinco de la mañana, y a lo largo del día daba la sensación de que cronometrara sus labores.

en cambio, mi abuelo era muy diferente, acostumbraba a estar despierto hasta muy tarde, mi abuela le decía que parecía un alma en pena, recorriendo los corredores de la casa solo, inmerso en sus pensamientos, le gustaba mucho leer aunque le costaba mucho por su corta visión.

Durante el día acostumbraba a ayudarle a mi abuela a cuidar las plantas que tenían en la azotea, las cuales daban la sensación de que uno estaba en un monte, eran muchas las plantas. antes de que se pusiera de moda los cultivos orgánicos en la ciudad, nosotros ya teníamos uno en casa.

En mis tiempos libres, después de terminar las tareas y algunas obligaciones domésticas, acostumbramos a jugar con mi abuelo algunos juegos de mesa, le encantaba el dominó, decía que era un juego de estrategia y que no permitía hacer trampa.

Mi abuelo siempre fue de un sueño muy pesado, y por años tuvo la iniciativa de no dormir con ella en la misma cama, siempre dijo que cada uno tenía que tener su espacio. yo creo que fue una decisión sana que tuvieron por la diferencia de horarios de ambos, mi abuela siempre a las ocho de la mañana, abría una tienda la cual administró hasta el día de su muerte.

Cuando yo tenía trece años, mi abuela siempre me levantaba a eso de las siete de la mañana, decía que al que madruga Dios le ayuda, me preparaba un desayuno grande, para ella esa era la comida principal. venía del campo y de la región en donde nació es muy tradicional esta costumbre. Un día me desperté automático sobre las ocho de la mañana, y supe que algo no andaba bien.

Caminé por el corredor con cierta angustia, tenía la sensación de peligro. Cuando entré a su habitación pude ver que estaba recostada sobre la cama, pero en absoluto desorden, ella estaba enredada entre sus sábanas y cobijas, no era normal, pues ella acostumbraba a no moverse cuando dormía, en la posición en la que se acostaba, así mismo se despertaba. lo sé porque de muy pequeño alcancé a dormir con ella, era evidente que había tenido una mala noche.

Me acerqué y la llamé, pero ella no contestaba, cuando me acerqué a su rostro, pude ver que no respiraba y me alarmé mucho, sin embargo, no podía moverme, me quedé petrificado viendo el cuerpo sin vida de mi abuela.

Comencé a gritar, pero mi abuelo no se levantaba, salí corriendo a la habitación de él, y casi le tumbo la puerta a golpes para que se levantara. Todo fue muy rápido, mi abuelo llamó al servicio de emergencias y llegaron en muy poco tiempo, los paramédicos le hicieron resucitación hasta tener el pulso de ella muy débil, pero decían que con eso bastaba para hacerla llegar al hospital. dijeron que habíamos tenido mucha suerte, porque ellos acababan de atender un falso llamado a unas pocas cuadras de nuestra casa.

Cuando llegamos al hospital, tuvieron a mi abuela en cuidados intensivos, estuvimos casi dos días esperando los resultados de la situación de ella, durante ese tiempo nunca recobró la conciencia, toda la familia acudió a verla, y por un momento hubo la esperanza de que sobreviviera.

Al tercer día tuvimos la junta con el médico tratante de ella, a mí no me dejaron entrar, pero pude ver los rostros de mis tías luego del diagnóstico del médico. básicamente mi abuela murió en la casa, ellas me dijeron que según el informe médico, mi abuela había padecido varios infartos, incluso fue revivida nuevamente en el hospital.

La tenían conectada artificialmente, los médicos no entendían cómo mi abuela había soportado tanto dolor, pero que era muy poco probable que por sus propias fuerzas lograra seguir viva si se desconectaba de las máquinas, la decisión fue unánime en mi familia. había que desconectarla.

Fueron semanas en las que se habló mucho de mi abuela, todas mis tías se reunieron durante ese tiempo en casa de mis abuelos a compartir y recordar viejos momentos. recogieron las cosas de mi abuela, y la guardaron como un tesoro, todos se preguntaban qué pasaría conmigo y mi abuelo insistió que podía hacerse cargo de mí, que no le veía problema. nunca me había sentido tan acompañado en mi vida.

Adaptarme a la nueva situación no fue fácil, y tampoco para mi abuelo, ella era el motor de la casa, nada se movía si no lo decía ella, era quien le daba orden a nuestras vidas, pero lo pudimos lograr de a poco.

Era un sábado en la mañana, lo recuerdo muy bien porque mi abuelo recibía un pedido para surtir la tienda, yo estaba ayudándolo a organizar en el aparador unas botanas, cuando comenzamos a ver que entraba agua hacia la tienda.

pensamos que se había roto un tubo del agua o algo, pero era muy raro, cuando comenzamos a buscar de

donde venía toda esa agua que dejó casi toda la casa inundada, vimos la llave del fregadero abierta completamente. mi abuelo de inmediato me recriminó, pero yo le dije que no había sido yo.

Luego de estar escurriendo el agua para que no se metiera en la bodega de los productos, ambos caímos en la cuenta de que eran cerca de las diez de la mañana, y que la llave llevaba abierta por lo menos unas dos o tres horas, coincidía con la hora en la que mi abuela los sábados comenzaba a lavar ropa.

a mi abuelo se le escurrió una lágrima, y me dijo que había sido mi abuela.
Esa noche oramos por el alma de mi abuela, ella tenía un altar de la virgen en la esquina de su habitación, mi abuelo no acostumbraba mucho a orar, pero sacó una velita blanca y rezamos medio rosario.

Recuerdo mucho que cuando más concentrados estábamos, la llama de la vela se hacía más grande.
De un momento a otro se fue la luz, al principio pensábamos que era un apagón general, pero luego vimos que se habían saltado los interruptores de energía de la casa.

Fue muy raro porque el haber sentido que la luz se había ido, hizo que nosotros rezáramos con más fe.
La llave del fregadero, todos los sábados comenzó a abrirse a la misma hora, siete de la mañana, y nosotros volvíamos a cerrarla.

Un día tuvimos que cerrarla cinco veces, y mi abuelo comenzó a preocuparse, decía que el alma de mi abuela no estaba tranquila y que sentía que seguía viva. al principio nos asustábamos, pero con el tiempo nos fuimos acostumbrando.

Una noche mientras jugábamos dominó, mi abuelo comenzó a revolver las fichas, y en el momento que comenzamos a agarrar las fichas, vimos cómo unas cuantas de ellas se movieron solas hacia un costado de la mesa.

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Mi abuelo se quedó en silencio, y me miró fijamente a los ojos cómo diciéndome no me haga bromas, pero al ver mi reacción se quedó perplejo, nos quedamos quietos, y vimos cómo una de las fichas regresaba muy cerca del otro montón de piezas.

Mi abuelo se levantó y me mandó a dormir. la verdad no pude dormir mucho, escuchaba cómo mi abuelo comenzó a mover las cosas de la casa durante la noche, arrastraba solo los muebles, reubicándolos todos de lugar. Ese día mi abuela no se manifestó, me dijo que hacía unos años, un sacerdote le había dicho que eso era un buen método para desorientar a las almas que seguían habitando las casas.

Al día siguiente en la mañana llegaron mis tías de visita, y mi abuelo les contó lo que había pasado por esos días.

Ellas se quedaron atónitas, y acordaron hacer una cadena de oración por mi abuela, yo quise participar, pero no me permitieron hacerlo, así que mientras tanto me quedé deambulando por la casa, y haciendo una que otra tarea.

Mientras estaba recorriendo el jardín de la azotea, comencé a moler unas pastillas de abono, que acostumbraba mi abuela a usar para mantener a las plantas sanas, y fue allí cuando la pude ver, de pie, junto a su flor favorita, en el Cempasúchil.

Yo me fui lento hacia ella, caminando casi en puntitas. cuando parpadeé desapareció.
Me acerqué a la maceta del Cempasúchil, y pude ver que estaba espolvoreado el producto que yo les estaba echando, pero yo no había pasado por esa maceta.

Bajé donde estaban mis tías con mi abuelo, pero ellos seguían orando muy concentrados. me devolví de nuevo a la azotea y allí la vi parada en la escalera limpiando los bordes en donde se une la pared con el piso.

Empecé a llamarla, pero ella no volteaba. subí nuevamente lento las escaleras, hasta que estuve muy cerca de ella e intenté tocarla, pero esta vez desapareció ante mis ojos.

Comencé a correr por los corredores y escaleras de la casa buscándola, pero no la volvía a ver, hasta que de un momento a otro, escuché un sonido fuerte y constante, era la puerta corrediza vertical de la tienda, me sorprendí porque sabía que todos estaban ocupados orando en la habitación de mi abuela.

De hecho mi abuelo cerró la tienda ese día solo para poder orar junto con mis tías. Fui el primero en llegar, y luego cuando llegaron todos pensaron que había sido yo, pero cuando me vieron parado, por mi expresión, se dieron cuenta de que no había sido yo.


Después de ese día, todos estuvieron de acuerdo con vender la casa y estar muy al tanto de mi abuelo, de vez en cuando hacen cadenas de oración por el alma de mi abuela, todos acordaron con que era lo mejor, puesto que mi abuelo estuvo muy mal durante esos meses en los que vivimos la presencia del alma de mi abuela en aquella casa.
Eso fue hace casi veinte años, pero hoy en día, aún sigo orando por el alma de mi abuela.
 
Autor: Luna
Derechos Reservados

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