La Visita De La Abuela Historia De Terror 2024
La Visita De La Abuela, Historia De Terror… La persona más cercana a mí después de mi madre fue mi abuela Lupe, ella era la mujer más amable y comprensiva que jamás haya pasado por este planeta. Ella estuvo conmigo desde el día que llegué a este mundo y ya que papá no estaba en la fotografía por mucho tiempo, solo fuimos nosotros tres. Y ya que mi madre debía trabajar mucho para sacarnos adelante, mi abuela fue quien prácticamente me crio.
Uno de los dolores más fuertes que experimenté en mi vida fue cuando mi abuela me sentó a la mesa para explicarme sobre una enfermedad que según le informaron los doctores ya estaba en un estado muy avanzado. Mi abuela fue muy valiente ante su enfermedad; sin embargo, solo logró vivir un par de años después de su diagnóstico.
En su lecho de muerte, yo estuve a su lado. Recuerdo cómo sujeté su mano mientras me decía que yo era lo más preciado de su vida. También me dio una caja musical que solía poner cada noche antes de dormir y me aseguró que mientras no la olvidara, ella nunca me dejaría solo.
Esas fueron las últimas palabras que nos dijimos, ya que murió esa misma noche. Los siguientes días después de eso fueron bastante difusos para mí, ya que me sumergí en un profundo duelo. Deseaba tanto que mi abuela volviera a estar conmigo; ese era el único deseo que yo tenía en aquel momento de mi vida. Sin embargo, me parece que mi dolor y desesperación atrajeron a algo con lo que jamás me hubiera gustado involucrarme.
Era una noche oscura y silenciosa, como si el mundo entero se hubiera sumido en un profundo sueño. Yo estaba acostado en mi cama, incapaz de dormir por completo. Aunque estaba medio despierto, mis sentidos permanecían alerta; aquello había sido así desde la muerte de mi abuela. Fue entonces cuando oí un suave crujido en la casa, como si alguien estuviera caminando sigilosamente por los pasillos.
Mi mente inmediatamente se llenó de pensamientos inquietantes: ¿un ladrón, tal vez? Con el corazón latiendo rápidamente, me levanté de la cama y me asomé por la puerta del cuarto. Para mi sorpresa, reconocí ese distintivo aroma floral que llenaba el aire. Era el perfume de mi abuela, dulce y reconfortante, un perfume que ella usó durante toda su vida.
Tenía miedo, pero también me sentía intrigado por aquella presencia. Una parte de mí quería creer que se trataba realmente de mi querida abuela. Escuché cómo recorría la casa, enderezando adornos y moviendo sillas. Por un momento, me pareció que estaba acomodando las cosas tal y como a ella le gustaba en vida; era casi como si estuviera reviviendo viejas costumbres.
De pronto, la escuché tarareando una antigua canción que solía cantarme a veces. Era una canción que le había compuesto mi abuelo, el cual yo no conocí, pero gracias a esto estaba seguro de que no podía tratarse de otra cosa que no fuera mi abuela. Sé que están pensando que debía estar loco como para estar tan tranquilo tras experimentar algo así; sin embargo, mi razón no estaba bien en esos momentos de mi vida. Pensé incluso en bajar para verla, pero cuando estaba a punto de decidirme, algo me detuvo en seco.
Escuché claramente cómo aquel espíritu, que pensaba yo que se trataba de mi abuela, dijo en un leve susurro mi nombre. Aquello no tendría nada de raro salvo por qué ella jamás me llamaba así, ya que esta siempre me había llamado por un apodo cariñoso el cual solo ella me llamaba y nadie mas.
Aquello me desconcertó y me volvió a la realidad en solo un instante. La escuché ascender con dificultad por la escalera, quejándose suavemente por la altura de los peldaños. Podía imaginar sus manos, desgastadas por la artritis, aferrándose al barandal mientras luchaba por subir.
Mis pensamientos se agitaron y mi mente comenzó a imaginar su presencia en el pasillo, acercándose a mi habitación. Sabía que venía hacia mí, por lo que, sin saber qué hacer, decidí volver a la cama, cubrirme de pies a cabeza con las sábanas y fingir estar dormido. El aroma de su perfume llenó la habitación mientras se paraba en el umbral de mi puerta. Cerré los ojos con fuerza, temiendo lo que vendría a continuación.
Aterrorizado y paralizado por el miedo, me encontraba acostado en mi cama sin atreverme a mover un músculo. La figura de mi abuela se inclinó sobre mí, y pude sentir su mano huesuda tocar mi cabeza por encima de las cobijas. A pesar de tener las sábanas que me cubrían, podía sentir claramente lo gélida que estaba su mano, como el hielo mismo. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras su voz gastada y suave resonaba en la habitación. Ella movía suavemente mi cabeza mientras me cuestionaba si me encontraba dormido al mismo tiempo que me pedía alistarme para ir al parque.
El terror me impedía hablar o moverme. No podía creer lo que estaba sucediendo. Sabía con certeza que mi abuela había fallecido hace unos días atrás y, sin embargo, allí estaba, hablándome como si nada hubiera pasado. No sabía qué más hacer, por lo que en mi mente intenté rezar, solo que sin importar cuánto lo intentara, no podía recordar ninguna oración.
El ambiente se volvió aún más pesado, y mi corazón latía con tanta fuerza que temía que mi abuela lo escuchara. Intenté concentrarme en cualquier otro pensamiento para alejar el miedo, pero sus palabras resonaban en mi cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de su mano fría sobre mi cabeza se repetía una y otra vez.
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Intenté resistir, incluso cuando ella jaló las cobijas con fuerza, yo seguí tratando de mantenerme cubierto, pero su fuerza era increíble para una mujer de su edad y estado. Con un tirón brusco, las cobijas fueron arrancadas de mis manos, dejándome completamente expuesto a la oscuridad de la habitación.
Sin embargo, me negaba a abrir los ojos. Me sentía atrapado en un sueño aterrador, pero sabía que no estaba soñando. Un aliento fétido y enfermizo inundó mi nariz, y apenas podía soportarlo. Mi mente luchaba por encontrar una explicación racional para lo que estaba experimentando, pero era imposible. La voz de mi abuela seguía resonando en mis oídos, haciéndome dudar de mi propia cordura.
Finalmente, no pude soportarlo más y abrí los ojos. Para mi horror, no había nadie más en mi habitación, solo yo en medio de la oscuridad. El aroma nauseabundo seguía presente, mezclado con el dulce perfume floral de mi abuela. La confusión y el miedo se apoderaron de mí mientras intentaba entender lo que acababa de suceder.
Mi corazón seguía latiendo desbocado, pero no podía quedarme en la cama esperando a que algo ocurriera. Tomé valor y decidí enfrentar la situación. Me levanté con cuidado, tratando de no hacer ruido, y encendí la luz de mi habitación. La iluminación parcialmente disipó la oscuridad, pero aún así, sentía que algo me observaba desde las sombras.
Traté de convencerme de que todo había sido producto de mi imaginación y el profundo duelo que atravesaba. Me aferré a la caja musical que mi abuela me había entregado antes de partir y la hice sonar. Su melodía me brindaba algo de consuelo y me ayudaba a calmar mis nervios.
Sin embargo, una cosa era cierta: mi abuela estaba muerta. Lo había presenciado con mis propios ojos y había asistido a su funeral. No podía aceptar que había tenido un encuentro sobrenatural con su espíritu, pero los hechos eran ineludibles.
Decidí no contarle a nadie sobre lo ocurrido esa noche. ¿Quién me creería? Seguro me tomarían por loco o asustado por el duelo de mi abuela. Pero en lo profundo de mi corazón, sabía que lo que había experimentado era real.
Los días siguientes, intenté ignorar lo sucedido y seguir adelante, pero cada noche, el aroma floral llenaba mi habitación, y escuchaba sus pasos por la casa. No sabía si aquello era una bendición o una maldición. ¿Era realmente mi abuela volviendo para estar conmigo o algo más siniestro y oscuro que se hacía pasar por ella?
Las semanas pasaron y, para mi horror, el olor a perfume se había vuelto cotidiano en la casa. Ya ni siquiera me sobresaltaba al escuchar los ruidos nocturnos en mi habitación y por toda la casa. Por suerte, las visitas de lo que creía que era el espíritu de mi abuela se limitaban a caminar por los pasillos y mover algunos muebles, como las sillas y los sillones. Pero no había nada reconfortante en saber que mi abuela fallecida estaba presente en la casa, incluso si sus intenciones parecían inofensivas.
Lo peor era que mi madre me culpaba por los cambios en la disposición de los muebles. Por más que le decía que no era yo quien los movía, nunca me creía. Era frustrante, pero entendía que, para ella, todo debía tener Una explicación lógica.
Durante los días siguientes, me esforcé por seguir con mi vida normalmente, intentando dejar atrás el encuentro terrorífico con el espíritu de mi abuela. Pero las noches se volvieron aún más inquietantes. Cada vez que cerraba los ojos para dormir, sentía una presencia cercana, como si alguien estuviera observándome desde las sombras del cuarto.
El agotamiento comenzó a apoderarse de mí, ya que apenas podía conciliar el sueño y cuando lo lograba, pesadillas perturbadoras invadían mi mente. En esas pesadillas, veía a mi abuela transformarse en una figura demoníaca, su rostro retorcido por la maldad, persiguiéndome por pasillos oscuros y angostos. No podía comprender por qué tenía esos sueños; estaba seguro de que mi abuela jamás podría estar atormentándome de ese modo, sin embargo, no tenía a nadie con quien hablar por lo que me sentía más solo que nunca.
Una noche, mientras me encontraba solo en casa debido a que mi madre trabajaba hasta tarde como era costumbre, decidí tomar un baño para relajarme y liberar algo de tensión. Estaba absorto en mis pensamientos cuando me sumergí en la tina para enjuagarme. Abrí los ojos bajo el agua, y para mi horror, vi una silueta oscura justo al lado de la tina. El agua no me permitía ver con claridad, pero pude distinguir claramente cómo esta entidad levantaba su mano y la sumergía en la tina, sujetando mi cabeza e impidiéndome salir a la superficie.
El pánico se apoderó de mí mientras luchaba desesperadamente por liberarme del agarre implacable. Cada segundo que pasaba me quedaba sin oxígeno, y la sensación de ahogo se volvía insoportable. Mientras luchaba por mi vida, podía escuchar la risa siniestra de aquella entidad, una risa que parecía emanar de las profundidades del más allá.
Mis pulmones ardían, y mi visión comenzó a nublarse. Pensé que no sobreviviría a esa terrible experiencia, que mi abuela estaba tratando de llevarme al otro lado. Una desesperación incontrolable se apoderó de mí mientras luchaba por liberarme del agarre implacable de la entidad.
Pero justo cuando sentía que mi fuerza se desvanecía, la entidad me soltó abruptamente, permitiéndome finalmente salir a la superficie para respirar con ansias y desesperación. Logré salir a la superficie, tosiendo y jadeando, pero el horror no había terminado. La silueta oscura seguía allí, observándome fijamente con ojos vacíos y malévolos.
En un acto de puro instinto de supervivencia, salí de la tina y corrí hacia mi habitación, dejando un rastro de agua tras de mí. Mi corazón latía tan fuerte que parecía querer escapar de mi pecho. Me encerré en mi cuarto y empujé un mueble pesado contra la puerta, esperando que eso fuera suficiente para mantenerme a salvo. No podía explicar lo que había sucedido, pero sabía que había estado al borde de la muerte esa noche.
Las noches posteriores a ese terrorífico encuentro se convirtieron en una tortura para mí. Sabía en lo más profundo de mi ser que aquella entidad no podía ser mi abuela. Ella nunca me haría daño de esa manera. La verdadera esencia de mi abuela era amorosa y protectora, y lo que se cernía sobre mí en esas oscuras noches era algo completamente diferente y malévolo. Recuerdo incluso haber leído algunas cosas sobre el hecho de que si deseabas algo con mucha fuerza, algo podría responder a tu llamado, sin embargo, lo que comúnmente solía responder no solía ser bueno.
Aquello me dejó bastante intranquilo. No tenía idea de qué hacer o qué pensar al respecto. Sabía que aquella cosa, la cual había tomado la forma de mi abuela, tal vez por mi desesperación de querer volver a verla, por lo que seguramente era mi culpa y lo que más me atormentaba era pensar que tal vez debido a esto el espíritu real de mi abuela no podía descansar en paz.
Una noche, mientras yacía somnoliento en mi cama, fui despertado por una suave melodía, casi como la música de una bailarina. Traté de adaptar mi visión a la oscuridad de mi habitación y apenas pude ver mejor. Allí estaba de nuevo, la silueta de aquella horrible entidad, brincando torpemente alrededor de la habitación. Parecía como si intentara realizar un ballet, pero sus movimientos eran toscos y descoordinados. En un momento de torpeza, golpeó mi escritorio, tirando muchas de las cosas que había sobre él.
El ruido me sobresaltó, y la entidad giró hacia mí, sus ojos vacíos ahora fijos en los míos. La melodía que emitía se intensificó, pero ya no era tan melódica como antes, se había vuelto discordante y siniestra. Era como si la entidad se estuviera burlando de mí, disfrutando de mi miedo y angustia.
Sin embargo, esta vez algo dentro de mí cambió. Me negaba a seguir siendo una víctima de esta terrorífica presencia. A pesar de mi temor, sentí una ira ardiente surgir en mi interior. ¿Cómo se atrevía a tomar la forma de mi amada abuela y atormentarme de esta manera?
Con aquel valor aún latente recorriendo mi cuerpo, decidí que debía tomar el asunto en mis manos. Tenía una linterna escondida debajo de mi almohada. La tomé rápidamente y alumbré hacia aquella figura espeluznante. Aunque se veía arrugada como mi abuela, sus rasgos eran completamente diferentes. Tenía los ojos hundidos y el cabello apenas era una sombra de lo que solía ser. Casi parecía como si solo tuviera algunas tiras de cabello colgando de su cabeza. Además, estaba mojada, con agua escurriendo de su cabellera y formando charcos en el suelo.
La entidad se detuvo en seco cuando la luz de la linterna la iluminó, como si hubiera sido sorprendida en el acto. Sus ojos vacíos parecían inyectarse de ira ante mi valentía. Sin embargo, en lugar de retroceder, me mantuve firme y desafiante, sosteniendo la linterna frente a mí como un escudo contra la oscuridad que representaba.
Fue entonces cuando grité con mucha rabia a aquella entidad que me dejara tranquilo, ya que no le tenía miedo. Hasta el día de hoy no tengo idea de dónde saqué el valor para decirle todo eso. Estoy seguro de que le dije un par de cosas más, solo que la adrenalina del momento vuelve bastante difuso aquel momento de mi vida.
La entidad pareció titubear por un momento, como si mi actitud desafiante la tomara por sorpresa. Pero pronto, su expresión se retorció en una malévola sonrisa mientras reía con una voz espeluznante que resonaba en toda la habitación. Su risa era como la de mil almas atormentadas, una cacofonía de sufrimiento que me erizó la piel.
Antes de que pudiera decir o hacer algo más, mi linterna se apagó, dejándome de vuelta entre penumbras. La entidad se abalanzó sobre mí, envolviendo sus manos frías y húmedas alrededor de mi cuello, tratando de ahorcarme. Escuché su voz, con una malvada imitación de la voz de mi abuela, diciéndome que todo estaría bien, que no me resistiera, y que pronto estaría junto a mi abuela. Luché con todas mis fuerzas, pero sentía que me faltaba el aliento. Aquel escalofriante espectáculo fue escuchado por mi madre, quien acudió rápidamente a mi habitación para ver qué estaba sucediendo.
Al abrir la puerta, mi madre quedó horrorizada al ver aquella entidad sobrenatural sobre mí, intentando asfixiarme. La luz que entró por la puerta pareció hacer desvanecer momentáneamente a la entidad. Me encontraba apenas consciente, pero afortunadamente, estaba bien, salvó por unas marcas en mi cuello que aún conservo hasta el día de hoy.
Mi madre me sacó de la habitación y mientras salíamos de la habitación, pude escuchar la risa malévola de la entidad retumbando por toda la casa. Mi madre cerró la puerta de la habitación y me llevó a la sala de estar. Estaba visiblemente preocupada, pero trató de mantener la calma para tranquilizarme. Le conté sobre todas las experiencias aterradoras que había tenido desde que mi abuela falleció y cómo esa entidad se hacía pasar por ella, usando su apariencia para asustarme.
Después de escuchar mi historia, ella se disculpó conmigo por no haberme prestado la suficiente atención como para darse cuenta antes. Luego de eso, mi madre llamó a un sacerdote, quien bendijo la casa y a mí, buscando protección contra cualquier mal que acechara. No fue algo sencillo, de hecho, requirió de muchas sesiones para que poco a poco la actividad paranormal cesara por completo.
Desde aquel día, las visitas de aquella entidad cesaron, y no volví a experimentar nada similar. El sacerdote había traído una sensación de paz y protección a la casa. Sin embargo, siempre me mantengo alerta, pues sé que el mal puede acechar en la oscuridad, esperando una oportunidad para regresar.
Aunque mi vida volvió a una aparente normalidad, la experiencia me dejó cicatrices profundas y una sombra de temor que nunca desaparecerá por completo. Cada noche, antes de dormir, rezo por la protección de mi abuela y de cualquier entidad malévola que pueda acechar. No puedo evitar estar alerta, pues sé que el mundo es un lugar misterioso y lleno de secretos oscuros, y nunca sabemos qué nos aguarda en la oscuridad de la noche.
Autor: Aurora Escalante
Derechos Reservados
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