En Busaca De La Fe Historia De Terror 2023
En Busaca De La Fe Historia De Terror… A veces pienso que las personas se toman la palabra secta muy a la ligera, al mismo tiempo que bajo el llamado “derecho al libre culto” las autoridades no intervienen cuando hay menores de por medio, diciendo que no pueden por las libertades religiosas de sus padres, sin embargo, me gustaría contar mi experiencia en una secta que hasta donde yo creo, sigue en operación hasta el día de hoy, pero la realidad es que detrás de sus muros ocurren cosas no solo detestables, sino situaciones que hasta el día de hoy me hacen preguntarme, qué es lo que adoran realmente, no estoy tan segura de cuánto poder tiene, por lo que omitiré todos los nombres y así mismo cambiaré el nombre de la secta.
Fue durante un año particularmente oscuro y desafortunado para mi familia, la cual sin duda había pasado por tiempos mucho mejores, y no lo digo solo por decirlo, no éramos ricos, pero jamás sentí que nos faltara nada o que mis padres se frustraran por ello, además ambos estaban muy presentes en nuestras vidas y yo estaba totalmente segura de que ambos nos amaban a todos por igual.
Todo cambió cuando yo tenía apenas 13 años, mi padre falleció repentinamente en un trágico accidente laboral. La pérdida nos sumió en una profunda tristeza a todos, pero a mi madre pareció afectarla aún más, que al resto de nosotros.
Después de que paso todo el tema del funeral y las muchas condolencias de amigos y familiares cercanos, mi madre se encerró en sí misma y ya no era la misma persona. Pasaba los días postrada en la cama, obsesionada con su teléfono, mirando interminables vídeos, solo salía de su habitación por la noche mientras todos dormíamos y en lo que respecta al resto del día, su puerta tenía seguro y no nos dejaba entrar o hablar con ella.
Mi padre siempre me decía que cuando ellos no estuvieran cerca, entonces yo era la responsable de mis hermanos, por lo que, aunque mi edad no llegaba aun a los 14, decidí que era mi deber hacerme cargo en lo que mi madre se sentía mejor.
Mi hermana menor tenía solo 10 años, y mis hermanos gemelos, apenas 8 años, papá me había enseñado en donde guardaba el dinero para emergencias, por lo que comencé a administrarlo lo mejor que pude, aunque por obvias razones no estaba tan preparada para ello.
A medida que los días pasaban, el dinero que mi padre había dejado comenzaba a agotarse rápidamente, y mi madre parecía ajena a la situación, aunque se lo dijera, parecía que no le importaba en lo absoluto si sus hijos vivían o morían.
La desesperación me invadía. Si las cosas no cambiaban pronto, tendría que abandonar la escuela y buscar un trabajo para poder mantener a mis hermanos. El peso de esa responsabilidad caía sobre mis hombros, aplastándome lentamente. Cada noche, mientras intentaba conciliar el sueño, me torturaba la idea de un futuro incierto y lleno de sacrificios. Sin mencionar que a pesar de que mi madre lo ignorase, todos estábamos pasando por el mismo duelo.
Un día, al regresar de la escuela, noté algo inusual en casa. Mi madre había dejado su habitación, y el aroma a comida fresca impregnaba el ambiente.
Me sentí aliviada al pensar que quizás había comenzado a por fin comportarse como el soporte que necesitábamos mis hermanos y yo y que la normalidad estaba regresando a nuestras vidas. Mis esperanzas se aferraban a esa pequeña señal de cambio.
Sin embargo, esa tarde, mientras nos sentábamos a la mesa para tener lo que yo creía que sería nuestra primera comida normal en semanas, unas personas desconocidas llegaron a nuestra puerta.
Vestidos con ropas blancas y bordes dorados, en el momento no sabía cómo explicar que era lo que veía de raro, pero hoy en día puedo decir que todos tenían el cabello castaño del mismo tono, además del mismo corte de cabello entre hombres y mujeres.
Su presencia era inquietante, pero aún más extraño era su comportamiento. Se movían por la casa como si fueran los dueños, como si siempre hubiesen pertenecido a ese lugar, ni siquiera me pidieron permiso para entrar cuando les abrí la puerta, solo lo hicieron.
No supimos que hacer, puesto que parecía que mamá los había invitado, por lo que solo nos limitamos a tomar asiento en silencio, nos sentamos alrededor de la mesa mientras los extraños se acomodaban.
Estábamos a punto de comenzar a comer, pero mi mamá nos hizo señas para que bajásemos los cubiertos, cuando lo hicimos un hombre que era el más alto de todos, comenzó a dar gracias por los alimentos, eso no era nada común para nuestra familia, siempre nos identificamos como católicos, pero realmente nunca íbamos a la iglesia o bendecíamos la mesa, papá decía que dios estaba en todas partes y que no necesitaba todas esas cosas para que supiera que lo amábamos y venerábamos.
Y es por eso que , uno de mis hermanos gemelos, el cual siempre había sido un poco rebelde, comenzó a jugar con su comida de manera inocente, la revolvía y fingía catapultarla al plato de nuestro otro hermano.
Sin embargo, su acción no pasó desapercibida para uno de los extraños. Un hombre con ojos fríos y una sonrisa que honestamente me daba mucha desconfianza, se acercó a él, agarrándole la muñeca con una fuerza inhumana, dejando marcas rojas en su piel.
“La hora de la comida es sagrada, para Dios nuestro creador”, murmuró el extraño con voz áspera. “Lo que estás haciendo es un pecado”.
Mi hermano comenzó a sollozar, pero aquel hombre no lo soltaba, en mi familia jamás nos habían pegado, hasta ese momento, tanto mamá, como papá, solían decir que los golpes solo ayudaban a temer y ocultar los errores, y que ellos no querían que sus hijos les temieran, así que casi como un reflejo por la educación que me habían dado por 13 años, le dije que se detuviera, que si acaso no veía que lo estaba lastimando, pero, antes de que siquiera pudiera terminar de reclamarle, aquel hombre soltó a mi hermano, solo para abofetearme a mí, al principio estaba un poco en shock, miré a las personas pero estás sonreían mientras miraban a su plato, casi como si estuvieran disfrutando de la escena que se desarrollaba frente a ellos.
Instintivamente volteé a ver a mi mamá, pues por obvias razones esperaba un total apoyo de su parte, que les dijera a esas personas que se largaran de nuestras vidas, empezando por irse de nuestra casa en ese momento, sin embargo, eso no ocurrió y aún mientras escribo esto, puedo recordar que aquello me dolió mucho más que el bofetón en si.
Mi madre, no hizo nada por detener la agresión, me devolvió la mirada por unos cuantos segundos, pero casi enseguida bajó la vista directo a su plato y continuó comiendo como si nada hubiera ocurrido.
Después de eso, al ver cómo mis dos hermanos gemelos gimoteaban tratando de contener las lágrimas y que mi otra hermana estuviera aturdida por lo ocurrido, nos mandaron a los cuatro a dormir a un solo cuarto a pesar de que cada uno tenía su habitación, y para nuestra desgracia, ese solo fue el comienzo de lo que sería el peor tormento de nuestras vidas. Los extraños invadieron nuestra casa sin permiso, imponiendo su control sobre cada aspecto de nuestras vidas.
Tiraban nuestras ropas, considerándolas inapropiadas, así como libros y películas, nos obligaban a estar en la cama a las 7 de la noche y nos prohibían interactuar con los niños de nuestra cuadra. Incluso se deshicieron de la televisión, argumentando que era una fuente de corrupción que debía ser eliminada de nuestras frágiles mentes.
Mi paciencia llegó a su límite, cuando me obligaron a ayunar por dos días, por la única razón de haberme quedado despierta hasta las nueve de la noche haciendo mi tarea. Me enfrenté a mi madre, cuestionándole el motivo de todo aquel martirio impuesto sobre nosotros.
Ella me miró con ojos de compasión y dijo: “Están en lo correcto. Solo siguiendo las reglas de la Cruz Bendita seremos verdaderamente felices y alcanzaremos la plenitud”.
Sus palabras me parecieron delirantes. Me negaba a creer que mi mamá, a la cual, incluso en algún momento la había escuchado decir que estaba considerando ser agnóstica, ahora estuviera diciendo tales disparates como que, todo lo que estábamos pasando, de alguna manera era bueno para nosotros, en lo personal, yo no creía que someterse a los caprichos de aquellos extraños nos llevaría a la felicidad.
Estaba convencida de que algo oscuro y siniestro se ocultaba detrás de sus acciones, no solamente eran extremistas y muy religiosos, no lo podía explicar muy bien, pero siempre que uno de ellos estaba cerca, simplemente me daban escalofríos.
Intenté ponerme en contacto con alguien de la familia, para contarles la situación y quizás ellos podrían ayudarnos de alguna manera, y aunque la mayoría me escuchó atentamente, la verdad es que casi nadie le dio la importancia que este tema se merecía, solo me daban palabras de aliento, diciéndome que quizás mamá solo estaba intentando buscar una nueva fe, que el haber perdido a su esposo, pudo haberla hecho querer explorar otras formas de fe, y que no debía preocuparme, pues estaban seguros de que si era mala para nosotros, mamá se daría cuenta y que siempre buscaría nuestro bienestar.
Los que si me hicieron más casó fueron mis abuelos paternos, quienes se alarmaron cuando les dije que solo podíamos comer dos veces al día y que incluso le habían puesto un candado a la alacena, incluso fueron a verificarlo y cuando vieron que todo lo que yo les había contado era cierto, le dijeron a mi mamá que si estaba loca, que era una secta y que si quería vivir así era su problema, pero que su hijo jamás hubiese permitido algo como eso, me dijeron que no podían llevarnos, pero que contratarían a alguien para sacarnos de ahí.
Y aunque eso me tranquilizó un poco, esos procesos en México la verdad es que son demasiado tardados, y lo que pensé que serían unos días se convirtieron en semanas, en las cuales se nos aisló aún mas, y se quitó el teléfono de la casa así como el teléfono mío y de mi hermana y la Tablet de mis hermanos.
Recuerdo bien que una noche, después de que nos mandaran a dormir a la hora de siempre, yo me encontraba dando vueltas en mi cama, simplemente no me podía acostumbrar a dormir a las siete de la noche, cuando en un pasado yo era la que me ponía mi propio horario de sueño.
De repente empecé a escuchar ruidos muy extraños, eran como cánticos en un idioma que no reconocía y también parecía que había algunos murmullos, la verdad sonaban bastante escabrosos, sin embargo, pensé que podría bajar, tomar mi teléfono que yo había visto que habían guardado en una de las gavetas de la cocina y podría intentar tomar fotos de como el refri y la alacena tenían candado y talvez de lo que estaban asiendo, pues pensé que de ese modo, podría dárselo a mis abuelos y sería más fácil que les dieran nuestra custodia.
Bajé las escaleras con cautela, mi corazón estaba latiendo con fuerza en mi pecho, no había nadie vigilando nuestro cuarto como siempre lo hacían, supuse que era porque ya no creían que fuésemos a intentar algo, llegué a la cocina pero me llevé la sorpresa de que ese cajón y todos los demás, también tenían candados, por lo que no podría completar mi plan, así que resignada, pensé que volver al cuarto era la mejor opción, antes de que alguien se diera cuenta que no estaba en la habitación.
Al pasar por la sala, quedé petrificada al presenciar una escena, momentos atrás había pasado tan rápido que no había puesto atención a esa parte de la casa. Varias personas, vestidas con túnicas grises, se encontraban reunidas en un círculo.
Sus voces resonaban en la habitación mientras recitaban palabras en latín, creando un ambiente cargado de energía oscura.
La temperatura en la habitación descendió drásticamente, envolviéndola en un escalofriante frío que me heló hasta los huesos. No podía creer lo que mis ojos veían. En medio de aquel círculo de extraños, un gato blanco yacía, pareciendo ser el centro de aquel retorcido ritual.
El pánico se apoderó de mí cuando, de repente, el gato estalló en una explosión violenta y repentina. Los pedazos de su cuerpo volaron por la sala, pintando las paredes con manchas de sangre y carne destrozada. Mi mente se negaba a aceptar la realidad de lo que acababa de presenciar.
En Busaca De La Fe Historia De Terror
Estaba tan aterrada que subí corriendo las escaleras y me refugié en mi habitación, enterrándome entre las cobijas como si pudieran protegerme de aquel horror.
Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear las imágenes aterradoras que se habían grabado en mi mente. Entonces, escuché pasos acercándose a mi habitación.
El corazón me palpitaba en la garganta mientras luchaba por mantener la calma. Una sombra se asomó por la puerta entreabierta, intentando identificar qué niño había salido de la habitación. Por suerte, pasaron de largo sin darse cuenta de quién de nosotros había sido.
Permanecí acurrucada en la cama, temblando de miedo e incredulidad. La idea de que aquellas personas estuvieran tan cerca de nosotros, llevando a cabo rituales tan espeluznantes, era algo que desafiaba toda lógica. Sentía que nos habíamos adentrado en un mundo oscuro y peligroso del que no sabíamos cómo escapar.
A la mañana siguiente, al regresar de la escuela, me encontré con una escena horrible en nuestra casa. Estaban recolocando todas las pertenencias que habíamos logrado conservar, las que no nos habían obligado a tirar o que mi madre había vendido para darle a esa secta miserable.
Me aproximé a mi madre, con una mezcla de enojo y desesperación, y le pregunté qué estaba ocurriendo.
Con una sonrisa de emoción en su rostro, ella me dijo que habíamos pasado la prueba. Según ella, gracias a nuestra devoción y sacrificios durante los últimos meses, ahora podríamos dejar todo atrás y vivir junto a la comunidad de la Cruz Bendita. Yo le dije que no lo haría, que mis abuelos nunca lo permitirían, sin embargo, prácticamente nos metieron a aquellas furgonetas a la fuerza, a mis hermanos y a mi.
Llegamos a la llamada comunidad, un lugar rodeado por muros altos y alambre de púas, como si trataran de mantenernos prisioneros. Nos condujeron a un granero que había sido acondicionado como una enorme habitación para niños y adolescentes. Odiaba aquel lugar, pues no había privacidad alguna y la sensación de estar constantemente vigilados se volvía agobiante.
Día tras día, nos dimos cuenta de que no se nos permitía salir bajo ninguna circunstancia, ni siquiera para ir a la escuela. Nos enseñaban en un aula comunal, donde niños de diferentes edades eran forzados a estudiar únicamente la Biblia. Teníamos que recitar pasajes de memoria cada día, y aquellos que no podían hacerlo eran castigados con azotes en los dedos utilizando una regla de madera.
Y me encantaría decir que eso era lo peor de ese lugar, pero realmente se debía estar siempre alerta en ese sitio, lo que voy a contar a continuación, sonará muy extraño, pero juro que es real, aunque desconozco completamente con que fin lo hacían o quien era está persona, pero algunas noches al azar, durante alguna hora de la madrugada, entraba alguien al granero en dónde dormíamos los menores, como dije, no se porque, pero él, o ella, la verdad no estoy segura, entraba avanzando a gatas, tenía muchos de esos tubitos que al tronarlos brillan en la oscuridad, por lo que lo podías medio distinguir.
Pero eso no era lo más extraño, sino que en ratos avanzaba dando saltos, pero en cuclillas, y después él olfateaba los colchones de las camas, no a nosotros, y tampoco hacía algo detestable, literalmente solo olfateaba algunos colchones y después simplemente salía del lugar, la mayoría de veces riendo, nadie jamás se había atrevido a mirar directamente, a todos nos daba entre miedo y asco.
Y por si eso fuera poco, con el tiempo, comencé a darme cuenta que. Casi a diario, llegaban animales al lugar, pero nunca volvíamos a verlos en las cercanías.
Los canticos horribles resonaban durante las noches, mezclados con los angustiosos gritos de los animales. Aquellos que se atrevían a mirar por las ventanas eran castigados sin recibir comida hasta que prácticamente se desmayaban.
La sensación de estar atrapados en aquel lugar se volvía insoportable. Cada día, mis hermanos y yo éramos testigos de abusos y prácticas inhumanas, me gustaría ser más explícita con esto, pero no creo que YouTube lo permita, solo diré que jamás le desearía eso a ninguna persona, sin importar que me hubiese hecho.
Y lo peor, al menos para mí, era que mi madre parecía estar totalmente de acuerdo con todo lo que nos estaban haciendo.
Me gustaría decir que salí de ahí junto con mis hermanos en poco tiempo, sin embargo, no podíamos encontrar un amanera de salir de ahí.
Estaba a unos pocos días de cumplir los 15 años, dos chicas un año menores que yo, también querían irse, habíamos ya abandonado la idea de que nuestros respectivos padres nos ayudaran, por lo que lo estábamos planeando por nuestra cuenta, habíamos logrado robar una llave de una puerta, solo deberíamos llegar a la carretera para pedir ayuda, estábamos listas, y sabíamos que debíamos darnos prisa, puesto que al cumplir los 15 años, yo sería cambiada al cuarto de los adultos, y aunque no sabía que tan diferente sería, eso me aterraba mucho.
Sin embargo, justo el día que logré salir de ese infierno, aquel lugar me demostró que lo que había vivido hasta ese momento, no era ni una pequeña parte de los misterios que ese lugar tiene detrás de sus muros.
Recuerdo bien que después de la clase de estudios de la biblia, nos levantamos para irnos a hacer algunas tareas que debíamos hacer antes de la hora de la comida, tanto mis hermanos, como mis dos amigas sabíamos del plan para irnos esa noche, por lo que sabíamos que bajo ninguna circunstancia debíamos meternos en problemas, así que cuando me pidieron quedarme un poco, yo obedecí sin objeciones, pues estábamos seguros que no sabían de nuestros planes, puesto que habíamos sido muy discretos.
Me acerqué a la maestra y esperé a que me dijera que era lo que quería, la verdad no recuerdo sus palabras exactas en este momento, pues fue un discurso bastante largo, pero básicamente me decía que estaba a punto de pasar a la habitación de adultos y que mi mente estaba preparada para saber cosas que solo los adultos podían comprender, yo no le respondí nada, pues no quería meterme en problemas por decir algo erróneo, entonces, me hizo seguirla hasta una especie de capilla, a la cual no dejaban acercarse a los niños de la comunidad.
Pero aún así me hizo entrar con ella, el lugar estaba casi vacío, salvó por una pequeña mesa de madera con un libro sobre ella, al principio creí que era una biblia, sin embargo al acercarme, era un libro con las páginas rojas y las letras color dorado, entonces, ella me dijo otras cosas, que de nuevo no recuerdo bien, pero era algo relacionado con la “dualidad divina” que básicamente era que la biblia era como el lado bueno, pero en ese libro, estaba su lado malo, y que el lado malo era más cooperativo para manifestarse.
Cuando me dijo eso, algo dentro de mi me dijo que, algo estaba espantosamente mal, por lo que retrocedí y le dije que quería volver con el resto del grupo para hacer mis deberes, sin embargo, en ese momento me di cuenta de que ella había salido de la capilla y cerró la puerta de un solo azote para dejarme encerrada ahí, al mismo tiempo de que las luces se apagaban, dejando el lugar en una espesa oscuridad, a pesar de que afuera aún había sol, trataba de tranquilizarme.
Creó que pasaron unos cinco minutos, antes de que unas linternas de luz negra se encendieran.
Ni siquiera había terminado de procesar lo que había ocurrido, sentí una respiración helada en mi cuello, de inmediato volteé, y ante mis ojos, estaba.
No sé decir que era, solo que no podía ser humano, a pesar de verse delgado, la piel le colgaba por todo el cuerpo y su rostro era como una cara normal, solamente que era como si una delgada capa de piel la cubriera por completo, tapando boca, nariz y ojos.
Grité despavorida para que abrieran la puerta, incluso recuerdo que tratando de apartarme de él, me caí al piso, entonces, esa cosa se puso a gatas y comenzó a gatear hacia mi, apestaba a carne podrida, y yo no podía escapar, entonces esa cosa se pegó demasiado a mi rostro, y después hizo lo que solo puedo describir como simular olfatearme, después retrocedió y gritó “muy joven”. Y después de eso simplemente desapareció.
Poco después abrieron la puerta y como si nada hubiese ocurrido me mandaron con el resto del grupo. Para mí suerte, esa noche nuestro plan funcionó y mis hermanos y mis dos amigas logramos salir, pero después de contactar a nuestros familiares, jamás las volví a ver, y tampoco a mi mamá, no sé si sigue con ellos hasta la actualidad, pero al menos siempre estaré agradecida de poder haber salido de ahí junto con mis hermanos.
Autor: Liza Hernández.
Derechos Reservados
Deja un comentario