Un Demonio Me Persigue Historia de Terror

Un Demonio Me Persigue Historia de Terror

Cuando era niño tuve una experiencia muy desagradable con algo que hoy en día, aún lo recuerdo tal cual que si un Demonio me estuviera persiguiendo… Un Demonio Me Persigue Historia de Terror
Siempre me había comentado mis Padres, que los días de Semana Santa eran para guardar respeto y no hacer travesuras. Para mí eran unas pequeñas vacaciones, sin embargo, teníamos la obligación de asistir a la Catequesis para ayudar para los preparativos de la presentación que realizaría la iglesia en pocos días. Vivía muy cerca del Auditorio Benito Juárez, y todos los días si no mal recuerdo la catequista pasaba frente a nuestra casa, tocaba una campana y salía para ir a catequesis hasta la iglesia. No estaba muy lejos de mi casa el templo, pero si teníamos que rodear el Auditorio para llegar a la Parroquia. (para mayor referencia se llama PARROQUIA EVANGELIZADORA, Adjuntare un croquis del trayecto que tomábamos de chiquitos para llegar allí)
Yo era bastante travieso, no me gustaba seguir indicaciones de parte de mi Maestra de catequesis, siendo muy honesto nunca le di la autoridad pues no la veía al igual que una maestra, sin embargo, la llegue a respetar con el paso de los días, pues ella me ayudo bastante después de todo lo que pasó.
Justo el día en el que todo empezó, yo me sentía bastante enfadado, no quería estar en clase de catequesis, era semana santa y yo quería estar en mi casa jugando. Me pareció buena idea comenzar a molestar a mi compañera de enfrente, así que comencé a jalarle el cabello, la Maestra me regaño inmediatamente y me dijo algo que me dejo inquieto toda la clase…
– Al diablo le gusta bailar en semana Santa – Eso me causo cierta inquietud, aunque fuera yo algo travieso, aún me sentía intimidado por historias referentes al diablo. Recuerdo que le di varias vueltas en mi cabeza a eso que me dijo, pero no le hallaba otro significado más que el de ponerme en paz.
Al salir de clases, la Maestra tenía la obligación de llevarnos a cada uno a nuestra casa, recuerdo que yo estaba ya bastante inquieto y quería irme ya, por lo que le comenté a un amigo mío que quería meterme al Auditorio para cortar camino. En aquel entonces entrar a escondidas era bastante sencillo, había puertas de alambre que no llegaban hasta el piso y uno podía entrar arrastrándose fácilmente, además no había guardias que nos lo impidieran. Él decidió acompañarme, nos escondimos de la Maestra y nos alejamos de los demás para entrar a escondidas. Una vez dentro solo era cuestión de caminar hasta la entrada principal y llegar a la casa. Fue cuando detrás de nosotros comenzamos a escuchar ruidos extraños, eran voces de una persona y parecía estar enfadada, nos detuvimos un momento para escuchar mejor y de uno de los locales vacíos que ya habíamos pasado salió un animal gruñéndonos. Parecía ser un perro, pero sus dientes eran más grandes de lo que yo había visto o recordaba en esos animales, además aquel animal era más grande que nosotros, sus orejas eran puntiagudas parecían ser unos cuernos, camino lentamente hacia nosotros y al mismo tiempo nos gruñía, de su hocico pude ver que algo escurría, parecía ser carne y esta caía en pedazos. Inmediatamente por instinto corrí dejando atrás a mi amigo, aquel animal se abalanzó hacia mí persiguiéndome, mientras corría recuerdo estar gritando por mi Mamá, y ese animal me intentaba morder, en dos ocasiones mire hacia atrás y podía ver que mis pies alcanzaba a tocar el hocico de aquel animal, podía escuchar sus ladridos y de repente estos dejaron de escucharse, quise mirar para atrás pero pude sentir que una mano me empujo por la espalda haciéndome caer de cara, rápidamente me puse en posición fetal, solo esperaba la mordida de aquel animal, pero no pasó nada. Mire extrañado a mi alrededor, pero no había nada. A los pocos minutos mi amigo llego corriendo preguntándome si me encontraba bien, le dije que Si, y que afortunadamente no me había alcanzado a morder. Mi amigo muy extrañado me pregunto de qué estaba hablando. Yo le insistí en que el Perro grande estuvo a punto de morderme, pero él me dijo algo que a la fecha no encuentro ninguna explicación…
– Te diste la vuelta y te quedaste en silencio, y de repente saliste corriendo, parecía que hubieras visto al Diablo, gritabas por tu Mamá, Yo voltee para ver si había algo que yo no había visto, pero los dos estábamos solos, corrí después para alcanzarte y te encontré aquí- No sabía que decirle, quizás había sido una broma de su parte lo que me estaba comentando.
Salimos del auditorio y justo a los pocos minutos nos alcanzó la Maestra quien muy molesta nos reprendió, algo paso en ese momento en ella pues se me quedo observando, me pregunto si yo estaba bien. No sabía si decirle la verdad o no, pues no quería que los demás niños creyeran que yo era un cobarde.
Por extraño que parezca, la sensación de que algo me seguía se había intensificado, fuera a donde fuera, podía escuchar a mis espaldas que algo me estaba siguiendo, volteaba rápidamente pero no veía nada. El sábado de Gloria había salido a jugar y regrese ya tarde. Era de noche y muchos de mis amigos ya se habían ido a sus casas. Me había quedado solo jugando en la Unidad deportiva que estaba muy cerca, no sabía qué hora era, normalmente me regresaba a casa cuando mi último amigo se quedaba, pero de eso ya había pasado rato, tomé mi balón y me dirigí a casa, pensando en que decir por llegar tan tarde. Y detrás de mí pude escuchar que algo arrastraba sus garras sobre el piso. Pude escuchar el gruñido de un animal que estaba muy cerca de mí, no quise mirar, pero pude percibir el aliento de esa cosa sobre mi nuca. Sin pensarlo corrí rápidamente hasta mi casa, no estaba lejos, solo tenía que dar la vuelta, fue cuando otra vez sentí que una mano me empujaba por la espalda. Tuve que soltar mi balón, algo me estaba jalando de mi playera, pero no pude ver que era, no había nada, pero me arrastraba hacia un poste que no había luz, y no sé de dónde o de qué forma fue que me vio, salió mi Maestra de catecismo de su casa, afortunadamente ella vivía muy cerca de conmigo, me metió a su casa y me mantuvo allí hasta que todo se tranquilizaba. Tuve que contarle lo que había pasado en el Auditorio, ya no tenía miedo de que no me creyeran, le temía más a lo que estaba allá afuera esperándome. Mi Maestra me entendió, hablo por teléfono a la casa de mis Padres y les pidió que pasaran por mí, ella me regalo una medallita y unas imágenes de unos santos que a decir verdad no recuerdo el nombre de ellos. Me dijo que todo estaría bien, que no tenía nada que temer por ahora. No lo comprendí en el momento, pero creo que se me había asignado un Ángel para protegerme pues aquella noche las cosas no acabaron.
Ya estaba más tranquilo, me encontraba en casa, nada podía ya pasar. Sin embargo, alguien estaba vigilando desde el patio de su casa a la casa de mis Papás. Al cabo de un Par de horas, mi Maestra se encontraba tocando insistentemente el cancel de la puerta de mi casa. Les gritaba a mi Mamá y Papa por su nombre, pero no le escuchábamos, cuando por fin mi Papá se levantó después de un rato y la vio. Mi Maestra insistió a mi Padre que revisara el patio pues había visto que algo estaba queriendo brincarse a la casa. Los patios de las casas de la cuadra están pegados y el de mi Maestra quedaba justo al lado. Mi Papá sin pensarlo dos veces fue a revisar. Tardo varios minutos y regreso comentando que no había visto nada, pero que agradecía la advertencia.
Al día siguiente (domingo) tocaba ir a misa, allí mi Maestra nos esperaba para que todos sus alumnos se sentaran en las bancas de hasta enfrente. Ella me vio y me pregunto si todo estaba bien, le dije que sí y que mi Papa me había platicado esa mañana que fue advertirnos de que algo estaba queriendo brincarse a la casa. Ella me confesó que había visto a un gigantesco perro que caminaba igual que un gato entre la pared, y cuando mi Papa fue a investigar ella arrojó agua bendita en la cochera. No sabía si esto funcionaria, por lo tanto, ella me daría más medallitas para cuidarme de algún demonio.
Después de varios días, semanas y meses las cosas estuvieron muy tranquilas, no sabría decir con toda seguridad si los cuidados de mi Maestra tuvieron algo que ver, ella con el tiempo se volvió una muy buena amiga de la familia, de mi parte se ganó mayor respeto, deje de llamarle la Maestra, a dirigirme hacia ella de forma más respetuosa y decirle Doña Ana.
Sin embargo, las cosas se volvieron diferentes después…
Estaba por hacer mi Primera Comunión, no faltaba mucho, así que Doña Ana nos decía que practicáramos nuestras oraciones y entráramos al templo para hacerlo más concentrados. Fue lo que yo hice, justo al salir de la catequesis entre al templo, se encontraba solo completamente, siempre sentí algo de incomodidad al ver a Cristo crucificado, aun no comprendo por qué, pero si he de confesar algo, me daba miedo. Justo al terminar mis oraciones me persigné, y al querer salir de allí, me topé con que las puertas estaban cerradas. No lo entendía, tenía escasos minutos de haber entrado, y las puertas ya estaban cerradas, mire el otro portón con la esperanza de que lo hayan dejado abierto, pero no lo estaba. Y justo detrás de mí pude sentir el aliento caliente de aquel perro. Me comenzó a ladrar pero yo no quería voltear, me puse a patalear fuerte la puerta del templo, gritaba fuertemente que me abrieran, y aquel perro seguía ladrando detrás de mí, a los pocos segundos Doña Ana llego y me abrazó diciéndome que todo estaba bien, el Padre del Templo me trató de tranquilizar, recuerdo que me dieron una paleta.
Ha pasado ya mucho desde esos sucesos, toda la familia nos mudamos a otro punto más lejos de allí, cuando íbamos de visita a esa vieja colonia, siempre era una parada obligada ir con Doña Ana. Y en una de esas visitas ella me aseguro que esa cosa no me volvería a molestar jamás. Ya se los había comentado anteriormente, no me había dado cuenta, pero había un Ángel que me estaba protegiendo y se trataba de ella. A los pocos años me enteré de que uno de sus Hijos, (a quien no recuerdo su nombre en verdad) falleció trágicamente en un accidente. Sin pensarlo fuimos a darle nuestro pésame. Fue la última vez que la vi, la recuerdo cansada, caminaba encorvada y con pocas fuerzas. La trágica noticia de su hijo le había quitado vitalidad. Ella me vio y me sonrió, no me atreví a preguntarle si había alguna relación entre el accidente y el demonio que me perseguía.
Lo último que se dé ella es que sigue dando clases de catequesis y preparando matrimonios con pláticas pero ya no va al templo, todo lo hace desde casa. Puedo decir que gracias a ella aquel demonio dejo de perseguirme.
 
Autor: Lengua De Brujo
Derechos Reservados

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