La Anciana Nahual Historia De Terror 2024

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La Anciana Nahual Historia De Terror 2024

La Anciana Nahual, Historia De Terror… Cuando era joven, vivía en un pequeño pueblo en Oaxaca, donde trabajaba como asistente de una santera, la bruja del pueblo. Era una anciana de avanzada edad, pero la gente del pueblo la respetaba y temía por sus habilidades mágicas. Yo disfrutaba ayudarla, ya que el trabajo no era difícil y las ganancias eran muy buenas para mi edad.

Aquel pueblo estaba repleto de supersticiones y leyendas que se transmitían de generación en generación. Historias de espíritus errantes, criaturas del bosque y maldiciones ancestrales eran contadas en voz baja en las noches oscuras, mientras los adultos se reunían en torno a la hoguera y los niños escuchaban con los ojos muy abiertos.

Una de esas leyendas era la de “La Llorona”, una mujer condenada a vagar eternamente por las riberas de los ríos en busca de sus hijos ahogados. Se decía que si uno la escuchaba llorar, el dolor y la desesperación que emanaban de sus sollozos podían enloquecer a quien los oyera.

Como asistente de la santera, me encargaba de recolectar hierbas medicinales, llevar mensajes a los habitantes del pueblo y asistir en sus rituales. Pero más allá de estas tareas cotidianas, también tenía acceso a conocimientos ocultos y antiguos, conocimientos que la anciana compartía conmigo a medida que ganaba su confianza. Fue entonces cuando empecé a comprender la verdadera naturaleza del mundo en el que vivía, un mundo donde la magia y lo sobrenatural eran tan reales como las sombras que se cernían sobre nosotros en las noches sin luna.

Una tarde, después de completar mis tareas del día, la santera me llamó a su lado. Su voz era grave y temblorosa, como si algo la perturbara profundamente. Me contó que había tenido una visión de un gran mal que se cernía sobre el pueblo, un mal que solo podía ser detenido si llevábamos a cabo un ritual de protección en la próxima luna nueva.

Me instruyó a recolectar ciertos ingredientes raros y peligrosos, como el veneno de una serpiente coralillo y el corazón de un cuervo negro. También me enseñó un encantamiento que debía memorizar y recitar durante el ritual. Me advirtió que no debía contarle a nadie sobre lo que estaba haciendo, ya que aquellos que no comprendían la magia podrían interferir y poner en peligro nuestras vidas y las de todo el pueblo.

Así que, con la carga de ese secreto en mis hombros, me adentré en el bosque en busca de los ingredientes. Noches sin dormir y días de arduo trabajo me esperaban mientras luchaba contra las fuerzas de la naturaleza y lo desconocido. La soledad y el miedo eran mis únicos compañeros mientras me enfrentaba a criaturas y espíritus que jamás hubiera imaginado.

Finalmente, la noche de la luna nueva llegó. La santera y yo nos reunimos en un claro del bosque, cerca del río donde se decía que la Llorona vagaba.

Esa noche, el aire estaba cargado de electricidad, como si la atmósfera misma estuviera sosteniendo la respiración, esperando el resultado del ritual. La santera comenzó a recitar palabras antiguas, mientras yo sostenía los ingredientes y repetía el encantamiento que ella me había enseñado. A medida que la luna se alzaba en el cielo, las sombras parecían retorcerse y moverse a nuestro alrededor. Sin embargo, más que algo sobrenatural, tuve la sensación de que aquellas sombras eran producto de mi imaginación y el miedo que me embargaba.

La tensión se disipó lentamente y la noche volvió a su estado de calma. La santera aseguró que el mal había sido contenido, pero no pude evitar sentir una cierta inquietud que me acompañó en los días siguientes.

Un día, la santera me dijo que iríamos a visitar a una enfermera en las afueras del pueblo. Ella había estado experimentando mala suerte y había visto cosas extrañas en su casa. La santera quería hacer una limpia y yo debía ayudarla. Acepté, entusiasmado por la idea de ganar aún más dinero.

Cuando llegamos a la casa de la enfermera, nos encontramos con una mujer cansada y asustada. Sus ojos estaban llenos de preocupación y tristeza, y se notaba que no había dormido bien en mucho tiempo. La santera comenzó a preparar la limpia, mezclando hierbas y agua bendita, mientras yo encendía velas y sahumaba cada rincón de la casa.

Mientras realizábamos la limpia, la enfermera nos contó su historia. Resulta que había estado cuidando a un anciano enfermo que vivía solo en una casa cercana. El hombre había fallecido recientemente, y desde entonces, la enfermera había experimentado una serie de eventos desafortunados e inexplicables. Al principio, ella creyó que se trataba de coincidencias o malos sueños, pero pronto comenzó a sospechar que algo más siniestro estaba en juego.

En el transcurso de la limpia, la santera y yo encontramos varias cosas que podrían haber estado contribuyendo a la mala suerte y los fenómenos extraños. Había una habitación en la casa donde la enfermera guardaba objetos personales del anciano fallecido, y allí encontramos un espejo antiguo y una serie de fotografías. La santera explicó que estos objetos podían estar reteniendo la energía del anciano y causando los problemas en la casa.

Después de completar la limpia y deshacernos de los objetos, la enfermera sintió un alivio inmediato. Su casa parecía más ligera y su rostro reflejaba gratitud y esperanza. Aunque no había nada sobrenatural en lo que habíamos hecho, la enfermera estaba convencida de que la santera y yo habíamos alejado a un espíritu vengativo.

Al dejar la casa de la enfermera, no pude evitar pensar en la delgada línea entre la realidad y las leyendas que habían moldeado nuestra percepción del mundo.

Aquella noche, cuando ya estábamos a punto de llegar a casa de la santera, el teléfono sonó. La voz temblorosa de la enfermera al otro lado de la línea nos informó que la paz había sido efímera. A pesar de la limpia, de nuevo empezaba a escuchar cosas extrañas en su casa. Mencionó que había hablado con su vecina, quien le reveló que el anciano al que cuidaba en vida había sido un nahual, un ser capaz de transformarse en animal. La vecina sospechaba que el alma del anciano no se había ido, y en cambio, permanecía en su casa.

La santera, con un rostro preocupado, nos pidió que fuéramos al día siguiente para investigar más a fondo y ver si podíamos hacer algo más. Acepté, aunque la inquietud y el miedo comenzaban a apoderarse de mí.

Al llegar a la casa de la enfermera al día siguiente, nos recibió un ambiente aún más sombrío y opresivo que antes. La luz del sol apenas lograba filtrarse a través de las ventanas, y las sombras parecían moverse furtivamente en las esquinas. Un escalofrío me recorrió la espalda mientras percibía una presencia siniestra en la habitación donde habíamos encontrado los objetos personales del anciano.

La enfermera nos contó que durante la noche, había escuchado ruidos inexplicables y susurros ahogados provenientes de esa habitación. A medida que la oscuridad se hacía más profunda, los ruidos se intensificaban hasta convertirse en gruñidos y aullidos, como si un animal salvaje estuviera atrapado dentro de la casa. Además, había percibido un olor nauseabundo, como el de carne en descomposición, que parecía emanar de las paredes.

Mientras la santera examinaba la habitación, noté que el espejo antiguo que habíamos retirado el día anterior había regresado a su lugar en la pared. Me acerqué con cautela y pude ver que el vidrio estaba empañado y las manchas de humedad formaban figuras grotescas y retorcidas. Fue entonces cuando algo me llamó la atención: en el reflejo del espejo, pude ver a una criatura espeluznante, mitad humano, mitad bestia, observándonos desde una esquina de la habitación. Sus ojos amarillentos brillaban con una intensidad malévola, y su boca, llena de dientes afilados y sucios, se retorcía en una sonrisa sádica.

La Anciana Nahual Historia De Terror

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La santera, dándose cuenta de mi terror, también miró al espejo y su rostro palideció al ver la abominación que nos acechaba. Sin perder tiempo, comenzó a recitar un conjuro de protección y nos ordenó a la enfermera y a mí que formáramos un círculo a su alrededor mientras ella trazaba símbolos místicos en el suelo con tiza y sal.

La atmósfera se volvió aún más densa y pesada, y el aire se llenó de un gemido lastimero y escalofriante. La criatura en el espejo parecía enfurecerse, su imagen se retorcía y deformaba mientras emitía gruñidos guturales. La habitación temblaba bajo la influencia de fuerzas sobrenaturales, y los objetos comenzaron a moverse por sí mismos, levantándose en el aire y estrellándose contra las paredes en una cacofonía de caos y destrucción.

La santera continuó recitando el conjuro con voz firme y decidida, a pesar del terror que nos embargaba a todos. A medida que sus palabras resonaban en la habitación, la figura en el espejo parecía debilitarse y disolverse lentamente en la penumbra. El gemido lastimero se convirtió en un lamento desesperado, y finalmente, en un susurro inaudible.

De repente, el aire se aclaró y la habitación volvió a la normalidad. El espejo en la pared ya no mostraba la imagen de la criatura, sino simplemente nuestro propio reflejo, tembloroso y exhausto. La santera nos aseguró que el espíritu del nahual había sido expulsado y no volvería a atormentar a la enfermera.

Agradecida y aliviada, la enfermera nos abrazó y nos dio las gracias con lágrimas en los ojos. La santera, aunque cansada, parecía satisfecha con su trabajo y nos indicó que era hora de marcharnos.

Mientras nos alejábamos de la casa de la enfermera, no pude evitar sentir una mezcla de asombro y temor por lo que acababa de presenciar. Había experimentado de primera mano la realidad del mundo sobrenatural que había creído hasta entonces solo como leyendas. A partir de ese día, mi percepción de la vida y de la magia cambiaría para siempre.

Al día siguiente, llegué a la casa de la santera y vi a una anciana afuera. La mujer tenía marcas en su rostro y piel que parecían ser producto de un sufrimiento inimaginable. Sus arrugas eran profundas, como si hubieran sido talladas por el mismo tiempo en su carne. Su piel estaba cubierta de cicatrices y manchas oscuras, testimonio de una vida llena de penurias y secretos. Su semblante era frío y aterrador, como si fuera la encarnación misma de la muerte.

Sus ojos, hundidos y rodeados por sombras oscuras, me miraban fijamente, como si pudieran ver hasta lo más profundo de mi alma. A pesar del sol que brillaba en el cielo, una sensación de frío y desasosiego me invadió, haciéndome temblar involuntariamente.

Le saludé con las buenas tardes, pero ella no me respondió. Su boca, casi sin dientes y torcida en una mueca desagradable, permanecía cerrada. Sin embargo, pude percibir un murmullo bajo y gutural que parecía emanar de su garganta, como si estuviera recitando alguna maldición o conjuro en un idioma desconocido.

Intentando no darle importancia a su comportamiento, me subí al auto con la santera, listo para ir a la casa de la enfermera. La santera, sin embargo, me informó que la anciana los acompañaría en esta ocasión. La había llamado para ayudar con el caso de la enfermera, ya que su experiencia y habilidades eran muy respetadas en el mundo de lo oculto.

La anciana se subió al auto en silencio, y su presencia parecía llenar el espacio con una energía opresiva y oscura. A medida que nos acercábamos a la casa de la enfermera, la atmósfera se volvía cada vez más pesada, como si una tormenta estuviera a punto de estallar.

Al llegar, la anciana examinó la casa con sus ojos penetrantes y comenzó a murmurar en voz baja, como si estuviera hablando con seres invisibles. Luego, sacó de su bolsa un conjunto de objetos extraños: huesos, piedras, hierbas secas y un cuenco de cerámica. Con un gesto autoritario, ordenó a la santera y a mí que la siguiéramos al interior de la casa.

El interior de la casa parecía haber sido tomado por una energía oscura e inquietante. Las sombras se retorcían en las paredes y el aire estaba cargado de una electricidad estática que erizaba los vellos de la nuca. La anciana se movía con un propósito claro, deteniéndose en cada habitación y realizando rituales con sus objetos místicos.

Al entrar en la habitación donde habíamos visto la criatura en el espejo, la anciana se detuvo en seco y su rostro se contorsionó en una expresión de profundo disgusto. Podíamos sentir una presencia maligna y amenazante en el ambiente, como si el espíritu del nahual hubiera regresado para vengarse.

La anciana nos pidió a la santera, a la enfermera y a mí que saliéramos de la casa de inmediato. Insistió en que debía enfrentarse a la entidad maligna que habitaba la vivienda por sí misma, ya que su poder y conocimiento eran cruciales para expulsar al espíritu del nahual definitivamente. A regañadientes, obedecimos su mandato, preocupados por lo que podría suceder dentro de la casa pero conscientes de que no teníamos otra opción.

Una vez fuera de la casa, la enfermera y la santera se quedaron en el auto, hablando en voz baja sobre lo que había ocurrido y lo que podría suceder. Sus rostros mostraban una mezcla de temor y preocupación, pero también respeto y admiración por la anciana que habían dejado enfrentarse al mal en solitario.

Mientras tanto, decidí dar una vuelta alrededor de la casa para mantenerme ocupado y tratar de calmar mi nerviosismo. El exterior de la casa estaba en un estado de abandono y decadencia, con la pintura descascarada y las ventanas sucias y rotas. El jardín estaba cubierto de maleza y las ramas secas y retorcidas de los árboles parecían extender sus dedos esqueléticos hacia el cielo.

El suelo crujió bajo mis pies a medida que avanzaba, y el viento siseaba a través de las hojas muertas y los arbustos espinosos. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me daba cuenta de que el aire alrededor de la casa estaba mucho más frío de lo normal, como si la entidad maligna hubiera traído consigo una atmósfera helada y sobrenatural.

En mi caminar, noté que el cielo se oscurecía rápidamente y las nubes se arremolinaban en un patrón inusual, como si estuvieran siendo manipuladas por fuerzas invisibles. Un trueno retumbó en la distancia, y una sensación de malestar se apoderó de mí. La casa parecía estar viva, como si pudiera sentir la lucha que se libraba en su interior.

Me detuve junto a una ventana rota, donde la cortina rasgada se agitaba al viento como un fantasma pálido. A través de la abertura, pude escuchar el sonido de la anciana cantando en un idioma extraño y antiguo, su voz resonaba en las paredes de la casa como un eco del pasado. Sus palabras parecían contener un poder inconmensurable, y me encontré hipnotizado por el sonido, casi como si estuviera siendo arrastrado hacia el interior de la casa por el canto.

El aire alrededor de la ventana comenzó a vibrar y distorsionarse, como si la realidad misma estuviera siendo alterada por las fuerzas en conflicto dentro de la casa. La tensión en el ambiente se volvía insoportable, y sentía una presión creciente en mi pecho, como si una mano invisible estuviera apretándome con fuerza.

Mientras miraba por la ventana, vi a la anciana a través de una abertura en la cortina rasgada. Estaba quitándose la ropa, revelando su cuerpo cubierto de cicatrices y marcas oscuras. Me detuve a observar, incapaz de apartar la mirada de lo que estaba sucediendo. Lo que presencié a continuación me dejó petrificado y aterrorizado.

La piel de la anciana comenzó a estirarse, como si fuerzas invisibles estuvieran tirando de ella en todas direcciones. Sus venas se volvieron visibles bajo su piel arrugada, creando un patrón grotesco y terrorífico. Su espalda comenzó a encorvarse, y sus huesos crujieron y se realinearon con un sonido que me heló la sangre. Era como si su cuerpo estuviera siendo transformado en algo no humano.

Su mandíbula se hizo más grande y desproporcionada, desgarrando su boca en una abertura grotesca. Pelos oscuros y ásperos comenzaron a brotar de su piel arrugada, cubriéndola en una capa espesa y desordenada. Colmillos largos y afilados aparecieron en su boca, reemplazando sus dientes marchitos y amarillentos. Su nariz se transformó lentamente en la de un perro, achatada y húmeda, mientras que sus ojos se volvían amarillos y brillantes, como los de un depredador nocturno.

La criatura en la que se había convertido la anciana era una visión espantosa, una mezcla de humano y animal que desafiaba toda lógica y naturaleza. Sus garras afiladas rasgaban el aire mientras se movía con una agilidad sorprendente, y sus músculos tensos y poderosos se destacaban bajo su piel erizada.

Mientras observaba con horror, la criatura levantó la cabeza y olfateó el aire, como si pudiera oler el miedo que emanaba de mí. Sus ojos amarillos se fijaron en los míos a través de la ventana, y por un momento, sentí como si me estuviera mirando directamente al alma.

Aún confundido y aterrado por lo que había presenciado, corrí hacia el auto, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Me senté en silencio, tratando de procesar lo que acababa de ver. Nunca había presenciado algo tan espeluznante y monstruoso, y no sabía si debía decirle a la santera lo que había visto. Opté por mantener la boca cerrada, temiendo que hablar de ello podría traer más problemas y peligros.

Cuando la anciana salió de la casa, parecía haber vuelto a su forma humana. Los tres nos subimos al auto y la anciana le dijo a la enfermera que había recorrido toda su casa y había encontrado espíritus y mala energía. Realizó un conjuro para asegurarse de que no volvería a suceder nada más en la casa, utilizando la magia para expulsar y alejar el alma errante con facilidad y precisión.

La enfermera agradeció profundamente a la anciana por su ayuda, y todos nos fuimos de ahí. Al llegar a la casa de la santera, ella me pagó por mi ayuda y me despedí para regresar a casa. A medida que me acercaba a mi hogar, la oscuridad de la noche se sentía aún más densa y amenazante de lo habitual, y no pude evitar mirar a mí alrededor con nerviosismo.

Casi llegando a casa, sentí una mano fría y huesuda que se posaba en mi brazo, deteniéndome en seco. Mi corazón se detuvo por un momento y, al girarme, me di cuenta de que era la anciana quien me había agarrado. Sus ojos penetrantes me miraron con una mezcla de advertencia y amenaza, y su voz temblorosa me dijo que sabía que la había visto en su forma de nahual.

Sus palabras fueron claras y contundentes: si revelaba lo que había visto, ella me encontraría dondequiera que estuviera y me haría pagar por traicionar su secreto. El miedo y el temor se apoderaron de mí, y asentí con la cabeza en silencio, prometiendo no decir nada de lo que había presenciado. Con una última mirada amenazante, la anciana soltó mi brazo y desapareció en la oscuridad de la noche, dejándome allí temblando y preguntándome qué más ocultaban la santera, la anciana y las leyendas de nuestro pequeño pueblo en Oaxaca.

Después de ese día, la santera nunca me llamó de nuevo y, aunque tenía pesadillas con la anciana nahual, nunca le conté a nadie sobre lo que había visto. Los años pasaron y la vida siguió su curso, pero la experiencia aterradora que viví en aquel entonces siempre quedó grabada en mi mente y en mi corazón.

Ahora, muchos años después, finalmente he decidido contar mi historia. Quizás sea por la necesidad de liberarme del peso que he llevado en secreto durante tanto tiempo, o quizás sea para advertir a otros sobre los peligros que pueden acechar en la oscuridad, en las sombras de las leyendas y nahuales.

Pero, incluso mientras escribo estas palabras, siento un escalofrío en mi columna vertebral, recordando el terror que sentí al ver a la anciana transformarse en un animal. Aunque han pasado muchos años desde ese encuentro, aún siento el miedo y la inquietud que me provocó aquella noche. No puedo evitar preguntarme si la anciana nahual sigue viva, acechando en las sombras y protegiendo sus secretos con ferocidad y violencia. Y, aunque he decidido contar mi historia, una parte de mí no puede evitar temer que, algún día, ella pueda encontrar la forma de cumplir su amenaza y hacerme pagar por haber revelado su oscuro secreto.

Autor: Anónimo

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