Soy Una Bruja Historia De Terror 2023

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Soy Una Bruja Historia De Terror 2023

Soy Una Bruja, Historia De Terror… Aunque estoy a unos días de cumplir 100 años, no me considero una anciana obsoleta, como soy analfabeta le pedí a mi nieta Rosario que escribiera mi historia, porque sé que pronto moriré, confieso que no me arrepiento de lo que soy,  ni de lo que he hecho.

Empiezo diciendo que yo no elegí ser esto, en lo que fui convertida, fue por herencia, mi bisabuela era bruja, mi abuela y mi madre también lo fueron, brujas poderosas,  de esas que hacían pacto con el diablo, precisamente por pactar es que fueron longevas, tenían más de 100 años cuando murieron, también es por eso que al cumplir esa edad ya presiento mi muerte, además de otra cosa que aquí les contaré.

Mi bisabuela, mi abuela, mi madre, todas ellas eran sabias e inteligentes,  así como tenían la capacidad de ayudar a las personas, también la tenían para hacer el mal, eran brujas negras de las cuales me voy a reservar sus nombres.

 A mi bisabuela no la conocí, por mi madre sé que era considerada como bruja de caldero, podía transformarse en algún animal, a veces volaba, pero no sobre una escoba,  como dicen que vuelan las brujas, lo hacía convertida en bola de fuego.

Fue una bruja madre suprema, descendiente de brujas come niños, proveniente de Europa, activa en las invocaciones,  siempre al frente de los aquelarres, formaba una triada, junto con mi abuela y mi madre.

Era catalogada como una bruja antigua, muy peligrosa, que guardaba un rencor muy notable a la santa inquisición, conocedora de la herbolaria, por la magia blanca y de la brujería por la magia negra.

Una bruja blanca o negra siempre será vista como mala, por eso hubo ocasiones que en diferentes pueblos quisieron lincharla, pero por sus habilidades nunca pudieron siquiera tocarla.

Además no cualquiera se atrevía a querer hacerle daño,  porque era implacable con las personas que odiaba, cuando arremetía contra alguien,  era muerte segura.

También era muy respetada por otras brujas, acudían a ella por algún concejo u ayuda, era partera, pero así como ayudaba a traer la vida también ayudaba para quitársela a alguien.

No tenía ninguna consideración,  ni pena por las personas, las trabajaba con la intención de destruirlas, también supe que podía secar sembradíos, en ocasiones maldecía a los animales, los cuales morían sin remedio.

A mi abuela si la conocí,  era bruja de nacimiento, aparte de ser espiritista, manejaba la hechicería y el vudú,  siempre fue una mujer solitaria, casi nunca hablaba con ella, era temida y respetada,  porque como tenía pacto con el diablo era poderosa, de voz fuerte, con un corazón bastante duro.

Mucha gente le tenía miedo,   se decía que era la causante de varias muertes, además la culpaban de muchas enfermedades resultado de sus embrujos.

La buscaban para hablar con los muertos,  porque al practicar el vudú tenía una fuerte conexión  con el más allá, experta para revertir embrujos, hacer hechizos o lanzar maldiciones.

También hacía viajes astrales, o algo parecido, se quedaba dormida por varios días mientras su espíritu vagaba, no sólo eso, también  tenía la capacidad de desaparecer de un lugar y aparecer en otro, a veces regresaba herida, pero se recuperaba.

De ella tengo muy pocos recuerdos, lo único que puedo contar y que guardo en la memoria por cierto muy vagamente,  fue cuando una noche siendo yo apenas una niña,  la espié por una rendija de su cuarto.

Se encontraba hincada con las manos levantadas, extendidas palmas arriba, tenía desfigurado el rostro, estaba haciendo una petición a alguien que yo no podía ver, solo se escuchaba otra voz, muy diferente a la de mi abuela, esa voz era ronca, seca como de ultratumba.

Ella decía ya no querer pactar más,  que no podía cumplir con lo que le pedía, prefería morir porque ya estaba cansada, que era la hora de dormir el sueño eterno, la misión que le habían encomendado la había cumplido, sintiéndose satisfecha.

Después agachó la cabeza, creo que se puso a orar,  porque estuvo hablando en voz baja por largo rato, se quitó un escapulario que siempre traía puesto y lo puso en el suelo, luego se tiró  boca abajo con los brazos separados.

Empezó a temblar, le salía un humo negro del cuerpo,  como si se estuviera quemando por dentro, pero no se quejaba y nunca gritó, por lo mismo no puedo decir que me asusté.

Como ya no se movió,  decidí ir a acostarme, antes de hacerlo,  miré que se fue la luz de su cuarto,  quedando todo en penumbras, totalmente en silencio, por mi corta edad no comprendí lo que en realidad pasaba.

Cuando amaneció,  nos levantamos con la noticia de que mi abuela había muerto, mi madre traía el escapulario,  además de un anillo que mi abuela nunca se quitaba, cuando entré al cuarto,  estaba tirada en el piso,  así como se quedó la última vez que la ví.

Se veía más vieja, aparentaba tener meses de muerta, estaba llena de cicatrices, era como si estuviera seca,  tenía grietas en las manos pero sin rastro de sangre, se encontraba demasiado delgada, casi la piel pegada a los huesos, parecía más un maniquí,  que el cuerpo de mi abuela.

No me causó ninguna impresión, no tuve miedo, ni siquiera lloré, sólo la estuve mirando por largo tiempo, hasta que mi madre entró, me ordenó que saliera de ahí, luego prendió algunas veladoras.

No recuerdo ningún funeral, a media mañana llegaron otras mujeres,  envolvieron a mi abuela en una manta, se encerraron por un rato con el cuerpo y ya no supe más, ni siquiera sé donde está enterrada, o que hicieron con él cuerpo.

Obviamente no la iban a poner en campo santo, por lo que mi abuela era y representaba, por eso siempre sospeché  que está enterrada en un rincón de su cuarto.

Recuerdo que a veces ya de noche se veía el foco de su cuarto prendido, yo corría a asomarme por la rendija,  pero apenas llegaba se apagaba la luz, en más de una ocasión escuché su risa, mi madre estaba en su cuarto, ahí no había nadie.

La única vez que le pregunté a mi madre que le había pasado a mi abuela, solamente me respondió,  que ya era el tiempo de entregar el alma, me comentó que lo mismo le iba a pasar a ella, también a mí.

Después de ese día mi madre se comportaba como mi abuela, se volvió muy callada, parecía que guardaba muchos secretos, muchas personas acudían a ella pidiendo ayuda,  pero también la buscaban para hacer trabajos negros, los cuales en ese tiempo aún yo no sabía lo que eran.

La brujería, las artes obscuras, la maldad,  fueron por decirlo de algún modo la especialidad de mi madre, la bruja Mayor,  como le llamaban ahora en todo el pueblo.

Al faltar mi abuela,  mi madre me dijo que yo le ayudaría, que me convertiría en bruja, esa era una herencia que generación tras generación no se había roto y no lo iba hacer ahora.

Me tocó vivir y aprender con mi madre como embrujar a las personas, hacer amarres, trabajos de separación, lanzar maldiciones, hechizos, muchas cosas obscuras más.

Torturaba a las personas a la distancia, metiendo fotografías en frascos, para alterar sus mentes, otras las ponía frente a veladoras para provocar enfermedades, todo esto lo veía y lo aprendía siendo una niña, en lugar de ir a la escuela,  mi madre me enseñaba brujería, en su afán de convertirme en lo que ella era.

Nunca me opuse, además estaba acostumbrada a vivir todo eso, a sentir la mala vibra, a ver cosas espantosas, vivía con brujas,  no conocía otro modo de vida.

Por las noches la acompañaba a recoger tierra de panteón, el sepulturero la dejaba entrar después de media noche, se portaba muy amable, siempre le regalaba huesos humanos para estar bien con ella.

 También enterrábamos todo tipo de trabajos en ese panteón, fotografías, cabellos, frascos, en una ocasión enterró un sapo cosido de la boca, enterraba cabezas de gallinas y otras cosas, mi madre nunca conoció el miedo,  como tenía un pacto con el diablo, ya no había a que temerle.

Todos los días llegaba gente a visitarla, no solo del pueblo,  venían personas de fuera, de todos los extractos sociales, la mayoría quería hacer un mal a sus propios familiares.

Así aprendí la magia negra, desde muy joven supe cómo hacer hechizos, tal vez se escuche fuerte, pero también aprendí a no sentir compasión por nadie.

Mi madre solo me enseñaba brujería para hacer el mal, nunca me enseñó a curar a las personas, me decía que eso no servía de nada,  así, poco a poco me preparó para ser una bruja negra.

Ya más grande me permitía hacer algunos trabajos, siempre bajo su dura mirada, no le gustaban las equivocaciones, cuando rara vez las tenía,  me castigaba con una vara, o me dejaba  sin comer.

De lo único que podía hablar con ella era de brujería, como hacer el mal, como dañar a las personas, muy de vez en cuando tocaba el tema de la santa inquisición, aunque su tema favorito era el pacto con el diablo.

Me decía que si yo quería lo podía tener todo, aunque pareciera increíble el diablo podía retener mi muerte, hasta que cumpliera 100 o 150 años, todo dependía de saberlo adorar, y saber pactar.

Con el paso de los años me fui convirtiendo en una verdadera bruja, aunque siempre limitada a lo que mi madre me enseñaba, porque no podía leer sus muchos libros,  no sabía cómo, a veces pienso que por eso nunca me mandó a la escuela.

Nunca se me quitó la costumbre de espiar, por eso supe que así como lo hacia mi abuela, mi madre también hablaba con alguien que no se veía, pero ahora sé que era el diablo.

Lo adoraba de muchas formas, hasta le ofrecía las almas de algunas personas, a cambio de sabiduría,   otras veces el diablo le permitía hablar con mi bisabuela, con la cual se pasaba horas platicando y carcajeándose, por más que me esforzaba yo nunca la pude ver.

Cuando ella supo que yo ya estaba lista, me dijo que ya era tiempo de pactar con el diablo, de convertirme a lo que realmente estaba destinada, era el tiempo de trascender.

Me pidió que estuviera dispuesta, esa misma noche después de las 3 de la mañana, mi madre me llevó al cuarto que había sido de mi abuela, me ordenó que no hablara hasta que se me preguntara algo,  que agachara la cabeza cuando me dirigiera al señor.

Al entrar vi que estaban algunas personas,  todas de negro, no puedo asegurar si eran hombres o mujeres, porque solo nos iluminábamos con algunas velas.

Mi madre presidía el rito, por lo poco que podía entender,  pronto invocarían al diablo para que yo pactara con él, luego me pasaron al frente,  todas las personas repetían una frase difícil de pronunciar.

De afuera trajeron brazas humeantes,  las pusieron en medio del cuarto frente a mí,  después todos formaron un círculo a mi alrededor, una de ellas se acerco a echarle unas hierbas secas, para dar inicio a lo que llamaron pacto fáustico, cuando pude ver de cerca a la persona,  la reconocí, era mi abuela muerta.

Se levantó una humareda que pronto invadió todo el cuarto,  también un horrible olor se esparció, las flamas de las velas parecían remolinos, de en medio de todo ese humo se asomó la figura aberrante del diablo, confieso que me impresioné, era la primera vez que lo veía, era enorme,  totalmente pálido,  como si no tuviera sangre, con unos cuernos enormes y retorcidos.

Soy Una Bruja Historia De Terror

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Sentí que me invadía un miedo que nunca había experimentado, noté que no tenía labios,  porque se le miraban todos los dientes, además no podía dejar de mirar sus ojos rojos como el fuego.

 Me sentía indefensa,  poca cosa,  recordé que un día escuché decir a mi abuela que había más brujas que brujos,  porque las mujeres son más débiles ante el diablo.

  Al voltear a mirar a mi madre, me encontré con su fría mirada, recordé lo que me había ordenado,  bajé la cabeza como señal de respeto y de sumisión, así me quedé mientras mi madre me presentaba con el diablo, el señor obscuro como ella le decía.

 Cuando mi madre me dio la orden,  levanté la cabeza para verlo de frente, luego le ofrecí entregarle mi alma a la hora de mi muerte a cambio de sabiduría, de poder, de conocimiento.

Lo reconocí como mi Dios,  para que él me diera su protección,  como era la primera vez que hacia   ese pacto,  solo sería por 50 años, si mi comportamiento era de su agrado podría volver a pactar de nuevo, si no moriría, los 50 años empezaron a correr desde esa noche que se selló el acuerdo, yo contaba con 20 años ya.

Mi madre me ordenó pegar mi cabeza al piso de nuevo, al instante sentí un ardor horrible en ella, era como si me estuviera quemando, cientos de recuerdos pasaron por mi mente.

Me imaginé que el diablo me tocó con su mano para transmitirme parte de su mal, en una plática que tube después con mi madre,  me dijo que el diablo puso su pie sobre mi cabeza demostrando y advirtiendo que era dueño de mi vida.

No me di cuenta cuando todo terminó, al levantar mi cabeza me vi sola en el cuarto, no solo el diablo había desaparecido, ya no estaban esas mujeres, ni siquiera mi madre.

Todo el miedo, la incertidumbre y aquella rara emoción desaparecieron, me sentí diferente, poderosa, me sentí una bruja,  lo que había vivido esa noche fue solo mi inicio.

Al salir del cuarto me di cuenta que ya era de día, aunque todo hacía suponer que había sido un sueño,  de sobra sabía que era una tremenda realidad.

Con el pasar de los días me volví aliada de mi madre,  juntas fuimos más temidas y peligrosas que nunca, todos los trabajos negros fueron más violentos, embrujábamos familias enteras, casas, ranchos, pueblos.

Empecé a perder la cordura al saberme intocable, nadie podía hacerme daño porque tenía la vida asegurada por 50 años, adorada al diablo todas las noches y hacia prácticas innombrables.

Como a los 25 años quise ser madre,  me interesé por un hombre casado, ni siquiera fue necesario embrujarlo,  pero a su esposa si, la atormentaba todas las noches para que perdiera la razón, fabrique un muñeco con sus cabellos y con algunas practicas la volví estéril, para que su marido se desinteresara de ella, al año siguiente tuve una niña.

De ese hombre también me deshice, por varios días tuve su fotografía con hielo, cuando ya no podía más, hice un acuerdo con él, se iba del pueblo o se moría, jamás lo he vuelto a ver.

Rápidamente pasó el tiempo, cuando cumplí 55 años ya tenía un terrible historial, había hecho cientos de brujerías, terribles males,  causado muchas separaciones, mucho sufrimiento, todo esto para el agrado de mi madre.

Era experta en hacer sufrir, en torturar a las personas,  sin siquiera tocarlas, las dejaba sin trabajo, sin familia, sin salud, sin fe.

Los tiempos cambiaron, para descontento de mi madre,  mi hija no se convirtió en la bruja que yo esperaba, practicaba otras artes como la adivinación, pero no la magia negra, eso a mi madre la deprimió mucho.

Cuando cumplí 60 años ya era abuela, a mi madre la veía cada vez más deteriorada, ya no era la misma,  cuando se le llegó el tiempo de pactar de nuevo,  ya no quiso hacerlo y decidió entregarle su alma al diablo.

Me pidió que estuviera con ella en esos momentos, así lo hice, cuando entramos a su cuarto ni siquiera hicimos una invocación,  porque el diablo ya la estaba esperando.

Mi madre se hincó frente a él, yo me quedé atrás de ella con la cabeza inclinada, el diablo la miraba con desagrado, más que enojo demostraba ira, con voz apagada mi madre le dijo que no pactaría más, que prefería morir, él la miró con desprecio.

No fue necesario que la tocara o que el diablo dijera nada, mi madre cayó hacia al frente quedando inerte,  empezó a salirle humo del cuerpo,  como si se hubiera quemado, luego el diablo desapareció, al igual que mi abuela su cuerpo se hizo viejo y se empezó a secar hasta quedar casi irreconocible.

Ya sabía lo que tenía que hacer, agarré algunas de sus pertenencias y enterré el cuerpo en la misma habitación donde creo que esta mi abuela, lo hice sin avisarle a nadie, sin preocuparme, sin llorar.

Me sentí sola, primero sin mi abuela,  luego sin mi madre,  pero no me iba a detener por eso, a mi hija no la obligue a que fuera bruja a la fuerza, pero si le pedí que me leyera todos los libros de brujería que tenía mi madre.

Con más conocimiento empecé hacer trabajos más terribles, también me hice más conocida, al grado de que me venían a buscar grandes políticos, artistas y muchos delincuentes,  buscando amuletos de protección.

El tiempo vuela, pronto se llegó el tiempo de pactar de nuevo,  porque los 50 años se cumplieron, ahora lo haría yo sola,  pero no me preocupaba, ya sabía qué hacer.

Esa noche me presentaría al diablo decidida a pactar con él, le preparé un altar, como no lo había hecho mi abuela ni mi madre, lo haría para agradarlo, para demostrarle mi lealtad.

A los primeros segundos de haber cumplido 70 años lo invoqué,  como decían los libros, para mi sorpresa y alegría apareció ante mí, imponente, majestuoso, sin ninguna expresión en su rostro.

No se veía igual que hacía 50 años, temblaba de la emoción que me producía verlo, me sentía su esclava, estaba a su disposición,  dispuesta a cualquier cosa con tal de volver a pactar con él.

Para mi sorpresa el pacto sería solo por 30 años,  no por 50 como el que se acababa de vencer, me desconcerté un poco,  pero estuve de acuerdo, solo que ahora me pidió algo que como nunca  me pareció aterrador.

Cuando se venciera este pacto tenía que entregarle el alma de mi hija, o no volvería a pactar y no solo se llevaría mi alma, me torturaría hasta morir, de la manera más terrible.

Me devolvería todo el mal, toda la brujería que le había hecho a las personas durante los próximos 30 años,  me haría sentir en carne propia todo el dolor y el sufrimiento que causé, sin ninguna compasión,  como yo no la tuve por nadie.

Obligada tuve que aceptar, era eso o moriría en el instante, estaba doblegada, toda mi arrogancia quedó por los suelos y me di cuenta que no era nada ante el poder del diablo, que no representaba nada para él.

Me sentí maniatada,  por una parte no iba a entregar el alma de mi hija, al no hacerlo se me devolvería todo el mal que haría en los últimos 30 años, pero tampoco podía dejar de hacer brujería, ahora comprendí porque el cuerpo de mi bisabuela y el de mi madre acabaron de esa forma tan extraña.

Llena de ira, de desesperación, decidí ser lo que era hasta el final, descargué mi enojo y mi frustración en contra de las personas, no importando que fueran hombres o mujeres, ancianos o niños, todos fueron víctimas por igual.

Así pasaron 30 años durante los cuales infecté todo cuanto pude con la más terrible brujería, hice trabajos que las personas jamás habían visto, provoqué tanto daño como jamás lo había hecho, hasta que se llegó el tiempo de pagar.

Entregaré mi alma al diablo sin remordimientos, sin miedo a lo que me espera, aunque mi hija y mi nieta no siguieron mis pasos,  me voy sabiendo que la brujería nunca se acabará, también me di cuenta que el diablo es perverso y mentiroso

Nota ; mi abuela hace tiempo que murió, la encontramos debajo de su cama con una expresión de terror reflejada en su rostro, parecía podrida, estaba totalmente negra, despedía un olor insoportable a quemado, tenía los ojos sumidos y sin lengua.

Nadie la acompañó cuando se presento ante el diablo, el día de su cumpleaños número 100, pero yo sabía que eso le pasaría al no entregar el alma de mi madre, en ocasiones la escucho reír por las noches, en el cuarto donde está enterrada junto con mi abuela…. Escribió ,  su nieta Rosario.

Autor: Gato Negro.

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