La Promesa Con El Historia De Terror 2024

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La Promesa Con El Historia De Terror 2024

La Promesa Con El, Historia De Terror… Cuando conocí a Tomás, yo tenía 19 años y él tenía 20. Fue gracias a un amigo en común que comenzamos a vernos con más frecuencia, hasta que finalmente formalizamos nuestra relación. Nunca olvidaré esos años, ya que aún recuerdo todo lo que vivimos juntos.

Tomás vivía con su madre, quien era su todo y a quien amaba más que nada en este mundo. Por mi parte, me agradaba mucho la madre de Tomás, ya que desde el primer momento en que la conocí, se encargó de que me sintiera como en familia. Su nombre era Elena y era una mujer hermosa, con una abundante cabellera rizada negra y unos ojos cafés que siempre reflejaban sinceridad y alegría.

Lamentablemente, un día, la madre de Tomás cayó gravemente enferma. Visitó a innumerables doctores que solo le recetaban remedios momentáneos, los cuales empeoraban todo una vez que sus efectos comenzaban a desvanecerse. Sin embargo, un día llegaron los resultados que todos temíamos. El cáncer de huesos estaba en un estado muy avanzado, y la medicina que necesitaba era demasiado cara.

Después de darse cuenta de que no podría pagar la medicina de su madre trabajando en empleos comunes, Tomás intentó conseguir varios trabajos mejor remunerados. Después de todo, Tomás se había graduado con un muy buen promedio de la universidad, pero como les pasa a muchos profesionistas, no había logrado ejercer su carrera después de la universidad, y en cada puesto de trabajo al que aplicaba, recibía la misma respuesta: necesitaba más experiencia. Cada vez que intentaba ahorrar algo de dinero, algo inesperado surgía y sus esfuerzos se desvanecían en el aire.

En su desesperación, Tomás recurrió a un conocido suyo que era conocido por ser un delincuente y asaltante. Este amigo le dijo que podría ganar mucho más dinero uniéndose a su banda y robando a personas adineradas. La desesperación puede arrastrar a la persona más honorable a cometer acciones que en otras circunstancias ni siquiera podría contemplar en su cabeza.

Aunque al principio lo rechazó, su necesidad de salvar a su madre lo llevó a tomar la decisión equivocada. Con el tiempo, se unió a la banda y empezó a robar a personas por la noche. Era peligroso y arriesgado, pero al menos estaba ganando el dinero que necesitaba para comprar las medicinas de su madre y para que ella pudiera comer. Por supuesto, no nos lo dijo ni a mí ni a su madre; nos inventó que había conseguido un buen empleo, lo cual jamás cuestionamos.

A pesar de que Tomás finalmente tuvo el dinero suficiente para comprar los medicamentos necesarios para su madre, nada parecía ayudarla a recuperarse. Su salud se deterioró aún más con cada día que pasaba. Aquella mujer de mirada hermosa y aspecto saludable se había convertido en casi un costal de huesos, cuyo cuerpo le dolía incluso al respirar, y Tomás se sentía cada vez más impotente y desesperado.

Fue entonces cuando uno de sus amigos de la banda de ladrones le habló del pacto con el diablo. Le dijo que podría salvar a su madre, pero que tendría que hacer un trato con el diablo a cambio. Al principio, Tomás rechazó la idea. Después de todo, su madre siempre le había inculcado la devoción a Dios, por lo que hacer un pacto con el maligno era algo casi impensable. Pero su amigo lo convenció de que era la única forma de salvar a su madre. Y que, después de todo, Dios era el responsable de que su madre estuviera en aquel estado en primer lugar.

Tomás se reunió con su amigo en un parque oscuro esa noche. El amigo le presentó a un hombre extraño y misterioso que dijo ser capaz de hacer cualquier cosa por un precio. Tomás estaba asustado, pero sabía que no tenía otra opción. Había que hacer algo para salvar a su madre. Y él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de verla bien otra vez.

El hombre misterioso le dijo a Tomás que, a cambio de la vida de su madre, debía hacer algo también. Dijo que sabría cuándo llegara el momento. Lo único que le pidió en ese momento era que dejara de robar. Tomás estaba confundido. ¿Por qué pedirle algo tan simple a cambio de salvar a su madre? Pero, aun así, aceptó sin más. Después de todo, dejar de robar no parecía ser una promesa difícil de cumplir.

Pero a pesar de sus dudas, mi expareja aceptó. Y para su sorpresa, los resultados de aquel pacto fueron casi inmediatos. Su madre empezó a recuperarse, algo que parecía imposible e inexplicable, tanto para los médicos como para mí hasta entonces. Todo parecía estar bien. La señora Elena recuperó por completo su salud a un ritmo impresionante para cualquiera y aunque mi expareja aún tenía problemas monetarios, todo parecía ir mejorando.

Pero no tardó en descubrir que había un precio a pagar por hacer un pacto con el diablo. Aunque su madre se había recuperado, mi expareja empezó a tener pesadillas terribles. Soñaba con ser arrastrado al infierno, con ser torturado por toda la eternidad. Y aunque intentaba ignorar estos sueños, no podía dejar de sentirse inquieto. Llegó incluso al punto de no querer dormir para evitar tener estas pesadillas, lo que ocasionó que tuviera un bajo desempeño en cualquier trabajo que pudiera conseguir.

Además, ahora que ya no estaba robando, mi expareja tenía muchos más problemas para encontrar un buen trabajo. Fue en uno de sus peores días, después de pasar horas buscando trabajo sin éxito, que se encontró con un hombre de apariencia adinerada en la calle. Me contó que en un principio ni siquiera pasó por su cabeza asaltarlo. Pero mientras lo observaba, vio cómo este se encontraba con un hombre trajeado, el cual le entregó una enorme cantidad de dinero en efectivo. La tentación fue demasiado grande. Sin pensarlo dos veces, mi expareja lo asaltó.

Fue un error terrible. El hombre resultó ser un conocido empresario de la ciudad, y su asalto fue rápidamente reportado a las autoridades. Mi expareja fue rápidamente localizado y detenido, llevado al Ministerio Público. Él no quería que por nada del mundo su madre se enterara de que había sido detenido por algo como robar, por lo que su única opción para salir de prisión fue llamarme a mí para que fuera a pagar la fianza.

Mi sorpresa al enterarme de dónde había estado sacando el dinero para los medicamentos de su madre fue enorme, y le hice jurar que me contaría todo si quería que lo ayudara sin que su madre se enterara nunca de lo que había hecho. Él aceptó sin objetar nada, por lo que me dirigí inmediatamente al Ministerio Público para sacarlo.

Sin embargo, nada de lo que yo pudiera imaginar sobre su explicación a todo aquello pudo prepararme para lo que estaba a punto de escuchar. Llegué al Ministerio Público y pagué la fianza. Cuando salió, ni siquiera pude reclamarle nada porque lo vi en un estado deplorable. Estaba completamente pálido, como si todo el color de su piel se hubiera desvanecido. Sus ojos estaban abiertos de par en par y se le veía preocupantemente consternado.

Lo llevé inmediatamente a mi casa, en donde no pronunció una sola palabra en todo el camino. En algunos momentos podría jurar que temblaba, y no fue hasta la mañana siguiente que finalmente estuvo listo para hablar. Me contó todo lo que había hecho, desde unirse a esa pandilla hasta hacer un pacto con el diablo para salvar a su madre.

“Escuché cada palabra atónita, no podía creer lo que estaba escuchando. Sin embargo, al parecer, aún faltaba la peor parte: la razón por la cual había salido así del ministerio público. Me contó que, mientras esperaba su turno, lo pusieron en una celda. Él me contó que en esa celda había un anciano que estaba de espaldas a él y parecía estar susurrando algo en un lenguaje extraño. Cuando dejaron a mi novio solo con el anciano, este comenzó a reír de forma macabra y a decirle que había roto su promesa.

Al principio, mi novio no relacionó todo, por lo que cuestionó al anciano sobre lo que decía, provocando así que este se diera la vuelta. Mi novio describió al anciano como un hombre de apariencia extraña: sin ojos, piel muy arrugada y, aunque no podía asegurarlo al cien por ciento, parecía que cuando reía, tenía la lengua igual que la de una serpiente, todo condecorado con un olor a azufre. Me contó que fue una experiencia aterradora y que no podía quitarse la imagen de aquel anciano de la cabeza.

Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda al escuchar su relato, pero traté de mantener la calma y buscar una explicación lógica. Quizá el anciano había sido un preso anterior que había sido liberado sin que mi novio se diera cuenta, o tal vez era un guardia disfrazado que estaba jugando una broma pesada. Pero mi novio me aseguró que los guardias habían dicho que no había nadie más en la celda, lo que me hizo dudar de mis teorías.”

Mientras pasaban los días, Tomás se ponía cada vez más nervioso y asustado por lo que había sucedido en la celda. Sus pesadillas se incrementaron desde aquel día. No era para menos, después de todo lo que había pasado, no había transcurrido ni una semana. Pero yo estaba ahí para él, tratando de darle ánimo y consuelo.

La Promesa Con El Historia De Terror

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Un día decidí ir a visitar a doña Elena para ver cómo estaba ella y si necesitaba algo, ya que tenía un tiempo en el que no la había visto. Al llegar a la casa, me recibió con una mirada triste y preocupada. Me contó que desde hacía un par de días, la casa parecía estar embrujada. No dejaban de verse sombras y escucharse ruidos extraños por todas partes. Además, su hijo estaba cada vez más paranoico y asustado.

Lo que más me inquietó fue cuando me dijo que había visto a un hombre trajeado rondando la casa últimamente. Me dijo que nunca lo había visto antes y que parecía estar observando la casa desde lejos. Su descripción del hombre me hizo temblar, porque parecía ser el mismo que mi novio había visto en la celda, solo que doña Elena añadió que este hombre, por momentos, parecía hacer que la casa tomara un ambiente pesado y con cierto aroma a podrido.

No sabía qué pensar de todo esto, pero sabía que algo muy extraño estaba sucediendo. Le prometí a la madre de mi novio que estaría al tanto de todo y que lo ayudaría en lo que pudiera. Pero en mi interior, sentía que estábamos en medio de algo mucho más grande y peligroso de lo que podíamos imaginar.

La situación se volvía cada vez más extraña y preocupante. Intenté hablar con Tomás al respecto, sin embargo, parecía estar muy afectado debido a la falta de sueño, por lo que apenas me escuchó. Decidí quedarme esa noche en la casa de mi novio para asegurarme de que todo estuviera bien. Pero lo que sucedió esa noche fue algo que nunca podré olvidar.

En medio de la madrugada, unos ruidos extraños me despertaron. Al principio, intenté tranquilizarme e ignorarlo todo, pero entonces escuché unos pasos pesados acercándose a la habitación donde dormía. Traté de despertar a mi novio, pero para mí desgracia, había tomado el medicamento para dormir que le había comprado y estaba profundamente dormido, parecía no escuchar nada.

Fue entonces cuando vi la sombra de un hombre en la puerta de la habitación. Me quedé sin habla y sin poder moverme, no sabía qué hacer. El hombre se acercó lentamente hacia mí, y cuando finalmente lo pude ver claramente, me di cuenta de que era el mismo hombre trajeado que había estado rondando la casa de la madre de mi novio.

El hombre me miró fijamente con unos ojos fríos y oscuros que parecían querer perforar mi alma. Entonces, con una voz ronca y profunda, me dijo: “Tu novio no cumplió su promesa y ahora debe pagar su deuda conmigo”. Cuando este hombre desapareció y recuperé la movilidad de mi cuerpo, supe que debía hacer algo. Amaba a mi novio y no quería verlo así.

Al día siguiente, quise regresar con el sacerdote local para bendecir la casa y tratar de ahuyentar cualquier presencia maligna que pudiera haber allí. Pero al llegar encontramos una escena horrible: la madre de mi novio yacía muerta en el suelo, de una manera espantosa, había sangre por todos lados. La expresión en su rostro era de horror absoluto. Nos quedamos en shock y llamamos a la policía de inmediato. La casa fue acordonada y se abrió una investigación, pero nunca se encontró al asesino. La muerte de la madre de mi novio fue un golpe muy duro para ambos.

Después de aquel golpe tan duro, mi novio no dejaba de repetir que todo había sido su culpa y que él era el que merecía haber muerto en lugar de su madre. Yo intentaba consolarlo, pero parecía estar cada vez más hundido en su propia culpa y desesperación.

Fue entonces cuando le supliqué que nos fuéramos de la ciudad y que intentáramos empezar de nuevo en otro lugar, pero él se negó rotundamente. Decía que no podía irse, que estaba condenado. Sin embargo, me prometió que intentaría romper el pacto que había hecho con el hombre y que no me convenía estar junto a él si no lo conseguía.

Pasaron varias semanas en las que mi novio se mantuvo alejado de mí y de todo el mundo, encerrado en su habitación tratando de encontrar alguna manera de romper el pacto. A pesar de lo que él me había dicho, yo lo apoyaba en todo lo que podía, pero sabía que estaba luchando contra algo muy poderoso y peligroso. Finalmente, un día mi novio salió de su habitación. Parecía diferente, como si hubiera aceptado su destino y estuviera listo para enfrentarlo.

Me dijo que había encontrado una manera de romper el pacto. Me pidió que me fuera a la ciudad, ya que no quería que estuviera cerca cuando intentara romper aquel pacto, el cual consistía en ir al mismo lugar donde había hecho el pacto en primer lugar. Debía volver a contactarse con el diablo para así romper el trato. Yo no sabía mucho sobre rituales o magia, pero sabía que mi novio necesitaba mi apoyo en ese momento tan difícil. Así que accedí a estar allí, aunque él no lo quisiera.

Me escondí detrás de unos arbustos cercanos para poder ver todo lo que él estaba haciendo. Al principio, lo único que podía ver era a él sentado en medio de un círculo de velas negras, repitiendo la misma oración en un lenguaje extraño una y otra vez.

En un momento, una figura comenzó a materializarse justo frente a Tomás. Esta parecía en un principio solo una sombra algo deforme, pero poco a poco comenzó a tomar forma. Esta sombra no era nada más y nada menos que el mismo hombre que yo había visto en la casa de Tomás no hacía mucho tiempo.

No cabía duda de que era él, ya que su sola presencia me hacía sentir el más profundo de los miedos que jamás en mi vida había experimentado. Seguí mirando y vi cómo Tomás intentaba hablar con él. No podía escuchar exactamente lo que decía, pero el tono de voz con el que lo hacía era suplicante y lleno de miedo.

No pasó mucho tiempo cuando las cosas comenzaron a empeorar. De la nada, el viento comenzó a soplar fuertemente al grado de que creí que los árboles se arrancarían del suelo. En cuanto esto pasó, Tomás comenzó a gritar que él era quien había roto el pacto primero, que él había matado a su madre por lo que entonces ya no le debía nada.

Fue entonces que Tomás fue arrojado por los aires con una fuerza sobrenatural. Él azotó a pocos metros de donde yo me hallaba, por lo que no pude resistir el ir a socorrerlo. Lo ayudé a ponerse de pie. El viento soplaba tan fuerte que la tierra levantada nublaba un poco nuestra vista. Aun así, él me reconoció de inmediato.

Al principio, él me agradeció por haberlo ayudado. Sin embargo, aquel agradecimiento se vio rápidamente transformado en un reclamo del por qué no le había hecho caso. A decir verdad, no presté mucha atención a lo que él me decía. Lo único que me interesaba en ese momento era cómo haríamos para salir de ahí.

Tomás se hallaba muy lastimado por la caída, pero aún podía caminar, por lo que comenzamos a alejarnos de ahí. Sin embargo, no logramos alejarnos mucho cuando la presencia de aquel hombre se hizo presente frente a nosotros nuevamente. Este ya no era aquel anciano lleno de arrugas que yo había visto en la casa de Tomás, sino un hombre joven y elegante. Emergían dos cuernos puntiagudos de su frente y el miedo que provocaba era casi paralizante. Sin embargo, Tomás me sacó de aquel trance cuando gritó que yo no tenía nada que ver con todo eso y que por favor me dejara ir.

Yo no quería irme, quería quedarme con Tomás, pero aquella no fue mi decisión. Comencé a escuchar dentro de mi cabeza unas extrañas palabras y después de aquello, todo fue nada más que profunda oscuridad. Desperté al día siguiente en el mismo lugar y no entendía nada de lo que estaba pasando. Busqué a Tomás durante meses sin que nadie pudiera darme una respuesta concreta sobre su paradero. Finalmente, decidí que lo mejor sería irme a la ciudad como tanto había deseado.

Años después, por un viejo amigo, me enteré de que Tomás había reaparecido un día sin más. Sin embargo, había enloquecido y no recordaba absolutamente nada sobre su vida. Lo peor de todo es que parecía haber perdido los ojos. Fui de visita al pueblo algunos años después para visitar a algunos familiares, donde pude comprobar aquella historia. Tomás se sentaba a las puertas de la iglesia a pedir dinero y, en cuanto me acerqué a hablar, este no me reconoció. No lo he vuelto a ver desde entonces, pero aún tengo pesadillas y siempre duermo con un crucifijo a mi lado.

Jamás podré olvidar lo vivido. Sé que nunca debemos jugar con fuerzas que no podemos comprender, ya que de lo contrario podemos terminar muy mal.

Autor: Canek Hernández

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