la iglesia lo esconde historia de terror 2023

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la iglesia lo esconde historia de terror 2023

la iglesia lo esconde, historia de terror… Soy Gerardo, actualmente radico en una localidad de Guanajuato.

Lo que voy a contar a continuación es una experiencia totalmente verídica, aunque a veces yo mismo pienso que fue una pesadilla por lo horrible que fue.

Los días domingos las personas asistíamos a misa en la iglesia de la colonia, la cual era muy grande. En esa iglesia se realizaban gran cantidad de eventos, como bodas, bautizos, primeras comuniones y siempre había mucha gente, que iba por su devoción, por costumbre o por algún evento.

La iglesia también funcionaba como un convento o como monasterio, la verdad nunca he sabido cual es la diferencia exactamente, pero siempre veía mucha gente entrar y salir de ese lugar.

Había monjas, sacerdotes y una buena cantidad de franciscanos en la entrada principal cada fin de semana. Era una puerta amplia de madera de unos tres metros de altura y dos metros de ancho también había un zaguán de gran tamaño que iba a dar a un patio en donde se hacían las festividades locales de la iglesia, tales como la pastorelas o la fiestas patronales, entre otras.

Pero eso sí, no se podía entrar más allá de esos dos sitios: la capilla principal donde se hacían las misas y el patio, pero esta iglesia abarcaba por lo menos cinco cuadras de la colonia, era muy grande y casi nadie tenía acceso al interior sólo algunas personas, unos señores y señoras que ayudaban en el mantenimiento del lugar y tal vez también en la organización de algunos eventos.

Sin embargo yo conocí a alguien que había trabajado ahí, era el señor de la tiendita de la esquina, quien me dijo que años atrás antes de poner su negocio había tenido la oportunidad de  entrar, pero no tan lejos. Este señor, llamado Hugo, se encargaba de la jardinería y me contó que solo había entrado a una bodega pequeña que estaba después del patio, pero que no había ido más allá.

Me dijo que se dio cuenta de que había una puerta pequeña de fierro por la que solo podían pasar los sacerdotes y los demás religiosos.

Don Hugo me contó que hubo algo, algo que había escuchado ahí adentro y que también tuvo la oportunidad de ver. Me dijo que en varias ocasiones escuchó que los religiosos decían que un grupo de exploradores irían a buscar el tesoro, pero nunca decían que era lo que había, solo se referían a un tesoro gigante y muy importante.

Un día llegaron unos hombres vestidos de amarillo, quienes traían consigo una gran cantidad de aparatos algunos parecían detectores de metales y mucho equipo para grabar pero no quedaba muy claro qué era lo que iba a hacer ahí, porque llevaban lo que parecían herramientas también, como palas, picos y ese tipo de cosas.

Don Hugo menciona que jamás había visto a esas personas en la colonia, que se veía luego luego que eran de afuera.

Dice que se dio cuenta de que entraron por la pequeña puerta de fierro, esa por la que solo podían pasar los sacerdotes, monjas y las personas de la limpieza.

La entrada que estaba prohibida al público y que después de que entraron no salieron en todo el día, de hecho el viejito me contó que pasaron las semanas y jamás se volvió a ver salir a esos hombres y me dijo que recordaba, que al cabo de unos meses unas personas que parecían ser policías también de fuera fueron a investigar la desaparición de aquellos hombres por todo el pueblo y que cuando llegaron a la iglesia él se dio cuenta de que uno de los padres de aquel templo les dijo algo en el oído a los policías que hizo que detuvieran las investigaciones y ya no se volvió a tocar el tema.

Era como si aquella iglesia escondiera un gran secreto que no querían que fuera revelado.

Así concluía la historia de mi amigo Hugo. Yo le dije que quizá solo eran mitos y ya. Platicamos un rato más sobre otras cosas y regresé a mi casa.

Cuando ya estaba en mi cuarto, acostado viendo al techo de repente me surgió una idea.

Era claro que el tesoro al que se referían los religiosos de la iglesia de la colonia era dinero o tal vez oro y aunque podría ser un mito también podía ser verdad y sinceramente en ese entonces necesitaba mucho dinero para seguir con mi casa que estaba en obra negra, para la escuela de mi hijo Betito y para que mi esposa se comprara un vestido bonito.

Tenía que entrar en ese convento y encontrar ese tesoro, aunque tenía una familia, yo aún era joven y no tenía mucha experiencia en la vida, así que en ese momento parecía buena idea y la ambición me ganó e ignoré la historia de Don Hugo, bueno, solo la parte final, en donde contaba que los que habían entrado ahí habían desaparecido.

Era domingo y aunque aún tenía sueño me paré muy temprano, a eso de las cinco de la mañana, me bañé, me cambié, fui a la panadería y después me fui a misa de siete de la mañana.

No le dije a mi esposa, porque ella aún dormía y no quería perturbar su sueño, aparte necesitaba ir completamente solo.

Cuando llegué tuve que esperar a que acabara la misa y después traté de ubicar la puerta que daba al interior de la iglesia.

Esperé misa tras misa y una vez la tenía ubicada, esperé el momento para entrar. Me di cuenta de que después de cada misa la puerta quedaba abierta por cinco minutos, pero solo en un momento se quedaba sin vigilancia.

Estuve esperando hasta encontrar ese momento, ya eran las tres de la tarde, había estado ahí por ocho horas viendo todos los movimientos y grabándolos en mi mente.

Más o menos a las tres y media la puerta se quedó sola. La verdad tenía miedo y nervios, pues sabía que podría encontrarme con algo que no me gustara adentro.

Pero no me eche para atrás con la motivación del tesoro. Entonces aproveché ese preciso momento y sigilosamente pasé a través de la puerta.

Mi emoción era enorme, quería encontrar el tesoro y mejorar mi vida, en ese momento creí que empezaba una gran aventura, pero en realidad lo que comenzó fue un infierno.

Cuando ya estaba adentró la puerta se cerró de golpe atrás de mí y temí por no poder salir después, pero ya estaba ahí y era demasiado tarde para rendirse.

Todo estaba muy oscuro y no podía ver absolutamente nada, no tenía ningún punto de referencia para poder guiarme y había un silencio feo, que incluso la cabeza me comenzó a doler.

En ese mismo momento me quise dar la vuelta y salir, porque ya me estaba dando miedo e inseguridad estar ahí, pero no había forma de abrir esa puerta y de pronto pensé que llegado el momento ni siquiera podría encontrarla.

Y bueno, después caminando en medio de la fría oscuridad me di cuenta de que no podía encontrar ni siquiera un pared para sostenerme y como no veía nada me puse a caminar con cuidado, tenía mis manos extendidas para saber si chocaba con algo.

Mis ojos poco a poco se iban adaptando a la oscuridad y no sé cuánto tiempo pasó pero después de caminar un largo rato pude ver a lo lejos una luz, pensé que tal vez era una salida así que me dirigí hacía allá. Me alegré tanto de por fin haber encontrado algo, quizá ahí estaba el tesoro y eso me dio esperanzas.

Después de dar varios pasos, me di cuenta de que se trataba de una puerta que estaba abierta de par en par. Toqué varias veces para anunciar mi entrada, porque no sabía quién estaría ahí o qué me podía encontrar, pero nadie respondió.

El silencio reinó en el lugar, sumiendo mi intriga en un estado de incertidumbre aún mayor. A pesar de mis intentos, nadie hizo acto de presencia y la incógnita de lo que se escondía al otro lado de aquella puerta se volvió aún más intrigante.

Pero bueno, ya estaba ahí así que solo tenía la opción de entrar.

Una vez dentro sólo pude ver una mesa alargada, con un mantel negro y un cubre mantel dorado, estaba rodeada de sillas vacías, como si fuera a haber un banquete, pero no había ninguna señal de vida.

Me sentía raro, tenía miedo, pero a la vez me intrigaba el lugar y porque no había nadie. Acercándome a la mesa pude notar que en el centro, había una fotografía que parecía muy antigua estaba en blanco y negro.

En la fotografía se podía ver la entrada de la iglesia y lo que parecía ser una procesión en la que llevaban lo que parecía ser una cruz con un cristo vestido de morado y con cabellos negros y largos.

La foto era algo inquietante y me daba una sensación extraña cuando la veía. Las personas que aparecían ahí llevaban cubiertas las caras con una máscara negra que terminaba en un pico y que solo tenía dos agujeros en la parte de los ojos para que pudieran ver, además en una de sus manos podía verse que llevaban antorchas.

Mientras me encontraba absorto contemplando esa foto, de repente, sin previo aviso, escuché el estruendo inesperado del cerrojo de la puerta al cerrarse. Sobresaltado, solté un grito involuntario que escapó de mis labios.

La foto, que tenía entre mis manos, se deslizó sin control y acabó estrellándose contra el suelo, provocando que el cristal protector se rompiera en innumerables fragmentos diminutos.

Me invadió una intensa sensación de vergüenza y arrepentimiento por mi distracción descuidada.

Movido por un sentimiento de pesar, extendí mi mano temblorosa y toqué la puerta desde el interior, rogando a quienquiera que estuviera al otro lado que me permitiera salir.

Me disculpé sinceramente por haber ingresado a ese lugar sin permiso y por haber dañado la valiosa fotografía al romper su frágil vidrio.

Incluso expresé mi disposición a aceptar cualquier castigo que fuera necesario como consecuencia de mi descuido. Sin embargo, el silencio absoluto se adueñó del entorno, y mis palabras parecieron disiparse en el aire sin encontrar respuesta alguna.

Así que me decidí a buscar el tesoro, con mis manos comencé a escarbar en la tierra, sin ningún orden o algo que pudiera guiarme o ayudarme, pero pasado un rato me di cuenta de que solo estaba ensuciándome y haciendo un desastre en la tierra y que probablemente jamás podría encontrar nada, así que desistí.

Aparte ya había pasado mucho tiempo desde que había salido de mi casa y ya estaba hartó de estar ahí. Yo creo que pasé como 2 horas en ese lugar.

Pasó un buen rato mientras me sentaba en el suelo, esperando que alguien viniera a rescatarme. La verdad es que ya me estaba poniendo desesperado.

Pero justo cuando el cansancio empezaba a vencerme y me estaba quedando dormido, la puerta se abrió de golpe y sentí un gran alivio.

Mi corazón latía a toda velocidad mientras salía, esperando encontrar a alguien que me explicara qué había pasado. Pero para mi sorpresa, no había nadie. Nadie para decirme qué significaba todo eso.

Con lo que me encontré fue un pasillo largo e iluminado por tenues luces que no sé de dónde provenían. En ese momento pensé que al final de ese pasillo estaría la puerta por donde había entrado.

Ya estaba pensando en que cuanto saliera de esa puerta debía quedarme ahí hasta que acabara una misa y alguien abriría la puerta, algún sacerdote o monja, pero por más que caminaba no encontraba esa puerta solo me cruzaba con más pasillos que no daban a ningún lugar.

Solo un par de veces encontré pequeñas capillas y en todas ellas había una imagen de la virgen de Guadalupe.

Ya estaba frustrado y cansado, así que decidí sentarme en el piso, no llevaba nada con que comunicarme y tampoco llevaba reloj, pero calculaba que eran alrededor de las ocho de la noche, esa era la hora de la última misa.

Ya era muy tarde y tenía miedo de no poder encontrar la salida, estaba desesperado, tanto que comencé a llorar.

Me puse a pensar que quizás estaba siendo castigado por haber entrado en ese lugar con la intención de llevarme algo que no era mío, sería ese mi castigo por querer robar, incluso llegué a pensar que estaba en el infierno y que ya no podría ver a mi hijo ni a mi esposa.

Perdido en mis pensamientos y en mis lágrimas de desesperación de repente comencé a escuchar el sonido de unas pisadas el cual devolvió a mi mente a la realidad.

Volteé hacia todos lados buscando la fuente de aquel sonido, pero antes de encontrarlo sentí un escalofrío y un miedo horrible, como nunca lo había sentido en mi vida.

Rápidamente, pero lo más silencioso posible me metí en una de las tantas capillas de la virgen que me había encontrado, en uno de esos pasillos. Me quedé atento y los pasos de aquella persona se escuchaban cada vez más cerca de mí.

Aun con miedo y todo, busque alguna abertura en la puerta de aquella capilla para ver quién era la persona que estaba pasando por ese pasillo.

Cuando vi lo que era me quedé totalmente inmóvil, quise gritar pero no podía, mi voz se había ido y tenía mucho miedo.

Lo que vi fue algo que estaba fuera de la realidad. Parecía un hombre, pero no lo era, tenía pies y manos pero no tenía cara, ni ropa, era como una entidad a la que le habían borrado cada rasgo, caminaba pausadamente y llevaba un costal en la espalda que parecía muy pesado.

La Iglesia Lo Esconde Historia De Terror

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Unos minutos después me di cuenta del porque llevaba ese costal y es que cuando se alejó vi una mano y un pie que sobresalían del costal.

Estaba muy confundido y ya ni siquiera pensaba en el tesoro, sólo quería largarme de ese lugar.

Así que me armé de valor después de un rato y abrí una de las puertas del pasillo y cuando vi que era la correcta gracias a Dios, salí corriendo, ya no me importaba nada, pero en mi descuido tropecé y choqué con algo en el piso y de repente todo se oscureció y no sé cómo explicar esto, pero de un momento a otro estaba rodeado de mucha gente, todos se me quedaban viendo, pero me ignoraron de inmediato y siguieron con lo que estaban haciendo.

Un hombre de traje guinda me dio su mano y me dijo que había llegado justo a tiempo, me ayudó a pararme y me dijo que me sentara que la boda estaba a punto de comenzar.

Me senté y antes de pensar un poco en la situación, todos comenzaron a aplaudir. No tenía sentido porque era una iglesia muy grande, no era la misma de la colonia.

Había mucha gente y un gran pasillo en medio de dos filas enormes de bancas y ahí pude ver como una pareja de novios recorría el pasillo central, hasta llegar al altar.

No pude ver la cara de ella su velo me lo impedía, pero en el altar un sacerdote ofició una misa y llegó el momento en el que el padre dijo esa frase que dice al finalizar la boda, él dijo “puede besar a la novia” y el novio le quitó el velo a su esposa para poder besarla y ahí me di cuenta de que debajo de ese pedazo de tela, sólo había una calavera.

Mi corazón estaba a punto de salir de mi pecho, el sudor recorrió mi rostro y no podía ni siquiera gritar.

Todos aplaudían alegremente y reían en un frenesí que no terminaba. El miedo nuevamente me invadió al ver que todos en ese lugar eran esqueletos.

Intenté salir, pero justo cuando me iba un hombre me detuvo, era un hombre normal, tenía carne en sus huesos, y no sentí miedo al verlo, más bien lo que sentí fue tristeza.

Tenía una cámara colgando en su cuello y con su mano metió un papel en la bolsa de mi pantalón y me dijo que lo enviara a su familia, luego me aventó de un empujón y me dijo que me fuera rápido.

Corrí y no volteé hacia atrás nuevamente. El panorama ante mí había cambiado, llegué a un descampado en donde había una fuente en el medio y estaba rodeado de paredes, puertas y habitaciones de dos pisos, pero podía ver el cielo y al parecer ya era de noche, como había imaginado, pero esta vez había una esperanza.

Vi uno de esos letreros pequeños que te indican la ruta de evacuación decía salida y apuntaba a una puerta metálica pequeña.

Con cuidado y en silencio salí por esa puerta. Apenas entré y las fuerzas me abandonaron, caí sentado en el piso no era la salida, solo era otra capilla una pequeña con una cruz y un cristo de madera.

En ella había unas cuántas bancas alrededor con gente encapuchada rezando y cantando cosas que yo nunca había escuchado, no me podía mover y tampoco podía hablar solo me quedé ahí sentado con la mirada hacia el frente, los gestos de aquellas personas cada vez eran más frenéticos.

Llegó el momento en que vi al cristo de madera, quien con movimientos erráticos señaló hacia lo que parecía una lápida y me dijo “ahí está lo que buscas” no aguanté más y me desmayé.

Desperté y  estaba en medio de la misa, pude ver personas de mi barrio personas que yo conocía.

Volteé hacia atrás y pude ver la calle de siempre.

No tenía duda de que estaba en la iglesia de la colonia. Pensé que tal vez todo había sido un sueño y estaba feliz, pero no me duró mucho el gusto, pues a mi derecha había un hombre con un traje color guinda el cual volteó hacia mí y me dijo “ya sabes dónde está lo que buscas, él te lo dijo es tuyo, irás por él”,  yo grité muy fuerte porque ese hombre era aquel que estaba en la boda de los esqueletos, pero esta vez no tenía rostro.

No sé ni cómo escuché que habló si no tenía boca. Salí corriendo hacia la calle y no paré hasta llegar a mi casa.

Cuando estaba por abrir la puerta de mi casa busque las llaves en las bolsas de mi pantalón y me di cuenta del papel que me había dado aquel hombre de la cámara, al verlo mejor pude notar que era una carta con dirección. Esa noche mi esposa al verme tan mal, me bañó con agua fría y me dio té de ruda para calmar el susto.

Después de eso entregué la carta en la dirección que traía la hoja. Era una mujer, pero no quise decirle ni preguntarle nada más.

Por mucho tiempo me la pase pensando que era todo lo que había visto y también en que quizá el tesoro estaba enterrado en una de las lápidas del panteón de la localidad, pero sinceramente preferí no averiguarlo.

Autor: Lyz Rayón.

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