El Perro De La Vecina Historia De Terror 2023

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El Perro De La Vecina Historia De Terror 2023

El Perro De La Vecina, Historia De Terror… Siempre me han gustado los animales, las mascotas, sobre todo los perros, desde niño tuve cercanía con estas criaturas, pero después de lo que ocurrió en casa de mi vecina aquella noche de mi infancia, ya me resulta imposible ver a los animales de la misma manera en la que lo hacía con anterioridad, creo que desde entonces despertaron preguntas en mí que antes no estaban, preguntas sobre cómo es que funciona realmente la mente de algunas criaturas, incluso la nuestra, la humana, que tanta diferencia hay entre la consciencia humana y animal.

Es algo que no me sirve demasiado pensar, pero que inevitablemente llega a mi cabeza en momentos de soledad, en madrugadas donde de repente despierto y siento que algo o alguien me asecha desde la oscuridad del pasillo que conecta mi habitación con la sala, o desde la ventana, en la penumbra de la noche, más allá de lo que puedo alcanzar a distinguir.

Todo esto comenzó cuando era niño, en el viejo vecindario donde mis papás habían comprado una casa, a la cual apenas estábamos mudándonos. Todo estaba en orden, los días transcurrían con normalidad hasta que conocimos a la vecina de enfrente, la persona que vivía en la casa cruzando la calle, era una mujer de 60 y tantos años, y aparentemente ella sería la única persona que habitaría la vivienda, ella y su perro, un labrador negro y enorme, el cual, si se paraba en sus dos patas traseras, superaba mi estatura con facilidad.

Nosotros habíamos tenido un perro, el cual murió hacía algunos meses, todavía no adoptábamos a otro debido a la responsabilidad que esto conlleva y al estrés del cambio de domicilio. Sin embargo, yo, mi papá y mi mamá, habíamos considerado en adoptar a una nueva mascota cuando ya estuviéramos instalados en la nueva casa.

Eran pocas las casas nuevas que estuvieran en el vecindario, por lo cual el lugar donde estábamos ya tenía su historia a través de los años, la casa de la vecina era de dos pisos, si se veía de frente, a la derecha quedaba una reja de metal que conectaba con el patio, a la izquierda un pequeño pasillo por el cual se accedía por medio de una puerta metálica color negro, la entrada principal, era una puerta de roble grande, un pequeño porche de unos cuantos metros y unas rejas de lata galvanizada. La casa era considerablemente más grande que las demás, la nuestra era quizás un tercio de lo que el terreno de la vecina comprendía.

Todo lo “extraño” comenzó una noche, cuando yo jugaba con mi pelota en la entrada de mi casa, al cruzar la calle, en la parte donde está la reja de metal que da al patio, el labrador de la vecina me observaba atentamente, el enorme perro negro me ponía algo nervioso, pues no apartaba su mirada de mí, sin embargo no me daba miedo, mi gusto por los perros me hacía querer ir y tocarlo, acariciarlo y jugar con él, sin embargo, pis padres me habían dicho que no me acercara al animal, pues no podíamos saber si su comportamiento era el de tolerar a extraños, o si por otra parte, se mostraría agresivo intentando defender el lugar donde él vive.

El perro tenía un particular brillo rojizo en los ojos, lo cual lo delataba en medio de la oscuridad, a veces, eso era lo único que se alcanzaba a divisar de él, pues su pelaje negro se camuflaba en la espesa noche, cuando las farolas callejeras no alcanzaban a dar una iluminación amplia y uniforme en las aceras y las calles del vecindario, lo cual era casi siempre, pues los problemas de bajones eléctricos eran comunes en el alumbrado público, lo cual le daba a las calles un aire de misterio y de incertidumbre al no tener buena visión de por dónde vas caminando.

El perro me veía fijamente, podía ver el brillo de sus ojos siguiéndome, en ningún momento me perdió de vista, siempre se mantuvo totalmente atento a mí, a mis movimientos, de hecho, ni siquiera se sentó o se acostó sobre el suelo, siempre se mantuvo como en un estado de alerta ante mis movimientos.

Me daba demasiada curiosidad verlo con más claridad, y quizás saber qué era lo que yo tenía, que llamaba tanto su atención, quizás mi olor o algún otro de mis rasgos, decidí acercarme para verlo un poco más claro. Pensé que no corría algún riesgo de que él me atacara, pues la cerca de metal no dejaba que su hocico se asomara por entre los pequeños rombos que quedaban dispuestos.

Crucé la calle, y cuando estuve en la acera, justo al frente de la casa de la vecina, escuché un leve susurró, me di cuenta de la tenue presencia de un murmullo, casi como si una ráfaga de viento estuviera pasando por un grueso ducto que hacía grave la pronunciación del sonido ininteligible, intangible pero aun así perceptible.

No sabía de donde venía el sonido, pero segundos después logré ubicarlo a solamente unos metros de mí, el sonido provenía del perro, quien parecía estar haciendo un murmullo con el hocico, como si quisiera balbucear entre dientes.

Me quedé parado sin saber qué hacer, sin avanzar o retroceder, parecía que el perro hubiese estado intentando hablar, ese murmullo no era propio de un animal, no era un aullido tenue como el que hacen algunos perros, no era un quejido, un sollozo ni mucho menos un ladrido, era algo medianamente articulado, algo así como un balbuceo mal hecho, pareciera que el animal estaba intentando hablar, entonces me di media vuelta y corrí hacia mi casa, me metí a mi cuarto y observé la ventana casi toda la noche, del otro lado de la calle, esos brillantes y perturbadores ojos con un destello anaranjado me veían desde detrás de una reja metálica.

No le conté sobre esto a mis papás ni a nadie, pues no estaba seguro de qué era lo que había escuchado, no quería parecer un mentiroso, o que pensaran que me estaba volviendo loco a mis 9 años de edad.

Después de esto, cada que la tarde empezaba a caer, y antes de que hubiera una oscuridad completa por las calles, procuraba ya estar dentro de mi casa, limitaba siempre mi vista, tratando de no mirar demasiado la casa de la señora de enfrente, ese perro era diferente a los demás.

Su aspecto no tenía nada sobrenatural o fuera de lo ordinario, pero había algo en su comportamiento, en su forma de desplazarse por el patio de su casa, de caminar, de observar, que hacía que mis alarmas saltaran, su mirada era extraña, no se parecía a la de algún otro canino que hubiera visto anteriormente, sabía que había algo en él desde antes, pero la noche en la que escuché su extraño murmullo no hizo más que acrecentar mi temor ante este animal.

Una tarde mi mamá me dijo que la señora de enfrente (Doña Leticia) nos había invitado a cenar. Traté de decirle que no quería ir, pero fue inútil, no logré convencer a mis padres de no ir, pues ellos querían que empezáramos a conocer a nuestros vecinos, y mencionaron que esa era una buena forma de empezar, a mí me aterrorizaba entrar a la casa de la señora y ver al perro.

Pero por alguna extraña razón, también me causaba mucha curiosidad e intriga verlo desde cerca, quizás la percepción que tenía sobre dicho animal cambiaría cuando lo tuviera de frente, quizás mis miedos se disiparían con un contacto cercano, quizás era solamente una absurda malinterpretación del yo de niño, quien era fácilmente impresionable, así que mi insistencia ante no ir a la casa de la señora cambió a un silencio conformista.

Cuando entramos a la casa de la señora todo parecía normal, normal para ser la casa de una persona de avanzada edad que vive solitaria en un hogar grande, había cuadros, porcelanas, tapetes tejidos, sillones grandes y esponjosos, vitrinas llenas de vajillas que aparentemente se usan solamente para decoración, visualmente nada fuera de lugar, pero había algo que no podía percibirse con la mirada, una sensación de estar en un lugar único en el mundo, algo que me hacía dudar del porqué de ese sentimiento, si era simplemente la casa de una señora, no era algo extraordinario, o por lo menos no lo aparentaba.

La cena transcurrió con calma y normalidad, cerca de nuestra partida yo le mencioné a la señora Leticia algo sobre su perro, entonces salió el tema de las mascotas, yo quería ver al perro de cerca, pues en toda la noche el animal no estuvo presente y tampoco hizo ruidos que provinieran del patio, Leticia dijo que la mascota no era muy amistosa, que era un perro de edad avanzada y que por lo general no hace mucho, rara vez se alborota, ladra o gruñe, pero que no le gustaba la presencia de desconocidos, y que por esa razón no quería que estuviera ahí en ese momento, o que fuéramos a verlo al patio, por lo que mi curiosidad ante dicho animal tendría que esperar.

Cando volvimos a nuestra casa yo estaba listo para ir a dormir, y me asomé por la ventana de mi habitación, le eché un vistazo a la casa de la señora Leticia, y en el fondo, por ahí, en el patio, escondido, pude ver la cabeza del perro de la señora, parecía estar viéndome, u observando algo en dirección hacia la fachada de la casa, lo curioso, extraño y perturbador, es que el perro solamente asomaba la cabeza, escondiendo su cuerpo, como intentando que nadie lo descubriera mientras asechaba, poco después de que me di cuenta de esto, el perro metió la cabeza y desapareció por completo de mi vista, lo que solamente hizo confirmar mis sospechas de que había algo extraordinariamente malo y macabro en ese animal.

Días después, en la escuela, le conté a mi amigo más cercano todo lo que había estado sucediendo con el perro, la manera en la que me veía, la forma extraña que tenía de desplazarse a lo largo y ancho del patio de la casa de la señora Leticia, el peculiar e intenso brillo anaranjado de sus ojos, e incluso el balbuceo que creí haber escuchado la primera vez que tuve un extraño presentimiento alrededor del animal.

Mi amigo Tomás, un niño de lentes más bajito que yo, intuyó rápidamente que algo sucedía en la casa de la señora Leticia, para mi sorpresa, él no se mostró dudoso o incrédulo ante la historia y los extraños comportamientos de los cuales le hablé, por lo que me propuso algo que pensé, estaba mal, y era una locura, pero en el fondo me llamaba la atención y me intrigaba saber qué sucedería.

El Perro De La Vecina Historia De Terror

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Mi mamá había estado manteniendo contacto verbal con Leticia, e incluso se había hecho algo amiga de ella, así fue como supe que la señora dejaría la casa sola durante una semana, después de comentarle esto a mi amigo, él me propuso entrar a escondidas a su casa y averiguar algo y husmear entre las cosas de mi vecina. Claro que no me siento orgulloso de contar esto, pues era un niño, y mi inmadurez combinada con esas ansias de descubrir lo desconocido, pudo haberme costado muy caro, lo cual no pensé en el momento.

Cuando Tomás me dijo que deberíamos entrar a la casa de la señora Leticia, luego pensé en la cortina de la ventana de la planta alta, la cual siempre vuela con el viento, lo que me hacía saber que la ventana estaba abierta, y que permanecía así incluso cuando la señora no se encontraba en la vivienda, me aterraba entrar ahí, pero había una manera relativamente sencilla de ingresar al lugar sin forzar nada. En ese momento no sabía qué se supone que intentaríamos encontrar, pero me puse de acuerdo para en la semana entrante, ir a husmear entre las cosas de la señora Leticia.

Pasaron 4 días, la señora dejó la casa sola, el perro permanecía en el patio, pero después de vigilarlo durante ratos largos, me di cuenta que hacía rondas muy específicas a ciertas horas, y para acceder a la planta alta de la casa no se necesitaba entrar al patio, por lo cual el perro no resultaba en un inconveniente, siempre y cuando este no nos viera.

Tomás se quedó a dormir en mi casa con la excusa de que haríamos una pijamada, nuestros padres accedieron, y dejamos que cayera la madrugada para escaparnos hacia el otro lado de la calle y meter las narices en asuntos que no nos incumbían, una idea que resultaba en un error se viera por donde se viera, y que de milagro no resultó en algo fatal, pero si me hizo constar que existen cosas en el mundo, más allá de nuestra limitada comprensión.

Eran la una de la madrugada, Tomás y yo habíamos permanecido despiertos, entonces, para no hace ruido y que mis padres no pudieran descubrirnos, salimos por la ventana de mi cuarto hacia la calle, y después hacia la fachada de la casa de la señora Leticia.

El perro no se veía por ninguna parte, entonces nos apresuramos a subir un andamio del vecino de al lado de la casa de la señora, andamio que se utilizaba para construir una cornisa la cual se encontraba a medio acabar desde hacía ya una semana.

Fue relativamente fácil entrar por la ventana de la planta alta, ambos estábamos muy nerviosos por hacer lo que estábamos haciendo, yo sentía que en cualquier momento mis padres se darían cuenta de que no estábamos en mi habitación y que nos verían ahí, trepando el andamio de la obra de la casa al lado de la de la vecina, pensaba que de repente escucharía mi nombre siendo gritado por mi mamá, y que me caería un castigo digno de la imprudencia que estaba haciendo, pero no sucedió, y pudimos entrar de manera furtiva a la casa de la señora Leticia.

Dimos a la habitación principal de la casa, donde parecía que dormía la señora Leticia cuando se encontraba en su casa, también dimos con el motivo de que la ventana no estuviera cerrada nunca, pues el marco de esta estaba roto, y parecía que hacía falta un trabajo de albañilería para arreglarlo, aun así me sorprendió que la señora dejara la ventana totalmente expuesta, aun sin estar en casa.

La habitación era particular, había un papel tapiz rojo con detalles negros en las paredes, un suelo de madera y un mueble grande de roble oscuro, un tocador al parecer, en el cual habían encima varias muñecas de porcelana que nos resultaron inquietantes a Tomás y a mí.

La idea de mi amigo era ver al perro desde donde él no supiera que lo observáramos, para así notar cómo se comporta cuando cree que no es visto por nadie, idea que de buenas a primeras parecía tonta, pero en ese momento me despertaba demasiada curiosidad, debido a que el animal siempre parecía estar guardando una apariencia al saberse visto.

Salimos de la habitación y rápidamente escuchamos ruidos en la parte baja de la casa, Tomás y yo nos vimos mutuamente, pues pensamos en el momento, que la señora Leticia seguía en la casa, o que había dejado a alguien cuidando el lugar. Pensamos en irnos y dejar el asunto por la paz, pero la presencia de quien estuviera debajo de nosotros no podía haberse enterado de que éramos intrusos en su propiedad en esos momentos.

Guardamos unos minutos de total silencio, y los sonidos de trastes y de muebles continuaban, por lo que muy lentamente caminamos hacia el pasillo que daba a las escaleras para descender.

Hubo un momento en el que en medio de la oscuridad, golpeé un armario que se encontraba a medio pasillo con el pie, súbitamente dejamos de escuchar los sonidos provenientes de abajo, pues parecía que mi tropiezo delató nuestra presencia en el lugar.

Alarmados y nerviosos, fuimos a escondernos dentro del armario con el que tropecé, lo cual no era la mejor idea, pues de ahí provenía el sonido, pero fue lo primero que se nos ocurrió en el desesperado momento.

Cerramos las puertas de dicho clóset, después de habernos metido, para nuestra suerte, habían trapos, sábanas y un montón de cosas entre las que nos metimos para ocultar aún más nuestra presencia, en caso de que abrieran las puertas desde el lado externo.

Las pisadas rápidas y ligeras se acercaban hacia nosotros, y por las rendijas que permitían la ventilación del mueble, veíamos lo poco que podíamos del pasillo donde hacía segundos nos encontrábamos.

Las pisadas llegaron hasta donde estábamos, pero pasaron de largo hasta el cuarto de la señora Leticia, a través de las rendijas de la puerta de madera del armario, pudimos ver quién era el caminante dentro de la casa.

Ambos lo vimos, un escalofrío helado recorrió mi cabeza, bajó por mi espalda e invadió todo mi cuerpo, era como si hubiera sentido todos y cada uno de mis nervios en ese momento a flor de piel, tapé mi mano con mi boca para evitar que un grito de pánico escapara de mí, Tomás también logró contener cualquier ademán o sonido que nos fuera a delatar, milagrosamente, pues no sé qué es lo que hubiera sucedido si hubiéramos sido descubiertos, es algo que hasta el día, después de tantos años, sigo pensando.

Quien rondaba la planta baja de la casa era el perro de la señora Leticia, quien se desplazaba en sus dos patas traseras cuando nadie lo veía, caminando como un ser humano, haciendo cosas de humano, haciendo ruidos como si estuviera realizando cualquier actividad que realizaría una persona a solas en su casa por la noche, caminaba erguido, un enorme labrador negro había pasado caminando como una persona frente a mí y a mi amigo. De su hocico salía el murmullo que escuché anteriormente, sonidos ininteligibles, como un esfuerzo por pronunciar nuestro idioma.

El perro volvió atrás sobre sus pasos, se detuvo unos momentos frente al armario, y olía el aire con su enorme nariz, luego de unos segundos dijo “Aquí no hay nada”, y volvió su en su camino hacia abajo.

Yo y Tomás estábamos aterrorizados, no podíamos salir de donde nos habíamos escondido por el pavor a ser descubiertos, pasamos horas ahí dentro, y fue poco antes de que empezara a aclarar, cuando por fin decidimos salir lo más rápido pero silenciosamente posible, recorrer de nueva cuenta el andamio y salir de la casa de la señora Leticia para no volver nuca más.

En la huida estuve a punto de tropezar y de caer hacia la calle, una caída que muy posiblemente me hubiera costado la vida, de no ser porque Tomás sujetó mi antebrazo y evitó que me resbalara.

No podíamos creer lo que habíamos visto ahí, era un perro comportándose como una persona, caminando como tal, e incluso hablando, fue un terror que nunca voy a olvidar, y de no ser porque no fui el único en verlo, no creería en lo que mis ojos divisaron aquella madrugada.

Han pasado 30 años desde ese entonces, Tomás y yo nos distanciamos, pero periódicamente hablábamos por teléfono, inevitablemente siempre salía la conversación de lo que sucedió aquella noche, él me decía que seguía teniendo pesadillas con lo que vimos, que soñaba que ese perro lo perseguía y se lo comía, yo también tuve sueños horribles que se sentían demasiado reales, pero intentaba convencerme a mí mismo de que aquello fue solamente producto de mi imaginación, aunque sabía bien que nunca me iba a convencer de eso, era la única manera en la que podía sobrellevar el trauma,+

hace una semana recibí la noticia de que Tomás había fallecido, y esa es mi causa de recordar esto y de redactarlo de una manera detallada, pues aparte de Tomás, no había nadie que supiera esta horrible anécdota, y empecé a pensar que el día en el que yo muera, esto quedará totalmente en el olvido, como si nunca hubiera pasado, al contarlo, quiero hacerte saber que hay cosas que nunca lograremos entender, que quizás los animales saben más de lo que aparentan, y que la próxima vez que veas a tu mascota, pienses si realmente es quien tú crees que es, o si hay algo siniestro detrás de esos grandes y profundo ojos que te observan con tanta atención.

Autor: Lyz Rayón.

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