El Día De Muertos Historia de Terror 2021
Día De Muertos, Historia de Terror… Cuando uno es niño jamás llega a imaginarse por lo que pasará conforme uno crezca, nos hacemos una idea y nos imaginamos el mejor panorama de nuestras vidas, pero es cierto que el destino se ríe de nosotros cuando hacemos planes.
Algo que es cierto e indiscutiblemente seguro, es que conforme uno crece, los demás empiezan a morir. Creemos que nuestros padres, abuelos y amigos son eternos, y que al despertar a la mañana siguiente estarán allí al igual que cada día, pero, ¿qué pasa después de Morir? Algo es seguro, los que quedamos con vida echaremos de menos a los que se nos fueron…
Es de este modo que quisiera iniciar contándoles lo que fue para mí una señal de que tenía que continuar después de haber perdido a alguien, y espero les sirva de algún modo para darse cuenta de que hay una forma de vencer a la muerte y que sepan que aquellos que se nos adelantaron aún siguen con nosotros.
Todo inicia en un municipio escondido entre la sierra, allá por Tepatitlán de Morelos, Rumbo a Yahualica, pero mucho antes, se ubica el municipio de Mezcala.
Un municipio con pocos habitantes, pero lleno de leyendas e historias. Uno de mis mejores amigos de la Universidad había enfermado, más bien, había empeorado, lo conocí cuando ya tenía diabetes, me platicaba que seguido tenía que inyectarse para poder sobrellevar la enfermedad.
Vivía en una casa que era suficientemente grande para darles cobijo a varios de nosotros, pues cuando íbamos de visita éramos bastantes compañeros de clase quienes llegábamos y nos quedábamos a comer.
Justo en el patio de su casa, parecía ser media hectárea de milpa, una vez por año nos veíamos en su casa por la noche para hacer una elotiza.
Y precisamente una de esas noches fue cuando lo encontré sentado a él solo a la orilla del río mientras que los demás se embriagaban en otro lado.
Estoy muriendo Mario, y creo que no la libraré esta vez – Mientras me lo decía su voz sonaba quebradiza – Tengo miedo de morir, pues no sé con qué me vaya a encontrar. – Terminó diciendo mientras se tallaba los ojos. No supe que decirle, la verdad es que cuando uno es joven y tiene el mundo por delante, lo menos que piensas es si morirás, pero allí comprendí que mi Amigo tenía en mente otras prioridades.
Mi Amigo Hugo falleció un día de muertos por la madrugada, la diabetes se le complicó hasta el grado de dejarlo ciego. La noticia me llego igual que un balde de agua fría, recién yo había entrado a trabajar a una empresa importante en Guadalajara, y sin pensarlo me Salí del edificio para dirigirme a Mezcala de forma inmediata.
A pesar de que era un trayecto al que ya me había acostumbrado, para mí fue el momento más largo de toda mi vida. Lo enterraron en el único cementerio de Mezcala, en el nivel más alto de un muro.
Colocaron su fotografía al frente de donde guardaron su cuerpo. Justo en ese instante comenzó a llover, ya era tarde y la mamá de Hugo nos ofreció cobijo en su casa, aunque había varios parientes de su familia, había espacio suficiente para todos.
Sin embargo, yo decidí quedarme un rato al lado de la milpa, repasando cada momento que viví con mi Amigo.
Ya era tarde, recuerdo que pasaban de las 2 de la mañana, yo estaba bebiendo mientras observaba la milpa mecerse con el viento.
Pero entre el maizal vi algo que me llamo poderosamente la atención. Una persona caminaba a través del maizal pero no lo vi con claridad, había algo de niebla por la lluvia que recién había dejado de caer, me imaginé que se podría tratar de algún familiar.
No sé qué me impulsó a ir a ver, lo menos que quería era ver que alguien se había metido a escondidas a robar, quizás fue ese el impulsó y cuando menos lo pensé ya me encontraba buscando aquella persona que había visto entre la milpa.
Me agache para ver si lo veía correr entre los surcos, y escuche justo al lado de mi oreja la risa de alguien detrás de mí, hizo que me exaltara pues aquella risa me había parecido muy familiar, por alguna razón recordé la risa de Hugo.
Nuevamente, pude escuchar que alguien caminaba entre la Milpa y por fin vi a alguien correr entre ella, esta vez lo había visto con mayor claridad, había visto a Hugo,
no cabía duda, pues tenía la misma complexión. Por extraño que parezca no me sentía con miedo, sin embargo, si me parecía algo raro.
Cuando ya habían pasado algunos minutos sin ruidos o visiones engañosas, decidí regresar a la casa, y sin esperármelo alguien palpó varias veces mi hombro derecho y mientras lo hacía me dijo:
¡Mario! – Me volteé rápidamente, sin embargo, no vi nada. Esto ya me había asustado. Volví a ver que alguien corría entre la milpa así que decidí seguirlo, podía ver que esquivaba el maíz con facilidad y a mí me costaba trabajo alcanzarlo y cuando menos me lo esperé, ya me encontraba justo a la orilla del Río.
En ese instante comprendí todo, ya lo había entendido, Hugo de algún modo me había invitado a acercarme a hablar con él. Me senté en el tronco donde lo había visto la última vez con vida. La cerveza que traía en mano la dejé sobre el tronco donde se sentaba, y brindé por él.
Por ti hermano – Dije hacia el cielo. Eso lo consideré la despedida y un cierre de mi duelo. Me sentí tranquilo conmigo mismo. Sin embargo, no me había dado cuenta, pero el destino me tenía lista una prueba y creo que mi Amigo Hugo ya lo sabía.
Fuimos a visitarlo poco antes de su Aniversario Luctuoso, para ser exactos un 09 de octubre, me había puesto de acuerdo con dos amigas de la universidad en ir a visitarlo y dejarle flores, queríamos evitar visitarlo justo en Día de muertos debido a toda la gente que visitaría el cementerio en esos días. El Cementerio se encontraba solo.
Después de un rato de estar allí con él, mis amigas decidieron ir a dar la vuelta para ver todo el cementerio por completo, les comenté que yo me quedaría un rato más.
Me senté a la orilla de unos escalones mientras revisaba mi celular. Pude ver que una anciana se acercaba lentamente y consigo llevaba un ramo de flores ya marchitas.
Me hice a un lado para no estorbar el camino y que ella pasara a un lado mío. Yo estaba concentrado en mi celular cuando al pasar ella justo al lado mío se detuvo, la miré de reojo, pero ella no se movía, pensé que le estorbaba y me levanté pidiendo disculpas, pero seguía sin moverse.
¿La puedo ayudar en algo? – Le pregunté, pero no contestó, sin embargo, levanto el ramo de flores para colocarlo en el cajón que estaba justo debajo de donde se encontraba mi amigo, estaba vacío.
La viejita puso el ramo en ese lugar y se retiró lentamente. No le di mucha importancia a lo que había pasado. Me imaginé que quizás le traía flores al muertito de abajo, y fue cuando se me ocurrió lo más estúpido que pude haber hecho en un cementerio.
Pensé en asustar a mis amigas cuando regresaran y me encontraran dentro de ese cajón vacío. Además, sería una experiencia que nunca me imaginaría que viviera.
Usé la cajonera de abajo a modo de escalón y me metí en el vacío, y sin darme cuenta había pateado el ramo de flores marchitas que había dejado aquella viejita.
Me quede unos minutos inmóvil pensando en esa sensación de estar en una cajonera donde tenía que haber un ataúd. Mi amigo descansaba en la parte de arriba y un desconocido en la parte de abajo.
Y en ese momento escuché unos pasos. Cerré los ojos y me quedé en silencio pensando que decirles cuando me vieran allí mis amigas.
Y en un instante todo fue silencio. Ya no las escuchaba venir, levanté la cabeza para ver si estaban ellas allí, y cuál fuera mi asombro que pude ver a la anciana que me veía con ojos de terror.
Su rostro era gris, sus ojos blancos al igual que canicas, me asustó pues comenzó a gritar y con sus manos arrugadas me empujo más hacia adentro de la cajonera, me comencé a sacudir para que me soltara, pero juro por Dios que aquella anciana tenía mucha fuerza.
El Día de Muertos Historia De Terror
Y en ese instante tuve la sensación de que algo jalaba de mi pecho, me jalaba hacia el fondo del cajón. Pude ver que mi playera se jalaba, y con mis manos me sacudía esa sensación mientras en mis pies tenía a aquella anciana empujándome hacia adentro también.
Me sentía bastante desesperado que comencé a pedir auxilio y cuando sentí que ya no la libraría, pude sentir que alguien tomaba fuertemente mis piernas y me jalaba hacia afuera.
Voltee rápidamente y ya no vi a nadie, ni aquella anciana ni a quien me haya salvado. Me encontraba todo lleno de polvo y telarañas.
Desconcertado me levanté rápidamente, y mire hacia adentro, no supe que había sido aquello que me había sacado, tomé el ramo de flores y lo aventé adentro del cajón.
Sin esperar un segundo más, tomé las cosas que traía y me dirigí a la entrada a esperar a mis amigas. Allí se encontraba un sepulturero ya grande platicando con mis amigas, él les platicaba sobre que ya habían desalojado tumbas antiguas y tenían cajones libres para nuevos inquilinos. Yo me encontraba aún algo agitado, una de mis amigas se acercó y me preguntó si estaba bien.
No me pude contener, y les platiqué todo.
No me creyeron, sin embargo, el sepulturero se había quedado bastante serio y concluyó diciéndome que me cuidara por donde fuera, esa anciana al parecer ya tenía un conflicto contra mí por haber perturbado el lugar a donde ella llevaba flores. A los pocos minutos decidimos regresar a Tepatitlán, yo solo quería regresar a casa.
Lo que estoy por contarles a continuación no es nada sencillo de escribir, pues tengo que recordar aquellas sensaciones y percepciones que tenía en ese entonces.
Después del suceso del panteón, las cosas no marcharon tan bien y de la forma que esperaba. Siempre me sentía cansado, no podía dormir bien por las noches y muy seguido llegaba a tener la sensación de que algo se me subía mientras dormía. Mi apetito cambió mucho, no tenía hambre y lo que comía me daba asco, no estaba del todo bien.
Los doctores me tenían con medicamento todo el tiempo, lo cual me comenzó a causar complicaciones, me sentía cansado y deprimido, sin ganas de vivir.
Pero dentro de todos los males había algo que me confortaba mucho. Mi bebé pronto nacería, y eso me motivaba a salir adelante, a pesar de que me la pasaba todo el tiempo enfermo trataba de darle al mal tiempo una buena cara. Pero el día del nacimiento de mi hijo, la cosa se puso peor.
Mi bebé fue diagnosticado con Inmadurez extrema, no había muchas posibilidades de que sobreviviera, así que toda la noche me la pase con él sosteniéndolo en mis brazos y arrullándolo. Al día siguiente en mis brazos él falleció. Esto me llevo a una profunda depresión, no se diga mi esposa quien pasó por los peores momentos.
Decidimos cremarlo para resguardar sus cenizas en el templo cerca de nuestra casa. Cuando salía del trabajo yo iba a visitarlo.
Fue así que un primero de noviembre me quede sentado a un lado de donde lo teníamos resguardado. Me encontraba solo en la capilla, ya era algo tarde y no tardaban en cerrar el templo.
El sacristán me había advertido que estaban por cerrar y solo me dejaría estar allí unos minutos. Yo tenía mi cabeza pegada a la puerta del cajoncito cuando escuche que alguien se acercaba lentamente.
Parecía que arrastraba sus pies mientras caminaba. Yo tenía los ojos cerrados, ya me estaba despidiendo cuando sentí que alguien puso su mano sobre mi hombro y me dijo en voz baja:
No mires atrás, solo deja que se vaya – Pude reconocer su voz, se trataba de Hugo, sentí que su mano la quitaba sobre mí, y detrás de mí escuché que pasaba aquella persona que estaba arrastrando los pies.
Abrí los ojos y miré a un lado mío, pude ver a aquella anciana que me había asustado en el cementerio de Mezcala. La piel se me puso chinita, y cuando estuve a punto de salir corriendo, nuevamente sentí que alguien ponía su mano sobre mi espalda.
Entendí que debía tranquilizarme, y aquella anciana salió de la capilla. Respiré profundamente y al darme la vuelta no vi a nadie.
Esa noche mientras estaba acostado, me puse a pensar en todo lo que había vivido, recordé que justamente se cumplía un año de haber fallecido mi amigo.
Sin darme cuenta me quedé dormido en unos segundos. Esa noche soñé con mi amigo, me decía que dejara de angustiarme pues mi bebé estaba bien cuidado hasta que yo estuviera listo para ir por él.
He de aceptar que todo esto me ayudo, comencé a sentirme mejor en cuanto a mi salud, y emocionalmente, me sentí reconfortado al saber que aquellos que se van nos echan de menos y que siguen con nosotros.
No sé si esto les parezca algo irreal, pero a mí me paso, y eso me ha ayudado a saber que la muerte no es el final de todo… es un paso más allá que debemos durante todo nuestro proceso de vida, y de alguna manera eso me demuestra que podemos vencer a la Muerte.
En memoria de Hugo Fabian Portillo Huerta.
Autor: Lengua De Brujo
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