Atrapado En Una Pesadilla Historia De Terror 2024
Atrapado En Una Pesadilla, Historia De Terror… He pensado mucho en cómo iniciar con mi relato y creo que la mejor manera sería ponerlos en contexto sobre el lugar donde todo se lleva a cabo.
En un bosque, cerca del rancho de mis abuelos, existe un lugar rodeado por árboles bastante antiguos y retorcidos, es como si estos hubieran crecido con dolor; este lugar es una casa que ha estado abandonada por décadas, y casi me atrevo a asegurar que ya lleva casi un siglo así.
Por años se han contado innumerables historias de este lugar, leyendas de apariciones que se manifiestan a cierta hora proclamando a una persona para que les de luz. También se dice que por las noches, cuando los ruidos del exterior son pocos, se escucha que desde los muros de la casa se susurran entre una y otra pared, y que por las noches, las ánimas del purgatorio visitan el lugar.
Es así como mi abuelo iniciaba a contarnos historias de terror sobre la casa abandonada de sus vecinos; el Abuelo creció de hecho muy cerca de esa casa, y por años fue un lugar sombrío para él. Constantemente las advertencias de sus padres pidiéndole que no se acercara a ella lo mantenían a raya, y conforme el tiempo pasó, el Abuelo también nos advirtió sobre el peligro de ese lugar.
Mi historia favorita, la que siempre nos contaba antes de dormir, era cuando se atrevió a ir a explorarlo, la cual les relato a continuación.
Fue hace más de 35 años, la luna llena brillaba con todo su esplendor, el Abuelo había tomado la decisión de ir a explorar la casa por su propia cuenta. Así que se aventuró sin tomar precauciones o equipo necesario, solo llevaba consigo una linterna y un cuchillo, así nada más se adentró a la casa.
Por un buen rato mantuvo la idea en la cabeza de que algo se le aparecería, pues las historias que había escuchado de la casa eran inquietantes. Él había tomado principalmente la idea de explorar para descubrir la verdad detrás de los relatos sobre la casa.
Armado solo con su linterna y un cuchillo, se adentró en la oscuridad de la casa. Sentía como el aire se volvía más denso y por alguna razón estaba cargado de una presencia malévola.
Conforme avanzaba por los pasillos polvorientos, las sombras parecían moverse a su alrededor, era como si la presencia de mi abuelo fuera incómoda para las sombras, pues un paso que daba hacía que las cosas se estremecieran a su alrededor.
De pronto escuchó que alguien le susurraba algo al oído, se dio la vuelta y no vio a nadie detrás de él. Se había escuchado una voz siniestra que le heló el corazón. Mi abuelo ya se sentía atemorizado pero estaba más decidido a continuar con su exploración, su curiosidad por conocer más sobre la casa abandonada era más grande.
En eso, justo frente a él, al final del pasillo, se encontró con una habitación. Tenía la puerta ligeramente abierta, y cuando quiso empujarla notó que le costó mucho trabajo hacerla recorrer. Pero mi abuelo insistió hasta que de la nada la puerta se abrió por completo dejándolo pasar. Examinó la puerta por detrás y no encontró nada con lo que se atorara. Y cuando ingresó a la habitación, encontró algo que lo dejó más nervioso.
Grabado en el suelo se encontraba una estrella, la cual tenía doce picos, y al parecer en el centro de ella se encontraban los restos de una antigua fogata. Miró a su alrededor y notó que en la pared también había dibujos de lo que parecía ser un antiguo ritual, que al parecer no había funcionado y que había salido terriblemente mal.
De pronto, mi abuelo sintió una fría brisa que le rozaba el cuello, giró la mirada hacia la puerta y diviso a dos figuras espectrales que se estaban apareciendo lentamente. Parecía ser que se trataba de sus antiguos dueños. De pronto la fría brisa regresó cubriéndolo por completo. Y con ella se escuchó un ligero susurro que le hablaba, luego se intensificó más y con ello lo empujó para que saliera de allí.
Los fantasmas de los antiguos habitantes se materializaron ante él con rostros retorcidos, estos comenzaron a rodear a mi abuelo quien se resistía contra la corriente de aire. En eso, aparecieron a su alrededor más seres espirituales, con la misma apariencia que los otros dos, igual de desfigurados.
Atrapado En Una Pesadilla Historia De Terror
Mi abuelo no se había dado cuenta, pero justo había desencadenado una fuerza maligna que difícilmente podría controlar. Se dio cuenta de que esto ya era demasiado para él, así que se apresuró a correr hacia el pasillo, tropezando con muebles rotos y esquivando las sombras que se retorcían y lo intentaban agarrar.
En un par de ocasiones estuvo a punto de rendirse, aunque la casa por fuera no aparentaba ser tan grande, esta parecía extenderse infinitamente, manteniéndolo atrapado en su laberinto de pasillos.
Finalmente, corrió hacia lo que parecía ser una habitación a la que no había ingresado, cerró la puerta tras de sí como si esto fuera a ayudarle. Él sabía que se encontraba acorralado, sabía que sería su destino final si se quedaba allí, tenía que idear una manera de escapar.
De pronto, la casa entera resonó con gritos horribles y rechinidos sobre las paredes. Las paredes comenzaron a cerrarse sobre él, mi abuelo buscó rápidamente dónde podía refugiarse. Ya estaba siendo consumido por el pánico, sabía que sería devorado por las fuerzas oscuras de la casa, así que se puso en una esquina con la cabeza metida entre las piernas y comenzó a rezar.
De pronto, pudo oír una risa burlona que llegaba a su mente, luego resonó tan fuerte que la escuchó por todas partes. Mi abuelo levantó la vista y se dio cuenta de que la ventana de esa habitación comenzaba a temblar, se dio cuenta de que esa sería su salida.
Se puso de pie y corrió hacia ella, justo cuando estuvo a punto de salir por ella, algo lo tomó del hombro y lo regresó. Se dio cuenta de que un espectro con el rostro retorcido lo tenía sujeto, mi abuelo se retorció para que lo soltara pero el espectro se había aferrado a él.
En eso, mi abuelo se dio cuenta de que lo sostenía de la chamarra, así que se la quitó y salió rápidamente por la ventana. Apenas tocó tierra, respiró profundamente y agarró carrera para escapar de allí.
Mi abuelo nos aseguraba que su chamarra seguía en ese sitio, y que lo mejor era no ir a buscarla, pues podríamos ser tragados por la oscuridad de la casa o ser consumidos por sus sucesos inexplicables y aterradores.
Esa era la historia que más me gustaba que mi abuelo nos contara, cada vez lo hacía con más intensidad para mantener la atención de todos los primos. Pero conforme pasan los años y el tiempo nos va haciendo más maduros, dejé de creerle. Fue cuando una tarde de verano, tomé la decisión de ir por mi cuenta a verificar todo lo que nos había contado el abuelo.
La verdad, mi curiosidad era más grande que mi miedo. Ya tenía 18 años cuando decidí ir a la casa embrujada para buscar la verdad oculta detrás de los muros de esta casa. De algún modo, yo estaba convencido de que las historias que nos contaba el abuelo de esta casa estaban llenas de supersticiones y exageraciones.
Cuando llegué a la casa, sentía que el corazón me palpitaba con fuerza. La casa era tal cual nos la había descrito el abuelo, solo que la naturaleza ya había hecho de las suyas y tenía varias raíces incrustadas en sus paredes. Esto la hacía ver más terrorífica de lo que la había imaginado.
Tomé la linterna, aunque aún había algo de luz, el denso bosque la mantenía oscura. Apenas entré, encendí la linterna. Mi objetivo sería encontrar la chamarra del abuelo y llevársela para demostrarle que logré superar su temor cuando él ingresó. Pero apenas comencé a dar pasos, escuché una serie de susurros que parecían provenir de las paredes.
Las palabras que llegué a identificar me decían que saliera, otras me decían que huyera, y levemente pude escuchar a alguien reír. La atmósfera estaba cargada de una especie de energía que oprimía el pecho y me quitaba el aliento. Me costaba en verdad mucho trabajo respirar.
Conforme avanzaba, la casa parecía cobrar vida. Comencé a notar que las sombras danzaban de un lado a otro, de una habitación a otra. Detrás de mí se escuchaban como las cosas crujían y entre ellas que las puertas se cerraban, y al hacerlo crujía la madera.
Me di cuenta de que quizás no había sido buena idea haber entrado. De pronto, un gélido viento se hizo notar a mi alrededor. Recordé lo que le pasó al abuelo justo cuando sintió esto, así que tensé cada músculo de mi cuerpo y agudicé mis sentidos, listo para enfrentar cualquier cosa que surgiera en mi paso.
Ante mí, la figura de un hombre con el rostro desfigurado se materializó. Su expresión notaba un terror que nunca había visto, era como si hubiera estado consumido por un tormento. Repentinamente, otro escalofrío recorrió mi espalda. Sentí entonces que una presencia más aparecía a mi alrededor, y luego otra y otra, hasta que fueron varios espectros que me rodearon.
Supe que era el momento de correr por mi vida. De pronto, en mi cabeza pude escuchar la voz de un hombre que me hablaba por mi nombre. Era un sonido hueco, lleno de dolor y desesperación. Me preguntaba qué hacía allí, cuáles eran mis asuntos.
Yo respondí de la manera más honesta posible, les dije que solo quería explorar las habitaciones y no me llevaría nada, solo quería respuestas de algo que había sucedido antes. No recibí respuestas. Pero entonces se me ocurrió preguntar ahora a mí, les pregunté si ellos ocupaban algo, si necesitaban algo de luz.
En eso pude sentir cómo el pasillo se hacía más pequeño, sentía que me querían atrapar. Al notar que no tenía una respuesta, decidí huir mejor. Sin embargo, no hallaba por dónde regresarme. Fue cuando noté un espacio entre los espectros, un camino que me llevaba a adentrarme más a la casa. No tenía otra salida, así que corrí hacia ese espacio para buscar la manera de huir.
Yo podía sentir que detrás de mí las fuerzas oscuras se hacían más y más fuertes. El suelo crujía con cada paso que daba. No quería ni voltear atrás. Podía sentir cómo las paredes se achicaban, queriéndome encerrar. En eso se escucharon varios gritos desgarradores, y entre ellos, las risas malévolas eran más fuertes.
Me di cuenta de que los espectros gozaban por hacerme sufrir. Yo sabía que realmente había subestimado la verdadera naturaleza de la casa. Aquel lugar no solo era el hogar de espíritus atormentados, sino también un portal hacia un reino oscuro y retorcido.
Mientras luchaba contra las fuerzas sobrenaturales, me di cuenta de que había una puerta que no había visto antes. Esta parecía ser mi única salida de aquel laberinto macabro. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella. Podía sentir cómo el corazón casi se me salía por lo agitado que estaba, sentía que en cualquier momento me daría un paro cardiaco.
Empujé la puerta y esta chirrió al abrirse, revelando una habitación solitaria con grabados borrosos sobre las paredes y al extremo había una ventana quebrada. Fue inevitable recordar el lugar donde mi abuelo había llegado cuando se adentró a la casa. Yo no pensaba revivir lo que él pasó, así que corrí rápidamente a la ventana y antes de que la alcanzara me jalaron hacia el piso.
No podía avanzar, me di cuenta de que del piso emergieron manos que me tenían sostenido. Las golpeé con la linterna hasta que me soltaron, y entonces me arrastré hasta la ventana. Fue cuando lo vi, una chamarra vieja y podrida se encontraba en una esquina. En ese momento tenía dos opciones, corría por la chamarra y me arriesgaba a que me atraparan o me escapaba de una buena vez y dejaba allí las cosas.
En ese momento, la casa pareció retorcerse y gemir de dolor, las paredes comenzaron a temblar, sobre mí comenzaron a caer una lluvia de escombros y polvo. Comprendí que no tenía tiempo, me levanté tan rápido como tuve fuerzas, corrí hacia la chamarra y la tomé.
De pronto un intenso grito se escuchó por toda la habitación reclamando su propiedad diciendo… “MIO”. Yo me apresuré a salir por la ventana, la cual alcancé a saltar, y detrás de mí solo escuché gritos de odio por lo que había hecho. Corrí tan rápido que dejé atrás la casa desmoronándose o por lo menos eso creía, pues no me atreví a mirar atrás.
Cuando llegué a la casa de los abuelos, me prometí a mí mismo que no volvería a hacer una locura así. Fui a buscar a mi abuelo para entregarle su chamarra, quien al verla se sorprendió bastante. Luego me regañó diciéndome que varias veces me había advertido del peligro. Le dije que siempre tuvo la razón, y que ya no dudaría de sus historias ni por un segundo.
Desde aquel día, la casa abandonada permanece aún en pie. He pasado cerca de ella y se ve tan silenciosa que es muy aterradora. Sé que si alguien se llega a aventurar a entrar, estará al borde de un reino oscuro que no cualquiera soportaría y del cual no habría escapatoria.
Autor: Mario Franco Corrales Lengua de Brujo
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