El Duende Historia De Terror 2024
El Duende, Historia De Terror… Por motivos de seguridad cambiaré los nombres de todos en la historia, esto, le ocurrió a mi primo cuando tenía 25 años y yo terminé involucrado, yo sé que es real porque yo estuve en algunos de esos sucesos, por lo que puedo dar fe de que lo que mi primo vivió estando solo fue totalmente real, y aunque no podría decir exactamente lo que le ocurrió, siempre he creído que en el mundo existen espíritus que solo buscan la más mínima oportunidad para entrar en cualquier cosa, incluso un muñeco y solo basta con llamarlos e invitarlos a pasar.
Bueno, comenzaré diciendo que yo era solo un niño cuando esta historia comenzó, tenía como 9 o quizás 10 años, y recuerdo que por aquel entonces, en México o al menos de la parte de México en donde yo crecí, se pusieron de moda unos muñecos de duendes, supongo que más de uno podrá recordarlos, no me refiero a esos monitos de colores con pelo que podías peinar, no, más bien eran esos muñecos realistas, que medían como cincuenta centímetros, los cuales según debías ponerles un altar y cuidarlos para que te trajeran suerte o dinero.
Me acuerdo de que la gente comenzó a decir que eran del demonio y que se movían solos y ese tipo de cosas que solía decir la gente mayor la cual suele ser bastante religiosa, y esto comenzó a intensificarse, cuando algunas personas comenzaron a decir que para “activarlos” se debía solo hacer una especie de ritual a alguna hora de la madrugada y por lo que me acuerdo también se debía hacer durante la luna llena. Mi abuela era una de esas personas que solían decir que ese tipo de cosas eran malignas y de satanás.
Mi papá, en cambio, siempre había sido un total escéptico a ello, decía que esas eran solo tonterías y que solo era la histeria colectiva por aquella moda, el no creía nada de eso, y al ser un padre soltero, me educaba con las mismas creencias, me decía que los fantasmas no existían y que los muñecos solo eran muñecos y nada paranormal era real. Sin embargo, a pesar de su apoyo, yo no podía evitar sentir una extraña inquietud cada vez que me topaba con uno de esos duendes en los escaparates de las tiendas locales.
Juraba que sus ojos seguían mis movimientos, como si estuvieran vivos. Pero, siempre me calmaba a mí mismo repitiéndome las palabras de mi padre, de que todo debía tener una explicación perfectamente lógica, Además como nadie de mi círculo tenía uno, no tenía porque preocuparme.
Cómo ya dije, mi papá era padre soltero, por lo que solía encargarme mientras iba a trabajar, cuando era más pequeño, solo me dejaba con mi abuela, pero después consideró que la abuela ya estaba muy grande para cuidarme, por lo que me dejaba tres días con la abuela y tres días en casa de mi primo, el cual tenía su propio salón de tatuajes en su casa, y además a él le gustaban los niños, por lo que no le molestaba cuidarme para que la abuela descansara.
A mí me gustaba mucho quedarme con el, era divertido y nunca me sentí como un intruso en su casa, al contrario, siempre sentí que me trataba como su igual a pesar de la diferencia de edad.
Un día cuando llegué a la casa de mi primo, vi a uno de esos muñecos de duendes, estaba sentado en el sillón en dónde sentaba a los clientes. Su piel era de un verde pálido, sus ojos eran de un verde profundo y tenía los dientes chuecos con una larga nariz puntiaguda. Vestía con un conjunto típico de duende, incluyendo el característico gorrito.
Me quedé petrificado al verlo, pero me esforcé en ocultar mi temor. Aunque algo en su mirada me inquietaba, no quería que mi primo pensara que yo era un miedoso. Él se acercó al duende, lo tomó entre sus manos y lo examinó detenidamente. Me dijo que uno de sus amigos lo había comprado, pero que su madre le había dicho que no lo quería en su casa, puesto que le daba miedo, por lo que su amigo se lo había vendido muy barato, y que lo compró porque creyó que sería una excelente decoración para su salón de tatuajes.
Cómo dije, no quería parecer un cobarde, puesto que le dije que sería una estupenda decoración, me acuerdo que incluso le dije que había escuchado eso de que los podías traer a la vida con un ritual, algo que al parecer, mi primo no había escuchado, puesto que dijo que eso sonaba bastante genial, y después de eso se puso a investigar sobre, él, y descubrió que por el símbolo de su ropa, parecía ser un duende de la prosperidad, le pregunté si planeaba “activarlo” a lo que él me respondió que no creía en esas cosas, pero si fuera real, sería bastante genial.
Después de eso pasaron algunos meses en los que muñeco de duende, solo estaba sentado en una esquina del salón de tatuajes, y aunque me incomodaba cada vez que tenía que pasar por ahí, no había mayor problema, sin embargo, un día cuando mi papá me dejó en la casa de mi primo, al entrar me di cuenta que el muñeco no estaba en el lugar en el que siempre estaba, pero no le di importancia, al contrario, la idea de que alguien se lo hubiese comprado o que simplemente mi primo hubiera decidido que no era una buena decoración y simplemente se hubiese deshecho de él, me gustaba mucho.
Pero la realidad era otra completamente diferente. Cuando entré a su sala, me di cuenta de que aquel muñeco estaba sentado en una pequeña sillita hecha a su medida, estaba arriba de una mesa, rodeado de dulces y algunas frutas.
La verdad nunca había visto algo como eso, y como siempre le había tenido la suficiente confianza para preguntarle lo que sea, le pregunté que era todo eso, y él me dijo que era muy genial, que un cliente suyo le había dicho como hacer el ritual para que cobrara vida y aunque al principio estaba muy escéptico, pero que había hecho el ritual y que lo dejo en el piso, y por la mañana estaba en el sillón de su sala.
Y también me dijo que ahora que ya estaba vivo, entonces debía ponerle cosas para que comiera, yo no sabía que decirle, puesto que, aunque me daba miedo, mi papá siempre me decía que eso no era cierto y quiénes decían que sí, solo lo hacían para llamar la atención, por lo que le dije que era una total mentira y que de seguro solo se quería reír de mí, pero él me dijo, que era de verdad, que él tampoco lo creía, pero era bastante real, entonces me preguntó si es que quería verlo fumar.
Yo, al creer que solo era un juego, y que, si le seguía la corriente, simplemente lo olvidaría, le dije que sí, que me encantaría ver cómo fumaba, él me dijo que me iba a impresionar, y acto seguido sacó su cajetilla de cigarros, y prendió uno. Miré con escepticismo mientras inhalaba un poco de humo y luego se lo ofrecía al duende. Sin embargo, lo que ocurrió después me dejó sin palabras.
El Duende Historia De Terror
El muñeco, increíblemente, parecía inhalar del cigarrillo, creo que todos hemos visto la diferencia cuando se consume un cigarro porque está encendido, a cuando alguien está inhalando desde el otro extremo y eso era justo lo que estaba ocurriendo, solo que el cigarro estaba pegado a aquella boca de silicona con aquella perpetua y perturbadora sonrisa.
Y por si eso fuera poco, cuando quitó el cigarrillo de la boca del duende, puedo jurar que una nube de humo salió de ella, como si una persona exhalara, yo entré en una especie de negación, siempre me habían enseñado que eso era una mentira, por lo que le dije, que no le creía y que eso debía tratarse de algún truco y que solo me estaba molestando y quería burlarse de mí, pero casi de inmediato me dijo que él no me quería asustar, y de hecho eso era cierto, el solía ser muy bromista, pero jamás recurría a sustos, sus bromas era cosas más como darme datos falsos o cosas, su idea de bromas nunca habían incluido asustarme, pero aun así le seguí diciendo que era un truco y que no le creía.
Para la siguiente parte creo que debo de decir que la casa de mi primo era muy oscura, tanto así que aun de día debía encender la luz en la habitación en la que estuviera, con la única excepción de la cocina en donde si entraba la suficiente luz natural como para no necesitar encender la luz durante el día. Pero bueno, sabiendo eso, mi primo se acercó al duende y le sugirió con cierta burla: “Amiguito, deberías bajar de la silla y acariciar la mejilla de mi primo para que vea que no es un truco”.
Estaba a punto de decirle que dejara de jugar porque definitivamente no le iba a creer nada, cuando de la nada, la habitación se sumió en la penumbra cuando la luz se apagó de la nada, lo que era peor era que el interruptor para apagarla estaba hasta el otro lado de la habitación, esto fue antes de Alexa o esos mandos a distancia, o si había en esa parte de México no era algo que estuviéramos acostumbrados a ver, por lo que no era posible que mi primo hubiese sido, a no ser que hubiese mandado a instalar un segundo interruptor solo para la broma.
Pero aun así mi yo de 10 años se seguía aferrando a que él quería asustarme, me sentí invadido por una profunda sensación de temor, y mi voz tembló al decir: “¡Detén esto, no me gusta!”.
Supongo que mi primo notó incluso en la oscuridad que yo estaba a punto de soltarme a llorar, porque, me dijo ya en un tono más serio que me juraba que él no estaba haciendo nada para asustarme, que me lo juraba por su vida. Entonces, sentí algo pequeño trepar por mi pierna, y el miedo se convirtió en pánico. “¡Para, por favor, para!”, supliqué mientras lágrimas llenaban mis ojos. De repente, una pequeña mano acarició mi mejilla, y un grito escapó de mi garganta.
Mientras esto ocurría mi primo avanzó hasta el interruptor y lo encendió, iluminando toda la habitación, y quedé paralizado al ver que el duende estaba sentado en mis piernas. Mi primo estaba al otro lado de la habitación, claramente incapaz de haber sido quien me tocara.
De nuevo, le dije que él lo había hecho y que los muñecos no hacían eso, seguí balbuceando, tratando de encontrar una explicación lógica para lo ocurrido. Mi primo, notando mi incomodidad por la presencia del duende, se apresuró a aclarar su intención.
Me dijo que su intención nunca había sido la de asustarme, que solo quería que viera lo genial que era, pero que, si no me gustaba entonces podíamos hacer otra cosa como jugar algún juego de mesa o solo ver la televisión, creo que esa fue la primera vez que sentí que el me vio como un niño pequeño y no como uno más de sus amigos.
Eso me hizo sentir mal, como si ya no le gustara que estuviera ahí, aunque su tono no era para nada así, solamente era alguien tratando de consolar a un niño asustado, entonces, pasamos el resto de la tarde jugando videojuegos, y el tema del duende no se volvió a tocar, el resto de la tarde hasta que mi papá llegó para recogerme.
Y aunque sabía que el seguía queriéndome en su casa, aquella experiencia me había dejado algo traumatizado, por lo que, durante la siguiente semana, me las arreglé para evitar ir a la casa de mi primo. El miedo que aquel duende había desatado en mí era demasiado intenso, y preferí pasar mi tiempo con mi abuela, con la excusa de la tranquilidad para hacer mi tarea.
Pero como ya dije a mi papá no le gustaba que mi abuela tuviera que cuidarme mucho puesto que ya era muy mayor, por lo que eventualmente, mi padre necesitó que me quedara con mi primo nuevamente, y yo no tenía ningún motivo para negarme, puesto que mi padre no creía nada de eso y solo me diría que dejara de decir mentiras o en el peor de los casos pensaría que me había hecho algo que me hiciera no querer regresar a su casa y ese no era el caso, por lo que terminé volviendo.
Al llegar a su casa, noté que mi primo lucía algo cansado y parecía un poco nervioso. Cuando entre pude notar que él duende no estaba en el altar que mi primo había preparado.
Se me hizo raro, por lo que casi de manera instintiva le pregunté dónde estaba el duende, a lo que él me respondió con temor en su voz. “¿Qué? ¿No está ahí?”. Yo lo miré con desconcierto y el sonrió nervioso, para después decirme que seguro estaba caminando por ahí, que solía hacer eso, aunque no debía preocuparme por eso, en el momento no lo comprendí, se veía demasiado demacrado para que fuera una broma, pero tampoco era como que yo quisiera averiguarlo, por lo que le dije que si y decidí fingir que todo estaba bien.
Durante el día, todo pareció transcurrir con normalidad, pero cuando llegó la noche y estábamos viendo una película, me quedé dormido en el sofá. En medio de un sueño, pude escuchar a mi primo hablando por teléfono en voz baja. “Debo encontrar una manera de deshacerme de él”, murmuraba con inquietud. “Lo escucho corretear por la casa durante la madrugada, y en una ocasión olvidé dejarle comida fresca en el altar.
Me desperté con un fuerte dolor en la pantorrilla y vi una pequeña mordida en mi piel. Además, pude escuchar una risita y pisadas apresuradas saliendo de mi habitación”.
Mi corazón se aceleró al escuchar aquellas palabras. Mi primo estaba preocupado, y sus experiencias con el duende parecían cada vez más inquietantes. Al no estar del todo seguro que hacer por mi corta edad, decidí contarle a mi padre sobre las extrañas experiencias con el duende. Como siempre, se mostró escéptico y restó importancia a lo que le contaba. Me dijo que no me preocupara por eso, que seguramente mi primo solo se estaba sugestionando solo y que nada de eso podía ser real.
Desesperado por encontrar una solución, me atreví a contarle a mi abuela lo que había pasado. Para mi sorpresa, ella me creyó inmediatamente. Me dijo que debíamos hacer algo para ayudarlo y que ella iría con el padre de la iglesia para que fuera a bendecir la casa de mi primo y expulsar al demonio de una vez.
Así fue como mi abuela acompañó al padre de la iglesia a la casa de mi primo para intentar bendecirla y alejar cualquier mala energía que pudiera estar allí. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, nada parecía cambiar. El duende permanecía inmóvil en su pequeña silla, como si no fuera afectado por las plegarias ni las bendiciones.
Mi primo me contó años después lo que sucedió aquella noche. Cuando se quedó solo en casa, mientras se preparaba para dormir, escuchó pasos que provenían de la cocina. Aunque su puerta estaba cerrada, los pasos se acercaron cada vez más, por suerte había cerrado su puerta antes de irse a acostar, sin embargo, si pudo escuchar una voz suave y malévola detrás de la puerta. “Tú me invitaste a entrar. Ahora nunca podrás deshacerte de mí, sin importar lo que hagas”.
Aunque esto ya era malo, nunca olvidaré la última vez que tuve contacto con esa cosa, al llegar a su casa para ser cuidado por él, algo que incluso el había estado posponiendo, pero supongo que solo quería volver a sentirse normal, al llegar, noté que su casa no estaba tan limpia como siempre, pues el solía ser bastante ordenado, y además de eso, parecía que estaba durmiendo en su baño. Al preguntarle por qué dormía allí, me confesó que era el único lugar donde podía descansar sin amanecer con rasguños, moretones o mordidas. Estaba agotado física y emocionalmente.
Sin embargo, mi primo me contó algo que lo hacía ver la luz al final del túnel. Pues un cliente suyo le había mencionado que conocía a un chamán que tal vez podría ayudarlo con su problema, según su cliente, él era algo así como un repelente de cosas malignas, yo le dije que eso era fantástico y ambos intentamos pasar el día lo más normal que podíamos.
Ese día, papá ya se había tardado en ir por mi, por lo general me recogía antes de que oscureciera. La noche caía rápidamente, y la casa se sumía en la penumbra. De repente, escuché pasos rápidos corriendo en la cocina. Miré a mi primo para advertirle, pero él ya había caído profundamente dormido. Volteé hacia la cocina y me encontré con dos ojos verdes brillantes que me observaban desde la oscuridad. Era el duende, agazapado sobre la estufa.
El terror me paralizó. Intenté gritar, pero no salió sonido de mi boca. Una risa siniestra llenó el aire, proveniente de todas partes de la casa. Finalmente, logré despertar a mi primo, el lo miró y asustado me dijo que saliéramos por la parte de atrás de la casa, lo vi tan asustado que le hice caso de inmediato. Corrimos, pero el sonido de pasos persiguiéndonos nos llenaba de pavor. Justo cuando mi primo y yo estábamos a punto de salir de la casa, el duende lo atacó, hundiendo una aguja para tatuajes en su pantorrilla. La risa macabra continuaba, retumbando en nuestros oídos.
Escuchamos la camioneta de mi papá estacionándose, entonces mi primo me ayudó a brincar la barda de su patio la cual daba a un terreno baldío lleno de maleza y hierba fuera de control, no sé cómo pero el también logró cruzar y ambos corrimos a la camioneta, papá no supo que ocurrió solo se limitó a conducir.
Después de esa aterradora experiencia, mi primo tardó tres días más en regresar a su casa, esperando la llegada del chamán que podría liberarlo del duende. Finalmente, aquel hombre llegó y entró a la casa con determinación. De repente, escucharon correr a algo apresurado que salía por la parte trasera de la vivienda.
Me contó que ambos se asomaron por detrás de la barda, solo para ver cómo la hierba se movía como si alguien hubiera huido. El chamán procedió a pintar símbolos de protección en cada posible entrada de la casa y realizó una limpieza espiritual. Desde entonces, el duende desapareció de la vida de mi primo. Nadie sabe a ciencia cierta dónde fue a parar, pero una cosa es segura: nunca volvimos a verlo ni a sentir su oscura presencia.
Autor: Liza Hernández
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