No Era Mi Abuela Historia de Terror 2024
No Era Mi Abuela Historia de Terror… Cuando mi abuela murió, toda la familia fue a velarla. Ella quería que se le velara en la casa tres días para que pudieran venir todos a despedirse de ella, hasta los que vivían en el gabacho. Esta última voluntad fue respetada por todos sus hijos, que en total eran quince.
Mi mamá era su hija más grande, ella estuvo al frente de la organización de todo, llamó a sus hermanos, contactó a familiares que ni sabía que existían hasta ese día. Yo no era particularmente cercano a mi abuela, había crecido con mis papás, vivía más lejos que todos y pasaba los fines de semana con ella hasta que entré a la preparatoria, después de eso comencé a dedicarme a mis amigos o las cosas que me gustaban.
A pesar de que no sentía gran cercanía, me puso muy triste su partida, quizás porque alcancé a verla con vida, dos días antes de que se fuera. Ella ya no escuchaba muy bien, veía bien o eso pensaba así que me acerqué a saludarle, le pregunté cómo se sentía.
Ya estaba muy débil, no me contestó de inmediato, pero me miró mucho tiempo, con su mano temblorosa me agarró del brazo, luego sonrió sin dientes. El corazón se me encogió, de la nada me dijo que siempre había sido un buen niño. Me acarició un poco el brazo y luego se acomodó para dormirse.
Por ese solo recuerdo sentía que había perdido algo muy importante, no sé, las personas que han perdido a sus abuelos han de saber a lo que me refiero. Con tal sensación de la nostalgia fue que compré un espejo. Mi abuela tenía un espejo en su cuarto, estaba un poco despostillada la pintura del marco y desde que tenía memoria siempre había estado en su tocador aquel espejo.
Era un espejo antiguo, mucho más que los años de mi abuela, era uno de esos que son como para decorar espacios, su forma era ovalada, terminaba como en punta de arriba, con una decoración de hojas, su color era de un fierro viejo, se veía como si la pintura de muchos años se hubiera ido cayendo poco a poco por no darle mantenimiento.
Pese a todo, el espejo era bonito, ella lo tenía a la altura de su mesa, ahí donde se quitaba los pasadores que mantenían sus chongos de cabello bien peinados. Ese espejo la reflejaba incluso cuando estaba en la cama. No sabría decir si ella le tenía cariño especial pero no se había desecho nunca de el, quizás por la costumbre de mantener sus cosas con ella durante mucho tiempo, como lo había hecho con la cama y algunas cobijas que ella misma había tejido hace muchos años para que sirvieran de colcha a su cama.
Al morir ella, no me quedé con nada, ni un solo recuerdo pudo salvar mi mamá pues de inmediato algunos de sus hermanos dispusieron todo para vender la casa para tener su parte cada quien. Lamenté mucho esa decisión. Por eso cuando vi un espejo igual en aquel bazar de la calle López Cotilla, me acerqué a mirarlo bien hasta que llegué a la conclusión que no era el mismo, pero era idéntico.
Después de regatear un poco con el dueño, pude conseguirlo a un precio decente, él quería venderlo más caro porque seguramente se dio cuenta de mi total interés. Y sí, no pensaba irme de ese lugar sin el espejo. Llegué a mi casa después de mi salida con unos amigos a tomar unas cervezas por eso mi papá se sorprendió de que llegara con un espejo, pensó que por el alcohol había terminado por comprar aquella baratija, pues el espejo se veía viejo, también estaba borroso por el paso del tiempo.
Al ver el espejo, mi mamá supo inmediatamente por qué lo compré y me preguntó si lo traía para dárselo, le dije que sí, aunque en realidad había sido porque yo sentía la nostalgia de ver a mi abuela y aquel espejo podría ayudarme a recordarla un poco, cada día mientras ese espejo estuviera cerca de mí.
Le di el espejo, ella lo puso en la sala para que adornara, supongo que también era el mejor lugar para verlo a diario. Después de la novedad del espejo, nos fuimos a dormir tarde por estar recordando la casa de mi abuela. Por la mañana, mi mamá fue a despertarme pasadas de las once.
Crudo y con una pesadez horrible fui a desayunar por obligación. Lo primero que vi fue el espejo, no reflejaba nada, me tallé los ojos, volví a ver el espejo y se veía muy borroso, supuse que no lo había visto bien porque si había tomado bastante la tarde anterior.
Después del desayuno comencé a hacer los quehaceres de la casa, en el ir y venir, vi que mi mamá se había quedado parada a medio camino con la canasta de ropa limpia, miraba el espejo. Me dijo que se le hacía raro, la noche anterior no lo veía tan borroso, le dije que pensaba lo mismo.
Después de terminar mis pendientes fui a descolgar el espejo, algo me hizo pensar que no era buena idea, mejor podría usar algo para hacer para que recuperara el brillo, así que me puse a buscar tutoriales para ver cómo día limpiarlo.
Estuve dos horas o quizás tres intentando que quedara reluciente, pero eso no pasó. Ya se podía ver un poco el reflejo, pero la bruma del sarro continuaba. Decidí que era todo por ese día, ya con calma tendría más tiempo para ir limpiándolo con el paso del tiempo. Las molduras del marco estaban deterioradas, pensé que podría volverlo a pintar para que se viera mejor.
Al consultarlo con mi mamá me dijo que ella hubiera querido arreglar el espejo de su mamá, pintando el marco de color madera, porque a ella le gustaba mucho ese estilo. Esa semana se me fue cómo agua, fui a comprar la pintura el viernes por la tarde saliendo del trabajo. Como llegué cansado no le presté atención al espejo, me fui a dormir y en el pasillo donde están los cuartos a los lados, mi papá estaba terminado de acomodar unos plásticos que iba a tirar.
Me dijo que si me había fijado que el espejo se estaba descarapelando. Me preocupé, quizás lo había echado a perder cuando le puse la espuma para rasurar como lo vi en el video. Sin barajarlo, comencé a revisar las fracturas, parecía papel o pintura lo que se estaba levantando.
Por una orilla comencé a jalar un poco ese material, para ver si lo dejaba peor o había algo que pudiera hacer. El papel ese cedió fácilmente así que comencé a jalar todo el excedente de ese color. Poco a poco se fue revelando el verdadero color de ese marco lleno de hojas que parecían seguir al viento. El color era completamente negro, un color opaco de negro.
Al final se veía mucho mejor de lo que había pensado, aunque el vidrio siguiera algo opaco, me sentí con suerte de haber comprado tan barato algo tan bonito, ya no tenía necesidad de pintarlo, aunque mi mamá no se sentía cómoda de que fuera de un color negro el marco.
Justo estaba diciéndome eso mientras comíamos los cuatro en la sala, había venido mi hermano de visita por el fin de semana. Platicábamos del espejo de mi abuela cuando mi hermano, que estaba en una posición donde podía ver el espejo con facilidad, nos dijo que se veía como que tenía una mancha en un borde.
Seguimos en el repaso de nuestra semana mientras comíamos, mi hermanó se levantó de pronto sin decirnos nada. Se dirigió al espejo, comenzó a moverse enfrente de él. Luego nos dijo que ese espejo había reflejado algo que no estaba. Miraba hacía la mesa donde estábamos, luego miraba al espejo, se movía de un lado a otro, se agachaba.
Nos dijo que había visto algo parado atrás de nosotros, en el lugar donde estaba la cocina. Mi mamá lo regañó, no quería estar escuchando esas cosas, ella era muy nerviosa, no podía soportar la mínima mención de alguna cosa que tuviera que ver con cosas que daban miedo. Terminamos de comer, mi hermano fue a mi cuarto a ver los discos que tenía porque se iba a llevar unos para escuchar mientras trabajaba. Aprovechó el momento para hablar conmigo.
Estaba preocupado por el espejo, me dijo que estaba seguro de que había algo parado ahí, se estuvo moviendo de un lado a otro para ver si por el reflejo de otras cosas, como el refrigerador o el agua podría ver esa sombra en la casa, pero no fue así y como sabía que no iba a poder decirle nada más a nuestra mamá pues al menos me iba a prevenir.
Se sorprendió cuando le dije que yo había comprado ese espejo y que no le veía nada de raro. No hice caso de ninguna de sus advertencias, dejé el espejo donde estaba, tampoco iba a ponerme a pensar que esas cosas exigieran, era totalmente escéptico a esas cosas, pensaba que había una explicación lógica para lo que había visto.
Me quedé acostado en la cama leyendo un libro cuando salió del cuarto a despedirse mis papás, me quedé dormido toda la tarde, desperté en la madrugado asustado. No había dejado nada listo para el día siguiente, ni había terminado de revisar los diseños que tenía pendientes para la siguiente semana.
Me paré al baño, tendría que quedarme despierto un rato en lo que terminaba de acomodar mis cosas, recuerdo que me quería poner una playera que me gustaba mucho así que fui al patio a buscarla porque se estaba secando. Pasé yendo y viniendo con prisa, procurando no hacer tanto ruido.
Me tropecé con un cable y se me cayó la canasta con la ropa, vi de reojo mi reflejo en el espejo, mientras recogía la ropa y logré ver a lo que mi hermano se refería cuando dijo que parecía que había una mancha en el espejo. No era una mancha como tal, era como algo pintado con forma de rostro.
Se veía como amorfo, así que podía ser la luz distorsionada la que me hizo ver aquello. Dejé la ropa como estaba y me dirigí al espejo, prendí la luz de la sala, claramente seguía esa sombra pintada en el espejo. Tomé saliva con un dedo, tallé tratando de quitar esa mancha, no salía.
Me acerqué mucho al espejo tallando con más fuerza, entonces vi el reflejo de algo que pasó caminando por el pasillo. Fue un vistazo rápido, como cuando alguien pasa corriendo de un cuarto a otro. Me giré para ver el pasillo, la ropa seguía en el piso, era imposible que alguien pasara así de rápido por el pasillo y menos si la ropa estaba tirada ahí. Me quedé con la duda, pero decidí que lo mejor sería checar bien las cosas con la luz de la mañana, quizás estaba jugándome una broma mi imaginación.
Al día siguiente, cuando llegué del trabajo mi papá estaba sentado en la sala tomándose una cerveza, me preocupé. Solo apagué los audífonos y me acerqué. Me dijo que mi mamá estaba llorando en el cuarto, pensé que habían discutido, no quería preguntar qué había pasado por lo incomodo que sería eso.
Después de un silencio me dijo que mi mamá había dicho que había visto a su mamá en la casa. No me esperaba para nada eso que me dijo. Le respondí que eso era imposible, me contestó que él creía lo mismo, pero también la había visto. La sangré me golpeaba la cabeza por el miedo de que ambos estuvieran enfermos o algo, quizás habían alucinado.
Me preguntó ¿no me crees? Mira el espejo. Miré al espejo en la sala, no había nada, miré a mi papá para que entendiera que no vi nada, contestó sin que le preguntara nada que solo esperara. Me quedé viendo el espejo, pensé que estaba siguiendo una tontería ¿cómo iba a ver a mi abuela ahí? Ahí estaban las fotos, que mejor pusieran una fotografía de ella en la pared. Mientras estaba molestándome más y más por eso, vi lo que ellos habían visto. Del cuarto donde dormía antes Américo, salía la silueta de mi abuela en bata, luego se perdía al entrar en el baño.
No Era Mi Abuela Historia De Terror
Di un saltó para atrás, me quité los audífonos, me deshice de la mochila y me acerqué al espejo. Me quedé otro rato mirándolo, mi respiración se pintaba en el vidrio. Tras unos minutos, de nuevo vi la figura opaca de mi abuela, reconocí la bata que usaba, las pantuflas. Eso era irreal.
Miré con horror a mi papá, el terminó su cerveza de un golpe, me dijo que tampoco lo había creído al principio pero que desde la mañana, mi mamá estaba llorando en el cuarto porque ni ella misma se lo creía, luego se encerró a llorar sin dejar que él entrara a ver cómo estaba.
Me dirigí a la puerta de su recamara, pensé que lo mejor sería romper la chapa, no podíamos dejarla ahí todo el día, sin comer ni tomar agua, él me respondió muy tranquilo que deberíamos darle su tiempo, que yo no sabía lo que había significado la muerte de su madre, ellas habían sido muy unidas pero los últimos años no había podido visitarla mucho porque estaba peleada con Lucero, su hermana la más chica, que se quedó a vivir con ella porque fue madre soltera.
Yo no quería darle tiempo, mi mamá podría estar en mal estado, además si ese era el caso quizás era más importante estar con ella. Toqué la puerta despacio, le dije que había llegado del trabajo, pregunté por qué no había dejado entrar a mi papá. No escuché su respuesta.
Mi papá le habló, tampoco contestó, nos miramos preocupados y de un solo golpe con todo mi peso a la puerta, se rompió el marco dejándome entrar a verla. Ella estaba sentada en el piso, recargaba su espalda con la cama, alrededor de ella había ropa tirada, algunas libretas y libros viejos, pero lo que me llamó más la atención era una caja de galletas en las que había muchas fotografías con algunas cartas amarradas con una cuerda. Eran cartas de mi abuela para ella, cuando se había ido a vivir con mi tía Genoveva, a estados unidos.
Ella estaba como ida, se le notaban los surcos de las lágrimas que había derramado todo el día. Caí en pánico, mi papá también, pero ninguno de los dos sabíamos qué hacer. Terminamos llamando a una ambulancia y nos llamaron la atención los paramédicos cuando mi mamá les explicó que estaba bien, ellos comprobaron que todo estaba en orden. Nos dijeron que quizás teníamos que llevarla con un psicólogo. Pobre de mi mamá, tuvo que responder mil preguntas incomodas, penaban que se había intentado suicidar o algo.
Cuando todo pasó y nos quedamos los tres en la casa, les dije que iba a llamar a mi hermano para avisarle lo que había pasado, pero no quisieron, no querían molestarlo por algo que no tenía sentido. Mi mamá salió del cuarto al baño, la vi que se quedó parada en medio del pasillo, mi papá salió a ver qué le pasaba.
Ella miraba fijamente el espejo, después comenzó a llorar tapándose la boca con una mano, agarraba su falda con fuerza con la otra. Mi papá soltó un “Jesús” de la boca. Me acerqué y mi abuela estaba reflejada detrás de mi mamá, parecía que le tocaba el hombro. Mi mamá se desplomó de la impresión, ahora si estaba desmayada.
Me harté de tener que estar viendo aquel maldito espejo, era una tontería lo que pasaba, algo increíble. Pero era aún más tonto dejar que mi mamá estuviera sufriendo así. Fui por el martilló y comencé a sacar los clavos que le puse para fijarlo. Mi mamá salió del cuarto tambaleándose, me dijo que no quitara el espejo, quizás si era el de su madre por eso estaba ahí reflejada.
Pensaba que al momento de que sus hermanos vendieron todo lo de la casa, el espejo había pasado de mano en mano hasta el lugar donde yo lo vi. Eso era imposible, es espejo tenía diferencias con el de mi abuela, le dije. Ella se dejó caer de rodillas al suelo, se sostenía solo del brazo de uno de los sillones, mi papá estaba detrás de ella tocando su espalda.
Ella lloraba más y más sin control, jamás la había visto así. En medio del llanto me dijo que quizás habíamos visto mal el espejo o lo recordábamos de otra manera. Ese tenía que ser el espejo de mi abuela, pero no recordábamos bien cómo era.
No me importó lo que dijo, ese espejo se tenía que bajar, y si mi papá no lo hacía lo iba a hacer yo. Lo tomé con ambas manos y lo alcé, la figura de mi abuela se reflejó justo detrás de mí. Me tembló hasta el alma, quise ser racional a pesar de todo, así que me dije que aquello no era cierto, que ella no estaba detrás de mí, pero sentí un aliento a hierbabuena en mi costado derecho, no sé ni cómo explicar lo que sentí, pero si no fuera lo sufrientemente fuerte creo que me hubiera puesto igual que mi mamá de mal.
Yo sabía que mi abuela olía siembre a hierbabuena, a ella le gustaba masticar las hojitas de su planta favorita. Bajé el espejo y lo puse sobre un sillón, me alejé para tomar algo de aire. Mi papá estaba pálido, se veía muy mal por el susto, aunque no se le notara físicamente. Él había visto el reflejo de mi abuela detrás de mí. Mi mamá me repetía una y otra vez si ya podía creerle que era mi abuela.
Yo ni mencioné el aroma, tampoco dije nada que le confirmara algo, era demasiado peligroso para su mente o para la de quién sea. Fui por el trapo a la cocina, luego lo puse sobre el espejo. Les dije que teníamos que calmarnos para saber qué hacer.
Nos sentamos todos en la sala, el espejo estaba al lado mío. Comencé a hablar yo ya que ninguno de los dos me decía nada. Les dije que ese espejo lo compre yo y yo me iba a deshacer de él porque estaba perjudicando a mi mamá, independientemente de si estaba embrujado o poseído o lo que fuera, ella estaba sufriendo.
Al decir esto se abalanzó para que la abrazara mi papá, seguía llorando, sus ojos se veían hinchados. Me dijo que no podía deshacerme del espejo, que ella sabía por qué estaba su mamá ahí, había sido una mala hija, tenía que pagar por haberla abandonado.
Mi papá le decía que no, que ella no estaba mal, que su hermana era la que provocó el derrame con todo el estrés que puso sobre ella. Ahí me enteré que mi tía Lucero, que me caía mal porque era grosera conmigo se la vivía hablando chismes de las vecinas o causando problemas con sus maridos, no me sorprendí el saber que esa clase de persona hubiera tenido que ver algo con la muerte de mi abuela.
Iba a contestar cuando mi mamá comenzó a decir no, no, no, no, por favor, no. Repetía eso una y otra vez. Mi papá la abrazaba para contener su ataque de nervios, solo me dijo que viera a mi lado. El trapo de cocina que había puesto sobre el espejo se movía. No era el aire, no era que se estuviera cayendo, claramente vi que saltaba, como si algo lo estuviera empujando.
El cuerpo me pesó, no sé cómo no me desmayé si hasta comencé a ver borroso, me sudaban las manos, me comenzó a costar respirar, estaba aterrado. Lo más horrible era que el trapo parecía moverse por una fuerza invisible, poco a poco saltaba sin que pudiera detectar que lo movía. Paró el movimiento, pero tampoco me pude levantar del sillón, me sentía mareado. Mi mamá se desmayó en los brazos de mi papá.
Esto se estaba saliendo de control, mi papá se paró dejando a mi mamá desvanecida en el sillón, tomó el espejo, salió a la calle y lo arrojó cerrando la puerta. Se puso contra la puerta, de espaldas, decía que eso era lo mejor, todos nos estábamos volviendo locos por el espejo.
Afuera escuchamos cómo se reventó el espejo, como era una calle por la que pasaba mucha gente y algunos carros, comenzamos a escuchar lo que decían. El espejo estaba quebrado, suspiré, comencé a tener propiedad de mi cuerpo nuevamente. Pasaban los minutos, mi mamá seguía inconsciente, nos comenzamos a preocupar cuando había pasado una hora y ella no reaccionaba, por más que la moviéramos o le habláramos.
La llevamos a urgencias. Ella fue internada y diagnosticada con diabetes, no podíamos creerlo, aquella aparición le había provocado un daño tan profundo que hasta se había enfermado. Mi papá y yo estábamos callados, creo que procesábamos lo que acababa de pasar, cuando llegó mi hermano le hablamos de lo que había pasado. Raramente nos creyó a la primera, dijo que ese espejo le daba mal espina desde el principio, yo me sentía como un loco hablando de un espejo poseído. No sé cómo ni por qué pudo reflejar a mi abuela ese espejo, pero eso no era ella, ella jamás le hubiera hecho un daño así a su hija.
Por: Patricia González
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