Historia De Terror De Un Extranjero 2023
Historia De Terror De Un Extranjero… Desde muy pequeña he viajado. A mis padres les encanta visitar y conocer nuevos lugares, nuevas personas, probar nuevos platillos y tratar de aprender del mundo lo más que puedan. Los dos se consolidaron como grandes investigadores.
Mi madre es una reconocida sociología en la comunidad académica y mi padre también dedicó muchos años a la ciencia en el área de las relaciones internacionales y ambos viajaron mucho alrededor del mundo antes de decidieran tenerme.
Al parecer aprovecharon muchas becas y programas que les permitieron viajar desde su etapa de estudiantes. Su historia de amor es digna de cualquier película hecha por Sofía Coppola.
Según suelen contarme se conocieron en un viaje que realizaron a Tokyo, Japón, al mismo estilo de Lost in Traslation. Ambos estaban realizando una estadía en la ciudad. No se conocían uno al otro ya que estudiaban distintas disciplinas, pero, coincidieron en un restaurant.
Al parecer mi madre estaba teniendo problemas para ordenar y mi padre se acercó a ayudarla al notar que era extranjera como él.
Después de presentarse mi padre le sugirió compartir mesa y mi madre apenada, pero, encantada de poder compartir con alguien que hablaba su propio idioma aceptó y es que a nadie le extraña la amabilidad de los japoneses, pero, también son muy cerrados y solitarios en los espacios públicos.
Cenaron, conversaron, se conocieron y obviamente se enamoraron. Pasaron el resto de su estadía saliendo cada vez que sus responsabilidades les dejaban y cuando tuvieron que volver a México acordaron reunirse en la Ciudad de México, ya que mi madre era de Jalisco y mi padre de Puebla.
Estuvieron de novios juntándose para pasar tiempo de vez en cuando algunos meses, hasta que simplemente la distancia les resultaba cada vez más molesta y acordaron vivir juntos en un lugar donde pudiesen moverse rápido si necesitaban hacerlo a sus tierras natales ¿qué otro lugar cumplía con eso que no fuese la capital del país? Ambos consiguieron empleo en la ciudad.
Vivieron en unión libre bastantes años y sincronizaban sus vacaciones para viajar al interior del país y también fuera.
Tokyo se volvió un destino preciado para ambos ya que ahí fue donde comenzó su historia de amor. La visitaron algunas veces y también aprovecharon para conocer otros destinos en Europa, Asia y América. Tuvieron mucha fortuna ambos ya que sus sueldos y empleos les permitieron tener una vida bastante cómoda.
El dinero pocas veces resultó un problema para sus planes y proyectos y como bien se dice por ahí; cuando se hay estabilidad personal y económica se piensa en un tercero. En este caso después de haber consolidado sus carreras profesionales y haberse asegurado cierto patrimonio decidieron tener un hijo.
Nací y cuando pasó el tiempo de dieta y cuidados ya estaba viajando a conocer la familia de mi madre en Jalisco y la de mi padre en Puebla.
La vida de mis padres cambió un poco ya que mientras yo no tenía que acudir a la escuela gozábamos de cierta libertad para viajar y aunque es verdad que de bebés recordamos poco hay muchas fotografías e historias que surgieron durante esos periodos que mis padres recuerdan con mucho cariño.
Apenas tengo memoria de todo lo que pasó me hace mucha ilusión poder ver la elocuencia con la que ambos las cuentan.
Cuando comencé con los estudios los tiempos se acotaron por lo que ya no era muy factible salir por largas temporadas. Solo aprovechaban los periodos vacacionales para llevarme a distintos destinos.
Aún así durante todo ese tiempo nunca pudieron llevarme a Tokyo, por más de que solían hablar de lo increíble y futurista que era aquella ciudad. Yo solo podía imaginarme aquel lugar por las fotografías que mis padres guardaban con mucho cariño.
En aquel entonces internet no se encontraba muy desarrollado como lo es hoy en día con cientos de personas haciendo contenido sobre viajes o destinos. Sí había información sobre cualquier cosa que pudiesen imaginar, pero, no era tan accesible.
Pero, pasarme gran parte de mi infancia y adolescencia escuchando lo maravilloso que era Japón solo despertó por mí un gran interés y amor por un lugar que solo existía en mi imaginación ya que no había puesto un pie nunca sobre aquella isla.
Me interesé e incluso llegué a obsesionar con el país al grado de que desde la secundaría les pedí a mis padres me enviarán a una escuela para aprender el idioma cosa que no pasaron por alto y me apuntaron a algunos cursos a los que asistía después de ir a la escuela.
Aprendí lo más que pude sobre su lengua y costumbres lo que me generó aún más expectativas sobre el país. Nunca les pedí a mis padres que fuésemos de visita a Tokyo porque internamente quería que aquello fuese algo que yo misma pudiese hacer en algún momento.
Primero quería desentrañar la mayor parte de lo que guarda aquel lugar y después compartirlo con mis padres ya que muy seguramente estarían encantados de volver a aquellas tierras de las que guardan gratos recuerdos ¿pero, sería lo mismo para mí? Bueno, esa es una respuesta que difícilmente se parece a la que obtuvieron mis padres…
Prácticamente toda la secundaria y preparatoria viví obsesionada con el país. Me la pasaba investigando distintos elementos del país y mis platicas giraban entorno a lo mismo.
Tenía cansados a mis amigos por estar hablando del mismo tema una y otra vez, aunque la mayoría escuchaban atentamente lo que había descubierto. Otros compañeros en cambio sí se cansaron y hartaron de mi pequeña obsesión.
Para los años en que curse la preparatoria ya dominaba mas o menos el idioma no en un grado muy alto porque realmente es una lengua compleja y llena de matices, pero, al menos creo que podía ordenar la comida y saber en que estaciones del metro me encontraba ya que por lo que tengo entendido la mejor forma de moverse en la ciudad es mediante los trenes.
Al final de cuentas me había estado preparando para un viaje que podía no ocurrir, pero, a pesar de eso me generaba mucha emoción y entusiasmo.
Cuando terminé la preparatoria mis padres me ofrecieron viajar a Japón como regalo de graduación y la verdad es que fue algo que no me esperaba.
Llevaba muchos años fantaseando con la posibilidad de hacer aquel anhelado viaje, pero, en aquella ocasión que se presentó la oportunidad no la tomé. Supongo que porque sentía que de algún modo no merecía aquella oportunidad.
Mi sentir me decía que no había hecho ningún mérito para recibir semejante premio y también porque me había prometido hacer aquel viaje con recursos propios. Así que, aunque en aquel momento me dolió mucho rechazar el regalo mis padres entendieron mi sentir y lo respetaron.
Creo que debieron haber insistido más y yo pude ser menos orgullosa y más humilde porque ni todos esos años estudiando la lengua y parte de su cultura me sirvieron cuando pude hacer el dichoso viaje…
Al final de cuentas los libros de lengua te hablan mucho sobre sintaxis, ortografía y pronunciación, pero, eso no es suficiente para explicar algunas cosas que salen de la lógica.
Los libros de historia pueden ser un buen punto de partida para conocer el porque de muchas cosas políticas, militares y económicas del país. Por ahí hay embarradas del carácter japones fundado en el honor y el sacrificio.
Pero, a pesar de que conocía mucho sobre el país la verdad es que conocía más bien una pequeña pisca de todo. Siempre habrá elementos que no se encuentran dentro de los libros, los artículos o los reportajes.
Hay sucesos muy grandes que por su magnitud no son ahogados entre la multitud de noticias que inundan todos los días los noticiarios. Como por ejemplo los atentados de gas sarín en el metro de te Tokyo a mediados de los noventa por la secta Aum Shinrikyo.
Si bien el ataque iba dirigido a al gobierno y policía terminaron afectando a terceros, sino mal recuerdo trece personas fueron asesinadas y más de cinco decenas resultaron heridas.
La visión distorsionada de Shoko Asahara llevó a que sus seguidores perpetraran distintos ataques que cobraron distintas vidas.
Por supuesto este incidente fue altamente mediatizado. Ningún medio internacional ni nacional dejó pasar la oportunidad de cubrir su programación con notas, investigaciones y análisis que comenzaron a dirigir la opinión pública de todos los televidentes que se habían “informado” en aquellos noticiarios tan confiables.
Cuando me enteré de la noticia me quedé helada y fue como un golpe de realidad. Quiero decir, cosas horrendas y terribles suceden en todos lados, en mi país las notas rojas se han vuelto parte de la cotidianidad de millones.
Pero, resultaba fuerte saber que en los lugares más mágicos también ocurren este tipo de situaciones. Era algo que yo tenía en mente, pero, que a veces la idealización nos lleva a ignorarlos para poder mantener la imagen impoluta de una cosa o persona.
Fue impactante en aquel momento porque recientemente unos conocidos de mis padres habían sido violentamente asesinados por uno de sus hijos en uno de sus ataques psicóticos. El chico tenía problemas y se encontraba en tratamiento.
Llevaba una vida bastante normal de hecho habíamos ido a la primaria juntos, pero, al parecer el chico había comenzado a consumir algunas drogas para tratar su enfermedad por parte de un programa de investigación y pruebas de una farmacéutica. No se supo mucho al respecto y creo firmemente que se hizo todo lo posible por redirigir la atención pública de la farmacéutica hacia los problemas del chico.
Aquella noticia había afectado fuertemente a mis padres e incluso a mi, que había convivido con el chico al que se le estaban celebrando juicios por el homicidio a sus propios padres responsabilizando principalmente a las drogas y dejando de lado el papel que había jugado la farmacéutica y todas las personas involucradas en aquel tratamiento experimental.
En aquellos momentos solo me restaba centrarme en mis estudios y en tratar de distraerme para no hundirme por lo que enterarme del atentado fue una noticia que me conmocionó muy fuerte.
En casa mi padre se la pasaba hablando del caso de mi excompañero. Algunos maestros también retomaron ese caso para tratar de mostrarnos lo nocivo que llegaba a ser el consumo de drogas y el lugar que había sido considerado como mi meta de vida también estaba vuelto un caos por los atentados perpetrados en los trenes por la secta del Aum Shinrikyo que estaban convencidísimos de que el fin del mundo se acercaba a causa de una tercera guerra mundial, la cual se llevaría a cabo con armamento nuclear que pondría fin a todos los pecados y crímenes del mundo.
Al cabo de las semanas el atentado dejó de ser novedoso y poco se comentaba al respecto. Mis padres también dejaron de hablar sobre el asunto de mi excompañero cuando el juez lo mandó a prisión. Todo lo ocurrido pasó a ser parte de la historia y la cotidianidad de la vida.
Todos nos volvimos espectadores de la inmensa cantidad de noticias rojas que abundaban en medios impresos y de toda índole. Hasta cierto grado estar tan saturados de noticias dolosas comenzó a aburrir a la audiencia, porque también su público comenzó a insensibilizarse cuando daban este tipo de notas.
Cuando sucedió todo esto me encontraba en el último tercio de la licenciatura. Me había decantado por estudiar comercio internacional y mi tema de investigación lo había focalizado a estudiar las relaciones comerciales con el país del sol naciente.
Había obtenido una beca para realizar un semestre en Tokyo gracias a mi desempeño académico y a que hablaba un poco el idioma así que no lo pensé dos veces acepté la beca y comencé a preparar todo para mi viaje. Les conté a mis padres quienes estaban muy entusiasmados por la oportunidad que se me había presentado.
Cuando llegó la fecha de viajar no pude dormir en toda la noche. El vuelo salía temprano y la emoción y miedo de viajar sola hasta el otro lado del mundo me mantuvieron en vigilia. A primera hora mis padres se levantaron y prepararon para llevarme al aeropuerto.
El vuelo no se retrasó y todo el proceso de migración resultó bastante sencillo gracias a que viajaba como estudiante. Me despedí de ambos y arribé al avión. No me imaginaba que sería la última vez que los volviese a ver…
Mi arribo a tierras niponas fue increíble. Ya desde el aeropuerto es palpable el cambio cultural con el que te vas a encontrar. La mayoría de los procesos están automatizados así que no hay mucho problema con la burocracia, al menos no fue así para ingresar al país, el resto de tramites si que son un infierno.
Estaba maravillada con todo lo que me encontré. La ciudad era inmensa, los edificios enormes. Las calles limpias y todo muy ordenado. Eso sí la afluencia de gente es un infierno. No por nada Tokyo es una de las ciudades más pobladas del mundo y vaya que es visible aquella sobrepoblación.
Algo que inicialmente me pareció maravilloso fue el desinterés de los japoneses por los demás. Pocas personas se sentirán juzgadas por la mayoría de los locales que se encuentren en la ciudad. Todos están demasiado ocupados haciendo su vida que apenas si prestan atención a lo que sucede alrededor.
Parece que viven alienados y aislados al resto. No me sorprenden los altos índices de depresión y aislamiento al que se someten sistémicamente los millones de japoneses que prefieren acabar con su vida dentro de sus pequeños departamentos para que días, semanas e incluso meses alguien note su ausencia.
Conforme fui conociendo más a fondo parte de las entrañas de Japón me desilusionaba un poco. Al menos en la universidad logré conocer a personas de otros países que también se encontraban de intercambio con quienes compartía la perspectiva de lo difícil que es integrar a un extranjero dentro de la lógica y funcionamiento cotidiano de los japoneses.
Nunca te echarían de un negocio a menos que causaras problemas ni tampoco te solían tratar mal. Si tenías alguna duda la mayoría intentaba ayudarte o sino remitirte con alguien capacitado para hacerlo.
En la universidad era relativamente más fácil platicar con algunos japoneses ya que compartíamos clases y espacios. Logré formar un pequeño grupo de extranjeros y algunos locales de la ciudad con quienes solía salir a comer o visitar alguna atracción.
Me mostraban distintos puntos de la ciudad y me daban recomendaciones para que mi estadía fuese más amena lo cual agradecí encarecidamente, pero, muchas personas saben ocultar muy bien sus intenciones.
A los pocos meses de que había llegado a Japón e intentaba mimetizarme entre los japoneses mis familiares me contactaron para notificarme que mis padres habían fallecido en un accidente automovilístico mientras viajaban a Jalisco para visitar a la abuela quién se había puesto grave a causa de su diabetes e hipertensión.
No me esperaba recibir una noticia de tal magnitud mientras me encontraba viviendo el sueño de visitar la ciudad donde se conocieron mis padres.
Se ofrecieron a pagarme los gastos para trasladarme a México y asistir al funeral, pero, al hablar con mis coordinadores y asesores dejar la estadía haría que perdiera la beca y el semestre. En esos momentos poco me importó. Quería despedirme de mis padres a como diese lugar.
Los arreglos quedaron listos para que volviera a los ocho días del deceso. No pude conseguir vuelos antes debido a distintos problemas y amenazas que la secta había hecho contra los aeropuertos de modo que tuve que esperar una semana.
Aproveché ese margen de tiempo para despedirme de las amistades que había hecho con el resto de los estudiantes y uno de ellos. El japones sugirió ir a un bar antes de que me viniera a modo de despedida ya que difícilmente podría volver pronto y el intercambio del resto se terminaba también en unas semanas.
Al principio no me sentía de ánimos para algo así, pero, tampoco podía quedarme en mi habitación llorando todo el tiempo. Difícilmente podría tomarme un respiro en cuanto volviera al país y tuviese que lidiar con todo lo que una perdida conlleva. Así que auto motivándome acepté la dichosa invitación.
Quedamos de vernos en el centro y ahí nos dirigiríamos a un bar tradicional japones. Llegamos a la hora pactada y nos dirigimos al lugar que nos recomendaba nuestro amigo.
El lugar estaba bastante retirado de Tokyo no estoy segura donde porque en todo el tiempo que había estado por ahí nunca había visitado aquella zona. Para nuestra sorpresa era un lugar bastante agradable y tradicional tal y como había prometido el chico que nos había invitado.
La pasamos muy bien, aunque en algún momento me era inevitable sentirme culpable por estar ahí divirtiéndome mientras que los cuerpos de mis padres estaban en algún frio ataúd . A media celebración no pude contener el llanto y aunque ellos insistieron en que no les había arruinado la despedida sabía que estaban siendo amables conmigo. No debí ir.
Después de haber bebido, cantado y comido todos estábamos bastante cansados. Yo había tomado modernamente porque de lo contrario no habría poder humano que hubiese detenido mi breakdown. Tampoco quería ser una molestia para nadie así que fui responsable con mi estado y consumo.
Algunos de mis amigos aun querían continuar la fiesta, pero querían ir a un lugar para bailar en Tokyo yo solamente quería irme a mi casa y descansar un poco, así que no los acompañé. Pidieron un taxi y se marcharon. Yo me quedé con mi amigo japones y me ofrecí a cuidar de él hasta que volviéramos a la ciudad ya que estaba bastante borracho, nunca lo había visto así que me preocupé un poco.
El barista nos pidió un taxi y ambos lo tomamos. Mi amigo se adelantó y abordó mientras yo fui al baño. Cuando volví me subí a la parte trasera del auto. Ya era bastante tarde y no conocía la zona así que no me quedó más que confiar en el taxista.
Después de un buen rato viajando noté que no se veía la iluminada ciudad, al contrario, poco a poco nos alejábamos más y lo único que comenzaba a dominar en el paisaje era un bosque bastante grande. Pensé que el taxista se había equivocado o que simplemente había optado por otro rumbo. Mi amigo estaba dormido en el asiento de alado así que trate de guardar la calma.
De repente mi amigo se despertó. Trató de ubicarse y le pidió al taxista que se detuviese. El auto se detuvo a un costado de la carretera y mi amigo abrió la puerta y salió corriendo con dirección al bosque. Pensé que quizá quería vomitar, pero, pasaron los minutos y mi amigo no volvió.
Comencé a preocuparme, quizá se había caído o había tenido algún accidente. Después de todo era de noche y no había mucha iluminación en aquel lugar más que las luces del taxi y las intermitentes traseras de color rojo.
Le pedí al taxista que nos esperase y me adentré dentro del bosque tratando de seguir los pasos de mi amigo. Después de caminar y buscar por unos minutos noté que había una pequeña cabaña en medio del bosque. Se podía ver un poco de luz a lo lejos así que me dirigí a aquella casa para preguntar por mi amigo o solicitar ayuda para buscar ya que mi bolso con mis pertenencias se había quedado en el taxi. Conforme me fui acercando a aquella casa notaba que la luz que emitía desde dentro se tornaba cada vez más roja.
Cuando por fin me encontré postrada frente a la puerta un miedo irracional me invadió decidí fisgonear por el cerrojo de la puerta para ver si alguien se encontraba dentro y tratar de descifrar el origen de aquella luz roja.
Fisgoneé a través del cerrojo y lo único que vi fue una habitación insoportablemente roja: los muebles, algunos cuadros que la adornaban, las paredes, el piso todo absolutamente todo era rojo cuando de repente una bola comenzó a girar y hacerse grande y pequeña hasta que esta quedó viendo fijamente a mí.
Se trataba de una pupila de alguien o algo que estaba del otro lado de la habitación espiando como yo lo hacía y ambos veíamos hacia el otro lado a través de los ojos del otro.
Historia De Terror De Un Extranjero
Cuando me percaté de eso me eché de espalda hacia atrás. Regrese corriendo a la carretera donde por fortuna el taxi seguía esperando, lo aborde sin más y le pedí que arrancara. El taxista me hizo caso y nos alejamos, cuando nos encontrábamos saliendo de aquel lugar me percaté que nos encontrábamos en Aokigahara, el bosque de los suicidios donde muchas personas se adentran para acabar con su vida.
El taxista me llevó a la estación de policía donde me tomaron declaraciones, me pasaron el antidoping y realizaron distintas preguntas. Me retuvieron a pesar de que les indique que era una estudiante de fiesta y que tenía que regresar a mi país. Por supuesto que no me hicieron caso. Me mandaron a una celda y días después me declararon inestable mentalmente y con problemas de alcoholismo. Traté de apelar la resolución, pero, lo único que logré fue que me enviaran a un centro de psiquiatría ya que nadie podía dar sustento a lo que les contaba respecto a mis padres, mi vida o mis amigos.
En este lugar me mantienen drogada y sedada la mayor parte del tiempo. No puedo ni comer ni hacer mis necesidades por mi misma sin que un par de hombres con bata blanca me sostengan para limpiarme la baba que escurre sobre mi pecho a causa del medicamento y luego me obliguen a tragar los alimentos licuados. Aprovecho para escribir mis memorias en los momentos en que nos permiten hacer actividades recreativas y logro esconder un lápiz y papel entre mis ropas.
Autor: Lyz Rayón.
Derechos Reservados
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