Campanillas Historia de Terror
Algunos años atrás viví en Canadá. Aproveché un programa que daba trabajo a jardineros en Columbia Británica, desgraciadamente el programa estaba lejos de ser lo que yo esperaba, estuve a punto de regresarme a México, cuando mi suerte cambió Campanillas Historia de Terror de repente, conocí a uno de los contratistas, quien me ofreció cuidar una de sus casas, pues él y su pareja, viajarían a Europa. No pude negarme, pues la paga era mucho mayor de lo que me ofrecía la empresa, además desde que había llegado a Canadá, me alojaron en una casa con veinte personas, así que la idea de estar solo en una casa era muy tentadora.
Mi trabajo consistía en mantener la casa limpia, el césped bien podado y también me dieron un par de indicaciones que me resultaron un poco extrañas. La primera era, mantener unas tijeras abiertas sobre la puerta delantera y trasera; la segunda consistía en jamás abrir la puerta después de las tres de la mañana, ni siquiera si alguien pedía auxilio.
En aquella comunidad, el Halloween es todo un evento, parece que las personas compiten por tener la fachada mejor adornada de todo el barrio y para mis empleadores no era excepción, pues durante una tarde que me encontraba arreglando el jardín frontal, llegó una empresa de paquetería a dejarme unas cuantas cajas llenas de material para adornar. El dueño de la casa me llamó y me pidió que adornara la entrada, antes de colgar me repitió que no olvidara colocar las tijeras.
Aunque me esforcé muchísimo, no terminé de adornar toda la fachada, afortunadamente faltaban aún un par de días para Halloween, así que no quise sentirme presionado.
La primera noche, quise seguir todas las indicaciones por más absurdas que me parecieran, así que me cercioré de que las puertas contaran con sus tijeras, solo las de la puerta trasera se encontraba medio cerradas, las acomodé y me fui a la habitación que me indicaron podía usar. Acomodé la almohada sin ver y sentí un pinchazo en los dedos, rápido la levanté y vi que allí también habían sido colocadas unas tijeras. No entendía la obsesión de los dueños de la casa con las tijeras. Retiré las tijeras, dejando caer unas pequeñas gotas de sangre sobre la cama, hice una rabieta, pues ahora tendría que lavar las sábanas, si no quedarían manchadas.
Me fui a la cama alrededor de las once de la noche y me quedé dormido de inmediato. Me despertó el timbre de la puerta, revisé un reloj de pared que estaba en la habitación, eran las tres de la madrugada. Olvidando las indicaciones, me encaminé a la puerta, luego me asomé por la mirilla de la puerta, pero no vi a nadie, mientras seguía con el ojo pegado a la puerta el timbre volvió a sonar ocasionando que me golpeara la frente contra la puerta, entonces recordé las indicaciones: no abrir después de las tres de la madrugada.
Regresé a mi cama, cuando el teléfono comenzó a sonar, levanté el auricular y me contestó el dueño de la casa, quería saber que tal me estaba yendo, por un segundo pensé en contarle que acaban de timbrar, pero decidí no hacerlo, enseguida me dijo que le daba gusto, después me explicó que poco a poco me acostumbraría al trabajo y antes de colgar me recordó que no debía abrir después de las tres de la madrugada.
Me fui a la cama intentando imaginar el motivo por el que no debía abrir, quizás era una forma de probar mi obediencia.
Me costó un poco volver a dormir, incluso tuve que encender el televisor y buscar algún documental que lograra arrullarme.
Me desperté escuchando un extraño sonido de campanillas sobre mi cabeza, me levanté de la cama exaltado, vi el reloj, pasaban de las once de la mañana, ya iba muy tarde con el trabajo. Preparé algo de café y después comencé a realizar el aseo de la casa. Mientras trapeaba los pisos, noté que las tijeras de la puerta de entrada se encontraban cerradas, las volví a abrir, aunque me parecía algo estúpido. Enseguida abrí la puerta para ponerme a barrer la entrada, entonces noté que, sobre el piso, en el pórtico, estaban dos enormes manchas de cera de veladora y algunas agujas. Me puse a limpiarlo, imaginando que esto quizás era una broma llevada a cabo por algunos muchachos de la zona.
Después de limpiar la entrada me dispuse a seguir adornando la fachada. Cuando terminé, me fui caminando para mirar como todo el vecindario estaba bien adornado con calabazas, calaveras, vampiros, algunos incluso pusieron todo un cementerio zombi en los jardines frente a sus casas. De regreso en la casa, antes de continuar con el jardín trasero, me dirigí a la cocina, me serví un vaso de agua y justo cuando regresaba el vaso al fregadero, volví a escuchar un sonido como de campanillas o cascabeles. Puse mucha atención para intentar ubicar de donde provenía el extraño sonido, una vez que lo localicé, me dispuse a seguirlo, lo que me llevó hasta una de las habitaciones cerradas, como no tenía restricciones de entrar a cualquier habitación, de hecho, se me había pedido limpiarlas todas, abrí la puerta, pero en cuanto entre el sonido desapareció. Dejé de lado este suceso y regresé al trabajo.
Arreglando el jardín encontré algo que me dio miedo, eran alrededor de doce ratas muertas, enredadas una con otra de la cola, sus cadáveres formaban un círculo perfecto, era algo repugnante, también noté que llevaban cascabeles enredadas en la cola.
Me deshice de inmediato de esa cosa repugnante, imaginando que el sonido de campanillas era ocasionado por el movimiento de las ratas. En la noche, me puse a investigar en internet sobre aquello que acababa de encontrar, lo primero que leí, es que, a ese fenómeno, se le conocía como el rey rata, y aunque en algunos sitios no le adjudicaban un origen sobre natural, en otros mencionaban que eran obra de brujería. Yo por aquel momento no sabía en qué creer, pero al ver esa cosa, sentía repugnancia y miedo.
Al final del día, me recosté en uno de los sillones en la sala de la casa y puse una película vieja de terror en la televisión. No sé ni a qué hora me quedé dormido, desperté antes de la media noche, vi que la película se había terminado y ahora daban anuncios de los próximos estrenos. Apagué la televisión y de nuevo escuché el sonido de las campanillas, esta vez sonaban muy cerca. Encendí las luces y con desagrado observé otra enredadera de ratas, estas estaban vivas y caminaban como una sola criatura. Sentí demasiado asco y miedo, sin embargo, era mi deber cuidar la casa, por lo que salí de la sala y fui a tomar una pala del cobertizo y al regresar intenta aplastar al rey rata, desgraciadamente este corrió hasta el fregadero y se metió por debajo de la trituradora de basura.
Me senté en el sillón y me retorcí de los nervios y el asco, no podía dejar de pensar en esa cosa repugnante, como chillaba, como caminaban. Una vez que logré tranquilizarme, me fui a dormir.
De nuevo tocaron a la puerta a las tres de la madrugada. Esta vez al principio no hice caso, sin embargo, siguieron tocando con insistencia, escuché los gritos de una mujer pidiendo ayuda en Francés. Me acerqué a la puerta para ver por de quien se trataba, allí estaba una mujer muy joven, con un bebé en brazos. Me sentí tentado a abrir la puerta, pero recordé las indicaciones de mis empleadores, sin embargo, sentía la tentación de abrir, me alejé un poco de la puerta y comenzaron a golpearla, volví a asomarme, esta vez por una de las ventanas junto a la puerta, la chica con el bebé se había ido.
El día de Halloween recibí una llamada muy temprano, el dueño de la casa me indicó que sacara unos paquetes de dulces que guardaba en la alacena y los colocara en un tazón con forma de cráneo, pues esa noche llegarían muchos niños a pedir dulces.
El día paso volando y para el atardecer, ya desfilaban montones de niños con sus disfraces, de superhéroes, de vampiros, brujas, una infinidad de personajes.
Minutos antes de las doce, volví a llenar el tazón de dulces, lo coloqué sobre una mesita en la entrada de la casa y después cerré la puerta con llave. Preparé algo de café, pues esperaba ver un maratón de películas cortas de terror.
Justo cuando empezaba a relajarme sobre el sofá, volví a escuchar ese maldito sonido de campanillas. Me puse de pie y vi de nuevo esa aberración de ratas unidas por la cola. Me juré que esta vez no se me escaparían, así busqué lo que tuviera más cerca para aplastarlas, afortunadamente sobre la chimenea estaba un atizador para la leña. Aplasté un par de ratas, pero esa cosa no se detenía, la perseguí hasta la cocina y allí se escapó corriendo hasta el patio trasero. No recordaba haber abierto la puerta. Desistí en perseguir a las ratas en la noche, mejor regresé a limpiar la sangre en la sala.
De nuevo sonó el timbre, ni siquiera me había dado cuenta de que ya eran las tres de la mañana. Comencé a sentirme enfadado, todas las noches era lo mismo, aun así, me asomé, vi de nuevo a la hermosa chica con el bebé en brazos, esta vez me habló en español, de forma directa:
“Sé que estás allí, solo te pido ayudarme una noche, por favor, siento frío”.
Quité la cadena y un par de seguros, estaba a punto de abrirle la puerta, cuando las ventanas, que eran corredizas, comenzaron a abrirse por sí solas, noté entonces que las tijeras no se encontraban en la puerta, casi en cuanto me percaté de ello, comenzaron a golpear la puerta con una enorme fuerza, que era imposible que la chica de afuera pudiera estarlo haciendo. Me volví a asomar, la chica había sido suplantado por una anciana con un rostro horrible y en lugar de llevar al bebé en brazos, cargaba al rey rata que acababa de corretear hasta el patio.
Sentí mucho miedo, pues el aura de esa mujer era maligna, ahora entendía por qué estaban las tijeras en la puerta, mi abuela solía contarme que era una manera de protegerse de las brujas. Volví a colocar todas las cerraduras en su lugar y corrí a mi habitación en busca de las tijeras bajo la almohada. Escuchaba que golpeaban con fuerza la puerta, me apresuré y coloque las tijeras abiertas en la puerta, luego caminé hasta la entrada del patio trasero para ver si las otras tijeras seguían en su lugar. Estaban tiradas en el piso, rápido las levanté y coloqué en la puerta, mientras eché un vistazo al patio. Allí estaba esa bruja, abrazando al rey rata.
Pasé el resto de la noche en vela. Renuncie al día siguiente, aunque no le di explicaciones al dueño de la casa, sospecho que bien sabe por qué deje empleo.
Autor: Mauricio Farfán
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