La Visita Del Nahual Historia De Terror 2023

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La Visita Del Nahual Historia De Terror 2023

La Visita Del Nahual Historia De Terror… Me llamo Esther, antes de contarles mi historia quiero decirles que yo no creía mucho en estas cosas de fantasmas o espantos, aunque sí había vivido muy apegada a la religión desde niña, mi abuela me enseñó todos los rezos y rituales que sabía, me llevaba cada ocho días a la iglesia y me preparó para mi primera comunión.

Yo me críe con ella y con mi mamá, mi papá falleció cuando yo era muy chica, y entonces mi mamá se dedicó a trabajar para sacarnos adelante. Ella trabajaba de enfermera en el hospital regional, casi nunca estaba en casa, por eso pasaba la mayor parte del tiempo con mi abuela, y aunque permitió que me inculcara todas sus creencias, siempre le decía: «ya decidirá ella cuando crezca».

Al principio, todo esto de los rezos lo tomaba como un juego, pero al pasar de los años lo empecé a sentir como una carga, había muchas cosas que no me gustaban, pero al final las hacía porque me lo pedía mi abuela.

Y así transcurrió nuestra vida sin grandes sobresaltos, hasta que un día mi abuela de la nada enfermó de gravedad, perdió el movimiento de casi todo su cuerpo y quedó postrada en cama, apenas y abría los ojos, le diagnosticaron cáncer, los médicos no nos dieron muchas esperanzas, por lo que mi mamá decidió que nos la trajéramos a la casa, para que pasara sus últimos días con nosotras.

Fueron meses muy difíciles, nos dedicamos en cuerpo y alma al cuidado de ella.

Una noche mientras revisaba el suero y sus medicamentos, me asusté cuando vi que intentó enderezarse sobre la cama, al tiempo que balbuceó algo incompresible, como pude reaccioné y la recosté de nuevo sobre la almohada, chequé que la jeringa en su muñeca no se hubiera zafado y entonces, cuando intenté tocar su frente para tomar su temperatura de repente abrió los ojos, me asustó otra vez, hacía algunas semanas que no los abría, me miró con ternura y apenas murmuro: «¡mi niña!», y con mucho esfuerzo movió su mano y me señaló un cajón de su tocador, me paré y fui hasta el mueble, al abrirlo y revolver las cosas que había adentro encontré una pequeña bolsa de gamuza, se la llevé y la puse entre sus manos, con mucho trabajo quitó el pequeño nudo, era un hermoso rosario de plata, entonces empezó a toser y cuando le acerqué el vaso de agua, me agarró del brazo y puso el rosario en mi mano apretándome, con sus últimas fuerzas alcanzó a decirme al oído: «te protegerá».

Se recostó nuevamente y cerró sus ojos. Yo estaba desconcertada, volví a guardar el rosario en la bolsita de gamuza y sin darme cuenta lo metí en una de las bolsas de mi chamarra y me senté en el sillón a lado de su cama para continuar mi guardia. Por la noche llegó mi mamá para relevarme, me fui a mi habitación a dormir un rato.

Mi abuela falleció esa misma madrugada, yo estaba dormida mi mamá fue a despertarme, no fue necesario que me lo dijera, las lágrimas en sus ojos y su expresión de tristeza lo decía todo. Iniciamos los preparativos del funeral.

La velamos por la noche en la casa, en compañía de algunos familiares y vecinos, y al otro día por la mañana la enterramos, junto a mi abuelo y mi papá. Regresamos a casa totalmente abatidas. Por la tarde despedimos a los últimos familiares y nos acostamos a dormir temprano.

Yo caí como piedra y dormí profundamente por varias horas, pero a eso de las dos de la madrugada me desperté, tenía una sed espantosa y me fui a la cocina, al pasar por la sala, empecé a escuchar muchos ruidos extraños en el portón de madera de la entrada, primero escuché como si alguien lo empujara suavemente, pensé que era alguna corriente de aire, pero las sacudidas se empezaron a hacer cada vez más violentas, se escuchaban los golpazos tan fuertes, como si alguien lo pateara  y arañara con mucha furia.

El ruido despertó a mi mamá quien bajó rápidamente, al verme en la sala se sorprendió y me preguntó qué es lo que estaba pasando, me alcé de hombros y juntas nos acercamos a la ventana, hicimos ligeramente a un lado la cortina y nos asomamos, pero solo podíamos ver la parte adentro que se sacudía violentamente por los golpes. Nos quedamos mirando, asustadas, cuando de pronto cesaron los golpes.

Yo tuve toda la intención de salir a ver qué había sucedido, pero mi mamá me detuvo, me dijo que mañana por la mañana le hablaría a uno de mis tíos para que viniera a acompañarnos y revisar.

No quise contradecirla, yo en verdad quería salir para saber qué había pasado, pero habían sido días muy duros para ambas, así que le hice caso y me regresé a mi cuarto.

Al otro día, mientras desayunábamos escuchamos el timbre de la sala, salimos al patio y nos acercamos temerosas al portón, mi mamá gritó preguntando quien era, la voz de mi tío Carlos nos tranquilizó, yo quité los seguros y salimos.

El ya revisaba los golpes, la madera esta mallugada y aparecían como rasguños a lo largo de todo el portón. Mi tío siguió revisándola otro rato, después nos metimos todos a terminar nuestro desayuno, mientras comíamos nos comentó que probablemente había sido algún animal, en el suelo había muchas pisadas como de pezuñas, quizá de un toro o de una cabra, pero no descartó a un lobo por los rasguños sobre la madera.

La explicación medio tranquilizó a mi mamá, yo intuía que era algo más pero no supe cómo explicarlo. Se despidió de nosotras.

Llegó la noche nuevamente y todo parecía ir normal, pero exactamente a la una de la mañana, se empezó a escuchar nuevamente como golpeaban el portón, primero suave y después violentamente, parecía que alguien o algo quería entrar a la casa, mi mamá toda espantada marcó a la comandancia del pueblo, pero la línea sonó todo el tiempo ocupada, entonces no tuvo más remedio que volver a marcarle a mi tío Carlos, al colgar escuchamos que las embestidas se hicieron más fuertes, en algún momento pensé que no aguantaría la vieja madera del portón, pero al cabo de unos minutos, todo volvió a quedar en silencio.

Mi tío vivía hasta el otro extremo del pueblo, llegó después de media hora con uno de mis primos. Le marcaron a mi mamá cuando ya estaban afuera, entonces salimos. Como traían sus lámparas ya revisaban la puerta, en la parte de abajo ya se habían roto varias tablas, mi tío nos comentó que un poco más y se hubiera abierto un boquete o que incluso se pudo haber caído una parte del portón.

Le dijo a mi primo que se regresara que él se quedaría con nosotras para que mañana temprano se dedicara a repararlo. Mi primo se subió a la camioneta y se fue. Todos nos metimos a la casa.

Al otro día, desde muy temprano mi tío se dedicó a trabajar en las reparaciones. Yo intuía que no era un animal común, entonces se me ocurrió colocar un espejo en lo alto de la marquesina del lado de la calle, de forma que desde dentro se pudiera ver el lado de afuera del portón.

Por la tarde se despidió mi tío y nos comentó que ya había hablado con un amigo de la comandancia, para que se dieran unas vueltas por las noches y así estuviéramos más tranquilas.

Creímos que todo iba a estar bien, pero apenas habían pasado unas horas desde que se había ido y sonó el teléfono, era mi tía Roció, la esposa de mi tío Carlos, nos dijo que él había sufrido un accidente y que estaba en el hospital regional, mi mamá no lo pensó mucho, buscó algo de dinero y se fue, no sin antes decirme que me encerrara muy bien.

 Pasaron las horas y cerca de las diez y media de la noche mi mamá habló por teléfono, me dijo que mi tío estaba bien, que al parecer solo se había lastimado una pierna, que no era fractura y que mejoraría pronto y que ya solo estaba esperando a que uno de mis primos se desocupara para que la trajeran, me volvió a pedir que por nada del mundo saliera de la casa.

Colgué algo temerosa y me fui al patio para ponerle los seguros al portón, me metí y después me acomodé en la sala a esperar a mi mamá.

Me quedé dormida, no sé cuánto tiempo, entre sueños escuché los azotes del portón otra vez, me paré asustada y corrí a la ventana a asomarme, parecía que esta vez sí se caería. No supe qué hacer y en ese momento recordé el regalo de mi abuela, subí corriendo a mi habitación buscando la chamarra en donde había guardado el rosario de plata, las revisé todas, apresurada, hasta que lo encontré, me bajé nuevamente corriendo y salí al patio, el portón parecía estar en las últimas, pensé que se caería de un momento a otro, busqué con la mirada el espejo que había puesto en la marquesina, sin imaginar siquiera la horrible sorpresa que me encontraría…

¡Era una criatura espantosa!, que parecía un lobo gigante que estaba parado sobre sus dos patas traseras, pero aquellas patas se parecían más a las de una cabra, y que en lugar de garras parecían tener pezuñas, sus patas delanteras eran demasiado grandes para su cuerpo, parecían colgarle hasta llegar al piso, con unas garras muy largas como cuchillos y de su hocico asomaban unos gigantescos colmillos babeantes y de pronto, sentí sus pequeños ojos rojos sobre mí.

Pensé que me desmayaría, las piernas se me doblaron y caí de rodillas, agarré el rosario de plata entre mis manos, cerré los ojos y empecé a rezar en voz alta, con toda la fe que podía, lo más fuerte que podía, tratando de opacar los bufidos de aquella bestia terrorífica, y recé y le pedí a mi abuela que me protegiera.

La Visita Del Nahual Historia De Terror

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El portón dejó de moverse. Escuché que un automóvil se acercaba, me levanté y quité los seguros y abrí. Era mi mamá con mi primo. Al bajar de la camioneta los dos se quedaron mirando aterrorizados lo que quedaba de aquel portón.

Entramos por nuestras cosas personales y nos regresamos con mi primo a su casa. Al otro día, mi mamá solicitó un cambio en el hospital donde trabaja, corrió con suerte, le asignaron un lugar en la ciudad.

Por la tarde regresamos con una mudanza por el resto de nuestras cosas, al salir no pude evitar mirar de reojo el portón destrozado a punto de caerse. Fue la última vez que vi la casa, mi mamá la vendió a los pocos meses, y desde entonces nunca más hemos vuelto a hablar de lo que pasó aquella noche. Aún conservo el rosario de plata de mi abuela.

Autor: Luis Martínez Vásquez

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