El Desfigurado Historia De Terror 2023

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El Desfigurado Historia De Terror 2023

El Desfigurado, Historia De Terror… Tenía apenas 18 años cuando me sucedió lo que les contaré a continuación, es una historia real, que me hizo aprender que incluso los muertos muchas veces necesitan ser escuchados y respetados por todos nosotros.

A pesar de que era muy joven, siempre fui una persona amable y con empatía gracias a mis padres, quienes me educaron muy bien.

Mi nombre es Mauricio Herrera y recuerdo que recién habían publicado las vacantes de trabajo en una de las fábricas cercanas a mi pueblo. Eran mediados de septiembre, no había pasado ni un mes que había salido de la preparatoria, pero como no quería seguir estudiando, porque sentía que la escuela no era lo mío, siempre sacaba malas calificaciones a pesar de que me esforzaba enormemente por mejorar, así que lo mejor para mí en ese momento era buscar un empleo.

Y como cada año, la fábrica de azúcar de caña hizo un reclutamiento masivo en mi pequeño pueblo. Yo no era el único, hubo más compañeros de la misma escuela a la que fui yo que también aplicaron para las diferentes vacantes que ofrecía la fábrica. Un punto bueno de ese lugar era que contaba con transporte de personal y no debíamos preocuparnos por pagar pasajes.

Aquel día nos citaron en el jardín principal a las 10 de la mañana. Una vez ahí, nos llevaron en camión hasta la planta principal, donde nos hicieron unos exámenes psicométricos y de conocimientos en general y unas entrevistas de trabajo. Y sin más, por la tarde me regresaron a casa con un contrato firmado y un horario de trabajo. Puedo decir que estaba emocionado, pues a esa edad ganaría bien y podría comprarme muchas cosas y salir con mis amigos.

Durante un largo periodo de tiempo, todo parecía ir de maravilla y funcionar a la perfección. El transporte de personal, el cual recogía a los trabajadores, llegaba puntualmente a las cinco de la mañana. Era un camión grande y robusto que siempre se estacionaba justo en frente del jardín. No es que nuestro lugar de trabajo estuviera situado a una gran distancia, pero la ruta que tomaba el camión pasaba por diversas comunidades antes de llegar a la fábrica.

La hora de inicio de la jornada laboral era a las seis de la mañana, lo cual significaba que había una hora entera que se perdía en el trayecto. Sin embargo, yo encontraba la manera perfecta de aprovechar ese tiempo durmiendo. No veía necesidad alguna de levantarme tan temprano para recorrer en bicicleta ese trayecto. Después de todo, tenía la comodidad y la tranquilidad de descansar durante el tiempo en el camión.

Uno de mis días de trabajo, cuando era la hora de comida, mis compañeros de área me invitaron a sentarme con ellos. Dentro de esa área, yo era el nuevo, los demás ya tenían varios años ahí. Eran buenas personas, me enseñaron con paciencia lo referente al trabajo.

Me caían muy bien y eso me alegraba, pues a veces al llegar a un nuevo trabajo te topas con gente que es grosera o mala contigo, así que tenía suerte. Pero ese día, en la comida, entre pláticas, risas y preguntas, salió un tema que nunca falta en cualquier conversación: las historias paranormales.

De acuerdo a lo que me contaron, en aquel lugar circulaba una leyenda que prácticamente todos consideraban verdadera. Se trataba del triste destino del guardia de seguridad que perdió la vida durante su trayecto de casa al trabajo. Este joven residía en el mismo pueblo que yo, y un día en particular, hace ya varios años, tenía su turno programado para comenzar a las seis de la mañana.

Sin embargo, debido a una serie de infortunios, no logró alcanzar el autobús de transporte al que solía subirse. Sin más alternativa, decidió emprender el camino a pie. Calculó que le tomaría aproximadamente unos cuarenta y cinco minutos llegar, y estaba decidido a no llegar tarde, pues no le gustaba la impuntualidad. Con determinación, apuró el paso, pero nunca pudo siquiera imaginar que aquel sería su último trayecto hacia el trabajo.

Poco después, se hizo pública la trágica noticia: “Joven pierde la vida al ser arrollado por un tráiler”. Según informó el periódico que cubrió el incidente, el fallecido respondía al nombre de Felipe, un joven que se dirigía a su empleo y fue víctima de un terrible accidente cuando un tráiler perdió el control de sus frenos en medio de la oscura madrugada, desencadenando una secuencia fatal de sucesos.

Según mis compañeros, desde aquel día se puso alumbrado público en la carretera, aunque no era en todo el tramo, lo cual no hizo más seguro el camino.

Pero que después de unos meses, varias personas del pueblo que salían en las madrugadas en sus automóviles por diversos motivos veían a  un joven, con el uniforme de la fábrica, que caminaba a toda velocidad por la solitaria carretera y como se acostumbraba por la región, algunos conductores se paraban junto a él para darle un aventón a su trabajo.

Lo cual era normal en ese tiempo, gracias a la amabilidad y confianza de las personas del pueblo, pero antes siquiera de poder decirle que se subiera al vehículo, cuando intentaban buscar su cara, se topaban con una sorpresa espeluznante.

Aquel joven estaba completamente desfigurado, sus facciones ni siquiera se distinguían y cuando miraban bien, parecía como si estuviera flotando en el aire. Inmediatamente, las personas ponían en marcha su vehículo y huían a toda velocidad. En varias ocasiones les pasó eso a varias personas, por ese motivo, en ese tramo de la carretera casi nadie quería levantar personas para darles un aventón al menos, no cuando era de noche o madrugada.

Pero no solo los automovilistas eran los únicos que lo llegaron a ver, pues los mismos trabajadores cuando iban en el camión hacía la fábrica y les tocaba pasar en la oscuridad, lo habían visto e inmediatamente le decían al chofer que uno de sus compañeros iba caminando, a lo cual este se detenía pero nunca se subía a nadie.

Con el tiempo, la modernidad fue llegando y casi todo el mundo tenía un celular, lo que hizo posible que en algún momento alguien pudiera captar en video al que más tarde todos apodarían como “el desfigurado de la carretera”.

Después de que me contaran todo esto, yo pensé que solo querían asustarme, pero cuando quise hacerles más preguntas, Diego, un compañero, sacó su celular y me dijo que lo viera con mis propios ojos. Algo incrédulo, lo tomé y comencé a verlo.

El vídeo comenzaba dentro de uno de los camiones de la fábrica, obviamente quien iba dentro era el mismo Diego. Se escuchaba como si bromeara con sus compañeros acerca de que tal vez aparecería “el desfigurado de la carretera”. Algunos reían pero uno de ellos dijo que no lo dijeran ni de broma.

También estaba lloviendo y, según otras pláticas que se escuchaban en el fondo, decían que el camión no avanzaba como normalmente por la lluvia tan intensa que había y porque la noche estaba bastante oscura, aunado a un programa de radio que se escuchaba con estática, de esos que dan las noticias en la madrugada, todo eso hacía que el vídeo fuera algo realmente tétrico.

Pero después de unos momentos, se comenzó a escuchar que algunos trabajadores comenzaron a gritar que ahí estaba el joven Felipe, que era el ente desfigurado.

Entonces, mi compañero Diego quien estaba grabando se dirigió a una de las ventanas del camión y trató de enfocar a lo que parecía una persona que caminaba bastante rápido, pero sin tocar el piso.

Al llegar a una curva, pudieron ver cómo esa persona se salió de la carretera, perdiéndose en el monte, no sin antes voltear a ver el camión, llevándose todos el susto de su vida al ver que aquel ser estaba completamente desfigurado y fue ahí cuando abruptamente el vídeo terminó.

El Desfigurado Historia De Terror

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La verdad es que sí me dio un poco de miedo, y más porque ninguno de mis compañeros me veía con intención de ver burlarse de mí. Al contrario, estaban todos muy serios y callados.

Diego tomó su celular y me dijo que nunca anduviera de noche o por la madrugada por esa carretera, al menos no caminando o solo, me dijo también que siempre esperara el camión de la fábrica y si no lo alcanzaba, simplemente no fuera a trabajar y me regresará a mi casa, porque en ese lugar, cuando esta oscuro, es cuando más accidentes hay y más personas se pierden, y los que han salido vivos, siempre cuentan que antes de que algo malo les pase siempre ven al “desfigurado de la carretera” pasar a un lado de ellos o incluso frente a frente.

Otro de mis compañeros comentó que en la fábrica se decía que “el desfigurado de la carretera” seguía caminando para poder llegar a su trabajo

Con algo de duda, le pregunté a Diego que si otros en la fábrica también tenían el vídeo del fantasma y solo me dijo que muchos en la fábrica sí lo tenían y que si quería, me lo pasaba.

Después de esa plática, entramos en otros temas, como anécdotas graciosas que les habían ocurrido ahí y de mi vida en la preparatoria, así que el ambiente se puso un poco más alegre, pero yo me quedé con esa historia en la cabeza y solo pude olvidarla hasta un par de semanas después.

En fin, un día martes, justo cuando me correspondía descansar. Mi tío Alfredo, un comerciante de profesión, se acercó a mí y me pidió un favor. Resulta que su habitual ayudante no podría asistir a trabajar ese día, por lo que me solicitó amablemente que le ayudara a cargar y descargar su mercancía.

En aquel entonces, yo era joven y contaba con más fuerza y vitalidad de la que poseo en la actualidad, así que no encontré ningún inconveniente en aceptar su solicitud.

Decidido, me levanté temprano, eran las cuatro de la mañana, y nos dirigimos hacia la camioneta de mi tío, preparados para iniciar el largo viaje hacia la central de abastos de otro pueblo, que se ubicaba a aproximadamente a una hora y media de distancia.

Conduciríamos a una velocidad moderada, siguiendo la carretera que lleva hacia la fábrica, ya que esta se encontraba conectada con la autopista principal.

Justo en el momento en que pasábamos por ese lugar, exactamente a la altura de una señalización que indicaba un giro pronunciado en la carretera, un estruendo resonó en la parte trasera de la camioneta, como si algo hubiera impactado con fuerza las ventanas traseras.

Mi tío reaccionó de inmediato y pisó el freno de forma brusca, afortunadamente logramos mantener la estabilidad del vehículo y evitar un accidente. Sin embargo, la incertidumbre y el temor se apoderaron de nosotros en un instante.

Entre susurros tensos, me comentó que posiblemente aquel estruendo fuera obra de rateros que intentaban detenernos en pleno trayecto. Ante la posibilidad de un peligro latente, nos encontrábamos en alerta máxima.

Decidí inspeccionar minuciosamente la camioneta en busca de cualquier indicio que pudiera confirmar la teoría de mi tío. Sin embargo, tras revisar exhaustivamente tanto el exterior como el interior del vehículo, no logré encontrar ninguna señal de impacto, ni rastro de piedras sueltas o cristales rotos.

La camioneta parecía estar en perfecto estado, como si aquel estruendo hubiese sido una ilusión auditiva, pero a pesar del miedo decidimos seguir con nuestro camino.

Al llegar al corazón del pueblo, decidimos realizar una inspección más minuciosa de la camioneta en busca de cualquier indicio que pudiera explicar el misterioso golpe que habíamos escuchado. Sin embargo, para nuestra sorpresa, la camioneta se encontraba en impecable estado.

No había abolladuras, rasguños ni ningún otro signo visible de daño. Parecía que el inexplicable golpe no había dejado rastro alguno en el vehículo. La perplejidad nos invadió ante la falta de respuestas concretas pero seguimos con el trabajo.

Una vez concluida nuestra tarea en la central de abastos y con las compras debidamente realizadas, emprendimos el camino de regreso hacia mi pueblo. Al acercarnos nuevamente a los señalamientos en la carretera, mi tío tomó la decisión de detener la camioneta.

Eran alrededor de las 8:30 de la mañana, ya había amanecido y los alrededores estaban animados por la presencia de campesinos que realizaban sus labores cotidianas. La luz diurna y la actividad en la zona mitigaron en cierta medida la sensación de misterio y terror que había acompañado nuestro paso anterior por aquel lugar.

Con determinación, nos aventuramos a buscar cualquier indicio de lo que podría haber causado el ruido perturbador. Inspeccionamos cuidadosamente los alrededores en busca de piedras mal colocadas o elementos extraños que pudieran explicar el incidente.

Sin embargo, la carretera aparentaba estar en su estado habitual, sin ninguna alteración evidente. Entre los arbustos que bordeaban el camino, mi atención fue captada por una pequeña cruz de fierro, apenas visible debido al denso pasto que la rodeaba. Intrigado por su presencia, me dispuse a limpiar un poco la maleza acumulada a su alrededor para tener una mejor visión de ella.

Con paciencia y cuidado, arranqué delicadamente las hierbas que habían crecido alrededor de la cruz. No sabía exactamente qué esperar al realizar aquel gesto, pero sentía un extraño augurio y aquel objeto solitario en medio de la carretera seguramente tendría algo que ver.

A medida que retiraba la maleza, revelé más detalles de la pequeña cruz de fierro, cuya superficie mostraba señales de desgaste y oxidación por el paso del tiempo. Mi mente se llenó de preguntas sin respuesta mientras miraba aquel pequeño símbolo, preguntándome cuál podría ser su significado y por qué se encontraba allí, apartada y olvidada en medio de la naturaleza.

La intriga nos envolvía cada vez más, y el enigma del golpe en la camioneta parecía entrelazarse de alguna manera con el descubrimiento de la cruz. Sin embargo, ninguna respuesta clara emergía de aquellos momentos.

Fue entonces cuando viendo más detenidamente pude leer “Descansa en paz, Felipe”. De inmediato lo comprendí, era el lugar donde murió aquel guardia de seguridad. Entonces le dije a mi tío, el cual parecía conocer la historia.

Yo sentí algo de tristeza, me imaginé a mí en una situación donde tuviera que morir joven y me sentí mal por aquella persona, no me parecía justo que una persona con tantos sueños y metas hubiera muerto, además de que era alguien muy joven y trabajador por lo que todos decían.

Mi tío traía algunas velas que compró en la central de abastos, ya que a veces le ponía altares a la virgen de Guadalupe, así que él simplemente tomó una y la puso cerca de la cruz y le dijo refiriéndose a la cruz, a Felipe, que descansará en paz y que nosotros solo íbamos de paso

 Entonces nos subimos a la camioneta y nos fuimos de ahí. Los días pasaron y la vida fluía con normalidad, hasta que una mañana, como un chiste del destino, no me desperté a la hora de siempre para irme a trabajar.

Cuando llegué al jardín, ya eran las cinco y diez de la mañana, el camión de personal ya se había ido. Ahora estaba en un pequeño gran dilema: si no iba a trabajar, me descontarían el día y retrasaría mi proceso de contratación permanente.

Tenía poco de haber entrado y el trabajo realmente me gustaba, pero también tenía en mente lo que me había dicho mi compañero Diego, sobre andar en la carretera solo de madrugada.

En fin, me sentía enojado conmigo mismo por ese descuido, no me parecía muy responsable de mi parte haberme quedado dormido y no alcanzar el camión así que me castigué a mí mismo y ese día me dije que no podía faltar.

Entonces fui corriendo a mi casa, tomé mi bicicleta y comencé mi camino a la fábrica. Sabía que llegaría antes, pero no me importó. Todo iba tranquilo hasta que llegué a los señalamientos donde estaba la cruz de Felipe. Lo raro era que la vela que mi tío le había puesto hace ya varios días aún seguía ardiendo.

Después de dejar la cruz atrás, comencé a sentir un escalofrío en toda mi espalda. Comencé a pedalear cada vez más rápido. No tenía miedo de los carros o tráilers, pues ya había una ciclo vía, la habían construido hace poco y me alegraba mucho, pues sin ella seguramente sería más peligroso andar por la carretera.

Pero entonces pasó algo que ya me imaginaba que pasaría, pero esperaba que no. Delante de mí vi a un joven con el mismo uniforme que yo, iba caminando, parecía que tenía mucha prisa. Entonces, cuando estaba a punto de rebasarlo, volteó a verme, lo que me asustó mucho, pues esperaba ver su rostro desfigurado, pero no.

Parecía solo una persona normal, quien me miró fijamente y me dijo que si no le echaba una ray, que lo había dejado el camión. Por más que lo vi, no vi nada extraño en él. Mi bicicleta traía diablos, podría llevar a alguien más e íbamos al mismo lugar, así que me detuve y le dije que se subiera rápidamente.

Se puso tras de mí, puso sus pies en los diablos y sus manos en mis hombros, las cuales se sentían muy heladas. Pero algo raro que noté es que no pesaba casi nada. Traté de ver el lado bueno, pues ya no iría solo por esa carretera. Pasó el rato y ni él ni yo hablábamos de nada, hasta que llegamos a unos metros de la fábrica.

Antes de bajarse de mi bici, me dijo que me daba las gracias por ayudarlo, que nunca nadie lo había hecho antes, me dijo que por fin podría llegar a su trabajo. Entonces, se bajó de la bici y, sin voltear a verme, fue directo a la caseta de entrada. Yo me quedé afuera, esperando que diera la hora de entrada. Solo pude ver que los guardias que estaban de turno se pusieron pálidos y no hicieron nada. Cuando aquel joven entró a la fábrica.

Pero cuando ya estaba adentro se vieron con miedo y corrieron a la calle llenos de terror. Después se acercaron a mí y me preguntaron que  si sabía a quién había llevado en mi bicicleta y yo les dije que no.

Ellos me dijeron que era el desfigurado de la carretera, y que cuando cruzó la puerta de la fábrica, desapareció después de unos metros. Me quedé totalmente petrificado, no entendía que había pasado ni porque justamente me había sucedido a mí.

Al final de cuentas pensé en que si era verdad lo que los guardias decían me alegraba enormemente haber ayudado a aquel espíritu a lograr lo que quería desde hace muchos años. Todos en la fábrica hablaban del suceso y me preguntaban qué había pasado. Yo estaba desconcertado, no sabía qué decirles.

Muchos de ellos me felicitaron por ser valiente y dejar que un muerto se subiera a mi bici y peor aún haber llegado en bici al trabajo.

Al día siguiente me levanté más temprano para no perder el camión nuevamente. Me senté junto a una ventana e iba viendo hacia afuera. Justo cuando pasamos por la cruz de Felipe, lo pude ver ahí parado en la oscuridad, solamente iluminado por la luz de una vela. Pero sí tenía rostro, parecía estar feliz, con su mano agitando en el aire. Era como si se despidiera de mí mientras se desvanecía en la oscuridad.

Después de aquel incidente jamás nadie volvió a verlo, pero eso sí, todos lo recordábamos con mucho respeto y admiración, pues al parecer siempre había sido muy trabajador y puntual y por esas razones ahora no estaba con nosotros, pero de alguna manera pude ayudarlo a cumplir su cometido y me siento tranquilo por eso.

Ya pasaron muchos años desde esa anécdota y lo más gracioso es que sigo trabajando en la misma fábrica y después de tanto tiempo he logrado conservar y hacer muchos nuevos amigos. Jamás me arrepentí de entrar a este trabajo.

Autor: Lyz Rayón

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