La Dama En El Rio Historia De Terror 2024

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La Dama En El Rio Historia De Terror 2024

La Dama En El Rio, Historia De Terror… Desde mi infancia, recuerdo claramente cómo mi abuelo siempre fue un hombre de carácter fuerte, que tenía un fuerte deseo porque todo estuviera ordenado y con todas las medidas de seguridad posibles, sin importar que tan pequeñas o ridículas fueran, siempre creí que si nos pudiera meter en una burbuja que fuera a prueba de todo, sin lugar a duda lo haría.

En lo que más mi abuelo tenía problema y restricciones, era con él agua, siempre que nos acercábamos a algún lugar con agua lo suficientemente profunda como para cubrir nuestro cuerpo, algo desencadenaba una reacción incontrolable en mi abuelo.

Se volvía ansioso, a veces incluso llegaba al pánico, y todos salíamos de la piscina o del lugar acuático en cuestión. Nunca comprendí del todo su actitud, pero mis padres siempre nos decían que, dado que era una persona mayor, debíamos hacerle caso para mantener la paz familiar.

No fue sino hasta que cumplí los doce años que mi abuelo decidió compartir conmigo la historia detrás de su enorme fobia al agua. Era una historia que solo revelaba a los mayores de doce años, según la tradición familiar. Todos en la familia estaban conscientes de esta aterradora historia que mi abuelo estaba a punto de revelar.

Aunque, sinceramente, la mayoría de la familia parecía pensar que era simplemente la imaginación de un anciano, un cuento macabro tejido por el paso del tiempo. Sin embargo, yo, a diferencia de los demás, creía cada palabra que salía de los labios de mi abuelo. Podía sentir su miedo, la autenticidad en cada relato. A pesar de las miradas de escepticismo que recibía, estaba decidido a descubrir la verdad detrás de esa fobia que lo perseguía.

No estoy seguro de si esta historia encajará en la categoría que buscas, ya que el concepto de la niñera no está directamente asociado, especialmente porque en el pueblo donde creció mi abuelo, el papel de las niñeras no estaba tan arraigado como en otros lugares. Además, la niñera en cuestión, protagonista de la historia, no es quien la cuenta, pero como bien sabes, las historias familiares son a menudo complejas y no siempre siguen una estructura convencional.

Todo empezó cuando mi abuelo tenía alrededor de 10 años. En su infancia, él vivió en un pueblo cuya ubicación exacta nunca fue demasiado clara para mí, era como si mi abuelo quisiera mantener ese lugar envuelto en un velo de misterio. Supongo que no quería que, bajo ninguna circunstancia, fuéramos a verificar si podíamos vivir una experiencia similar a la que él había vivido.

Mi abuelo era el segundo de cinco hermanos. Con ambos padres trabajando durante todo el día, no tenían tiempo para cuidar de ellos. Su madre contrataba a una señora, la señora Marta, para que preparara la comida y los vigilara de vez en cuando. Sin embargo, ella no se quedaba todo el día, y el pago solo garantizaba que mi abuelo y sus hermanos pudieran disfrutar de una comida caliente hasta que sus padres regresaran a casa.

La señora Marta, de unos 30 o 35 años, vivía sola y parecía no tener interés alguno en formar una familia propia. Aparentemente desinteresada en lo que hacían, se volvía la niñera perfecta para mi abuelo y sus hermanos, ya que no intervenía mucho en sus travesuras, permitiendo que hicieran lo que ellos querían hasta que sus padres volvían a casa.

La dinámica de crecer con una supervisión mínima y sin límites claros pronto llevó a que mi abuelo y sus hermanos se convirtieran en niños que, por lo general, no tenían mucho respeto por las normas establecidas por los adultos del pueblo. Esta falta de control y la ausencia de figuras de autoridad desataron una serie de eventos descontrolados que pronto se volvieron problemáticos. Las travesuras y los problemas crecieron de manera proporcional a la libertad que disfrutaban los niños.

La situación se volvió insostenible cuando las quejas de los vecinos comenzaron a acumularse. Los padres de mi abuelo, conscientes de la necesidad de mayor supervisión, tomaron medidas. Fue entonces cuando su madre, en un intento desesperado por evitar más problemas, solicitó a la señora Marta, la mujer que ya estaba encargada de preparar la comida, que se quedara un poco más para vigilar a los niños y asegurarse de que estuvieran en casa durante todo el día.

La aceptación de la señora Marta para quedarse marcó el inicio de un período en el que la diversión y la libertad de mi abuelo y sus hermanos fueron restringidas. Ya no podían salir de la casa como antes, y la nueva supervisión provocó un resentimiento creciente hacia aquella mujer que solo estaba cumpliendo con su deber de mantener el orden.

Un día, la rutina se vio interrumpida cuando la señora Marta tuvo que ir al río para lavar su ropa. En ese momento, no existían las lavadoras y muy pocos se podían permitir un lavadero fijo en su casa, por lo que la mayoría de los habitantes recurrían al río para esta tarea. La mujer propuso que los niños la acompañaran, permitiéndoles nadar mientras ella realizaba su quehacer. Ansiosos por salir de casa, los cinco hermanos aceptaron con entusiasmo la invitación.

Según mi abuelo, esos momentos en el río eran inolvidables. Los niños, con toda su energía infantil, disfrutaban de la libertad momentánea, nadando y jugando bajo el cálido sol de la tarde. Sin embargo, cuando la tarde comenzaba a ceder ante la llegada del anochecer, la señora Marta les indicó que era hora de regresar a casa.

En ese punto, la trama dio un giro inesperado. Los hermanos, en complicidad, idearon un plan para asustar a la señora Marta. La broma, que comenzó como una idea infantil de hacerle creer que uno de ellos se estaba ahogando, tomó forma alrededor de una leyenda local: “La dama del rio”. Una historia conocida por todos en el pueblo, que advertía sobre no permanecer cerca del río después de que el sol se pusiera, ya que era la hora en que esta figura misteriosa se manifestaba.

La idea de asustar a la señora Marta utilizando la leyenda se gestó, y decidieron que el hermano más joven sería el protagonista de la farsa. Creían que al ser el menor, la señora Marta se asustaría aún más creyendo que la leyenda cobraba vida. Aunque la intención original era simplemente hacer una broma, mi abuelo admitió que, siendo niños, a veces ignoraban los peligros evidentes.

La historia que rodeaba a “La dama del lago” se tejía en torno a un pasado lleno de misterios y secretos que, con el tiempo, se convirtió en una leyenda arraigada en la mente de los habitantes del pequeño pueblo. Se decía que esta mujer, junto con su esposo e hijos, llegó al lugar aproximadamente 50 o 60 años atrás. Aunque su residencia no era la más lujosa, se podía observar que la familia no carecía de recursos económicos. Provenían de algún lugar de España, y según la especulación del pueblo, su fortuna era considerable, aunque trataban de ocultarlo.

Lo intrigante de la familia era su aura de misterio y el hecho de que aparentemente estaban huyendo de algo grave. Los más ancianos del pueblo recordaban claramente cómo la señora insistía en que, si alguien preguntaba por ella, todos debían negar conocerla. Este comportamiento inusual generó intrigas en la comunidad, y muchos intentaron desentrañar el enigma detrás de la llegada de esta familia al tranquilo pueblo. Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron en vano, y el misterio permaneció resguardado en el silencio de su hogar.

La historia de terror dio un giro inesperado cuando, una mañana, el cuerpo sin vida de la mujer fue descubierto flotando en las orillas del río que serpenteaba cerca del pueblo. La consternación se apoderó de la comunidad, pero la extrañeza se intensificó cuando, al ir a ofrecer sus condolencias a la familia, se dieron cuenta de que la casa estaba vacía. Habían desaparecido durante la noche, sin dejar rastro alguno. Este suceso, aterrador por sí mismo, fue solo el comienzo de lo que estaba por venir.

Un par de meses después, los eventos aterradores comenzaron a suceder. Aquellos que se aventuraban al río para lavar o simplemente pasar por allí en la oscuridad del anochecer afirmaban ver a una mujer flotando en medio del agua, sus pies sin tocar la superficie. Su mirada perdida apuntaba hacia la nada, como si estuviera aguardando la llegada de algo o alguien que jamás llegaría. Esta visión, en sí misma, era inquietante, pero la verdadera pesadilla comenzó cuando algunos adolescentes del pueblo decidieron enfrentarse al misterio.

Curiosos y desafiantes, los jóvenes se propusieron esperar a la dama del río para acercarse lo suficiente o incluso arrojarle algo. Sin embargo, la mañana siguiente trajo consigo la confirmación de que algo oscuro estaba en juego. Uno de los adolescentes, el valiente o imprudente que lideraba la expedición, fue encontrado sin vida, su cuerpo flotando en la orilla del río. Los compañeros, horrorizados, narraron cómo la dama del río los persiguió, marcando el trágico final de su intento de desafiar lo desconocido.

Contaron como la curiosidad y la valentía impulsaron a los jóvenes a explorar los misterios que el río ocultaba. Se adentraron en la penumbra, tratando de escuchar o ver algún indicio de la dama del río. Sin embargo, su atrevimiento tuvo consecuencias inesperadas.

En un momento, la dama del río atrapó a uno de los chicos. Lo último que sus compañeros pudieron presenciar fue cómo ella lo tomaba por el tobillo y, en un acto casi hipnótico, lo sumergía en el río, desapareciendo con él en las profundidades. Un silencio tenso se apoderó del grupo, que observó con horror la escena. Pasaron al menos quince minutos antes de que la dama del río emergiera, acompañada del cuerpo sin vida del amigo. El pánico se apoderó de los testigos, quienes huyeron despavoridos, rezando para no ser los siguientes en la lista de víctimas.

A partir de ese fatídico día, la leyenda de la dama del río se arraigó en el pueblo como una regla de supervivencia, de no permanecer en el río al anochecer. La historia se convirtió en un tabú, una advertencia susurrada entre los habitantes. La misteriosa entidad que vagaba por las aguas del río se volvió el temor colectivo, y la oscura fama que la rodeaba se extendió, generación tras generación.

Ahora bien, la broma que mi abuelo y sus hermanos idearon para la mujer que los cuidaba no estaba exenta de peligros. El plan consistía en hacer creer a la niñera que uno de los pequeños se estaba ahogando, recreando así la leyenda de la dama del río. Sin embargo, la situación tomó un giro inesperado cuando la mujer, entró en un estado de preocupación genuina.

Sin perder tiempo, la niñera se sumergió en el río, tratando desesperadamente de salvar al supuesto niño indefenso. Logró tomarlo y salir con él hacia la orilla, aliviada por lo que creía haber sido un rescate exitoso. Sin embargo, en lugar de sentirse avergonzados por su propio engaño, los hermanos comenzaron a reírse, revelando que todo había sido una broma inofensiva. El hermano mayor, con un toque de sarcasmo, repitió la actuación, volviendo a sumergirse en el río y proclamando ser víctima de la dama del río.

Las risas de los niños resonaron con fuerza, burlándose de cómo la niñera había caído en la trampa. Sin embargo, la mujer no compartía el sentido del humor. Se notaba en su rostro enfadado y humillado. Empezó a recoger apresuradamente la ropa lavada, indicando con claridad que su disposición a cuidar a los niños había llegado a su fin. Parecía que, en ese momento, ya no le importaba si los niños querían irse con ella o no.

Mi abuelo y sus hermanos, sintiéndose culpables por la dirección que había tomado la broma, reflexionaron sobre la crueldad de sus acciones. Aunque la niñera nunca fue la más atenta con ellos, siempre procuraba que estuvieran bien. La broma, en lugar de ser una simple travesura, se había convertido en un recordatorio de la delgada línea entre el entretenimiento inocente y la crueldad, y cómo las acciones podían tener consecuencias imprevistas.

La penumbra del anochecer envolvía el paisaje, y aunque aún no había caído la noche en su totalidad, la visibilidad disminuía considerablemente. Los hermanos, a pesar de haber escuchado las historias sobre la dama del lago desde su infancia, nunca se habían aventurado al río en esas horas tardías. La oscuridad, sin embargo, no generaba un miedo particular en ellos, tal vez porque la leyenda seguía siendo eso, una narración de susurros nocturnos.

Conscientes de su error al jugarle una broma de mal gusto a la mujer que los cuidaba, caminaron descalzos y en ropa interior hacia ella para ayudarle a recoger sus pertenencias. Pero la niñera, herida en su dignidad, no mostraba interés en perdonar fácilmente. Se apresuró a recoger su ropa, decidida a alejarse de aquel lugar lo más pronto posible.

Los hermanos, en un gesto de arrepentimiento, contemplaron la escena durante unos instantes, debatiéndose entre seguir a la mujer para disculparse o darle espacio. En ese dilema, un sonido rompió la quietud de la noche. Un chapoteo inusual resonó en el aire, similar al sonido del agua moviéndose. Extrañados, voltearon hacia el río, y lo que presenciaron los sumió en un horror paralizante.

De las oscuras profundidades emergió una cabeza, desafiando cualquier lógica. La tensión se apoderó de mi abuelo y sus hermanos al ver claramente cómo algo, o alguien, surgía del agua. No podía ser una simple mujer que hubiera decidido sumergirse en el río, no había otra entrada al agua, y ellos habían estado allí todo el tiempo.

El terror los envolvió cuando, con asombro, pudieron distinguir la figura que emergía. Una cabeza, pálida y desgastada, se reveló ante sus ojos atónitos. Gritos de horror resonaron en el aire, y aquella mujer que los cuidaba, a pesar de tener más razones que nunca para ignorarlos, también volteó hacia la inquietante escena.

La Dama En El Rio Historia De Terror

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La dama del río, o lo que fuera esa entidad emergiendo de las aguas, provocó el caos en los corazones de los hermanos. Rápidamente, la niñera corrió hacia ellos, gritándoles que se alejaran del lago. Sin perder tiempo, el abuelo y sus hermanos se pusieron en marcha, alejándose a toda velocidad. La niñera, a pesar de ser capaz de superarlos con facilidad, se quedó atrás, asegurándose de que ninguno de los niños fuera alcanzado por el espantoso espectro que los perseguía.

La velocidad implacable de la entidad era aterradora, una sombra que se cernía sobre ellos con la intención de cobrarse una vida más para su siniestra lista. La implacable persecución les dejó claro que no tenían escapatoria. La noche, que antes era solo un manto oscuro, se volvía ahora testigo de su carrera desesperada lejos de la dama del río, cuya presencia se manifestaba con una persistencia implacable.

Mientras los hermanos corrían desesperadamente, un grito desgarrador resonó en el aire, rompiendo la atmósfera del aterrador evento. No provenía de la dama del río, sino de la niñera que había sido alcanzada por aquella entidad sobrenatural. Atónitos, se voltearon para presenciar la horrorosa escena. El espíritu oscuro había capturado a la mujer que los había cuidado, envolviéndola entre sus brazos espectrales antes de elevarse por los aires y dirigirse hacia el río. Sus gritos desesperados resonaron en la noche, implorando ayuda mientras el espectro se alejaba con su presa.

El abuelo me relató cómo a pesar del terror que los invadía, corrieron en busca de ayuda en el pueblo. Sin embargo, la respuesta fue desalentadora. Nadie se atrevió a intervenir, simplemente les aconsejaron que se calmaran y, sobre todo, que no regresaran al lago. Incluso sus padres, al enterarse de la tragedia, los encerraron en casa para evitar que buscaran a la mujer desaparecida.

A la mañana siguiente, la cruel realidad se confirmó. Una mujer, su niñera, fue hallada ahogada en el lago. El abuelo, sumido en la culpa, me confesó que se ha sentido responsable toda su vida por aquella tragedia. Cree que si hubiera sido más respetuoso y obediente con la niñera, si no hubiera propuesto la broma de mal gusto, quizás ella habría vivido una vida plena y feliz.

Lejos de ser una experiencia traumática superada, la historia de la dama del río siguió acosando al abuelo. No fue solo la pérdida de la niñera, sino también la sensación de impotencia y frustración ante aquel ser sobrenatural. En un intento desesperado por enfrentarse a la entidad que le había arrebatado a la niñera, el abuelo, en un arranque de rabia, se enfrentó al lago. Desafiando al espíritu que había marcado su vida, lo insultó, lo desafió y lo provocó, esperando que aquel ente saliera para llevarlo consigo, deseando en cierta forma ser liberado de su dolor.

No obstante, la entidad no respondió al desafío. No emergió del lago para llevarse al abuelo como lo hizo con la niñera. Esta ausencia de respuesta solo intensificó la carga emocional que llevaba consigo el abuelo, dejándolo con un peso en el alma que persistiría a lo largo de los años.

Sin embargo, aunque aquella mujer no emergió del agua aquel fatídico día, algo cambió en la vida del abuelo. Los sueños se convirtieron en la nueva frontera de su tormento. Noche tras noche, se sumergía en pesadillas repetitivas donde el espíritu de la dama del río abrazaba a la niñera, sumergiéndola implacablemente en las aguas oscuras hasta que su cuerpo sin vida flotaba en la superficie. La mirada penetrante y la risa malévola de la entidad quedaron grabadas en su mente, dejando cicatrices emocionales que perduraron a lo largo del tiempo.

Las pesadillas, aunque perturbadoras, no se detuvieron ahí. En una ocasión, la visión del sueño tomó un giro aún más siniestro. La dama del río, después de ejecutar su macabro acto, se acercó al abuelo en el sueño. En un tono sereno y oscuro a la vez, le dijo que no planeaba matarlo, pero lo condenó con una profecía espeluznante. Aquellas personas a las que más apreciaba, todos aquellos cercanos a su corazón, sucumbirían a las garras del agua.

A lo largo de los años, la profecía se hizo realidad de manera escalofriante. Sus padres y sus cuatro hermanos encontraron la muerte en incidentes relacionados con el agua, una serie de tragedias que marcaron su existencia y le arrebataron a quienes más amaba. La conexión con el agua se convirtió en una fuente de miedo y dolor, y el abuelo se volvió extremadamente cauteloso, incluso obsesionado, con evitar que cualquier ser querido se acercara a cuerpos de agua.

El abuelo, en su relato, confesó que desconoce por qué la dama del río decidió atormentarlo a él de esta manera. El motivo de su muerte sigue siendo un enigma, pero la carga emocional de aquellos eventos nunca lo abandonó. Aunque los años han pasado, el abuelo aún lleva consigo el peso de aquella tragedia, considerando que será una sombra que lo atormentará hasta el final de sus días. La dama del río se convirtió en una presencia fantasmal que, aunque no se manifestara físicamente, dejó cicatrices indelebles en el alma del abuelo, marcándolo con el temor eterno al agua y a las trágicas predicciones de sus sueños.

Autor: Liza Hernández

Derechos Reservados

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