Bloody Mary Historia De Terror 2022

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Bloody Mary Historia De Terror 2022

Bloody mary, historia de terror… Mary y Carlos eligieron las montañas para intentar olvidar lo que acababan de pasar hacía 2 meses, ese accidente vehicular les cambió la vida, en especial a Mary quien fue la mayor afectada física y psicológicamente.

Carlos salió bien librado, solo con algunos moretones, pero Mary, además de golpes en la cabeza y en la cara, un vidrio del parabrisas se le enterró en el brazo derecho tan profundo que poco faltó para que tocara una arteria.

esta herida le dejó una marca que a ella le parecía horrible y no sabía si se le borraría algún día, además que verla le hacía recordar el trauma que había vivido, situaciones que por momentos la deprimían un poco.

Pensando en distraer a su esposa, Carlos buscó en internet y encontró en renta una cabaña muy bonita y a muy buen precio y lo que era mejor, alejada de la ciudad, así que convenció a Mary para que se fueran por lo menos un fin de semana juntos, y así lo hicieron, el siguiente viernes ya estaban en camino a ese lugar.

Salieron muy temprano porque ninguno de los 2 conocía la zona y no querían llegar de noche ya que si se perdían o les ocurría algún percance corrían más riesgo de no encontrar ayuda.

Sabían que la cabaña estaba alejada del pueblo por lo que se cercioraron de llevar suficientes provisiones.

Al ir metiendo las cosas a la pequeña salita de la cabaña Mary se dió cuenta que aunque afuera estaba el sol radiante, dentro de la cabaña se sentía mucho frío, cerró la puerta y las ventanas y terminaron de acomodar todo lo que llevaban; solo que al intentar encender las lámparas, Carlos se dió cuenta que las pilas ya no servían, lo que le pareció extraño porque antes de salir las revisó y estas funcionaban a la perfección.

Aprovecharon que aún era temprano y fueron en el auto al pueblo.

Durante el camino Mary comenzó a tener una sensación muy extraña que le recorría todo el cuerpo, tenía la sensación de ser observada por alguien desde el asiento trasero del auto, pero no había nadie, solo iban ella y su esposo; al no entender el por qué de esto decidió ignorarlo y puso música en el auto para distraerse.

La única tienda que había en el pueblo no era muy grande pero por lo menos estaba surtida; Carlos tomó las pilas y las puso en el mostrador y mientras Mary fue a los refrigeradores por 2 botellas de jugo, Carlos se puso a hojear unas revistas junto al mostrador.

Mary tomó los jugos, pero al cerrar la puerta del refrigerador, por el reflejo de este, notó que afuera, recargada en su auto estaba de pie una joven quien con una sonrisa extraña en el rostro la miraba fijamente.

Volteó rápidamente, pero ya no había nadie, ni junto al auto ni cerca de este. Llevó rápidamente las cosas a la caja y mientras Carlos pagaba ella se asomó a la calle, pero esta estaba vacía completamente.

Por los nervios que tenía no se dio cuenta que la mujer que atendía en la caja la miraba atentamente y se fue al auto a esperar a su esposo.

Mientras cobraba, la señora que atendía la tienda le preguntó a Carlos si eran turistas y este le contó que sí y que se quedarían ese fin de semana en la cabaña que quedaba pasando la desviación.

Por unos segundos la mujer no supo cómo reaccionar, pero inmediatamente recobró la compostura, le entregó su cambio y lo despidió con una sonrisa un tanto forzada.

En cuanto el auto se alejó, la mujer entró a un cuarto junto a la tienda y le contó lo que acaba de enterarse a una anciana, esta se persignó 3 veces, algo dijo para sí misma y cerró los ojos orando en voz baja.

Llegaron a la cabaña y mientras Carlos se acostaba a descansar, ella se fue a inspeccionar el lugar. La cabaña era de un solo nivel, recorrió la pequeña sala y al llegar al comedor le llamó la atención un cordón que colgaba del techo. Al acercarse se dio cuenta que este era de una escalera que conducía al ático; jaló el cordón y la escalera bajó despacio llegando casi al piso; dudó un poco si subir o no, pero al fin se decidió a hacerlo, no sin temor ya que no sabía si la escalera soportaría su peso.

Por fin llegó al ático sin problema, pero estando arriba tuvo que prender la lámpara de su teléfono porque el lugar estaba completamente oscuro; buscó con la mano el interruptor de la luz, pero al presionarlo, esta no encendió; poco a poco su vista se fue acostumbrando a la oscuridad y viendo un poco mejor, se animó a entrar para recorrerlo.

Al principio caminó con precaución temiendo lo que pudiera haber en el piso, pero se dio cuenta que este parecía seguro. No había muchas cosas a la vista, pero gracias a la lámpara de su celular distinguió al fondo una ventana cubierta con papel negro que retiró con cuidado y la luz de la luna que empezaba a salir se coló por la ventana dando un poco de claridad al lugar.

Revisó el techo y se dio cuenta que el foco había sido retirado o quizá nunca lo habían puesto, no le pareció tan raro ya que el ático es un lugar que, según lo que ella creía, casi nadie usaba.

Se disponía a bajar cuando al fondo de esa habitación vio algo que le llamó la atención, en un rincón, pegada a la pared había una mesa no muy grande y sobre esta había un espejo, una veladora apagada y unos cerillos y en el piso, junto a la mesa había un cepillo para el cabello.

Le llamó la atención que el papel de la veladora no era blanco como los conocía sino que tenía algo, como una imagen que a lo lejos no se distinguía bien.

Se acercó a la mesa para distinguir de qué era la veladora y se sorprendió al ver que el papel tenía impresa la imagen de la muerte, sintió miedo pensar que todo eso tuviera que ver con algún ritual satánico o algo parecido y decidió salirse de ahí recriminándose por haber subido; pero antes de girar para salirse algo en el espejo le llamó la atención, detrás de su reflejo, muy cerca de su espalda había una mujer con vestido negro, cabello largo y una sonrisa que se le hacía muy familiar, era la misma mujer que vio en la tarde, en el reflejo del refrigerador de la tienda.

No quiso voltear, le daba terror el solo pensar que no estaba sola, pero casi se desmaya al sentir que una tibia mano la tomaba con suavidad por el hombro, estaba a punto de gritar cuando la voz de Carlos preguntándole si estaba bien la tranquilizó un poco. Dudó si sería buena idea contarle lo que había ocurrido, pero sabía que su marido no creía en nada esotérico y menos en fantasmas así que seguramente diría que todo era parte de su trauma por el accidente.

Él la tomó de la mano para cuidar que no se fuera a caer y caminó para recorrer el ático. Mientras caminaban hicieron comentarios sobre lo extraño que se veía todo lo que ahí había, pero, como Mary imaginó, Carlos le restó importancia; pero lo que ella no sabía es que no lo hizo por escepticismo sino porque lo que menos quería era que su esposa se sintiera intranquila por nada y menos aún en el lugar donde la había llevado a descansar.

Pero Mary ya no se sentía tranquila, las apariciones de aquella mujer y todo lo que vio en el ático ya la habían puesto muy nerviosa.

En el momento en el que Carlos le dijo a Mary que bajaran escucharon un ruido que venía de afuera acompañado de unas voces, se asomaron por la ventana del ático y vieron a la mujer que los atendió en la tienda del pueblo acompañada de una anciana quien echaba agua alrededor de la casa mientras parecía que rezaba.

Carlos les preguntó qué hacían y la anciana les gritó que se fueran de ahí, que aún estaban a tiempo, que por favor lo hicieran antes de que les ocurriera lo mismo que a los otros y se marcharon rápidamente sin esperar respuesta.

Bajaron del ático confundidos con lo que estaba ocurriendo, primero lo hizo Mary y detrás de ella bajó Carlos, pero antes de poner el pie en la escalera alcanzó a ver algo tirado en el piso que le llamó la atención, un papel con algo escrito a mano y que se notaba que alguien había intentado quemar.

Se esperó a que Mary fuera a la cocina para poder revisarlo bien; este contenía las instrucciones de lo que llevaba por título “El juego de Bloody Mary” y había una pequeña explicación en el que se mencionaba que se usaba para invocar a un espíritu.

Tenía la advertencia de que no siempre funcionaba, pero que cuando lo hacía, ese espíritu se podía llevar a alguien incluso a quien lo estaba jugando y no había forma de recuperarlo.

Después de la explicación tenía una lista con las instrucciones, estas parecían ser muy sencillas, decía que antes que nada se debía acondicionar una habitación para que quedara completamente oscura, se tenía que encender una veladora especial con la imagen de la muerte y ponerla frente a un espejo.

Entonces la persona que haría el ritual tendría que cepillarse el cabello 100 veces mientras repetía en voz alta 3 veces Bloody Mary, todo sin dejar de ver su reflejo en el espejo. A partir de aquí ya todo en el papel era ilegible porque es donde ya estaba quemado.

Carlos no se quiso sugestionar y prefirió decirse a sí mismo que todo eso era una tontería, un juego de niños y no entendía por qué alguien jugaría con algo así; en ese momento llegó a su mente las cosas que encontraron en el ático, el papel oscuro cubriendo la ventana, la falta del foco, la veladora con la imagen de la muerte, que por cierto se veía que ya había sido usada y el cepillo en el piso.

No tenía duda que alguien ya había jugado ese juego, ¿Pero quién en su sano juicio se atrevería a hacer algo así? Y ¿Por qué no habían limpiado el ático antes de rentar la cabaña de nuevo? ¿Será que se habrían metido a escondidas a la cabaña solo para jugar? De ser así tenía que dejar bien cerrado todo antes de acostarse a dormir.

Después de eso ya no le dio más vueltas al asunto y tiró el papel a la basura. Pensó que estaban ahí solo para descansar y a pasarla bien y esos juegos estúpidos no se lo impedirían. Con no volver a subir al ático y cerrar bien puertas y ventanas sería suficiente.

Esa noche, después de conversar de todo un poco se acostaron a dormir temprano, pero aproximadamente a las 3 de la mañana, a Carlos lo despertó un ruido como de pisadas, buscó con la mano a Mary junto a él y no la sintió ni la vio acostada cuando volteó, tampoco estaba ahí dentro de la habitación.

Cuando estaba a punto de levantarse para buscarla, logró ver sus pies por debajo de la puerta.

La vio caminar despacio, imaginó que era por la poca luz que había afuera, pero cuando la escuchó llegar a la cocina prendió la luz, supuso que solo había ido por un vaso de agua y lo confirmó minutos después cuando escuchó que apagaba la luz de la cocina y venía de regreso, pero le extrañó que en lugar de entrar a la habitación se quedara parada afuera, frente a la puerta, se quedó observando unos segundos esperando que entrara, pero en ese momento la puerta del sanitario que estaba dentro de la habitación se abrió y con los ojos muy abiertos y el corazón latiéndole rápidamente vio a Mary salir de él, secándose las manos y levantándose el cabello.

Sin dar crédito a lo que veía, volteó la mirada a la puerta, pero debajo de esta ya no había nada, los pies que segundos antes vio o creyó ver se habían esfumado sin hacer ningún ruido.

No supo qué hacer o decir y recargó la cabeza en la almohada con una mezcla de confusión y miedo. Sentía que el corazón se le salía del pecho, pero se aguantó las ganas de platicarle lo sucedido a su esposa.

Al verlo despierto Mary se disculpó con él porque se imaginó que había hecho mucho ruido y esto lo había despertado; pero él ya no dijo nada, se acomodó de nuevo y cerró los ojos; Mary se acostó a su lado, apagó la luz de la lámpara y se quedó profundamente dormida.

Carlos no pudo dormir, le daba vueltas en la cabeza lo que había ocurrido. Por un momento pensó en que alguien se hubiese metido, pero no podía ser, en primera porque antes de acostarse se aseguró que todo estaba bien cerrado y en segunda porque los zapatos que vio debajo de la puerta eran los mismos o muy parecidos a los que su esposa usaba y justo los tenía puestos cuando salió del baño.

Al otro día temprano Mary se levantó primero, preparó el desayuno y despertó a Carlos para que desayunaran juntos.

Al terminar de desayunar se bañaron y salieron a caminar para despejarse, después fueron al pueblo y pasaron a la tienda, Carlos quería saber por qué esas mujeres habían ido a su casa y por qué les habían dicho que se fueran.

Al entrar vieron a las 2 mujeres sentadas conversando, pero al verlos se quedaron calladas. Mary se adelantó y las cuestionó, les pidió una explicación de lo que habían hecho, pero como respuesta, la anciana tomó su brazo derecho y con una voz que parecía de preocupación le preguntó que cómo se había hecho esa herida.

Soltando su brazo de esa mujer Mary le dijo que había sido un accidente automovilístico, pero la mujer no muy convencida le preguntó si de verdad no se había lastimado en la casa.

Carlos tomó la mano de Mary y les pidió a las mujeres que aún se quedarían un día más así que esperaba no los fueran a molestar.

Al salir, la anciana les gritó que eso que estaba atrapado quería salir y que los necesitaba, que se fueran o uno de los 2 ya no saldría de ese lugar.

Pero sin decir nada, Carlos abrió la puerta del auto para que se subiera Mary, él se subió también y se fueron de ahí.

En el camino lo único que él mencionó fue que no le harían caso a una mujer que a claras luces no estaba bien de su cabeza, aunque por dentro él ya no estaba tan seguro de lo que decía.

Al regresar a la cabaña se encontraron con que la escalera del ático estaba abajo, siendo que ambos estaban seguros que no estaba así cuando se fueron y que habían dejado todo bien cerrado.

Pero aún así tenían que estar seguros que no había ningún intruso así que fue Carlos quien se subió al ático, pero no encontró nada anormal, o no a primera vista; fue hasta que Mary también subió cuando se dieron cuenta de algo que a ambos les erizó la piel: en el espejo, con lo que parecía pintura de labial rojo estaba escrito “Sácame de aquí”.

Carlos limpió rápidamente el espejo y bajó del ático con Mary asegurándole que eso tenía que ser obra de personas que entraron a la cabaña jugar creyéndola abandonada. Por supuesto eso ni él se lo creía ya.

Buscaron en las demás habitaciones y en los alrededores de la cabaña, para ver si encontraban al autor de tan macabra broma pero no había nadie.

Ya estando en la sala, un poco más tranquilos, hablaron de lo que pasó en el ático y decidieron animarse a hablar de lo que habían visto y escuchado desde que llegaron a esa cabaña y la conclusión fue que lo mejor es que se debían ir de ese lugar al siguiente día, en cuanto amaneciera.

Esa noche entre los dos guardaron sus cosas en las maletas y se acostaron a conversar, pero al final el cansancio por el paseo de ese día terminó por vencerlos y se durmieron profundamente.

Justo a las 3:30 de la mañana, Mary escuchó una voz cerca de su oído que le hablaba muy suavemente, sin despertar se levantó y como si estuviera en estado de trance, caminó hacia el comedor, jaló el cordón de la escalera y subió al ático.

Lo primero que hizo fue tapar la ventana con el papel negro que continuaba tirado en el piso, levantó el cepillo y de pie junto al espejo comenzó a cepillar su cabello.

Carlos se movió un poco incómodo cuando escuchó el crujir de la escalera, pero aún adormilado no captó de dónde provenía ese ruido.

Abrió los ojos y se dio cuenta que Mary no estaba acostada, le llamó 2 veces pensando que estaría en el sanitario, pero no obtuvo respuesta.

Se levantó nervioso, recordando lo que había estado ocurriendo, salió de la habitación sin dejar de hablarle a su esposa, pero seguía sin recibir respuesta. Sus nervios se volvieron miedo al ver la escalera del ático abajo. Subió lo más rápido que pudo, pero su pie se atoró en un escalón haciéndolo caer al piso. Ignoró el dolor que le causó este accidente y volvió a subir las escaleras.

Mientras subía de nuevo no podía dar crédito a lo que escuchaba, su mujer acababa de decir “Bloody Mary”, se sentía dentro de una pesadilla.

Al subir todo estaba a oscuras, le gritó a su esposa, pero esta no le contestó, caminó hacia donde estaba la ventana, le quitó el papel y ya con la luz de la luna vio a Mary frente al espejo. Le volvió a hablar, pero ella parecía que continuaba en trance, únicamente se cepillaba el cabello.

Bloody Mary Historia De Terror

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Desesperado apagó la veladora y con mucho esfuerzo por el dolor del pie cargó a su esposa y la bajó. Dejó a Mary en la cama y corrió a cerrar el ático, fue a la cocina por un té e hizo que Mary lo tomara.

Poco a poco ella fue despertando del trance y confundida le preguntó qué había ocurrido. A Carlos no le pareció un buen momento para contarle lo que acababa de pasar, solo le dijo que se tenían que ir en ese momento de ahí.

Pero al caminar hacia el auto con las maletas, se dio cuenta que tenía muy inflamado el pie y cada vez le costaba más trabajo dar el paso.

Sabía que le sería muy difícil manejar y no quería arriesgarla a sufrir otro accidente. Discutieron si se podían ir o quizá se podían aguantar solo por esa noche, pero la respuesta se las dio la escalera del ático, que volvió a bajar al tiempo que las luces de la cabaña se apagaron y prendieron varias veces.

No, definitivamente no se podían quedar en ese lugar ni un minuto más así que ambos acordaron que para que Carlos no se lastimara más el pie lo mejor sería que ella manejara y así lo hicieron.

En cuanto se subieron al auto escucharon un grito que parecía provenir de la cabaña, ni siquiera voltearon, lo único que querían era estar lejos de ese lugar; Carlos le pidió que manejara un poco más rápido.

Avanzaron por una carretera de terracería lo suficiente como para no reconocer en dónde estaban. Carlos le pidió que se detuviera para revisar su teléfono rogando con tener señal, pero era inútil, estaban perdidos en medio de la nada.

Al no poder hacer nada por salir en ese momento y no sin temor decidieron quedarse en el auto hasta que amaneciera, únicamente faltaba poco más de una hora para que el sol saliera.

Apagaron el auto y se dispusieron a descansar un poco. Carlos tomó los abrigos que había puesto en el asiento de atrás, con cuidado le puso el suyo a Mary quien le dio las gracias con un tono de voz y una sonrisa que lo confundió, confusión que se volvió terror cuando vio que la herida ahora la tenía en el brazo izquierdo.

Autor: Guadalupe Villagrán

Derechos Reservados.

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