7 Fantasmas Historia De Terror 2023

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7 Fantasmas Historia De Terror 2023

7 fantasmas, Historia De Terror… Mi historia comienza en una etapa temprana de mi vida. Cuando tenía ocho años, mis padres decidieron mudarse al norte del país en busca de mejores trabajos.

De manera curiosa, eligieron comprar una casa que estaba cerca de un antiguo cementerio que tenía sus orígenes en los finales del siglo XIX y principios del XX. En los terrenos de esta propiedad, había una iglesia antigua que había sido construida a mano, pero que ya no estaba en uso y había sido abandonada.

Para mí y algunos de los niños del vecindario, esta iglesia abandonada se convirtió en un lugar donde jugábamos y explorábamos. Durante un tiempo, nada inusual ni espeluznante ocurrió allí, y no sentí ningún miedo.

Sin embargo, todo cambió en mi noveno cumpleaños. Mi mamá organizó una fiesta de pijamas para celebrar y me animó a invitar a todos mis compañeros de clase. Después de abrir los regalos y divertirnos en la fiesta, mi mamá sugirió que saliéramos a jugar afuera.

Fue entonces cuando decidí enseñarles a mis amigos la antigua iglesia en las cercanías. Aunque mi mamá me había advertido que evitara el cementerio que estaba cerca, algunos de mis amigos, motivados por la curiosidad, decidieron ir hacia allá.

Uno de los chicos se separó del grupo y, como asustado, se dirigió rápidamente hacia el cementerio de verdad, a pesar de las advertencias que había recibido. Mis otros amigos y yo discutimos si debíamos seguirlo o no.

Al final, algunos de ellos eligieron entrar al cementerio, sin mostrar el respeto adecuado por las personas fallecidas que descansaban allí. Pisar las tumbas y comportarse de manera irrespetuosa con los difuntos se convirtió en su manera de explorar ese lugar, lo cual me dejó perplejo y preocupado.

Recuerdo claramente ese incidente de mi infancia. Era un niño curioso y, como es natural, siempre estábamos buscando cosas emocionantes y nuevas. Esa tarde, el rumor se propagaba rápidamente y yo no pude resistir unirme a la emoción.

Mi madre, por supuesto, nos llamó a todos para entrar en la casa cuando empezaba a oscurecer. Siguiendo su indicación, nos preparamos para ir a dormir, acomodándonos en mi habitación. Sin embargo, de repente, la puerta se cerró bruscamente por sí sola, lo que provocó gritos y miedo entre todos nosotros. Mi madre, alertada por el ruido, entró rápidamente para averiguar qué estaba pasando.

En su intento por calmar nuestros temores, atribuyó el incidente al aire acondicionado y nos insistió a ir a la cama.

Después de un tiempo, cuando mi madre se alejó de la habitación, tratamos de recuperar la calma y nos acomodamos para descansar. Sin embargo, esa tranquilidad fue fugaz. Las puertas volvieron a cerrarse de manera repentina, y esta vez el ruido fue acompañado de un temblor que sacudió las bisagras de las puertas.

El miedo nos invadió nuevamente, y mi madre, frustrada, volvió a entrar para averiguar quién estaba causando todo ese alboroto. Pero nosotros estábamos igualmente sorprendidos y asustados. Les contamos lo que había sucedido, aunque esta vez, mi madre mostró dudas. A pesar de nuestras explicaciones, su primera reacción fue de incredulidad.

Mi madre optó por apagar las luces y dejar la puerta abierta. Es importante mencionar que, debido a mi temor a la oscuridad, siempre solía tener una luz nocturna encendida mientras dormía. Sin embargo, en esa ocasión, con los otros niños presentes, mi madre decidió que no usaría mi luz.

Fue entonces cuando la puerta se cerró de golpe por tercera vez, dejando la habitación completamente a oscuras. Esta situación me llenó de un miedo inmenso y el pánico me envolvió por completo. Lloraba y sentía que la situación se estaba saliendo de control. Mi madre, enojada y pensando que se trataba de algún tipo de juego, supuso que alguno de nosotros estaba detrás de lo que estaba ocurriendo.

Después de abrir la puerta y sacarme de la cama, mi madre regañó a los otros niños y les pidió que se calmaran. Sin embargo, en ese momento yo estaba completamente aterrorizado y angustiado. Mi madre, aparentemente frustrada por lo que había sucedido, decidió tomar medidas más drásticas. Me llevó a dormir en el sofá de la sala en completa oscuridad, mientras yo lloraba en silencio sobre mi almohada.

Esto no era algo nuevo para mí, ya que mi madre solía enfrentar mis miedos nocturnos con poca o ninguna comprensión. Aunque me había acostumbrado a esa reacción, esa noche experimenté un sentimiento profundo de soledad. La sensación de estar solo en la oscuridad, sin la comodidad de mi luz nocturna y sin el entendimiento de mi madre, me hizo sentir vulnerable y abandonado.

Tengo un recuerdo muy vívido de este siguiente episodio, una experiencia que todavía me hace sentir escalofríos cuando la recuerdo. Todo comienza con una sensación inquietante que me despierta, justo cuando algo parece estar tirando de las sábanas de mi cama hacia abajo.

En ese momento, me tenso y adopto una postura rígida como si fuera una tabla. Decido asomar la cabeza por encima de las sábanas, y en ese preciso instante, mi mirada se cruza con una sombra negra y peluda que se desliza por el sofá.

Sigilosamente, se dirige hacia otra figura más grande y oscura, también peluda, que está en la parte superior de un mueble frente a mí. Me encuentro completamente horrorizado y paralizado por el miedo. La capacidad de hacer algún sonido parece haber desaparecido, hasta que esta figura sombría casi llega al sofá.

En ese momento, finalmente, logro soltar un escalofriante grito. El sonido alerta a mi padrastro, quien acude rápidamente a ayudarme. Cuando enciende las luces, la figura negra desaparece misteriosamente en la oscuridad.

Mis emociones están completamente desordenadas y estoy respirando con dificultad debido a la intensidad de lo que acabo de vivir. Mi padrastro, al darse cuenta de mi estado alterado, me invita a acostarme junto a ellos para encontrar consuelo. Poco a poco, logro calmarme y finalmente vuelvo a dormir, sintiendo que la noche ha recobrado su tranquilidad habitual.

Avancemos en el tiempo hasta la noche siguiente. Todos mis compañeros y amigos de la escuela han regresado a sus casas, y la normalidad ha vuelto a ser parte de nuestra rutina. Me preparo para ir a la escuela al día siguiente y, cuando finalmente me acuesto, una sensación inquietante parece persistir en el ambiente.

La impresión de que algo me está observando se mantiene en el aire, y este temor se ha vuelto tan abrumador que siento la necesidad de pedirle a mi madre que me deje usar mi luz nocturna. Sin embargo, mi solicitud no es completamente aceptada, y en su lugar, mi madre accede a dejar encendida la luz del pasillo con la puerta entreabierta.

Siguiendo mi rutina habitual, emito pequeños quejidos en busca de consuelo. Eventualmente, logro sumirme en el sueño, aunque este no será un sueño común. Me enfrento a uno de los episodios más aterradores que jamás he experimentado en mis sueños.

La figura sombría vuelve a aparecer en mi sueño, avanzando hacia mí de manera amenazante. En esta ocasión, estoy demasiado agotado para despertar, por lo que me encuentro atrapado en el sueño, incapaz de evitar lo que está por suceder. El sueño se transforma en una pesadilla de proporciones incomprensibles, convirtiéndose en un evento recurrente que parece arraigarse en mi mente.

Con el paso del tiempo, noté que los sueños empezaron a ser menos frecuentes hasta volverse poco comunes. Incluso he tenido muy pocos sueños desde entonces. Es como si mi mente hubiera decidido desconectarse de las experiencias perturbadoras que ocurrían en los sueños.

Esto podría deberse a que mi mente trata de protegerme de la angustia que esos sueños me causaban, o tal vez la entidad detrás de los sueños ha decidido reducir su influencia. En el día de hoy, no puedo estar seguro de cuál de estas dos posibilidades es la correcta.

Al mismo tiempo, han sucedido eventos inexplicables que parecen estar relacionados con esta entidad que me ha perseguido en mis sueños. De manera extraña, objetos que habían desaparecido en algún momento de repente vuelven a aparecer en lugares evidentes y aleatorios.

Específicamente, las llaves, tanto las mías como las de otras personas, parecen aparecer de manera inexplicable. Además, las casas en las que he vivido han estado llenas de ruidos extraños y misteriosos. Estos ruidos no pasan desapercibidos, ya que las personas con las que vivo también han sido testigos de estos fenómenos inexplicables. Incluso he capturado fotos de estos eventos, lo que agrega una dimensión visual a la experiencia.

La entidad no se conforma con simplemente hacer ruidos. En ocasiones, parece arrojar objetos para llamar mi atención. Este comportamiento se intensifica cuando paso más tiempo en una casa en particular.

He vivido en diferentes lugares, y cada vez que me mudo, la entidad parece debilitarse temporalmente, solo para recuperar fuerza con el tiempo, adaptándose a su nuevo entorno. Es como si cada mudanza fuera un breve respiro en su presencia, pero siempre logra recuperar gradualmente su influencia.

Es relevante destacar que, a pesar de su inquietante presencia, esta entidad nunca ha intentado causarme daño a mí ni a otras personas en la casa. Sin embargo, su mera existencia genera constante inquietud y malestar. He probado diferentes enfoques para lidiar con esta situación, como la limpieza, las oraciones y los rituales espirituales. No obstante, todas estas medidas parecen ser ineficaces, ya que la entidad parece resistente a cualquier intento de disuasión.

EL FANTASMA DE MI AMIGA

Cuando tenía 19 años, a mi mejor amiga le detectaron cáncer de ovario en una etapa avanzada, la etapa 4. Sabíamos que su cáncer era muy grave y que no tenía mucho tiempo de vida, cinco años máximo. De vez en cuando, hablábamos sobre la muerte, cómo aunque estuviéramos sanos, podríamos morir en cualquier momento, por ejemplo en un accidente de auto u otra forma.

Así que, sin pensarlo mucho, hicimos un pacto especial. Prometimos que si uno de nosotros moría primero, trataríamos de comunicarnos desde el más allá para contar lo que descubriéramos sobre lo que pasa después de morir.

Con el tiempo, mi amiga murió a los 22 años debido a su enfermedad, dejando atrás a su esposo y tres hijos pequeños. Aunque esto pasó hace un tiempo, todavía lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Fue un domingo a las 8 de la mañana cuando falleció. Tengo un recuerdo muy claro de la llamada de su esposo, que me pidió llevar a su hijo al hospital porque ella había muerto.

Ese día es borroso en mi mente, como si no pudiera entender que ya no estaba con nosotros. Todo se sentía extraño, como un sueño del que no podía despertar.

Los doctores nos permitieron quedarnos algunas horas en su habitación del hospital antes de que se la llevaran. Mientras estábamos allí con ella, me sentía completamente en shock. Mi mente simplemente no podía entender lo que estaba pasando.

A pesar de la intensidad de mis emociones, no lloraba. Algunos podrían pensar que soy insensible por eso, pero la verdad es que estaba tan abrumada que ni podía mostrar mi tristeza como se espera en situaciones así.

Salir del hospital fue muy extraño. En ese entonces, no tenía hijos y mi vida giraba en torno a mi trabajo y a mi hogar, y, por supuesto, a mi amiga. Su partida dejó un vacío en mi vida que no sabía cómo llenar. Las rutinas que compartíamos ya no tenían el mismo significado, y enfrentar cada día era un gran desafío.

Aunque sentía tristeza, también me sentía desconectada de la realidad, como si todo lo que conocía hubiera sido sacudido hasta lo más profundo.

Pero regresando a aquel tiempo cuando ella seguía viva, quiero mencionar que vivía muy cerca de mi trabajo en una fábrica en ese entonces. Por eso, a menudo salía temprano para pasar tiempo con ella, ya fuera en su casa o en el hospital. Mi cariño por ella era tan grande que siempre quería estar cerca. Ahora, al recordar esos momentos, entiendo lo valiosas que eran nuestras conversaciones y las pequeñas interacciones que compartíamos.

La verdad es que nunca podría haber imaginado el dolor que sentiría al saber que nunca más tendría la oportunidad de ver a esa persona especial. En esos momentos uno comienza a valorar cada pequeña conversación, cada risa compartida y cada muestra de cariño.

A pesar de mi deseo de dormir esa noche, no podía conciliar el sueño. La idea de que nunca más estaría en la presencia de mi amiga llenaba mis pensamientos, y me encontraba atrapado en una gran confusión.

Recuerdo que pasé la noche despierto, sin poder entender lo que había sucedido. Alrededor de las 3 de la madrugada, algo sorprendente ocurrió. Experimenté una sensación extraña, hermosa y reconfortante. Es difícil de explicar con palabras, pero sentí como si un abrazo cálido envolviera todo mi cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Esa sensación de calma y apoyo me inundó, y en medio de ese abrazo invisible, finalmente logré quedarme dormido.

Fue durante esa noche que tuve un sueño muy significativo. En el sueño, llamé al esposo de mi amiga para compartirle algo importante. Le dije que ella me había dejado una carta, un mensaje desde más allá de la vida. Lo curioso es que él respondió con una sonrisa, mencionando que ella también le había dejado un mensaje de voz. En el sueño, leí la carta en voz alta para él.

Era como si ella hubiera encontrado una forma de comunicarse más allá de la muerte, una manera de expresar sus pensamientos y sentimientos.

Así que procedí a leer la carta que tenía sus palabras escritas. En esa carta, mi amiga expresaba su profundo agradecimiento por haber sido parte de nuestras vidas. Nos daba las gracias por el amor y el cuidado que le brindamos en los momentos difíciles.

Con una manera tranquila de expresarse, nos pedía que cuidáramos de sus hijos y nos consolaba diciendo que ya no sentía dolor. Además, compartía su convicción de que estaríamos bien cuando llegara nuestro propio final, y contaba su experiencia de haber visto a los ángeles y a Jesucristo.

Me conmovió mucho saber que incluso había tenido una conversación con la Virgen María. Mi amiga hablaba en la carta de su creencia de que la humanidad se estaba acercando a un desenlace próximo, aunque no estaba muy claro qué significaba exactamente eso.

Después de leer la carta, mi madre entró a la habitación y me despertó. Parecía estar en un estado extraño y me pidió papel y lápiz. Le di rápidamente un papel que tenía cerca, y comenzó a escribir con urgencia. Después de terminar, me entregó el papel con una expresión misteriosa y me dijo que no sabía por qué, pero algo la había llevado a escribir esas palabras y dármelas.

Al leer lo que había escrito, me quedé desconcertado. Cada palabra coincidía exactamente con lo que mi amiga me había comunicado en mi sueño. La sorpresa no se detenía ahí, ya que mi madre había firmado la carta con el apellido de su padre, el mismo apellido que había usado mi amiga.

Lo curioso es que mi madre solo conocía el apellido de la madre de mi amiga, y solo las personas más cercanas a ella sabían el apellido del padre. La coincidencia era muy confusa y me dejó perplejo sobre cómo mi madre había usado ese apellido que aparentemente no conocía.

Lleno de preguntas, le pregunté a mi madre por qué y cómo había escrito esto. Sin embargo, mi madre no tenía respuestas claras. Simplemente compartió que sentía la necesidad de escribirlo, como si estuviera siguiendo un impulso interior.

Era como si mi amiga hubiera encontrado una manera de comunicarse a través de mi madre, utilizando su mano para transmitir un mensaje. Mientras le explicaba mi sueño, mi madre compartía mi asombro y sorpresa. Sin perder tiempo, llamó a su esposo para contarle sobre la carta que había escrito y sobre mi sueño.

Para mi sorpresa, su esposo aceptó la historia sin escepticismo. Las palabras de mi amiga en la carta y la extraña coincidencia del apellido del padre, que nadie más conocía, lo llevaron a aceptar que algo verdaderamente inexplicable y poco común estaba sucediendo.

Esta experiencia me lleva a concluir que mi mejor amiga realmente cumplió su promesa. Aunque la lógica y la razón pueden no ser suficientes para explicar lo que sucedió, hay momentos en la vida en los que lo inexplicable va más allá de lo que los humanos pueden entender.

Esa experiencia cambió mi forma de ver las cosas, haciéndome creer en la existencia de algo más después de la muerte. Ahora estoy seguro de que después de vivir en este mundo, hay algo más que nos espera. Creo firmemente que alcanzaremos lo que normalmente llamamos el cielo. Esta idea se ha afianzado en mí con certeza a lo largo de los años.

Por eso, incluso después de tanto tiempo, sigo sintiendo un cariño profundo por mi amiga. Nuestra conexión sigue viva en mi corazón, porque ahora sé con seguridad que nuestra relación no termina cuando morimos físicamente.

EL FANTASMA DEL HOTEL

Mi primer encuentro con lo paranormal ocurrió en el marco de mi trabajo en un hotel que tenía un historial de fenómenos sobrenaturales. En un día común, me encontraba en el ático del piso 12, ocupado tomando fotografías.

A medida que avanzaba, sin embargo, una sensación comenzó a crecer en mí, como una advertencia interna que me sugería que detuviera lo que estaba haciendo. Decidí bajar las escaleras, y en ese instante, una voz interior me instó a ser precavido. Este episodio me dejó con una sensación de desconcierto, y a pesar de la falta de una explicación clara, sentí la importancia de seguir esa intuición.

Más tarde ese mismo día, mientras continuaba con mis tareas regulares, me vi involucrado en una situación desconcertante. Un carrito de lavandería, de tamaño considerable, se convirtió en el foco de un incidente inusual. Mientras lo llevaba a través de una puerta, mi pequeño meñique quedó atrapado entre el carrito y el marco de la puerta.

Durante ese día, mientras estaba sumido en mi labor, comencé a notar movimientos inexplicables a mi alrededor. Objetos caían al suelo con estrépito, y ante este asombro, me di cuenta de las posibles implicaciones de mis palabras previas.

Surgió una disculpa inmediata de mis labios, dirigida a la entidad que parecía responder a mi interacción. La conexión entre mis palabras y las respuestas en el entorno se hizo evidente a través de una serie de acontecimientos que desafiaron la explicación convencional.

En otro momento posterior, durante un día en el que las tensiones y el caos previos se habían trasladado al entorno laboral, me vi inmerso en una jornada complicada. Frases enérgicas salieron de mí, dando voz a la frustración que experimentaba debido a las interferencias que enfrentaba. Decidí retirarme a la sala de descanso, buscando un breve refugio junto a la computadora.

No obstante, al intentar sentarme, la silla pareció moverse sutilmente bajo mí, lo que me tomó por sorpresa y me hizo perder momentáneamente el equilibrio. Aunque mi caída fue amortiguada, esta experiencia me dejó en un estado de desconcierto. En respuesta a este incidente, murmuré disculpas hacia el espacio circundante de manera instintiva.

Estas vivencias me condujeron a una conclusión fundamental: la importancia de interactuar de manera respetuosa y consciente con aquello que escapa a nuestra percepción cotidiana.

La entidad que parecía responder a mis palabras y estados de ánimo dejó en claro que la energía que compartimos con nuestro entorno puede tener una influencia poderosa, aun en los detalles más sutiles. Mirando hacia atrás, he llegado a comprender que las palabras que expresamos y las energías que emitimos pueden trascender las barreras de lo tangible y generar repercusiones en lo inexplicable.

Tengo una anécdota más. Era una noche de domingo, alrededor de las 9 de la noche. Estaba sumido en mis labores. Sin embargo, mi tranquilidad se vio interrumpida por el característico sonido de la regadera abriéndose en el baño que era para los empleados del hotel.

7 Fantasmas Historia De Terror

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Aunque este evento podría parecer mundano, despertó mi atención debido a un detalle intrigante: yo acababa de salir de ese baño un par de minutos atrás y dejé la puerta abierta, entonces, si alguien se había metido a usar la regadera tuvo que haber cerrado la puerta del baño, la cual, para cerrarse adecuadamente, requería un portazo, claro, a menos que a quien estuviera dentro se le hubiera olvidado cerrarla por una mera distracción.

Pero como la verdad sí estaba ocupado no le presté demasiada atención.

Después de aproximadamente una hora, concluí mis actividades en ese lugar y estaba a punto de dirigirme a hacer otra cosa. Sin embargo, algo llamó mi atención: el sonido del agua de la regadera continuaba y la puerta del baño seguía abierta. En ese momento, ya conocía las rutinas de todos mis compañeros de trabajo, y yo era el que solía tardar más en la ducha, aunque nunca pasaba más de media hora. Por lo tanto, me pareció extraño que después de una hora alguien aún estuviera bañándose.

Opté por acercarme al baño y llamar a la puerta para averiguar quién se encontraba adentro. Justo en el momento en que toqué la puerta, el sonido del agua de la regadera se detuvo abruptamente. Repetí mi llamado y pregunté quién estaba en el baño, pero no obtuve respuesta alguna.

Sintiendo una mezcla de curiosidad y desconcierto, decidí abrir la puerta del baño, anticipando encontrar a la persona que estaba utilizando la regadera. Sin embargo, para mi sorpresa, al abrir la puerta, me encontré con la completa ausencia de cualquier individuo en el interior.

Esta extraña experiencia me dejó intrigado, y en ese momento consideré la posibilidad de que alguien estuviera jugando una broma. A pesar de mi desconcierto, decidí no mencionar nada a mis compañeros para evitar alimentar la posibilidad de una broma.

La historia, sin embargo, no concluyó allí. La noche siguiente, presencié algo aún más desconcertante. Una figura oscura con ojos brillantes se materializó en el piso más alto, en el extremo del pasillo, cerca de la escalera. La aparición de esta criatura me tomó por sorpresa, y observé cómo se manifestaba ante mis ojos.

Sin embargo, su presencia fue efímera y desapareció en cuestión de segundos, sin dejar rastro. La experiencia me dejó con una sensación de asombro y cuestionamiento, ya que la figura parecía haber aparecido y desaparecido en un abrir y cerrar de ojos, como si se tratara de un destello fugaz en la oscuridad.

Deseo compartir un consejo basado en mis experiencias. Cuando te encuentres en un espacio que podría estar impregnado de lo paranormal o de lo desconocido, te aliento a ser consciente de tus palabras y acciones. Mantener una mente abierta y demostrar respeto por lo que no comprendemos es crucial.

Las respuestas que buscas podrían manifestarse de maneras impredecibles, y la entidad que parece observarte desde las sombras podría estar más conectada contigo de lo que puedas imaginar. Aunque algunas sugerencias populares podrían indicar el uso de un lenguaje brusco o despectivo, te recomiendo que optes por la consideración y la cortesía. Recordemos que el mundo que nos rodea es vasto y enigmático, y nuestras interacciones con él pueden servir como un testimonio de nuestra comprensión y respeto hacia lo inexplicado.

OUIJA Y FANTASMA

Quiero relatar una experiencia escalofriante que viví durante mi adolescencia, aproximadamente a los 14, esto allá por el muy lejano 2015. En esa etapa de mi vida, llegué a casa en un estado afectado por el consumo de alcohol.

Aunque no es apropiado ni recomendable que los jóvenes consuman alcohol a esa edad, es importante reconocer que las situaciones a veces pueden llevarnos por caminos equivocados, en este caso mis padres se llevaban fatal, para ese entonces ya se habían agarrado a golpes casi hasta matarse.

No me gusta hablar de eso, pero baste con que sepan que todo se debió a que mi padre fue infiel, mi madre se enteró y entonces ella hizo lo mismo, lo que le sentó fatal a mi padre.

La casa en la que vivíamos había sido la misma en la que creció mi padre cuando era niño, esa casa la construyó mi abuelo, el cual tuvo 9 hijos, así que, para no estar todos amontonados, y como no le iba tan mal económicamente, construyó una casa de 3 pisos.

Cuando mi padre se quedó con la casa yo ya tenía 7 años y elegí un cuarto que estaba en el tercer piso.

Recuerdo claramente que, en una ocasión que había tomado mucho saliendo de clases, llegando a la casa, mientras estaba tumbado, pude percibir un sonido agudo que parecía ser alguien tratando de llamar mi atención. Era un ruido similar a un silbido, como el que alguien podría hacer en la calle para atraer la atención de otra persona.

Aunque llevábamos un tiempo viviendo en esa casa, recordé que habían circulado historias sobre la posible presencia de un antiguo sirviente, quien se decía que había sido despedido por los propietarios anteriores. Sin embargo, la mayoría de nosotros consideraba estas historias como meros cuentos del pasado y no les presté demasiada importancia en ese momento.

En mi estado de ebriedad, opté por ignorar el ruido, pensando que podría ser simplemente una ilusión causada por mi estado alterado. No obstante, me di cuenta de que el sonido comenzó a intensificarse gradualmente.

Aunque estaba bajo los efectos del alcohol, encontré el coraje necesario para enfrentar lo que sea que pudiera estar ocurriendo. Lancé un grito hacia la oscuridad: “Si realmente eres un fantasma, entonces demuéstralo”. Fue en ese momento exacto cuando sentí un impacto en mi muslo derecho, lo que me llevó a incorporarme rápidamente en la cama.

Impulsado por la adrenalina, encendí la luz y examiné minuciosamente mi habitación. Sin embargo, no vi a nadie presente. Sin embargo, mi curiosidad me llevó más allá. Decidí bajar los pantalones y noté una marca rojiza en mi muslo, claramente causada por una presión.

La forma era inequívoca, los dedos parecían haber dejado su huella en mi piel. Este incidente parecía insinuar que el golpe había sido causado por algo o alguien que se encontraba en el extremo de mi cama.

Claramente, esta experiencia me dejó profundamente perturbado y desconcertado. Decidí no enfrentarme nuevamente a lo que sea que hubiera sido la causa de ese evento. De hecho, esa fue la última vez que me atreví a desafiar directamente una presencia que no podía entender.

En junio de ese mismo año, 2015, recuerdo que algunos compañeros de mi escuela llegaron un día hablando de un juego que habían visto en Facebook, el famoso “Charlie, Charlie”.

Lo jugaron y, por supuesto, no ocurrió nada. Era evidente para todos que eso era simplemente una tontería inventada por niños.

Entonces, se me ocurrió proponer que jugáramos a la Ouija, ya que eso sí era considerado más serio y profundo. Sin embargo, enfrentamos un problema: ninguno de nosotros tenía una Ouija.

A alguien se le ocurrió preguntar en otros salones si alguien tenía una Ouija. Finalmente, encontraron a alguien que afirmaba que su abuela tenía una guardada y que podía tomarla sin que se diera cuenta, pero que quería $250 pesos como pago.

Éramos alrededor de 12 o 13 personas interesadas en usarla, así que cada uno tuvo que aportar $20 pesos. Al día siguiente, durante el receso, esa persona llegó al salón con la Ouija y nos dijo que él sería el guía del proceso porque había visto cómo lo hacía su abuela.

Nos reunimos alrededor y comenzó la sesión. Al principio, no parecía que nada fuera a ocurrir, hasta que el escritorio del maestro se volcó de manera inesperada.

Este evento nos causó un gran susto a todos.

La situación se volvió más difícil cuando todos, a lo largo de esa semana y la siguiente, experimentamos sucesos extraños en nuestras casas. En mi caso, no sabía si era debido a la Ouija o a la entidad que ya había estado en mi casa y me había atacado antes.

Dado nuestro temor, buscamos ayuda en un compañero de clases que era Testigo de Jehová. Le preguntamos qué podíamos hacer y él nos sugirió leer toda la Biblia como una posible solución.

En mi hogar, ni siquiera teníamos una Biblia, y no tenía intención de comprar una. El dinero que obtuve de actividades cuestionables lo gastaba en alcohol, y no iba a dejar de hacerlo para comprar una Biblia.

Las semanas pasaron y en mi casa comenzaron a ocurrir sucesos extraños que no podía ignorar. Mi celular se caía al suelo sin explicación aparente. Cada vez que salía de la habitación, escuchaba un golpe y, al regresar, encontraba mi teléfono en el suelo.

Esto sucedió tres veces durante el día. Antes de acostarme, coloqué mi teléfono en un mueble junto a la cama, y al salir de la habitación una vez más, oí un fuerte ruido que parecía venir de la pared. Al regresar, vi mi teléfono nuevamente en el suelo. Frustrado, confundido y molesto, tuve la terrible idea de desafiar a la entidad. Grité enojado: “Si hay alguien aquí, empuja mi teléfono al suelo”.

En ese momento, el celular voló directo hacia mi cara y me golpeó con tanta fuerza que perdí el conocimiento. Afortunadamente, no sufrí heridas graves y pude solucionarlo visitando al doctor. Sin embargo, desde ese incidente, tengo una cicatriz que cubre mi mejilla izquierda.

EL FANTASMA DE MI MADRE

Me gustaría compartir una experiencia que ocurrió cuando era joven, específicamente a los 7 años de edad. En ese momento, me desperté en medio de la noche con la necesidad de ir al baño. Mientras estaba despierto, escuché la voz de mi madre discutiendo en su dormitorio.

Esto me llamó la atención, ya que su tono sonaba visiblemente molesto y alterado. Parecía estar inmersa en una discusión, y sus palabras transmitían su frustración. Sin embargo, al observar con más atención, noté algo desconcertante: no había nadie más en la habitación con ella, al parecer mi padre había tenido que quedarse hasta muy tarde en el trabajo. Mi madre parecía estar hablando con la pared, lo cual resultaba perturbador y difícil de entender.

Como era de esperar, siendo un niño de tan solo 7 años y sintiéndome cansado, volví a mi cama, dejando atrás el misterio de esa situación. Al día siguiente, interactué con mi madre como siempre. A pesar de la lucha que enfrentaba debido a su enfermedad, su mente permanecía clara, lo cual era reconfortante.

Nos despedimos con un beso y ella partió para llevar a cabo sus actividades diarias. Sin embargo, el giro trágico de los acontecimientos ocurrió apenas unas horas después, cuando recibí la impactante noticia de que mi madre había fallecido.

Aún tengo fresco en mi recuerdo aquel momento imborrable, el instante en que nuestros ojos se encontraron a través de la puerta por última vez. Fue un gesto poco común, ya que nunca había sido su hábito saludar de esa manera. Aunque ella no sabía que no habría más encuentros entre nosotros, supongo que lo presentía y fue su forma de decir adiós, un adiós que quedó grabado en mi memoria como una imagen que perdura.

Tiempo después, en el año 2008, cuando estaba en mi tercer año de secundaria, me encontraba en casa compartiendo momentos con una antigua novia y también con varios amigos de la escuela. El resto de mi familia, hablando de mi papá y mis hermanos, estaba de viaje en Quintana Roo, visitando a nuestros parientes. La noche anterior, nos sumergimos en la típica reunión de adolescentes.

Uno de los juegos que quisimos experimentar, por andar de novedosos, involucraba el fuego. Consistía en encender una llama y hacer preguntas a los supuestos espíritus. Si el fuego se movía en respuesta a nuestras preguntas, se consideraba una señal positiva del más allá. A pesar de lo extraño del juego, era algo común entre jóvenes en busca de emociones fuertes y experiencias distintas.

Para dar contexto, todos estábamos juntos en uno de los dormitorios de mi casa. Las escaleras conducían directamente debajo de la sala de estar, y justo al pie de las escaleras había una puerta de armario. Normalmente, podíamos escuchar si alguien subía o bajaba por las escaleras debido a los crujidos característicos. Sin embargo, lo que experimentamos esa noche desafió nuestra calma.

Mientras compartíamos risas y jugábamos a invocar presencias fantasmales, ocurrió algo que nos dejó completamente perplejos. En un breve momento de silencio, un grito desgarrador de una mujer resonó desde el pie de las escaleras.

Aunque el sonido era fuerte, tenía un matiz extraño, como si fuera un grito exagerado de una película de terror, pero mezclado con un palpable miedo. En un instante, todo se volvió quieto y nuestro grupo quedó inmóvil por la sorpresa.

En ese instante, nuestros sentidos se agudizaron, alertas ante cualquier posible indicio. No obstante, tras el primer grito, el silencio llenó el aire. No hubo más sonidos ni pasos, solo un silencio profundo y perturbador.

Mi casa, aunque antigua, tenía esa peculiaridad de permitirnos escuchar el movimiento de las personas a través de los crujidos y ruidos que producían. Sin embargo, en esa ocasión, el absoluto silencio era desconcertante.

Movido por una mezcla de inquietud y valentía, opté por adentrarme en la sala de estar, llevando conmigo una navaja de bolsillo que le había robado a mi hermano mayor unos meses atrás. A medida que avanzaba hacia la sala, la tensión en el ambiente era palpable. No obstante, al llegar a la sala, nos encontramos con una sorpresa inesperada: no había nada fuera de lo común.

Recorrimos cada rincón de la casa con premura, examinando hasta el último detalle, incluso observando a través de las ventanas, aguzando la vista en busca de cualquier indicio que pudiese arrojar luz sobre lo que había desencadenado nuestra alarma.

En ese momento, nuestra casa se convirtió en un cúmulo de emociones confusas, entre el alivio por no enfrentar una intrusión real y la perplejidad ante la ausencia de una explicación concreta. Este incidente marcó un punto de inflexión en mi vida y llevó a cambios significativos en mi rumbo.

En este contexto, mi vida tomó un giro distinto, uno que me llevó a compartir mi tiempo con mi mejor amigo durante un lapso de tres meses. La confianza en la seguridad de mi propio hogar quedó afectada, y la incomodidad que sentí me impulsó a tomar la decisión de no pasar ni una sola noche más en mi casa hasta que mi familia regresara de sus vacaciones.

Durante ese periodo de ausencia, la casa permaneció tranquila, sin que ningún suceso similar volviera a evocar esa sensación de misterio y alarma. Sin embargo, hasta el día de hoy, las preguntas sobre lo ocurrido siguen sin obtener respuestas claras. La memoria de aquel grito sigue enviando escalofríos por mi columna vertebral, recordándome cómo lo desconocido tiene la capacidad de dejar una marca duradera en nuestra percepción de la realidad.

LA MUJER SOMBRA

Hace aproximadamente 7 años, mi entonces novia y yo retomamos nuestra relación después de una breve separación. En ese momento, nos encontrábamos en la casa del hermano de mi novia, quien había recién casado y comprado una nueva vivienda.

Como un gesto amable, nos ofrecimos para quedarnos en su casa y limpiarla antes de que él regresara. Aunque en retrospectiva esto puede parecer un tanto inusual, acepté de buena gana y estaba contento de poder ayudar.

En una de las noches que pasamos en la casa, mientras Joana y yo estábamos ocupados desempacando y lavando los platos, ella tuvo que salir momentáneamente para buscar algunos ingredientes para la cena. Aprovechando su ausencia, decidí poner música de Vicente Fernández en mi teléfono, el cual tenía un altavoz en la parte trasera. Coloqué el teléfono boca abajo en el sofá y lo puse a reproducir la música.

Unos 15 minutos después, la música se detuvo de manera repentina. Mi primera impresión fue que la batería de mi teléfono se había agotado, lo cual parecía una explicación plausible. Sin embargo, esa sensación inquietante que comenzó a llenar la casa en ausencia de sonidos o actividad no podía pasarse por alto.

Tras observar que la música se detuvo en mi teléfono, decidí apresurarme a terminar de lavar los platos y me dirigí hacia donde estaba mi teléfono. Para mi sorpresa, al darle la vuelta a mi teléfono, me di cuenta de que no estaba apagado; aún tenía un 10% de batería y la aplicación de música seguía activa con el volumen alto. Me senté en el sofá e intenté arreglar la música, pero no tuve éxito.

Para comprender mejor la disposición de la casa, es importante mencionar que desde el sofá, la cocina estaba justo enfrente, la puerta principal y el comedor a la izquierda, y un pasillo curvado se extendía hacia la derecha. Al pararse en el arco del pasillo, se podía ver el baño en línea recta, un dormitorio con ventanas a la derecha y otro sin ventanas a la izquierda.

Mientras permanecía en el sofá, tratando de resolver la situación con mi teléfono, noté una sombra que cruzó velozmente por el arco del pasillo, en un instante fugaz. Fue un movimiento tan rápido que apenas tuve tiempo de procesarlo. La curiosidad me impulsó a seguir la dirección en la que había visto la figura, aunque en el fondo de mi mente, una voz advertía que mi reacción no era muy diferente a lo que uno a menudo ve en las películas de terror, donde las víctimas siguen a las sombras sin considerar las consecuencias.

Mientras seguía el rastro de la figura, pude distinguir la forma de una mujer. Vestía un largo vestido y su cabello era negro y largo, aunque su rostro no era visible para mí en ese momento.

Siguiendo este rastro, llegué al pasillo y me adentré en una habitación sin ventanas. Dentro de la habitación, solo había un armario con puertas de acordeón antiguas, las cuales estaban ligeramente entreabiertas. Sin embargo, al entrar en la habitación, una abrumadora sensación de miedo y parálisis me envolvió por completo.

Me quedé inmóvil, sin poder moverme ni hablar. La figura de la mujer estaba en la esquina de la habitación, frente a mí, y ambos quedamos atrapados en una especie de enfrentamiento inexplicable.

Justo en ese momento, Johanna regresó. Al no encontrarme en la cocina ni en la sala, llamó mi nombre. Ante mi falta de respuesta, repitió: “Cariño, ¿dónde estás?”. A pesar de que deseaba responder, me encontré completamente incapaz de hacerlo.

Repentinamente, la puerta del armario de acordeón comenzó a temblar y la figura de la mujer comenzó a avanzar hacia mí. Aunque mi mente gritaba y luchaba por moverme, me sentía atrapado en un estado de inmovilidad, convencido de que esa experiencia podría ser el final de mi vida.

En ese momento, Johanna llegó a la habitación y me levantó del suelo, cargándome sobre su hombro. Lo siguiente que recuerdo es que me depositó en el sofá y me preguntó por qué había seguido a la figura. Sabía que no debí haberlo hecho, pero en ese momento, la curiosidad y el impulso me habían llevado a hacerlo.

“¿Por qué la seguiste?”, me preguntó. Johanna tenía un poco de salvia en spray, y en retrospectiva, me resulta interesante cómo parecía comprender lo que había sucedido. Después de encender algunas velas y usar el spray de salvia, esa extraña sensación que me había envuelto comenzó a desvanecerse y no ocurrió nada más en ese momento. Sin embargo, esta experiencia es algo que nunca olvidaré.

DEMASIADA CASUALIDAD

La casa de mi infancia alberga un enigma al que mi familia hace referencia como “el lugar vacío”. Este rincón particular de nuestro hogar oculta una extraña característica que evoca una sensación de vacío en el estómago al acercarse a él. Describir esta experiencia con precisión es complicado, pero aquellos que la han vivido comprenden la sensación que provoca. Además de esta perturbadora sensación, existe un elemento aún más peculiar que podría parecer difícil de creer para muchos. Respeto por completo cualquier escepticismo que esto pueda generar, ya que yo mismo habría sido escéptico si no hubiera sido testigo de ello.

Un día, mientras mi papá, mi hermano y yo disfrutábamos de un momento de café, ocurrió algo que dejó a todos perplejos. Mi padre dejó caer su teléfono, y aunque todos escuchamos el sonido del impacto contra el suelo, el teléfono simplemente desapareció. No había rastro de él en el suelo ni en ningún otro lugar. No sonaba al llamarlo, ni rastros de su existencia. Esta extraña desaparición del teléfono generó consternación en mi padre, quien se vio obligado a reemplazarlo con uno nuevo.

Sin embargo, el enigma no se detiene ahí. Al cabo de algunos años, mi hermano y yo estábamos pasando un rato juntos en la casa cuando escuchamos un ruido impactante en el suelo. Movidos por la curiosidad, nos acercamos al lugar donde provenía el sonido, y lo que encontramos nos dejó absolutamente asombrados. Allí, en el suelo del misterioso “lugar vacío”, reposaba el teléfono de mi padre. Parecía como si el tiempo hubiera retrocedido y el teléfono hubiera vuelto a caer al suelo en ese mismo instante.

Corrimos a decirle a papá y él, bastante intrigado nos preguntó si estábamos seguros de lo que le estábamos diciendo, le dejamos en claro que sí, entonces nos contó que antes de que nosotros viviéramos en esa casa ahí había muerto una mujer, ella había fallecido en esa casa debido a un ataque al corazón, y había quedado sin vida justo en el “lugar vacío”.

Para todos fue evidente que aquella situación peculiar fue provocado por el fantasma de aquella mujer, ya que de lo contrario se trataría de una increíble casualidad que el celular hubiera desaparecido y vuelto a aparecer muchos años después en el mismo lugar donde aquella mujer murió.

 Autor: Daniel Unala

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