Las Huellas Negras Historia de Terror

Las Huellas Negras Historia de Terror

Voy a contarles lo que me llevó a tomar la decisión de dejar mi trabajo en la morgue de aquel hospital de la Ciudad de México Las Huellas Negras Historia de Terror.
Voy a tratar de omitir aquellos detalles que pudieran resultar asquerosos para algunas personas. Parte de mi trabajo era realizar las autopsias.
Un dato que siempre menciono cuando hablo del trabajo de morgue, es que aquellos que estamos involucrados nos acostumbramos tanto, que muchas veces, por no decir siempre, ingerimos alimentos con un cuerpo sobre la plancha.
Hay mil y una historias de cómo se aparecen fantasmas en los hospitales y en sus morgues, dejaré en claro que es completamente cierto. Así que cuando un colega hace una recomendación sobre una habitación o sobre un cuerpo hay que tomarlo muy en serio.
En el caso específico del hospital donde yo trabajaba era bien conocido que una mujer se paseaba por los pasillos que llevaban hacia la morgue. Debo admitir que la primera vez que la vi casi corro del miedo. Era mi primera noche, y aún era practicante. La presencia de esa mujer es tan normal para todos los trabajadores del hospital que inclusive se utiliza como novatada.
Una cosa que al menos a mí me resulta curiosa es que algunos de los fenómenos paranormales que se pueden experimentar en el hospital solo ocurren durante la estancia de ciertos cuerpos en la morgue. Por ejemplo. En una ocasión se podía ver que por el segundo piso caminaba una mujer con un bebé en brazos. Esto ocurrió luego de que una mujer con 7 meses de embarazo llegara porque había sido atropellada. A mí me tocó realizar su autopsia. Una vez que los 2 cuerpos fueron entregados a la familia sus fantasmas desaparecieron.
En otra ocasión llegó a escucharse la risa de una niña dentro de la morgue. La risa desaparecía cuando alguien entraba. Esa risa era de una niña que había sido asesinada por su padre de una forma tan desagradable que no es posible escucharlo sin vomitar, y esto lo está diciendo alguien que se podía comer unos buenos tacos al lado de un cadáver.
Una cosa que nunca pude comprobar por mi cuenta, pero que muchas personas, ajenas al hospital, decían era que cuando marcaban a emergencias pasada la medianoche podía escucharse que tomaban el teléfono, pero, en lugar de que una voz les respondiera del otro lado, escuchaban un latir muy fuerte de un corazón. No tengo idea de cuál podría ser el motivo, pero es al menos interesante.
Bien, ya puesto el contexto contaré el primer suceso que me afectó mucho. Era un turno tranquilo, pasaba de la una de la mañana cuando me llevaron el cuerpo de un niño. Cada centímetro de su cuerpo había sufrido quemaduras. Resulta que sus padres salieron a algún lado dejándolo solo en casa, algo ocurrió y comenzó un incendio que sé rápidamente absorbió toda la casa.
Fue una autopsia complicada, ya no había piel en ese cuerpo, y pequeños trozos de carne se desprendían con cierta facilidad. No es que no me hubiera tocado trabajar antes con cuerpos quemados, lo que pasaba es que el cuerpo de este niño estaba muy mal, no puedo explicarlo, pero estaba muy mal.
Terminado el trabajo el cuerpo fue depositado en uno de los refrigeradores. Esa noche era el descanso de uno de mis compañeros y en ese momento el otro se encontraba tomando una siesta.
Yo había ido a traer algo para comer y ya estaba caminando de regreso a la morgue cuando encontré unas pequeñas huellas negras en uno de los pasillos. Las huellas no estaban cuando pasé 10 minutos antes así que alguien debió haber pasado por ahí. Lo más extraño de esas huellas negras es que no eran huellas secas, quién sea que las haya dejado había caminado en un líquido.
Algo me dio mala espina así que di la vuelta y regresé con la excusa de buscar a la persona de limpieza para que quitara esas huellas, y de paso preguntarle qué líquido negro era ese.
Encontré al joven de limpieza y le comenté lo que había encontrado, fue por algo para limpiar y me acompañó al sitio. Examinó el líquido de las huellas y me dijo que no tenía idea de qué era. Parecía petróleo, pero cuando se estaba cerca llegaba un olor a animal muerto.
Sin más que hacer, el joven limpió las huellas y se retiró. Yo seguí mi camino hacia la morgue. Cuando ya estaba a algunos metros pude ver como las puertas de la morgue se cerraban. Mi compañero ha vuelto de su siesta, pensé. Entré confiado para darme cuenta de que no había nadie en el lugar. Por alguna razón se sentía un poco de calor. Era incómodo estar ahí. Me di la vuelta decidida a salir cuando escuché cómo se abría uno de los refrigeradores, volteé y me di cuenta de que el refrigerador que se estaba abriendo era aquel donde el niño quemado había sido colocado.
Yo estaba impresionado. Una cosa es ver fantasmas que te acercas y desaparecen o escuchar ruidos. Otra cosa muy diferente es estar parado al frente de un objeto sólido que almacena un cadáver y que ese objeto se esté moviendo.
En ese momento mi compañero entró, yo di un brincó y me giré hacia él. Se rio un poco de mi reacción. Yo le dije lo que estaba pasando, pero cuando revisamos todo estaba en orden.
El resto del turno transcurrió con normalidad. Mi compañero se fue primero, yo me quedé juntando mis cosas. No tardé más de cinco minutos y ya cuando iba a la salida escuché, de nuevo, que uno de los refrigeradores se estaba abriendo. Ni siquiera me molesté en voltear, sabía que era el de ese niño.
Me apuré a salir de la morgue y del hospital. Ya cuando estaba cerca de la salida escuché que alguien, no recuerdo quién, mencionó unas huellas negras. Yo volteé inmediatamente. Casi me voy a para atrás cuando vi que en el pasillo por donde yo había salido estaban las huellas.
Yo tenía un muy mal presentimiento. No quería llegar a mi casa, ¿qué tal si el niño me seguía?
Faltaba poco para las 8 de la mañana así que opté por caminar hasta un puesto de comida que estaba como a 5 minutos del hospital. Mientras caminaba no podía dejar de pensar en las huellas negras. Me decidí a dejar el asunto de lado. Esa noche era mi descanso así que yo volvería a la morgue hasta la noche del día siguiente. Lo más probable es que el cuerpo del niño sea entregado antes de que yo regrese.
Sentí un poco de alivio. Llegué al puesto. Pedí un huarache y un refresco. Supongo que en algunas partes de la república utilizan la palabra huarache para una prenda que se usa en los pies, pero aquí en el centro del país huarache es un platillo con base de maíz acompañado de un guiso.
Terminé mi comida y ahora sí fui rumbo al metro para ir a mi casa. En una esquina un oficial se me acerca y me pregunta si conozco al niño descalzo que me viene siguiendo desde hace 2 cuadras. Quedé helado. Volteé rápido, no vi a ningún niño. No me iba a quedar con la duda. Le pedí al oficial que me acompañara al lugar donde él había visto al niño. Cuando llegamos lo único que pudimos ver fueron un par de huellas negras.
El policía y yo estábamos confundidos. Sin saber qué más decirle le conté que trabajaba en una morgue y le hablé sobre el niño. El policía me dijo que tuviera cuidado y que de ser posible no anduviera solo. Le agradecí y me alejé sin saber qué hacer.
Tenía mucho miedo, ¿cómo era posible que el fantasma de ese niño me estuviera siguiendo fuera del hospital?, una mejor pregunta, ¿por qué lo estaba haciendo?
Decidí no bajar al metro, sabido es por todos que es un lugar que adoran los fantasmas así que no me iba a arriesgar. Mi casa estaba literalmente hasta el otro lado de la ciudad, podía caminar para siempre estar rodeado de gente o tomar un taxi y arriesgarme a que el fantasma se le apareciera al conductor y provocar un accidente.
Comencé a caminar. Recordé que de camino a mi casa había una iglesia así que definitivamente iba a entrar buscando que el párroco pudiera solucionar mi problema. De ninguna manera iba a permitir que ese fantasma me siguiera hasta mi casa.
Luego de caminar durante más de 30 minutos llegué a la iglesia. Entré, había misa así que tomé asiento. Ahí dentro sentí que no corría ningún peligro. Al terminar la eucaristía me acerqué al sacerdote y le pedí unos minutos. Aceptó y le expliqué lo que me estaba pasando. El padre, que ya era un hombre muy mayor, me tomó del hombro, se veía preocupado, me dijo que lo más probable es que el niño hubiera muerto mientras dormía así que no supo que fue lo que pasó. Me dijo que quizá cuando su espíritu salió de su cuerpo lo primero que vio fue cómo yo habría su cuerpo y debió haber pensado que fui yo quien lo mató. Me dijo que el niño me seguía porque seguramente quería preguntarme por qué lo había matado y lo más probable es que no dejara de perseguirme hasta obtener una respuesta.
Yo quedé atónito, no sabía que decir, entonces el sacerdote volvió a hablar, me dijo que quizá debería pasar esa noche ahí porque el niño estaba parado afuera de la iglesia esperando por mí….
 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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