El Árbol De Las Brujas Historias de Terror
Algunas personas no creen en brujas El Árbol De Las Brujas Historias de Terror, piensan que las personas que practican la hechicería son solo personas supersticiosas y prefieren ignorarlas, sin embargo, estas personas no saben todo el mal que estos seres pueden provocar.
Hace unos ayeres, antes de casarme, vivía con mi madre. Casi siempre en verano, solíamos ir de visita al rancho donde vivía una tía con mis dos primas, a quienes consideraba mis mejores amigas.
Siempre que íbamos la pasábamos de lo mejor, mi tía y mi madre, nos llevaban a hacer campamento, esto gracias a que el rancho se localiza en una zona boscosa de Zacatecas, cerca de García de la Cadena. Recuerdo que teníamos un lugar favorito, estaba entre un riachuelo y una pequeña arboleda que presentaba una característica interesante, justo a media, tenía un árbol con extrañas raíces, era diferente al resto de árboles. Nos gustaba jugar en esa arboleda, imaginando que éramos hadas.
Hubo dos años seguidos que no fuimos para allá, mi madre me dijo que en esa zona unos niños desaparecieron, el pánico reinó en la zona, pues se corría el rumor de que alguien los había secuestrado.
Cuando volvimos a ir, yo ya era adolescente y el tema de las desapariciones se quedó olvidado. El rancho lucia muy deteriorado, los campos estaban secos y casi no quedaba ganado. Mi mamá me dijo que su hermana pasaba por un mal momento.
Afortunadamente, el campo lucia tan hermoso y verde como lo recordaba. De hecho, en cuanto tuvimos oportunidad, caminamos hasta nuestra arboleda favorita, solo para encontrar con horror, que el árbol de en medio, había enfermado y cambiado. Estaba casi seco, su color café, cambió a negro y en sus raíces, se dibujaba la cara de la muerte. A lo mejor sueno muy exagerada, sin embargo, les juro que esas raíces tenían forma de calaveras. También la tierra alrededor del árbol, estaba muy seca y tan negra como la corteza del árbol. Estando frente al árbol, me invadió un sentimiento de melancolía y me puse a llorar sin motivo alguno.
Regresamos a la casa de mi tía, pasaríamos la primera noche en su casa, ya al día siguiente, si queríamos, podíamos llevar nuestras casas de campaña y pasar la noche en el campo.
Mis primas y yo estábamos en una habitación que da a un pequeño corral, donde tienen una vaca. La mayor de mis primas, me estaba contando que en el poblado hace unos años, ocurrieron cosas raras, según ella, se contaba entre la gente que unas brujas provocaban que los niños se perdieran en el bosque por medio de hechizos, y una vez que estos estaban desesperados, las muy malditas, les ofrecían ayuda, pero lo que en realidad hacían, era meterlos a su guarida, para comerlos y así conservarse jóvenes.
Yo le dije a mi prima que no le creía nada, que esas historias solo las inventaban para evitar que los niños salieran, pues sus padres tenían miedo de que los fueran a raptar. Les dije que la realidad quizás fuera más aterradora, pues a los niños los raptaban para vender sus órganos. Mi primo insistió con su historia, me dijo que ella vio dos esferas de fuego cruzando el bosque y que a veces ocurrían cosas extrañas en los alrededores.
Estábamos tan metidas en la plática, cuando entraron corriendo dos perros negros que cuidan al ganado, se pararon frente a la ventana y ladraban enojados. Mi prima y yo nos asustamos, sin embargo, apenas nos dimos cuenta lo que en verdad ocurría, nos reímos.
Intentamos tranquilizar a los perros, pero no lo lográbamos, se veían enojados. Nos asomamos a la ventana y no vimos nada, ni siquiera las vacas estaban cerca.
Al otro día levantamos un campamento temprano por la mañana. Decidimos colocarnos en otra zona, una que estaba más despejada, varios de los árboles habían sido derribados.
Fue justamente en un árbol caído que yo vi una bruja.
Era de mañana, llevábamos apenas una noche en las casas de campaña, ni mi madre ni mis primas no se despertaban aún. Yo decidí salir de mi tienda, porque llevaba ya vario rato despierta y no lograba volverme a dormir. Quise poner la tetera con agua en la fogata para prepararme un café. Miré en dirección a los árboles caídos, y allí estaba, era una mujer con una vestimenta muy peculiar, un vestido de color negro, tenía la piel pálida, no se veía como una mujer vieja, de hecho, se veía como de mi edad, llevaba una especie de corona de picos en la cabeza, en una mano una vara y en la otra una jaula con una enorme lechuza de color blanco.
Me miró fijamente, yo me tallé los ojos un par de veces, para qué la extraña mujer desapareciera, desafortunadamente allí seguía, me miraba en silencio, lo mismo que la lechuza.
Le grité a mi madre y a mis primas que salieran para que vieran a la bruja. Ninguna despertó, solo recibí como respuesta sus ronquidos. Me giré rápidamente hacia la casita de campaña de mis primas, estas se despertaron molestas, aunque la más chica si salió de inmediato. Tal como si solo hubiera sido un sueño, la mujer con la jaula, desapareció.
Me acusaron de mentirosa y me regañaron por haberlas despertado. No quise pelear, estaba segura de lo que había visto.
El resto del día todo fue tranquilo, comimos en el campo. Fue divertido, me sentí como si fuéramos niñas de nuevo. Para el atardecer, una de mis primas se quería regresar a la casa del rancho, como nadie más nos quisimos ir, se enojó y se metió a su tienda.
Mi otra prima y yo nos pusimos a juntar leña cerca de un lugar donde los árboles estaban secos. Levanté un gran tronco seco yo sola, mi prima se sorprendió, me reto a llevarlo hasta el campamento. Acepté el reto, tomé de nuevo el tronco y corrí, hasta encontrarme con algo que me obligó a tirarlo.
Era un niño entre los árboles, tenía un aspecto demacrado. Mi prima me alcanzó corriendo y también lo vio. El niño se escondió detrás de un árbol, como si no quisiera que lo viéramos. Intenté decirle que no tuviera miedo, que, si estaba perdido, nosotras podíamos ayudarle. El niño se escondió completamente detrás del árbol, mi prima me pidió que nos fuéramos y dejáramos a ese chiquillo en paz. En ese momento, se volvió a asomar y junto a él apareció una niña con vestido blanco, todo rasgado y sucio, el niño miraba hacia el piso y mostraba un rostro de tristeza, mientras que la niña llevaba una máscara blanca, con largas oreja, parecía un conejo.
Se me hizo muy extraña la apariencia de la niña, además, por más que les insistía en hablarle, ellos no respondían, ni siquiera nos miraban. Mi prima me dijo que el aspecto de los niños le daba miedo. En eso escuchamos un silbido, los niños giraron sus cabezas rápido, y corrieron hasta perderse en la lejanía del campo.
Regresamos al campamento sin platicar nada sobre lo que vimos mi prima y yo. Mi madre partió el tronco en cuatro partes con una pequeña hacha y las puso en la fogata, ella también recolectó algo de leña en la cercanía.
Noté algo extraña a mi prima, estaba muy callada, como pensativa.
A mi otra prima ya se le había pasado el berrinche y estaba de bromista.
Cuando ya estaba oscureciendo, nos quedamos frente a la fogata, mi madre nos contaba algunas historias sobre fantasmas que le platicó mi abuela. Según mi madre, los fantasmas siempre aparecían con la ropa que llevaban cuando murieron, también nos dijo que eran las emociones las que los ataban al lugar donde fallecieron, por ejemplo, si tuvieron mucho sufrimiento, o si fueron asesinados.
Cuando mi madre nos contaba su explicación sobre los fantasmas, voltee a ver a mi prima, estaba toda pálida.
Al poco rato mi prima se acercó a mí y me dijo que sentía mucho miedo de los niños que vimos cuando fuimos a buscar leña, pues según recordaba, cuando era niña, a unos extranjeros se les extraviaron sus hijos, eran una niña y un niño, ambos llevaban unas pequeñas máscaras de animales.
Yo no sabía que creer, jamás había visto un fantasma y aunque el aspecto de ambos niños era muy extraño, se veían tan reales como mi prima o yo.
A la mañana siguiente, antes de irnos, quisimos dar un paseo por nuestra arboleda favorita. Mi madre y tía se quedaron atrás.
Nos acercamos al árbol casi corriendo. Una vez allí, empezamos a escuchar las ramas del árbol crujiendo, esto nos obligó a levantar la cabeza para ver que estaba ocurriendo. Arriba, entre las ramas, vimos algo que hasta la fecha no podemos encontrarle una explicación lógica. Estaban atoradas entre las ramas tres mujeres aterradoras, tenían el cabello completamente blanco, en lugar de hablar o gritar, producían un sonido horrible, parecido al que producen los buitres.
Mis primas comenzaron a gritar que eran las brujas. Me quedé mirándolas atónita, sus cuerpos parecían mezclarse con el árbol, y a su vez, el árbol parecía sangrar. Mis primas me jalaron, pues yo estaba como hipnotizada.
Recuerdo que, de camino a casa, mi madre, mi tía y mis primas gritaban de puro terror. Yo me sentía como adormecida. Cuando llegamos a su casa, no recordaba casi nada de lo que había pasado, salvo que vimos algo aterrador.
Tardé un par de días en lograr recordar todo.
Decidí escribir todo lo raro que me ocurrió durante esas vacaciones, aunque no lograba entender como encajaban los hechos, la bruja en árbol, los niños perdidos y las harpías en el árbol que sangraba
Durante una celebración de año nuevo, le platiqué todo a mi tía y le mostré mis notas. Ella me platicó, que todo eso era obra de la bruja que vi en el campamento, que probablemente algo de mi espíritu le atrajo. Según ella las brujas son capaces de crear alucinaciones, para que perdamos la razón y nos perdamos en el bosque, así pueden atraparnos. Me dijo que fui muy afortunada de no seguir a los niños en el bosque, pues de otra manera no estaríamos platicando esa noche.
Actualmente, mi tía ya falleció y mis primas se fueron a vivir a Guadalajara, cerca de donde yo vivo también.
Es una pena cuando un mal invade un lugar tan querido.
Autor: Mauricio Farfán
Derechos Reservados
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