La Anciana Historia De Terror 2024

la-anciana-historia-de-terror

La Anciana Historia De Terror 2024

La Anciana, Historia De Terror… Conducía por la carretera, en medio de una madrugada fría y desoladora, en esos momentos estaba pasando por situaciones difíciles en mi vida, cambios, deudas, enojos, rupturas, entonces todo se me hacía más sencillo de mandar a volar, iba a 120 kilómetros por hora en mi coche, cuando el límite en el área indicaba que no se debe de exceder de 80 km/h.

De pronto recordé a mis hijos, quienes se habían quedado con mi ex mujer, pero que podía ver una vez a la semana, recordé a mis padres también, recordé algunas cosas buenas que me quedaban en la vida, lo que me hizo sacar un poco el pie del acelerador y reducir la velocidad hasta donde los señalamientos lo indicaban.

Me llamo Lucas, aquella noche hace 6 años iba conduciendo hacia el estado de Puebla, en México, me mudaba temporalmente hacia allí por una oferta de trabajo, pero como lo mencioné con anterioridad, pocos eran mis ánimos de seguir adelante, es curioso que lo que me sucedió en esa carretera haya sido en la etapa de mi vida donde más vulnerable me encontraba, de momentos estuve seguro que no viviría para contar la siguiente historia, pero quizás deba estar aquí para que mi historia sea constancia de que no debes de dejar entrar a tu vehículo a gente desconocida, por más inofensiva que esta parezca a la distancia.

En medio del camino, en la carretera Hidalgo – Puebla, a eso de las 11:00 de la madrugada, conducía de prisa, pues el camino era solitario y había una extraña indiferencia en mí, la depresión de entonces me ganaba por momentos, pero después de unos instantes de introspección logré mantener la calma y disminuir la velocidad.

Al borde del oscuro camino, empecé a distinguir una silueta, era una persona que caminaba enseguida de la carretera, ahí, en medio de la nada, solitaria, lenta, con un paso famélico, pronto me percaté que en efecto, era una persona que avanzaba sin ningún tipo de compañía y con un paso nada apresurado.

Al estar cerca de ella, noté que giró la cabeza para ver mi coche, pero pasé demasiado rápido, por lo cual no pude distinguir su rostro, ella llevaba un rebozo que le cubría la cabeza, un suéter de lana y una falda larga y oscura, con unas botas que cubrían sus tobillos.

Su presencia ahí me desconcertó mucho ¿Qué hacía una anciana en medio de la nada? No había visto algún coche detenido, señal de que se le hubiera averiado el transporte y decidiera continuar a pie en busca de ayuda, además, el poblado más cercano aún estaba muy lejos para llegar caminando, faltaba fácilmente una hora para ver rastros de civilización, aparte de la carretera.

Algo me decía que continuara, pero no lo hice, frené y esperé a que esa mujer pasara por mi lado de nueva cuenta.

No creo en fantasmas, o en cosas paranormales, no suelo atribuirle lo “inexplicable” a espíritus, o cosas más allá de nuestro entendimiento, por lo que la anciana no me daba la impresión de ser algo sobrenatural, estaba convencido de que se trataba simplemente de una mujer que sufrió algún percance en su viaje, y se encontraba de camino a alguien que la ayudara, en ese momento esperé ser ese alguien.

La anciana pasó enseguida de mí, junto a la puerta del copiloto de mi coche, se quedó ahí de pie, como sin saber qué es lo que tenía que hacer, su aspecto era normal, no parecía estar herida o sucia, su ropa era limpia y su presencia no me causaba ningún tipo de asombro.

Quité el seguro de la puerta, entonces ella abrió y se agachó un poco para verme directamente a los ojos y pedirme permiso para ingresar.

¿Puedo pasar? -. Me cuestionó con una voz grabe, pero calmada.

Le dije que sí, ella se adentró en el vehículo, a mi lado y seguí conduciendo.

Me llevé una sorpresa con aquella mujer, pues en realidad era una persona bastante carismática, hablaba bastante y su sentido del humor era cuanto menos peculiar, había algo en ella, no sé cómo describirlo, una extraña sensación de familiaridad, era como si ya la hubiera conocido desde antes, su mirada era cambiante, sus ojos oscuros, lo único quizás extraño, era su sonrisa, pues por cualquier cosa sonreía demasiado, sus dientes y sus encías eran totalmente visibles cuando lo hacía, era lo único de ella que me resultaba relativamente perturbador, pues sus ojos al sonreír permanecían iguales que cuando su rostro estaba serio, sus ojos no cambiaban, lo cual se veía extraño, sus facciones eran algo toscas, parecía tener algunas cicatrices alrededor de la cara, por lo que asumí que utilizaba el rebozo para ocultarlas.

Me dijo que terminó en medio del camino después de una discusión con su esposo, quien la obligó a bajarse y la abandonó ahí, yo no lo podía creer, no me parecía posible que una persona hiciera eso con otra, menos tratándose de un matrimonio, estuve a punto de decirle que se había casado con un hombre desalmado que poco o nada le importaba su seguridad al dejarla varada en medio de una oscura carretera, era horrible, una situación extraordinaria que no pensé que pudiera sucederle a alguien.

La Anciana Historia De Terror

la-anciana-historia-de-terror
la-anciana-historia-de-terror

Ella solo reía y se tomaba todo a broma, a veces utilizaba palabras que no pertenecían a lo que quería decirme, como si ella no dominara del todo el español, e hiciera un intento por comprender la forma de expresarse en esta lengua, lo cual me comenzó a parecer extraño.

Conforme avanzábamos en el camino, sus respuestas comenzaban a ser más arcaicas, más raras, y empezó a darme la sensación de que el carisma que había visto en ella no era más que un speach que ya había practicado para el momento en el que se encontrara con algún extraño, yo en este caso.

Le pregunté varias veces cómo se llamaba, a lo que ella me respondía algo como “oh no, mi nombre no es importante en esta ocasión, mi nombre es algo de lo que se puede pasar, se puede olvidar, se puede distinguir de manera diferente dependiendo del que lo ve”, sus respuestas no tenían sentido y parecía estar filosofando de manera extraña sobre los conceptos como nombres, edad y ocupación.

Para ese momento, mi perspectiva sobre ella ya había cambiado drásticamente, me parecía sospechosa e incluso llegué a pensar que se había escapado de algún asilo de ancianos, el cual la mantenía medicada para que ella pudiera llevar una vida relativamente normal, mis manos apretaban fuerte el volante y no sabía de qué manera terminar con la tensión del momento, no podía solamente frenar el vehículo y pedirle que se bajara, quizás era una mujer con demencia, la cual estarían buscando, pero en cualquier caso, creía que era una anciana que necesitaba ayuda, pero no sabía qué hacer con ella, y su actitud empezaba a asustarme.

Noté que se comenzó a mecer de manera lenta y pausada en su asiento, desde adelante hacia atrás, como si estuviera empezando a tener ansiedad por algo, sus manos siempre juntas, frotándose la una con la otra, y de repente deteniendo este ademán, me hacía saltar las alarmas en mi cabeza.

Fue aún más raro cuando vi que empezó a pellizcar con sus dedos, la palma de su mano derecha, como buscando algo debajo de su piel, no quería verla demasiado y que me descubriera observándola, empecé a pensar que me había metido en un problema simplemente por subir a esa mujer al auto, pues no sabía que haría ya que llegáramos a la ciudad de Puebla, pues ella no sabía decirme con exactitud hacia donde se dirigía, y como todas mis preguntas, sus respuestas eran vagas y sin sentido.

“Oh no no, yo voy directo hacia allá, me puedes dejar pero adelante, adelante es mi destino, voy para hacia el lugar donde los edificios, son edificios altos, hay una persona ahí que me conoce y me recibirá, ya hablé con él, pero tiene que ser hoy, la noche es precisa para la llegada, la noche esta es una noche exacta, es un lugar donde hay gente exacta”.

Esa manera de responder empezó a erizarme la piel y cada vez me convencía más de que esa persona necesitaba ayuda psicológica o la atención de alguna enfermera, me daba miedo que le sucediera algo en medio del camino, que se desmayara o le entrara un episodio de histeria, no sabía distinguir bien si lo que tenía era demencia, o algo parecido, tuve una abuela que confundía a las personas, les cambiaba de nombre, se desorientaba y saltaba repentinamente de conversación en conversación debido a su salud mental, la cual se había deteriorado con los años.

Pero ella, la anciana de la carretera era distinta, parecía estar nerviosa, perecía tener un plan, daba la impresión de no querer ser descubierta por mí, y que la llevara hasta la ciudad, me daba un miedo horrible descubrir si ella tenía una intención oculta en esa fachada de anciana inofensiva.

No sabía si me ponía más nervioso el silencio, o la conversación con la mujer, por lo que las conversaciones eran puntuales, y a veces se veían interrumpidas por silencios largos, luego yo volvía a tratar de calmarme preguntando algo simple y casual, como si ella tenía hijos, pero las respuestas, como ya lo mencioné, carecían de sentido. “Oh si claro, la dependencia, la ascendencia, lo que está disponible aquí y allá, lo que podemos ver con los sentidos, lo que podemos hacer en el momento en el que tenemos la oportunidad, es necesario la reproducción, es lo que nos mantiene aquí, reproducirse es lo suficiente para la vida aquí, la vida aquí está bien”.

Después de eso no sabía qué hacer, decidí no preguntar nada más, pero el silencio me atormentaba los nervios, me hacía sentir una ansiedad indescriptible, lo único que pensaba en esos momentos era en llegar a la ciudad y hablar con la policía para que ayuden a esa señora a encontrar el lugar donde debe de estar.

Después de un silencio largo, decidí hacer una pregunta, la cual detonaría el punto sin retorno del viaje, sin saberlo haría una cuestión que por poco me cuesta la vida.

Y… ¿De dónde viene? – Pregunté.

La anciana me miró fijamente a los ojos por primera vez en todo el trayecto, se quedó en silencio observándome, yo no la veía a ella, pues mis ojos permanecían atentos al frente, a la carretera, por precaución, pero también por la inseguridad que me daba voltear a ver a la mujer.

Ah, vengo de aquí, de este planeta, yo soy una persona ¿piensas que no soy alguien como tú?, es necesario saber que las personas así somos, venimos siempre de aquí, aquí nacemos, crecemos, aquí es el lugar de donde somos, no podemos ir más allá de aquí, el planeta es nuestro lugar, no podemos viajar más allá de él, sería absurdo venir de otra parte, la pregunta no es entiendo, no entiendo, pues la respuesta siempre es así -. Me respondió la anciana con su mirada clavada en mi cara, yo no la veía, pero sentía sus negros y profundos ojos sobre mí.

Solamente asentí con la cabeza después de esa arcaica respuesta, no sabía qué más hacer, ella seguía observándome, luego yo conecté mi mirada con la suya, y descubrí que sus ojos se habían tornado completamente negros, su forzada sonrisa era atemorizante, su piel empezaba a colgar, no como el de una persona en su senectud, sino como una piel falsa, como un disfraz, sus párpados empezaban a colgar, y se veía algo de color gris aperlado debajo de la piel de sus ojeras. En ese momento, ella me siseó en la cara y se abalanzó contra mí, me hizo perder el control del volante, salí de la carretera y avancé algunos metros por la terracería llena de matorrales y maleza, hasta que choqué con un poste de luz.

La mujer me tomó de la camisa con mucha fuerza, pero la inercia del choque la hizo estrellarse contra el tablero del auto, ella no tenía puesto el cinturón de seguridad y yo sí, por lo que su golpe fue más aparatoso que solamente el tirón que el impacto me había provocado a mí, lo que me quitó sus manos de encima, y pude salir rápidamente en lo que ella se reincorporaba.

No sabía qué hacer, la luz del poste donde chocábamos alumbraba el toldo de mi vehículo de manera cenital, y era el único punto iluminado y claro a varios metros de distancia, a lo lejos, las luces de Puebla ya eran visibles.

Sibí al toldo de mi carro para ver hacia donde se iba la anciana, y para que le fuera más difícil alcanzarme. Vi que ella salió reptando por la ventana del copiloto como una lagartija, y se escondió debajo del vehículo.

Me quedé esperando a verla de nuevo, pues sabía que seguía ahí, no podía ir a ningún otro lado, pero creo que, a su vez, ella estaba esperando a que yo bajara para alcanzarme y hacerme algo.

Minutos después, empecé a escuchar un extraño sonido, como el de un masticar lento, pausado y cauteloso, como carne cruda siendo revuelta, un sonido húmedo y paciente que venía de debajo de mi Nissan Versa, el cual tenía el cofre totalmente abollado.

Esperé unos minutos más, y vi como sus piernas sobresalían de la parte trasera de mi carro, tomé un pedazo de vidrio roto, bajé y le hice un corte en la parte de la pantorrilla.

La mujer siseó, y saló huyendo de debajo del Nissan, su aspecto había cambiado por completo, la piel le colgaba como una bata sobrepuesta, esa criatura tenía una piel aparentemente muy dura, gris y brillosa, aperlada, que con las luces del alumbrado público de la zona, brillaba aún más, de su boca sobresalía una enorme lengua que arrastraba por el suelo, mientras ella reptaba a cuatro patas hacia el camino, sus articulaciones habían cambiado de dirección para facilitar sus movimientos como los de un animal cuadrúpedo, se alejó de mí aparentemente para verme con detenimiento, lo cual me permitió percibir los detalles ya descritos.

Luego me rugió, abriendo la boca, de la cual sobresalían pequeños y puntiagudos dientes, y empezó a correr hacia mí a gran velocidad.

Yo corrí hacia mi coche, no sabía hacia donde más ir, había dejado la puerta abierta al salir, por lo que entré rápidamente, y cerré e acceso detrás de mí.

Ese monstruo se estampó contra la puerta, mientras la arañaba de forma desesperada y eufórica, haciendo extraños sonidos guturales, siseos y gruñidos. En ese momento, cuando ella estaba justo al lado mío intentando roer la puerta que nos separaba, pude ver de cerca su rostro, era una cabeza pequeña, la piel de la anciana había quedado ya tendida sobre la carretera, sus ojos eran enormes, sus dientes, y su lengua desproporcionados, su mirada no se asemejaba a algo que hubiera visto con anterioridad, era algo inhumano, carecía de algún rasgo animal que pudiera reconocer, aparte del de reptar como una lagartija, su anatomía, su manera de ser no tenía sentido, era algo totalmente ajeno a lo conocido.

Mi coche no arrancaba, lo cual era normal después del golpe que le di, había humo saliendo del cofre, y si seguía ahí, pronto el monstruo rompería el cristal que me separaba de él.

Milagrosamente pude hacer arrancar el Nissan, después noté las grietas que la ventana tenía posterior a tantos golpes y aruñones del ente, di marcha atrás y volví al camino, el monstruo se plantó frente a mí, luego empezó a correr hacia mi dirección.

Lo arroyé, pasé por encima de esa cosa, y por el retrovisor, vi como quedó tendido en el camino durante unos segundos, luego se reincorporó en sus cuatro extremidades, quedando desorientado y ocultándose entre la maleza al lado del camino.

Seguí conduciendo, minutos después llegué temblando a la ciudad, a una gasolinera que permanecía abierta de madrugada, llamé a una grúa y me quedé en un hotel, no sabía qué hacer, si contarle a alguien sobre lo que me acababa de ocurrir, o solamente guardar silencio.

Quedarme callado parecía lo más prudente entonces, pues tal vez la gente pensaría que estaba drogado, o que mi percepción de la realidad se había alterado de alguna manera, pero todo era real, estaba totalmente seguro de ello, no quise llamar la atención con mi extraña historia, por lo cual traté de tranquilizarme, me hice a la idea de que choqué al quedarme dormido en el trayecto, me convencí de ello durante un tiempo, pero me fue inevitable recordar ese encuentro cada día posterior a él, me decía a mí mismo que fue una pesadilla, tenía que decírmelo, una parte de mí lo creía, otra estaba totalmente convencida de que no era así, pero las dos dejaron de hacer preguntas para permitirme vivir en tranquilidad.

Me tomó tiempo asimilar que eso no fue ningún sueño, además había pruebas físicas, los aruñones estaban en la puerta y la ventana del lado del conductor, el asiento del copiloto quedó con un extraño aroma a hierro, además de que pude encontrar el rebozo que la “mujer” llevaba en la cabeza en el asiento trasero del sedán.

He pensado demasiado en qué es lo que era eso, de qué se trataba esa extraña entidad que parecía desconocer las leyes físicas del mundo, pero a la vez intentaba hacerse pasar por una anciana.

La pregunta que la sacó de su papel de humano fue ¿De dónde eres?, por lo que he llegado a considerar que eso no es de este planeta, que quizás se trata de una raza extraña que viene de algún otro lugar, entre sus palabras revueltas y oraciones descompuestas, mencionó que reproducirse es importante, y que los humanos no podemos salir del planeta, quizás se trate de una especie que llegó más allá de las estrellas, de un lugar totalmente extraño.

Dudo también que se trate de el único en su clase, seguramente hay más por ahí como él, tomando la piel de personas y metiéndose debajo de estas, aparentando ser igual a nosotros, me perturba haber visto ya a alguno de estos seres sin caer en cuenta que era uno de ellos, haber convivido de manera normal y despreocupada con un ser que utiliza la piel de una persona para camuflarse en la sociedad, pasar desapercibido, aprender de la gente, de cómo hablamos, de nuestras costumbres, ideas, razones, naturaleza, comportamiento, no sé, esto a veces es demasiado para mi cabeza y prefiero no hondar en lo que vi por ese camino aquella noche.

También fue muy claro darme cuenta que esa cosa no murió después de que le pasé por encima con el coche, pues se reincorporó y huyó hacia fuera de la carretera, me perturba saber que sigue por ahí, esperando encontrarse a alguien a quien le pueda arrebatar la piel y usarla como traje, no sé qué hubiera sido de mi si hubiera logrado clavarme esos afilados dientes que rodeaban su boca, tampoco sé si ese ente seguirá rondando la misma carretera, o si va a irse a un lugar lejano a empezar de nuevo con su cacería, a aprender sobre sus futuras víctimas, a refinar sus respuestas, me aterra pensar que llegará un momento en el que seres como este van a perfeccionar sus métodos de infiltración, y se van a colar entre las personas sí que nos demos cuenta, si no es que hay algunos que sean más avanzados que ya lo hacen, debí saberlo desde el principio, desde que vi esa extraña mueca que intentaba asemejarse a una sonrisa auténtica, la cual era únicamente un intento fallido de emular algo que ese ente no comprende, tal vez el reflejo de las emociones es el punto débil de estas cosas, por lo menos de los que menos tiempo llevan estudiando a sus presas, o sea nosotros los humanos.

Lo que sé con seguridad, es que jamás en la vida voy a volver a recoger a alguien al borde de una carretera, por más inofensiva que parezca la persona, desde ahora no sé si lo que se esconde debajo de la piel de un individuo, es realmente un ser humano, o algo desconocido que intenta hacerse pasar por una persona común y corriente.

Autor: Anónimo.

Derechos Reservados

Share this post

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Historias de Terror