El Cuadro Maldito Historia De Terror 2023

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El Cuadro Maldito Historia De Terror 2023

El Cuadro Maldito, Historia De Terror… Toda mi vida me Había considerado como un escéptico empedernido, aunque aquello no era ningún impedimento para ser un gran fanático de las leyendas y historias de todo lo relacionado con el tema de lo paranormal, una de mis actividades favoritas de cuando era un niño era visitar a mi abuelo, esto debido a que mi abuelo Tomás solía contarme cientos de historias de su juventud, las cuales aunque las recuerdo con mucho cariño pienso que la mayoría fue sacada de libros o inventadas.

Sin embargo, el visitar a mi abuelo era de hecho no tan gratificante para mí como para mis demás hermanos y tíos, pues mi abuela no era lo que podría definirse como una abuela común, en lo personal no puedo recordar mucho salvó que solía ofrecerme caramelos de mantequilla rancios, los cuales siempre acepté y comí en su presencia para que está no se sintiera mal, mis hermanos al ser más mayores me contaban que era una anciana cascarrabias la cual solía darles un tirón de orejas si no se portaban bien, creo que yo le agradaba, aunque no hablara mucho conmigo.

Cuando mi abuelo murió, la familia entera fue poco a poco dejando de visitar a mi abuela, la cual lejos de lo que todos pudieran creer esto pareció ser  agradecido por ella, pues las pocas veces en las que llegue a ir de vuelta con mis padres está parecía ansiosa por qué nos marcháramos, por lo que poco a poco toda la familia simplemente dejo de visitarla, aquello fue así hasta que está murió.

A todos les cayó de sorpresa cuando heredé la antigua mansión de mi abuela, aquello me cayó muy bien pues desde hacía un tiempo había querido independizarme, sin embargo poco sabía que al aceptarla también estaba aceptando vivir  un horror inimaginable.

La mansión, ubicada en las afueras de un pequeño pueblo, emanaba un aire de misterio y nostalgia. Mi abuela durante sus últimos años se había convertido en una mujer excéntrica y amante del arte, había acumulado una colección de pinturas y objetos peculiares a lo largo de los años. Pero había un cuadro en particular que parecía susurrar secretos oscuros desde su lugar en la galería.

El cuadro en cuestión era un retrato de una mujer de belleza sobrenatural. Su cabello oscuro fluía como una cascada enmarcando su rostro pálido y sus ojos penetrantes. Su sonrisa era enigmática, pero lo que realmente llamaba la atención eran sus manos. Extendidas hacia el espectador, sus dedos parecían alargarse de manera sutil y antinatural, como si estuvieran tratando de tocar algo más allá del lienzo.

A pesar de que este cuadro estaba arrumbado en una habitación polvosa con otros cuadros, decidí que lo mejor sería exhibirlo, el momento en que coloqué el cuadro en la sala de estar, algo cambió en la mansión. Las noches se volvieron más oscuras y el aire se llenó de un silencio opresivo. Mi gato, por lo general juguetón, comenzó a mostrar signos de nerviosismo, su cola se erizaba mientras seguía con la mirada el lienzo en la pared, sin embargo lo tome como que solo se adaptaba a la nueva casa.

Cada noche, después de heredar la mansión, el cuadro parecía cobrar vida en mis pesadillas. En mis sueños, la mujer del cuadro caminaba lentamente hacia mí, sus manos alargándose aún más, casi como tentáculos, buscando aferrarse a mi ser. Su sonrisa enigmática se transformaba en una expresión de seducción siniestra mientras sus ojos penetrantes me observaban con un hambre inquietante.

La primera vez que verdaderamente noté algo extraño fue una noche en la que me dirigía al baño. De reojo, vi que la figura en el cuadro parecía moverse. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras me volteaba para mirar más de cerca. Pero cuando enfoqué mi mirada, la imagen parecía congelada en su lugar, como si nunca hubiera estado en movimiento.

Después de ese primer encuentro inquietante, el cuadro parecía jugar con mi mente. En ocasiones, estaba seguro de haber visto sombras moviéndose en el rabillo del ojo, solo para que desaparecieran cuando giraba la cabeza. Los susurros apenas audibles llenaban la mansión por las noches, y a menudo tenía la sensación de que alguien o algo me observaba desde las sombras.

Mis sueños también comenzaron a teñirse de extrañas visiones. Vi a la mujer del cuadro extendiendo sus dedos hacia mí, tratando de alcanzarme a través de la pesadilla. Sus ojos me miraban con una intensidad inquietante, como si quisiera comunicarme algo. Me despertaba sudando y confundido, sin entender por qué ese retrato parecía perseguirme incluso en mis sueños.

Cada vez que siquiera pensaba en retirarlo de la pared, una sensación de malestar y debilidad me invadía, como si una fuerza invisible me impidiera separarme de él. Era como si el cuadro tuviera garras invisibles que se aferraban a mi mente y corazón, atrayéndome hacia su oscuro abismo una y otra vez.

Pasaron las semanas y mi obsesión por el cuadro aumentó. Aunque sabía que traía consigo un poder siniestro, no podía resistir la atracción que sentía hacia él. Mi mente estaba constantemente ocupada por pensamientos sobre la mujer del cuadro, su sonrisa enigmática y sus dedos extendidos. A pesar de mis intentos de resistir, me encontré examinando el cuadro una y otra vez, perdiéndome en su misterio retorcido.

La línea entre la realidad y la pesadilla comenzó a difuminarse aún más. Las sombras en la mansión parecían cobrar vida propia, retorciéndose y moviéndose de maneras incomprensibles. A veces, creía escuchar risas siniestras que se mezclaban con el viento que soplaba a través de las ventanas. Mi gato, en su estado de constante agitación, ahora evitaba por completo pasar por el sitio donde el cuadro estaba colgado.

Una noche, fui despertado por un sudor frío y un palpitar frenético. Mi corazón latía como un tambor salvaje mientras mi mente luchaba por recordar el contenido de mi pesadilla. Pero lo único que quedaba era un sentimiento de horror indescriptible, una sensación de que había sido testigo de algo demasiado aterrador para comprenderlo. Mi garganta estaba seca y mi cuerpo temblaba, pero no podía recordar lo que había sucedido en mi sueño.

La habitación estaba a oscuras, pero mis ojos se habían acostumbrado a la penumbra. Fue entonces cuando lo vi: en el rincón oscuro de mi habitación, flotando en el aire como una aparición etérea, estaba el rostro de la mujer del cuadro. Mi grito ahogado se escapó de mis labios mientras retrocedía, incapaz de apartar la mirada de aquel espectro pálido y malévolo.

Sus ojos penetrantes parecían perforar mi alma, y sus labios se curvaron en una sonrisa siniestra. No tenía cuerpo, solo aquel rostro flotante que parecía estar suspendido en el aire. Un escalofrío intenso recorrió mi columna vertebral, y el miedo paralizó cada músculo de mi cuerpo. Estaba petrificado, incapaz de moverme, mientras aquel rostro me observaba desde las sombras.

No recuerdo cuánto tiempo estuvo allí, pero finalmente encontré el valor para gritar. Mi grito resonó en la habitación y pareció romper el hechizo que me mantenía inmóvil. El rostro comenzó a retroceder, disolviéndose en la oscuridad, como si nunca hubiera estado allí. Mi corazón seguía martillando en mi pecho, y me sentí aliviado de que la presencia siniestra se hubiera ido.

Pasé el resto de la noche sin poder conciliar el sueño, temblando en mi cama mientras los minutos se arrastraban. No me atreví a mirar hacia el rincón oscuro de mi habitación, temeroso de que aquel rostro pálido regresara para atormentarme nuevamente.

Después de aquella noche, cuando volví a mirar el cuadro, noté que la mujer retratada tenía una sonrisa aún más amplia, pero no era una sonrisa normal. Era una expresión que irradiaba malicia y satisfacción, como si supiera algo que yo no.

El Cuadro Maldito Historia De Terror

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Intenté retirar el cuadro de la pared una vez más, convencido de que debía liberarme de su influencia perturbadora. Pero mientras mis dedos se cerraban alrededor del marco, un fuerte dolor de cabeza me invadió de repente, casi derribándome. El dolor fue tan inmenso que apenas y pude llegar a mi habitación. Caí sobre mi cama, la habitación girando a mi alrededor mientras luchaba por mantener la conciencia. El dolor era tan intenso que en un momento me desmaye.

Al despertar mis manos temblaban mientras me sostenía la cabeza, tratando de soportar la agonía. Me pregunté si el cuadro tenía algún tipo de control sobre mí, si estaba utilizando su poder para mantenerme a su merced. Sabía que había algo inherentemente malévolo en aquel objeto, pero estaba atrapado en su hechizo oscuro, incapaz de escapar.

Mis días se convirtieron en una lucha constante contra la obsesión y el miedo. No podía concentrarme en nada más, y cada vez que cerraba los ojos, la imagen de la mujer del cuadro aparecía en mi mente, su mirada penetrante perforándome. Los susurros se volvieron más intensos y persistentes, pareciendo emanar del propio cuadro. A menudo, me encontraba hablando en voz alta, tratando de desafiar a la presencia que me acosaba.

La línea entre la realidad y la pesadilla se volvió cada vez más borrosa. Las paredes de la mansión parecían moverse y distorsionarse a mi alrededor, como si estuvieran tratando de atraparme. El aire se llenaba de un olor nauseabundo, y las sombras danzantes se retorcían en formas grotescas, como si estuvieran tomando vida propia.

Después de ese incidente, me di cuenta de que no podía contarle a nadie sobre lo que estaba experimentando. ¿Quién me creería si les dijera que un cuadro me atormentaba y me causaba dolor? Estaba solo en esta lucha contra lo desconocido, y mi mente comenzó a desmoronarse lentamente bajo la presión de la obsesión y el miedo.

Las noches se volvieron monótonas y pesadas, cada una acompañada por la sensación de ser observado. A pesar de mi miedo, no tenía el valor para mirar hacia la entrada del cuarto, temeroso de lo que podría ver si enfrentaba la oscuridad. Cada sombra parecía cobrar vida, y los susurros en la noche parecían más cercanos y amenazadores.

Un día, mientras intentaba distraerme de la obsesión del cuadro, decidí acomodar un cuarto que mi abuela parecía haber destinado a las cosas que aún no quería deshacerse. Entre las cajas y objetos antiguos, encontré una caja llena de viejas fotografías. La mayoría eran de mi abuela en diferentes etapas de su vida, algunas de mi abuelo y otras de mis tíos, pero una en particular me llamó la atención.

Era una fotografía antigua en blanco y negro que parecía mostrar a mi abuela cuando era una niña, junto a otra niña que parecía tener la misma edad. Ambas estaban sonriendo y abrazándose, con la inocencia de la juventud reflejada en sus rostros. La otra niña me resultaba extrañamente familiar, como si la hubiera visto antes, a pesar de que nunca había visto fotos de las amigas de mi abuela.

Guardé las fotografías con curiosidad, tratando de entender por qué la niña me resultaba tan conocida. Pero a medida que pasaba el tiempo, mi mente se llenó de pensamientos oscuros y mis sueños se volvieron aún más perturbadores. Me sentía constantemente agotado, incapaz de escapar del círculo vicioso de obsesión y miedo.

Una noche, después de un día de agotamiento físico y mental, me dirigí a mi habitación. Pasé por delante del cuadro maldito y, como siempre, evité mirarlo directamente. Pero algo en mi interior me empujaba a voltear y enfrentar mi miedo de una vez por todas. Con el corazón latiendo desbocado, me giré hacia el cuadro.

Lo que vi me heló la sangre en las venas. Detrás de la figura de la mujer, como parte del paisaje del cuadro, apareció una niña. Era la misma niña de la fotografía, la que me había parecido extrañamente familiar. Sus ojos estaban llenos de sufrimiento y dolor, su expresión desgarradora parecía suplicar ayuda.

Mis manos temblaban mientras retrocedía, con el miedo arraigado en mi pecho. Sabía que aquella niña estaba relacionada con el cuadro maldito de alguna manera, pero no podía comprender cómo o por qué. Me senté en la cama, sintiendo cómo la adrenalina corría por mi sistema mientras luchaba por procesar lo que había visto.

La noche pasó lentamente, pero no pude conciliar el sueño. Las imágenes de la niña atormentada me perseguían, y la sensación de ser observado era más intensa que nunca. Aunque estaba aterrado, sabía que debía descubrir la verdad detrás de aquel cuadro y la conexión con la niña.

Mi búsqueda de respuestas me llevó a la biblioteca local, donde pasé horas investigando sobre la historia de la mansión. Fue entonces cuando encontré un viejo artículo de periódico que mencionaba un trágico incidente en la mansión años atrás. Una niña, había desaparecido misteriosamente en la casa y nunca fue encontrada.

El artículo incluía una fotografía de la niña desaparecida, y el reconocimiento fue instantáneo. Era la misma niña que había visto en el cuadro y en la fotografía antigua. Mi abuela nunca habló de este trágico evento, y me di cuenta de que debía haber sido un recuerdo doloroso que intentó enterrar.

Regrese a mi casa directamente a confirmar que se trataba de la misma persona, lo cual muy a mi pesar descubrí que así había sido, deje de mirar el cuadro, sin saber que hacer o pensar. Sabía que tenía que enfrentar lo que había sucedido, no solo por mi propia seguridad, sino también por la niña que parecía haber quedado atrapada en la maldición del cuadro. Las noches siguieron siendo tensas, la sensación de ser observado se volvió hasta cierto punto insostenible, aquello fue por lo que mi hermana me ofreció quedarme con ella unos días ya que estaba preocupada por mi.

Luego de algunos días, al volver a mi casa, sentí un cambio en el ambiente. No podía poner el dedo en qué, pero había algo diferente. Una cierta tranquilidad llenaba el aire, pero era como la calma antes de la tormenta. Intenté ignorar ese sentimiento, atribuyéndolo a mi imaginación, pero no pude sacudir la sensación inquietante.

Aquella noche, desperté, pero no debido a la sensación de ser observado como solía ser. Esta vez, eran mis necesidades lo que me habían sacado de mi sueño. Me sentí desconcertado, ya que aún faltaba un tiempo considerable para mi hora habitual de despertar. Sin embargo, me levanté y fui al baño.

Después de terminar, mientras salía del baño y me dirigía de vuelta a mi habitación, mis ojos se posaron involuntariamente en el lugar donde el cuadro solía estar. Lo que vi me llenó de horror y asombro. Los brazos de la mujer estaban saliendo del lienzo, y luego su cuerpo completo emergió del cuadro. Cada movimiento que hacía era acompañado por un sonido siniestro, como si sus huesos se rasparan entre sí con cada paso.

Aunque me encontraba en la oscuridad, sentí que no me había visto, por lo que retrocedí silenciosamente y me oculté en una sombra. La figura avanzaba en dirección a mi habitación, y su rostro estaba iluminado por una sonrisa retorcida. Sabía que debía ser prudente y no arriesgarme a que me descubriera.

El reloj marcaba los minutos mientras me encontraba inmovilizado por el miedo. A medida que la hora de mi despertar se acercaba, la tensión en el ambiente se intensificó. Sabía que debía huir, pero algo me mantenía atrapado en mi escondite improvisado.

Finalmente, mis pies tropezaron con un mueble cercano, emitiendo un ruido sutil pero suficiente para atraer la atención de la figura. Se giró rápidamente hacia mi dirección, y su grito desgarrador llenó el aire. Estaba lleno de furia y odio, y su enojo parecía dirigirse directamente hacia mí.

Con un esfuerzo sobrehumano, logré ponerme de pie y comenzar a correr hacia la puerta. Pero antes de que pudiera escapar, la figura me agarró de un pie, causándome un dolor punzante. Me retorcí, luchando por liberarme, y finalmente logré zafarme de su agarre. Me levanté y me alejé tambaleándome, arrastrando mi herida detrás de mí.

Salí corriendo de la casa, la figura me miraba con ira desde la ventana. La adrenalina corría por mis venas mientras corría por el jardín, el viento frío mordía mi piel y el dolor en mi pie me recordaba la realidad de la situación. Sabía que no podía dejar que esta maldición continuara. Así que sin pensarlo demasiado y completamente decidido a terminar con aquello decidí prender fuego a la mansión.

El fuego consumió la mansión de mi abuela, junto con el cuadro maldito que había sido fuente de tanto tormento. A medida que las llamas devoraban el edificio, una sensación de liberación y alivio comenzó a llenar mi ser. Sabía que había tomado la decisión correcta al destruir aquel objeto que había infligido tanto dolor en mi vida.

Pasaron semanas desde el incendio y mi vida comenzó a recobrar algo de normalidad. Las pesadillas disminuyeron y la sensación de ser observado desapareció por completo. Mi gato parecía más tranquilo y juguetón, como si también hubiera sido liberado de la influencia siniestra.

Aunque había perdido la casa y la mayoría de las pertenencias de mi abuela y mías, sentía que finalmente podía respirar con facilidad. Mi mente ya no estaba nublada por pensamientos oscuros y obsesivos. Pasé más tiempo con amigos y familiares, y poco a poco comenzaron a notar el cambio en mi actitud y estado de ánimo.

Sin embargo, la experiencia me había dejado cicatrices emocionales que tardarían en sanar. A veces, en momentos de silencio, aún podía escuchar susurros distantes y ver sombras que parecían moverse en el rabillo del ojo. Pero cada vez que me sentía ansioso, recordaba la decisión que había tomado y el poder que había recuperado.

La niña de la fotografía y el cuadro parecían haber quedado atrás en el pasado, pero su recuerdo seguía persiguiéndome. A veces, me encontraba preguntándome si había hecho lo correcto al destruir el cuadro o si había liberado algo aún más oscuro en el proceso. A pesar de mis dudas, sabía que había tomado la única opción que tenía en ese momento.

Autor: Aurora Escalante

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