El Prisionero Historia De Terror 2023

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El Prisionero Historia De Terror 2023

El Prisionero, Historia De Terror… Cuando era una adolescente viví algo muy escalofriante que me gustaría compartir, sin embargo, no me gustaría dar mi nombre, por lo que cambiaré los nombres de todos los involucrados, y sustituiré el mío por el de Regina.

Lo que sí puedo y me imagino que tengo que compartir es el sitio exacto, para así de esa manera darle un mayor contexto a la historia.

Bueno, en aquel entonces yo vivía en una zona muy cercana a la isla de San Juan de Ulúa, en el estado de Veracruz, para aquellos que no lo saben, en la isla de Ulúa, se encuentra la fortaleza de San Juan de Ulúa, la cual es una prisión súper antigua, que ya está abandonada.

Es tan antigua que fue construida durante la colonización, por lo que aprendí, en ese lugar sometían a los nativos para imponer el catolicismo y obviamente otros delitos sobre todo más de tipo militar o político.

La fortaleza de Ulúa está prácticamente abierta al público, para recorrerla acompañado de un guía, y aunque la misma tiene bastantes leyendas que son algo aterradoras por si solas como la bruja mulata de Córdoba, creo que lo que me ocurrió a mí no es algo que yo haya escuchado que alguien más haya visto.

Pero en fin continuemos, al menos para mi escuela era bastante común que los alumnos de segundo año de secundaria fueran de excursión a ese lugar y en mi curso no fue la excepción, por lo que fuimos, honestamente como la mayoría de los adolescentes en ese momento, me daba igual el sitio, incluso me atrevería a decir que la mayoría de los que estábamos ahí no conocíamos la historia de la prisión más que por chucho el roto o Porfirio Díaz.

Para ser honestos, tampoco era que nos interesara mucho aprenderla, éramos un grupo de adolescentes, que solo nos importaba que estábamos agradecidos de la excursión porque así la clase de matemáticas se había cancelado y con ella un examen.

Ahora, esto es un poco difícil de admitir, pero yo no era lo que se podría decir “una buena chica” no me mal entiendan, no era una brabucona que se la pasaba fastidiando a los demás e intimidando a los más pequeños, pero mi comportamiento desafiante con cualquiera que representaba una autoridad era muy notable y me atrevería a decir molesto.

Constantemente me metía en problemas y por alguna razón que solo puede explicarse con la adolescencia, mi comportamiento no mejoraba, sin importar cuantas veces mis padres me castigaran, por lo que poco después de comenzar el recorrido, mis amigas y yo, nos aburrimos y ya estábamos ideando un plan para alejarnos del grupo e irnos a vagar por las cercanías o incluso fumar donde nadie nos viera.

Fue más fácil de lo que pensamos en realidad, pues la profesora Marta, la cual siempre presumía de saberlo todo, se reusó a que un guía nos escoltara y ella misma estaba dando el tour.

Por lo que aprovechamos cuando nuestro grupo y un grupo de turistas se juntaron para entrar entre los pasadizos, nos creímos tan inteligentes y graciosas en ese momento, sin embargo, a medida que pasaban los minutos, nos dábamos cuenta de que eso había sido una idea muy estúpida, pues estaríamos en problemas cuando se dieran cuenta de que huimos, llamarían a nuestros padres, se podrían ir sin nosotros si no volvíamos a tiempo con ellos y además, recorrer el lugar era muy aburrido.

Casi todo se veía igual y no sentíamos que valiera la pena arriesgarnos por caminar por un montón de piedras, por lo que yo propuse que lo mejor era intentar localizar al grupo y volver a mezclarnos con ellos, pues con algo de suerte, la profesora Marta aún no se había dado cuenta de que no estábamos, mis amigas estuvieron de acuerdo, pues era más que evidente que nos estábamos aburriendo más que, cuando estábamos escuchando la historia de esa cárcel, y ni siquiera veíamos un buen sitio donde poder fumar, por lo cual comenzamos a caminar con la intención de encontrar al grupo y encontrar la manera de volver a entrar en el sin que se viera extraño.

Estábamos en eso cuando vimos un letrero de señalamiento que decía “infierno” para aquellos que nunca han ido, algunas zonas de celdas se dividían en secciones, y las más populares eran el limbo, el purgatorio y el infierno, y como se imaginarán cada zona iba empeorando de acuerdo a lo que el nombre dictaba.

Y yo les propuse ir para allá, pues les dije que talvez el infierno era la última de las paradas y ya estando ahí, bien podríamos mezclarnos con el grupo, fingir demencia, y jurar por la vida de quien sea que siempre estuvimos ahí.

Mis amigas consideraron que era una muy buena idea y todas seguimos las flechas hasta llegar a las celdas del infierno.

Esa fue la primera vez que las vi en persona, en el lugar no se veía ni un solo rastro de que alguien estuviera ahí, y por alguna razón eso me dio mucho miedo, pero quería aparentar seguridad ante mis amigas por lo que solo les dije que el sitio se veía muy genial y tenebroso, recuerdo bien que una de mis amigas, sacó un cigarrillo y lo encendió, mientras caminábamos, acercándonos cada vez más a las celdas.

Mientras caminábamos celda por celda, sentía como mi estómago se revolvía, el lugar era demasiado horrible, me atrevería a decir inhabitable, la humedad, seguro no te dejaría respirar bien después de un rato, y el solo pensar que los pudieron meter por no creer en Dios o por tener una orientación sexual diferente, me comenzó a hacer estremecer.

Algunos de los techos goteaban y las paredes tenían protuberancias, algunas un poco filosas por la humedad en el ambiente, me empecé a sentir mal por quien sea que debía entrar a ese lugar por algo que no fueran tan grave.

Aunque mientras yo me preguntaba cuántas almas inocentes vivieron literalmente en ese infierno, mis amigas fumaban y bromeaban, supongo que al verme tan interesada en ella, Karla, me retó a entrar a una, yo le respondí casi enseguida que no iba a hacer eso, y puse de excusa que debían estar cerradas todas, para dejar las cosas en claro, Karla no era tan amiga mía, más bien, era como otra chica a la que le gustaba desafiar la autoridad que encajaba bien en nuestro grupo, pero me atrevería a decir que ninguna de las cuatro la considerábamos realmente una amiga.

Recuerdo que Karla comenzó a reírse de mí, a decir que tenía miedo y que por eso no me atrevía entrar, a lo que yo, queriendo conservar mi reputación de que nada me daba miedo y absolutamente todo me daba lo mismo, le seguía diciendo que, no era que a mí me diera miedo, era solo que ninguna estaba abierta, y que además era muy tonto querer entrar, pues desde afuera podíamos ver perfectamente que no había nada interesante ahí adentro.

Esto era en parte mentira pues en realidad por la poca luz que había ahí adentro, la verdad era que se podía ver muy poco.

Incluso recuerdo que, para probarlo, caminé a cada una de las celdas, agitando con mucha fuerza la puerta de madera que tenían, solo para demostrar que todo ahí estaba cerrado, cuando de repente, una de las puertas se abrió apenas la agité, fue tan repentino que casi me iba a caer de cara adentro de la celda, pero por suerte logré agarrarme de la pared a tiempo.

El rostro de Karla se iluminó, se burló un poco, para después decirme que entrara en esa, si es que no tenía miedo, yo le dije que no tenía miedo y tampoco iba a entrar ahí porque simplemente era estúpido.

Entonces ella comenzó a ponerse más insistente y finalmente le dije que si era tan valiente entráramos juntas, pero si tenía miedo, entonces yo podría entrar sola sin ningún problema.

Esto pareció enfadarla, pero también había caído en su propia trampa y ahora debía entrar sino quería que todas las demás pensaran que la miedosa era ella, me dijo que si lo haría y se puso detrás mío, diciéndome que entrara y que ya iría detrás de mí.

Yo, ya sin muchas opciones, decidí que la única manera que me dejara en paz, era entrando, por lo que empuje la puerta para que se abriera completamente, adentro olía mucho a humedad, de la oscuridad parecía emanar una ventisca helada que te enfriaba hasta los huesos.

Tragué un poco de saliva, quería dar un paso hacia adentro de la celda, pero algo dentro de mí me lo impedía, como si todo mi cuerpo dejara de obedecerme tratando de que no entrara ahí, sin embargo, Karla me dijo, “eres muy lenta, avanza de una vez” y acto seguido me empujó con tanta fuerza que caí de rodillas dentro de la celda, y por si eso fuera poco, antes de que pudiera levantarme, Karla cerró la puerta con rapidez, dejándome adentro, comencé a notar una sensación extraña en mi pecho.

Como pude me levanté y fui directo a la puerta para abrirla y salir de ahí, sin embargo, Karla estaba parada ahí, con una sonrisa burlona y atrancando la puerta para que no pudiera salir, estuve forcejeando con ella para intentar abrir la puerta por un rato, pero Karla era más alta que yo y por ende tenía mucha más fuerza.

Mis amigas notaron mi cara de miedo puro, pues casi de inmediato borraron sus sonrisas y le dijeron a Karla que ya no era divertido y que me dejara salir, pero Karla no detuvo su “broma” ahí.

Me dijo que me dejaría salir, únicamente si le traía una piedra de la zona más oscura de la celda, le dije que estaba loca y que me abriera y dejara salir de una vez, pero ella se mostró inflexible ante su petición y una de mis amigas me dijo que solo lo hiciera para que se callara.

Nadie iba a ayudarme, me di media vuelta y comencé a caminar con lentitud hasta la zona más oscura de la celda, saqué mi teléfono, pero no tenía la suficiente batería como para encender la linterna, pero como no estaba dispuesta a seguir a oscuras y además necesitaba de la luz para encontrar una maldita roca, le subí todo el brillo a mi teléfono para de esa manera intentar usarlo como una linterna.

El Prisionero Historia De Terror

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No tenía mucho alcance, pero al menos podía ver un poco el piso, hasta que vi una piedra, sin pensarlo mucho la tomé entre mis manos y me dispuse a salir de ahí, sin embargo, un crujido particular me hizo estremecer. Me detuve en seco y miré hacia atrás alumbrando con la pantalla de mi teléfono.

Atado a las una de las paredes de la celda, había un hombre delgado vestido con harapos grises. Estaba cubierto de suciedad y su rostro mostraba señales de sufrimiento.

Parecía estar luchando por liberarse de las cuerdas que lo sujetaban a la pared del calabozo. Sus ojos oscuros me observaron fijamente y, de repente, su rostro se contrajo en una sonrisa aterradora, revelando unos dientes amarillentos.

Una oleada de miedo me invadió, sintiendo como el terror se apoderaba de todo mi ser. En ese instante, el hombre logró soltarse de sus ataduras y estiró su mano para así intentar atraparme.

En ese mismo momento, entré en mí de nuevo y corrí con todas mis fuerzas hacia la salida, sin embargo, aquel ser alcanzó a rasguñar mi brazo antes de que lograra llegar a la puerta, recuerdo que sin pensarlo mucho empujé la puerta con todas las fuerzas, pero no había nadie deteniéndola por la cual caí afuera de la celda, mientras todo mi salón me miraba.

Parecía ser que mientras yo estaba buscando una roca, nuestro grupo había llegado y mis amigas habían seguido con el plan inicial, la profesora me miró, primero con algo de molestia, porque no era la primera vez que hacía cosas solo para molestarla, pero después de verme por unos segundos, me dijo preocupada. “Regina, estás pálida como si hubieras visto un fantasma”.

Intenté hablar, pero las palabras se atascaron en mi garganta. Tomó mi mano y me ayudó a levantarme y así mismo vio como la parte baja de mi brazo estaba arañada con tanta profundidad que este estaba sangrando.

La profesora me preguntó cómo me había hecho eso, y aunque le dije lo que ocurrió, un encargado entró y no había absolutamente nadie ahí, me dijeron que eso no podía ser posible y toda la clase se rio de mi, cuando la profesora dijo que lo más probable era que me había asustado y me había arañado con la pared de la celda, y había imaginado todo. Después le excursión terminó y me llevaron al médico por una vacuna contra el tétanos.

Durante el resto del día, no pude sacar de mi mente la espeluznante imagen del prisionero. Traté de convencerme de que había sido una alucinación, pensé que talvez la profesora había acertado en que me asusté tanto que simplemente lo imaginé, y solo había sido una coincidencia perturbadora. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos, su rostro y su sonrisa infernal aparecían en mi mente.

Aquella noche, tuve dificultades para conciliar el sueño. Las sombras de mi habitación parecían cobrar vida, y cualquier ruido mínimo me hacía saltar de la cama. Me sentía observada, como si el prisionero estuviera acechándome desde las sombras. Mis pensamientos se volvieron oscuros y plagados de paranoia.

Las pesadillas continuaron atormentándome noche tras noche, sumiéndome en un profundo miedo y desesperación.

Mi vida se vio afectada en todos los aspectos: mis notas en la escuela comenzaron a caer, mis relaciones personales se vieron afectadas, cada vez me aislaba más de todos y mis amigas no se me acercaban pues creían que mi comportamiento era porque estaba molesta por no haberme apoyado el día de la excursión. Además por mi constante estado de ansiedad, mi salud física se debilitó. Sentía que estaba perdiendo el control de mi propia existencia.

Mis padres, después de varios días de ver mi actitud, me preguntaron que era lo que estaba pasando, entonces yo les conté lo que me había pasado y aunque al principio, como que no me creyeron, al ver como mi salud se deterioraba cada día más, decidieron tomar medidas drásticas para ayudarme.

Buscaron a través de libros y en internet, pero no encontraron ninguna respuesta, aunque una amiga de mi abuela le dijo que una anciana que era bruja, la cual vivía en un pueblo cercano, era muy buena para curar el espanto causado por entes malignos, por lo cual me llevaron con ella.

La anciana, era una mujer de aspecto misterioso y sabio, la cual escuchó atentamente mi historia. Sus ojos parecían penetrar en lo más profundo de mi ser mientras hablaba de las pesadillas recurrentes y los eventos extraños que me habían estado ocurriendo. Sin mostrar sorpresa, asintió y dijo que había visto casos similares antes y que estaba dispuesta a ayudarme.

La anciana me explico a mis padres y a mi que la fortaleza de San Juan de Ulúa, tenía una larga historia de tragedia y sufrimiento, y que muchas almas a lo largo de la historia se habían quedado en el sitio y vagaban por ahí, ansiando encontrar la paz.

Me dijo que lo más probable era que yo era una persona demasiado perceptiva y por eso había visto a una de esas almas que probablemente no se había dado cuenta aún que ya estaba muerta y por eso había actuado tan agresiva, logrando afectarme de esa manera por la herida que me había hecho.

La anciana también nos explicó que las energías negativas pueden aferrarse a las personas y lugares, causando disturbios en la vida de aquellos que se ven afectados. Según ella, estas energías se habían aferrado a mí debido a mi sensibilidad espiritual y a la intensidad de los sucesos en la fortaleza de San Juan de Ulúa.

Me aseguró que había formas de liberarme de esas energías y recuperar mi vida, pues aquella alma no era tan fuerte como para pegarse por completo a mí.

Para comenzar el proceso de curación, la anciana me condujo a una pequeña habitación en su cabaña. Allí, encendió velas y colocó hierbas aromáticas alrededor de la habitación, creando un ambiente sereno y tranquilizador.

Me pidió que cerrara los ojos y me concentrara en mi respiración, intentando liberar mi mente de los pensamientos negativos. A medida que me sumergía en un estado de relajación, la anciana comenzó a recitar oraciones y entonar suaves cantos en un idioma antiguo y desconocido.

Sentí una extraña calma y una sensación de paz invadir mi ser. Poco a poco, las pesadillas que me habían acosado durante tanto tiempo parecían disiparse.

Después de varias sesiones con la anciana, noté una mejoría significativa en mi bienestar. Las pesadillas se volvieron menos frecuentes e intensas, y mi confianza en mí misma comenzó a regresar.

Recuerdo que en el último día en el que la vi, ella me entregó unos amuletos de protección, un collar y dos pulseras, las cuales me dijo que me protegerían siempre y cuando no tocaran el piso, y puedo asegurar que en otras ocasiones, cada vez que me encuentro en alguna situación de este tipo, siento como las pulseras y el collar se tensan como si estuvieran a punto de romperse a pesar, de que estos están hechos de hilo rojo y azul.

A menudo pienso en esa noche, pues me pregunto si aquella alma era mala o quizás solo estaba confundida y atrapada ahí para siempre, pero no creo que haya nada que yo pueda hacer para solucionarlo, solo desearle lo mejor y esperar que en algún momento alguien con mucha más experiencia en estas cosas pueda liberarlo y así pueda por fin después de tantos años, descansar en paz.

Autor: Liza Hernández

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