Mamá Historia De Terror 2024
Mamá, Historia De Terror… Siempre quise ser madre. Mis amigas hablaban de bebés y pañales, mientras yo las escuchaba envidiosa. Cuando conocí a mi esposo, pensé que finalmente había encontrado a alguien con quien construir una familia. Pero después de varios años de intentar sin éxito concebir, mi esposo decidió dejarme, dejándome con el corazón roto y el útero vacío.
Me sumí en la tristeza, pero no perdí la esperanza. Visité a médicos y especialistas, probé todas las opciones disponibles para la fertilidad, pero nada parecía funcionar. Desesperada, me volví hacia la única opción que me quedaba: hacer un pacto con el diablo.
La idea de hacer un pacto con el diablo me aterraba, pero estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para tener un hijo. Me había enterado de la existencia de rituales oscuros a través de una vieja amiga, Yolanda, quien se dedicaba a la santería. Había perdido contacto con ella hace años, pero la busqué en internet y encontré su dirección en una pequeña tienda esotérica.
Fui a verla en persona y le expliqué mi situación. Me sorprendió lo dispuesta que estaba a ayudarme, y me habló de rituales antiguos que podrían cumplir mis deseos. Pero también me advirtió que hacer un pacto con el diablo nunca terminaba bien.
El día del ritual llegó, y Yolanda me condujo a una pequeña habitación en la parte trasera de su tienda esotérica. En el centro de la habitación había un círculo dibujado en el suelo con tiza blanca, rodeado por velas negras y rojas que iluminaban el espacio con una luz ominosa.
Yolanda me indicó que me sentara en el centro del círculo, mientras ella comenzaba a entonar cánticos en una lengua extraña. En ese momento, sentí que algo cambiaba en el aire, y una presencia malévola pareció manifestarse en la habitación.
La vela más grande, la que estaba en el centro del círculo, comenzó a parpadear y la llama se volvió más grande. Entonces, escuché una voz susurrando en mi oído, ofreciéndome un trato. Sabía que era el diablo, aunque no podía verlo, y su voz era hipnótica, seductora y, al mismo tiempo, aterradora.
Sentí un miedo indescriptible, pero también una fuerza interior que me impulsaba a aceptar el trato. Sabía que no podía vivir sin un hijo, y estaba dispuesta a arriesgar cualquier cosa para conseguirlo. Entonces, levanté mi mano derecha y la coloqué sobre el círculo.
La voz del diablo se hizo más fuerte, y la habitación comenzó a temblar. La vela central se apagó de repente, dejándonos en completa oscuridad. Pero de alguna manera, la voz del diablo seguía hablando conmigo en mi mente.
Me ofreció un bebé sano, fuerte y hermoso, que crecería para ser un líder en su campo elegido. A cambio, tendría que entregarle mi alma cuando llegara el momento. Sabía que estaba haciendo algo terrible, pero no podía resistir la idea de tener un hijo propio.
Finalmente, acepté el trato. La habitación se llenó de luz roja, y pude ver que la vela central se había vuelto a encender. Yolanda comenzó a cantar de nuevo, y sentí que la presencia del diablo se desvanecía. El ritual había terminado, y el precio por mi desesperación estaba por pagar.
Durante el embarazo, experimenté un dolor constante en todo mi cuerpo. Los dolores de cabeza y mareos eran tan intensos que a veces no podía moverme de la cama. Además, sufría de náuseas y vómitos constantes, lo que hacía que fuera difícil comer y mantenerme hidratada.
También tuve pesadillas horribles todas las noches. En ellas, el diablo me acechaba en la oscuridad, prometiendo que mi bebé sería el suyo y que yo había firmado mi alma para siempre. Me despertaba en medio de la noche gritando y sudando, sintiendo que algo me estaba observando en la oscuridad.
Cuando llegó el momento del parto, pensé que moriría. El dolor era tan intenso que gritaba y lloraba sin control. Los médicos trataron de tranquilizarme, pero sabía que algo andaba mal. Podía sentir la presencia del diablo a mi alrededor, susurrando en mi oído, prometiéndome que todo saldría bien.
Después de que mi hijo nació, los médicos me dijeron que todo había salido bien y que ambos estábamos sanos. Pero yo sabía que algo andaba mal. Mi bebé tenía un brillo extraño en los ojos y parecía ser mucho más fuerte de lo que debería ser un recién nacido. No importaba cuánto lo alimentara, siempre parecía tener hambre. Además, tenía una piel pálida y fría como la de un muerto, y su respiración era irregular.
Mamá Historia De Terror
Pero a pesar de todas mis preocupaciones, me enamoré de mi hijo al instante. Me sentí abrumada por el amor que sentía por él, y me prometí a mí misma que lo cuidaría y protegería con todo lo que tenía.
Sin embargo, rápidamente descubrí que cuidar a mi hijo era mucho más difícil de lo que había imaginado. Tenía un apetito insaciable y nunca parecía estar satisfecho. Además, siempre estaba inquieto, como si quisiera explorar el mundo a su alrededor.
Las pesadillas también continuaron después del nacimiento de mi hijo. Me despertaba en medio de la noche, sudando y temblando, sintiendo que algo malvado estaba acechando en las sombras. A veces, juraba haber visto una figura oscura moviéndose en la esquina de mi habitación, pero cuando encendía la luz, no había nada allí.
Pero a pesar de todos los desafíos, amaba a mi hijo más que nada en el mundo. Era mi todo, y no podía imaginar mi vida sin él. Sin embargo, sabía que algo andaba mal, y que mi bebé no era como los demás.
Los primeros años de vida de mi hijo fueron difíciles. Desde su nacimiento, sentí que algo no estaba bien. Aunque parecía un bebé normal en apariencia, su comportamiento era extraño. No se interesaba por los juguetes, no lloraba cuando tenía hambre, simplemente emitía un sonido extraño para llamar mi atención. Además, a veces creía oír una voz terrorífica proveniente de su habitación, lo que me hacía sentir escalofríos.
Mi hijo no era como los demás niños de su edad. Era muy antisocial, y evitaba el contacto visual con cualquier persona, incluso conmigo. Me sentía sola en la crianza de mi hijo, y a menudo me preguntaba si había hecho lo correcto al hacer un pacto con el diablo para tenerlo. Pero al mismo tiempo, no podía imaginar mi vida sin él.
La verdadera señal de alerta llegó cuando mi hijo cumplió cinco años. Ese día, la directora de su preescolar me llamó para decirme que mi hijo había lastimado gravemente a uno de sus compañeros. No quería creerlo, pero las marcas en el cuerpo del otro niño eran evidentes. Traté de hablar con mi hijo, pero no parecía entender la gravedad de sus acciones. Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de que algo no estaba bien.
Además, las mascotas del vecindario empezaron a desaparecer. Al principio pensé que era un simple coyote o zorro, pero luego empecé a notar la extraña mirada que mi hijo le daba a los animales en el parque. Era una mirada fría, sin emociones, como si los viera como objetos en vez de seres vivos. Empecé a temer que mi sospecha fuera cierta: que mi hijo era responsable de las desapariciones.
A partir de ese momento, mi vida se convirtió en una pesadilla constante. Vivía en constante miedo, nunca sabía qué podía hacer mi hijo a continuación. Intenté buscar ayuda profesional, pero no encontré a ningún especialista que pudiera entender la verdadera naturaleza de mi hijo. Todo el mundo lo veía como un niño problemático, pero yo sabía que había algo más allá de sus comportamientos rebeldes.
Las noches eran especialmente aterradoras. A menudo me despertaba en medio de la noche con la sensación de que alguien estaba observándome. Me levantaba de la cama para revisar el cuarto de mi hijo, pero siempre estaba profundamente dormido. Sin embargo, cuando regresaba a mi habitación, a veces escuchaba una risa macabra que provenía del cuarto de mi hijo. No sabía si era real o solo una parte de mis pesadillas, pero cada vez que lo escuchaba, sentía una fría sensación recorrer todo mi cuerpo.
A medida que mi hijo crecía, se volvía más y más antisocial. No tenía amigos, ni siquiera quería salir a jugar con los niños del vecindario. Prefería pasar todo el día en su habitación, a solas. Yo intentaba hacer planes con él, pero siempre los rechazaba con una indiferencia que me dolía en el alma. Me había convertido en una extraña para mi propio hijo, y eso era lo que más me aterraba.
Una noche tuve un horrible sueño en el cual estaba de pie en una habitación oscura y lúgubre. Podía sentir la presencia de alguien más allí, aunque no podía ver a nadie. Entonces, escuché la voz de mi hijo, pero sonaba diferente, como si fuera una mezcla entre la voz de un niño y algo más oscuro y siniestro.
Me di cuenta de que había alguien a su lado, pero no pude verlo con claridad. Solo podía ver una figura alta y oscura, vestida elegantemente, pero su rostro estaba como difuminado, lo que me hizo sentir aún más inquieta.
Empecé a acercarme a mi hijo, pero algo me impedía llegar a él. Entonces, mi hijo comenzó a hablar en un idioma extraño y desconocido para mí. A pesar de que no entendía lo que decía, pude sentir la maldad en sus palabras.
Fue entonces cuando la figura alta y oscura comenzó a hablar también, pero esta vez en un tono más bajo y amenazante. No podía entender lo que decía, pero su voz me hizo temblar de miedo.
Desperté de mi sueño alterada y sudando frío. Sabía que lo que había soñado no era solo una pesadilla común y corriente. Sentía que algo siniestro estaba sucediendo con mi hijo, y que debía hacer algo para detenerlo antes de que fuera demasiado tarde.
Después de aquel sueño, todo fue de mal en peor. Empecé a escuchar cosas extrañas en la habitación de mi hijo. Era como si estuviera hablando con alguien, pero cuando entraba, el cuarto estaba vacío. A pesar de que trataba de ignorarlo, sabía que algo siniestro estaba pasando.
Las cosas empeoraron cuando mi hijo comenzó a asistir nuevamente a la escuela. Me llamaban constantemente de la dirección, ya que había lastimado a otros niños y había mostrado un comportamiento extremadamente violento. Intenté hablar con él sobre su comportamiento, pero siempre respondía de una manera extraña, como si estuviera hablando con alguien que yo no podía ver.
Fue expulsado de todas las escuelas a las que lo envié. Incluso intenté llevarlo a terapia, pero se negó rotundamente a hablar con el terapeuta. Parecía como si su mente estuviera completamente controlada por una fuerza oscura.
No podía soportar más la situación y empecé a alejarme de mi propio hijo. Me sentía atemorizada y sin control sobre la situación. Incluso mi propia salud comenzó a deteriorarse a causa del estrés y la ansiedad que me causaba mi hijo.
A medida que mi hijo entraba en la adolescencia, sus comportamientos se volvían cada vez más extraños. No solo incrementaba su agresividad, sino que también empezó a interesarse por el ocultismo y la magia negra. Me encontré con libros oscuros en su habitación, pentagramas dibujados en las paredes y velas negras encendidas. No tenía idea de cómo detenerlo, pero sabía que necesitaba ayuda.
Empecé a sentirme desesperada, sin saber a quién acudir para ayudarlo. La noche de su cumpleaños número 16, lo encontré solo en su cuarto. Había apagado todas las luces y las cortinas estaban cerradas. Cuando abrí la puerta, un olor a quemado me golpeó en la cara. Encendí la luz y me encontré con un cuarto lleno de velas encendidas y símbolos extraños pintados en las paredes.
Mi hijo estaba sentado en el centro de la habitación, rodeado de libros antiguos y objetos extraños. Miré hacia él y noté que había cambiado mucho. Su mirada era fría y calculadora, su piel pálida y sus rasgos faciales más afilados. Me dio un escalofrío.
Mi hijo parecía estar en trance, y su cuerpo temblaba violentamente. De repente, sus ojos se abrieron de par en par, y pude ver que estaban completamente en blanco. Una extraña voz comenzó a salir de su boca, y pude sentir un escalofrío recorriendo mi cuerpo.
Me acerqué lentamente, con cautela, tratando de no hacer ruido. Pero, de repente, sentí como si un fuego abrazador quemara mi piel. Un dolor intenso recorrió todo mi cuerpo, como si me hubieran sumergido en ácido. Retrocedí rápidamente, cayendo al suelo y gritando de dolor.
Me levanté con dificultad del suelo, sintiendo un fuerte dolor de cabeza y un mareo que me hizo tambalearme. Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que estaba en el cuarto de mi hijo y no había rastro de lo que había pasado la noche anterior. La habitación estaba perfectamente ordenada, como si nada hubiera sucedido allí.
Miré hacia la cama de mi hijo, pero él no estaba allí. Me levanté y salí de la habitación, buscándolo por la casa, pero no había rastro de él en ningún lugar. Lo llamé por teléfono, pero no contestó. Empecé a preocuparme por su seguridad, así que decidí volver a su habitación para ver si había dejado alguna pista.
Cuando entré en su cuarto de nuevo, algo extraño sucedió. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo y una sensación de terror se apoderó de mí. Miré a mi alrededor y todo parecía estar en orden, pero algo no estaba bien. No pude explicarlo, pero sentí como si estuviera siendo observada por algo o alguien.
Intenté acercarme a la cama de mi hijo, pero de repente, sentí como si un fuego abrazador quemara mi piel. Retrocedí de inmediato, confundida y asustada. No entendía lo que estaba sucediendo y me sentí completamente impotente.
Me quedé allí parada, sin saber qué hacer. Sabía que algo extraño estaba sucediendo con mi hijo y con su habitación, pero no sabía cómo enfrentarlo. Me di cuenta de que estaba completamente sola en esta situación y no tenía idea de cómo solucionarla. El miedo me invadió y me sentí totalmente indefensa.
Aunque parecía que no había pasado nada, yo sabía que algo estaba mal. Mi cuerpo todavía estaba dolorido y mi mente confusa. Me levanté y salí del cuarto, decidida a no volver nunca más.
Pero no pude dejar de pensar en lo que había visto. ¿Era mi hijo un demonio?, Aquella podría ser una posibilidad muy grande, después de todo yo había hecho un pacto con el diablo para tenerlo. Me sentía atrapada en una pesadilla interminable.
Durante las semanas siguientes, traté de evitar a mi hijo tanto como pude. Pero él parecía saber lo que estaba sucediendo. Me buscaba constantemente, me seguía por la casa con su mirada penetrante. Me sentía como una presa, observada constantemente por mi propio hijo.
Una noche, mientras estaba sola en mi habitación, escuché un ruido en la puerta. Era mi hijo, que estaba parado afuera. Estaba a punto de abrirle cuando escuché como si algo tallara la madera de la puerta de mi habitación, aunque no podía verlo sabía que estaba sosteniendo un cuchillo en su mano. Sentí que mi corazón se detenía. ¿Qué estaba haciendo mi hijo?
Intenté mantener la calma mientras hablaba con él a través de la puerta cerrada. Le pregunté por qué tenía el cuchillo, pero él no me respondió. Solo se quedó allí, parado. Finalmente, se dio media vuelta y se fue.
Me quedé allí, temblando de miedo. Sabía que no podía seguir así. Tenía que hacer algo para protegerme a mí misma y a los demás. Pero ¿qué podía hacer contra mi propio hijo, un ser demoníaco?
Después de ver a mi hijo afuera de mi habitación, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Sabía que algo estaba mal, muy mal. Decidí pedir ayuda, intenté llamar a alguien, pero me di cuenta de que el teléfono estaba desconectado. No entendía qué estaba sucediendo.
Fui a la puerta de entrada para intentar salir de la casa, pero estaba cerrada con llave y no podía abrirla. Me di cuenta de que estaba atrapada allí con mi hijo y con lo que fuera que estaba con el. Traté de mantener la calma, pero no podía dejar de sentirme aterrorizada.
De repente, empecé a escuchar ruidos extraños. Parecía que alguien o algo estaba caminando por la casa. Me quedé quieta, intentando no hacer ningún ruido para no llamar la atención de lo que fuera que estaba allí. Pero los ruidos se hicieron más fuertes y se acercaban a mi habitación.
Me encontré en el suelo, con mi hijo encima de mí. Sus ojos habían cambiado a un color rojo sangre y podía sentir su aliento caliente en mi cara. Intenté luchar, pero era demasiado fuerte. Me agarró de los brazos y me tiró contra la pared.
Me sentí desesperada, sabía que tenía que hacer algo para protegerme. Miré alrededor y vi un objeto afilado, una tijera, en la mesa de noche. Me arrastré hacia ella, agarrándola con fuerza.
Mi hijo me miró con una sonrisa malvada mientras se acercaba hacia mí. No pude soportarlo más, así que le clavé las tijeras en el brazo. Gritó de dolor y trató de quitárselas. Aproveché la oportunidad para escapar, corriendo hacia la puerta trasera, la cual para mí fortuna de hallaba abierta.
Después de ese episodio, no recuerdo mucho más, pero recuerdo correr hacia la puerta de salida y sentir como si mi corazón fuera a salirse de mi pecho. Al abrir la puerta, corrí hacia la casa de mi vecino, llamando a su puerta con todas mis fuerzas.
Cuando finalmente me abrió, me llevó adentro y me calmó. Juntos llamamos a la policía, pero cuando llegaron y revisaron la casa, no encontraron a mi hijo en ninguna parte. Simplemente había desaparecido sin dejar rastro.
No he vuelto a saber nada de él desde entonces. Pero a veces, por la noche, todavía siento su presencia en mi casa. Escucho pasos en los pasillos, y a veces siento como si alguien me estuviera mirando. No sé si es mi imaginación o si algo sobrenatural está sucediendo, pero sé que nunca volveré a dormir en esa casa.
Desde entonces, he vivido en varias casas diferentes, pero siempre tengo la sensación de que algo me persigue. He intentado encontrar respuestas, sé que mi deseó por ser madre me llevó hasta todo esto por lo que tengo que pagar las consecuencias de lo que he hecho.
Autor: Canek Hernández
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