Secretos Historia De Terror 2023

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Secretos Historia De Terror 2023

Secretos, Historia De Terror… Lo que les voy a contar a continuación sucedió en verdad, aveces quisiera que todo lo vivido no hubiera sido más que un sueño, una horrible pesadilla de la cual aún espero despertar, y es que daría todo por volver a ver a mi abuelo de la misma forma en la que lo veía antes de saber su gran secreto.

Cuándo esto comenzó yo no tenía más de 13 años, como todo adolescente estaba en una edad un poco complicada, por lo que la cercanía con todos mis parientes y en especial mi abuelo se hacía cada vez más distante, hace tanto tiempo que no he hablado sobre mi abuelo, aquello es un tema del que preferiría olvidarme para siempre.

El pasar tiempo con él no era de mis actividades favoritas, debido a una enfermedad, a este le habían tenido que amputar ambas piernas, así que necesitaba ayuda las veinticuatro horas del día y aquel trabajo caía mayormente en mi madre.

Recuerdo qué de pequeña me hacían pasar tiempo junto a él, me llamaba la sucesora, no lograba entenderlo en ese momento y para ser sinceros tampoco logro entenderlo muy bien ahora, el abuelo era raro, especialmente desde que la abuela murió, no podíamos acercarnos siquiera un poco a su habitación la cual siempre se hallaba cerrada con un candado.

De niña pensaba que uno de los pasatiempos favoritos del abuelo era aterrorizarme, ya que uno de los primeros recuerdos que tengo sobre mi abuelo es el de él enseñándome la forma correcta de disecar un animal, aquello no era lo que le enseñarías a un niño de 7 años, pero por alguna razón mis padres pensaron que estaba bien.

Lo que más recuerdo de aquel día por suerte no es de dónde mi abuelo sacó aquel animal, sino más bien el hecho de que mientras me mostraba los pasos a seguir me contaba una curiosa historia, la cual lejos de ser un cuento infantil se trataba del pacto con un demonio que había hecho un hombre en un momento de más profunda desesperación, dándome así la lección de lo que las personas desesperadas podían llegar a hacer por sus seres queridos.

Recuerdo soñar con aquella historia durante gran parte de mi niñez, no era de esperar que entre más fueron pasando los años, mi cercanía con el abuelo se hacía cada vez más distante de mi parte, aquello había resultado, y por mucho tiempo la relación con el mismo se había convertido en un simple saludo en las reuniones familiares.

Cierto día mis padres necesitaban algunos documentos para hacer algunos trámites del hospital, y al ser yo la persona más cerca de la casa del abuelo me mandaron a mí por ellos, a pesar de estar yo más cerca esta casa se encontraba bastante retirada, por lo que para no ir sola le pedí a una amiga que me acompañara por los papeles, bajo ninguna circunstancia quería estar sola en esa casa.

La casa de mis abuelos era muy vieja, casi una antigüedad, con recuerdos por todos lados y cosas raras que inundaban la casa con un aire de misticismo horrible, el cual no sabría cómo describirlo, únicamente sé que el hecho de estar ahí me daba en extremo pavor.

El olor a humedad mezclado con polvo te hacía estornudar y sentir náuseas, mi amiga decidió que lo mejor sería esperar afuera, ya que no quería adentrarse más allá del jardín, aunque si me lo preguntan siempre he pensado que vio aquella enorme cabeza de cabra que mi abuelo colgaba con orgullo en la entrada de su habitación.

Me dirigí a la habitación dónde sabía que guardaban todos los documentos que pudiéramos necesitar para el médico de mi abuelo, pero para mi sorpresa no se hallaban ahí, recuerdo buscar por cada rincón de la casa, sin mucho éxito, intenté llamar a mi madre para preguntar en dónde se encontraban los documentos, pero esta no respondía, estaba a punto de darme por vencida e irme de ahí cuando noté que la habitación de mi abuelo se hallaba sin candado.

Al principio supuse que toda posibilidad de que los papeles se encontraran en esa habitación era absurdo, me di cuenta de que aquella era la única habitación que me faltaba por revisar y ya que de verdad necesitábamos aquellos papeles, con resignación gire la perilla rogando que está tuviera cerrojo, pero para mi mala suerte esto no fue así, puesto que esta se abrió de inmediato.

Al entrar me percaté que estaba llena de basura y excrementos de lo que quería creer eran de gato, el olor era nauseabundo, casi insoportable, por todas partes había animales disecados, sabía que mi abuelo le gustaba la taxidermia, pero aquello era bastante grotesco, incluso me hizo revolver el estómago.

Por lo que sin perder mucho tiempo visualicé la cómoda junto a la cama, aquel era el único lugar en donde podrían estar esos papeles y para mi fortuna así fue, no sabía por qué estaban ahí, pero me alegré de al fin encontrarlos, así que los tomé para salir de ahí lo más rápido posible, sin embargo, antes de hacerlo algo llamó mi atención y hasta la fecha desearía jamás haber sucumbido ante mi curiosidad.

Escuche un sonido peculiar que venía de un armario grande el cual estaba del otro lado de la cama, la puerta estaba entreabierta. Me acerqué lentamente para ver de donde provenía ese sonido, el cual era como de cientos de cascabeles, abrí una de las puertas, el rechinido de la misma me hizo erizar cada vello del cuerpo.

Dentro solo había ropa vieja, zapatos y cosas que en vida habían pertenecido a mi abuela, pero, por un lado, parecía haber otra puertita de donde salía el sonido. Intenté abrir el otro lado del armario, pero la puerta se hallaba trabada, me bastó algunos segundos el destrabarla y cuando lo hice el miedo me invadió por completo.

Dentro de ese armario parecía haber una especie de altar con figuras horribles, hechos de cabellos y cosas asquerosas, no me costó mucho encontrar de dónde provenía el ruido, se trataba de una pequeña caja musical que parecía haberse activado, quise cerrar todo eso y salir corriendo, fue entonces cuando algo salió de entre una cortinilla negra que estaba detrás del altar.

En un principio no tenía idea de cómo reaccionar a lo que estaba presenciando, ya que detrás de unos sacos de mi abuelo emergía un muy extraño gato lampiño, el cual más que gato parecía una rata calva y espantosa, este desprendía un olor fétido el cual se hizo aún más intenso cuando el animal gruñó amenazante, estaba segura de que iba a atacar.

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Por mi parte ni siquiera podía gritar o moverme, lo único que podía hacer era observar como aquella creatura gruñía y se retorcía de una forma muy extraña, tome uno de los viejos zapatos de mi abuela para arrojárselo, pero justo cuando estaba a punto de hacerlo algo me detuvo.

Del mismo lugar un espantoso ser comenzó a emerger, este tenía un rostro horripilante hecho de trapo, con pelos y unos cuernos que parecían ser reales, por alguna razón este me remontó a aquella historia que mi abuelo solía contarme, aquello fue demasiado para mí, por lo que pegué un grito, el cual para mi sorpresa fue completamente ignorado por mi amiga.

Luego de verlo detenidamente me di cuenta de que este se trataba de un muñeco de trapo bastante siniestro, el cual parecía representar a un demonio, este me observaba detenidamente mientras se reía y al mismo tiempo parecía tranquilizar a aquel gato lampiño, el cual comenzó a retroceder hasta perderse de vuelta entre la ropa.

Mi corazón se aceleró, retrocedí un par de pasos y sin darme cuenta caí al tropezar con la basura del suelo, retrocedía con las manos mientras aquel horrible muñeco de trapo se acercaba cada vez más a mí, con la voz temblorosa le suplicaba que no se acercara más, cuando de pronto el foco de la habitación comenzó a dar destellos.

En uno de ellos el muñeco ya no se hallaba frente a mí, de hecho ya no podía verlo en ningún lado, comencé a buscarlo con la mirada antes de que el foco se apagara nuevamente para inmediatamente volver a encenderse, solo que esta vez si pude ver a aquel horrible muñeco el cual se hallaba justo sobre mi hombro.

Solté el grito más fuerte que jamás he soltado en mi vida y casi por inercia tomé a aquel muñeco, el cual se sentía tan caliente que quemaba mi mano para arrojarlo de vuelta al armario, como pude salí corriendo de ahí, mi amiga notó lo pálida que estaba y me preguntó si acaso estaba bien.

Mi respuesta inmediata fue una rápida y simple afirmativa, seguida de una gran insistencia por alejarnos de esa casa lo más rápido que nos fuera posible, para mi suerte había logrado sacar los papeles necesarios y pude ir al hospital en donde mi abuelo ya se hallaba nuevamente hospitalizado.

Algunos días después, cada vez que iba de visita al hospital, (más obligada que por voluntad propia) la actitud del abuelo parecía haber cambiado radicalmente conmigo, era aún más seco y cortante, sin mencionar que había algo extraño en su rostro, era como de coraje y algo de decepción, había algo más, algo que me helaba la sangre, llegué a pensar que quizás sabía todo lo que había pasado en su casa, por lo que cada vez deseaba visitarlo menos.

Un día no pude librarme de la visita del hospital debido a que alguien tenía que estar con él, y todos en mi familia tenían cosas que hacer, recuerdo estar en mi teléfono intentando ignorar por completo aquella enorme incomodidad que me acechaba desde ya hace varios días.

Cuando escuché la voz rasposa de mi abuelo, en un principio no lograba comprender lo que éste intentaba decirme, ya que su voz era cansada y arrastraba las palabras, mi primer impulso fue levantarme e irme de la sala de hospital, pero sabía que no podía hacer eso, por lo que intentando sonar lo más serena posible pregunté a mi abuelo que era lo que necesitaba.

Parecía frustrado porque no lo graba entenderlo, pero volvió a hablar esta vez lo más claro que pudo, cuándo comencé a entenderlo, deseé con todo mi ser salir corriendo de ahí, ya que habló sobre aquel día en el que estuve en su cuarto, no tenía ni idea de cómo este sabía que yo había entrado al mismo.

Cuándo intenté negarlo, éste me dijo que no se hallaba molesto porque haya entrado, solo un poco decepcionado debido a que él quería ser la persona que me mostrara el armario, aquello solo confirmo más mi terror, sin embargo, no podía mediar palabra alguna así que solamente me quedé sentada esperando a que terminara de hablar.

Al notar que me hallaba en completo terror, intentó tranquilizarme con un tono de voz, el cual hizo todo lo contrario, ya que intentaba sonar amable y no lo conseguía, me habló de una tradición qué acompañaba a la familia durante generaciones y generaciones, que él sabía que yo era la candidata perfecta para continuar con la misma.

Aquello lejos de tranquilizarme solamente me puso aún más nerviosa, en definitiva no quería nada que ver con aquel muñeco de trapo y mucho menos con ese felino lampiño, aun así no se lo expresé, solamente decidí dejar que terminara de hablar, por lo que éste continúo.

Me cuestionó si acaso no me había preguntado cómo era que a nuestra familia le iba bastante bien, me pareció irónico que me lo dijera mientras estaba recostado en una camilla de hospital con suero en las venas y sin sus piernas, aun de esta manera simplemente negué con la cabeza a lo que esté continúo.

Entre muchas cosas de las que dijo hablo de un antiguo pacto qué había hecho mi tatarabuelo en un momento de desesperación cuando nuestra familia pasaba por un muy mal momento, el trato era muy simple, él cuidaba de nuestra familia y nosotros cuidábamos de la suya.

Recuerdo incluso qué dijo el nombre exacto del ser con el que había hecho un pacto, pero no logro recordar lo justo ahora, él continuó hablando del cómo debíamos mantener sana y salva a la mascota del armario, aquello fue demasiado para mí, le dije que yo no quería nada que ver con aquel gato del averno, al mismo tiempo que le reclamaba por el hecho de tener algo como aquello en su habitación.

Él me dijo que yo no tenía elección, y que no podía escapar de mi destino, yo era la única elegida para aquello y que sin importar lo que yo quisiese iba a continuar con la tradición familiar, comencé a gritarle que estaba loco y que me dejara en paz, cuando una de las enfermeras entró al cuarto para reclamarme y regañarme por inquietar al paciente el cual para mi sorpresa se hallaba dormido.

Todo aquello fue demasiado para mí, salí de la habitación y para mi suerte uno de mis primos estaba llegando, por lo que pude irme a mi casa, recuerdo que todo ese día pensé en las palabras de mi abuelo, el cómo yo era la encargada de preservar y cuidar aquella horrible criatura, pero sin importar cuánto lo pensase no lograba comprenderlo.

Los días pasaron y la tensión iba en aumento, el abuelo había entrado en una especie de coma desde aquel día en el que yo lo visité, intenté contarle a mis padres lo sucedido, pero me dijeron que seguramente solo había sido un sueño y que estaba exagerando, inclusive intenté mostrarles el armario con aquel extraño altar, pero cuando fuimos, el cuarto estaba cerrado y nadie tenía las llaves.

Una noche recuerdo que llamaron del hospital a mi padre esta no era la primera vez que algo así ocurría, por lo que únicamente él decidió ir al hospital mientras los demás continuábamos en casa.

Cuándo intenté volver a dormir recuerdo escuchar aquel gruñido inconfundible de ese maldito gato, abrí los ojos completamente aterrada para verlo, pero únicamente veía oscuridad en mi habitación, estaba convencida de que en la parte más oscura de la misma se hallaba aquel espantoso animal.

No tenía el valor para alumbrar aquella parte, pero estaba segura de que ahí estaba, intentaba tranquilizarme cuándo escuché una voz familiar, se trataba de mi abuelo, el cual emergía de la oscuridad de mi cuarto, estaba en silla de ruedas y en su regazo se encontraba el gato lampiño, este me sonreía y decía que no tenía nada que temer.

Al mismo tiempo que me ofrecía sujetar al gato, negué rotundamente con la cabeza y exigí que se fuera de mi cuarto, por su parte únicamente daba una sonrisa cínica la cual me decía que yo no tenía otra opción, aun así le gritaba que se fuera, que me dejara en paz y que no iba a continuar con su maldita tradición, y que por nada del mundo iba a conservar su oscuro secreto.

De pronto abrí los ojos y salté de la cama, todo se había tratado de una horrible pesadilla, ya que me encontraba sola y no podía ver nada de lo obscuro que estaba, armándome de valor, encendí las luces y pude corroborar que no había nada en la habitación. Intenté tranquilizarme pensando que quizás había sido mi imaginación.

De pronto escuché algo que venía de la entrada de la casa, caminé sigilosamente y sin hacer ruido, estaba temblando de miedo, pero no podía dejar pasar eso. Conforme iba caminando, iba encendiendo las luces, al llegar a la sala, todo estaba en silencio y tranquilo. Apagué las luces de la sala y me di la media vuelta para regresar a mi habitación. Creí que todo era un invento de mi cabeza.

Mis piernas y todo mi ser se petrificó al ver que había alguien al fondo del pasillo, la tenue luz de mi habitación apenas iluminaba y únicamente se veía una sombra, la cual no era humana, parecía tratarse de un demonio, casi podría jurar que era similar a aquel muñeco de trapo que había calmado a la criatura el día en que fui por aquellos papeles.

Cuando mis ojos comenzaron a enfocar y a acostumbrarse a la falta de luz, vi con horror que aquella silueta sí era idéntica a aquel muñeco de trapo, sus cuernos eran enormes y me miraba con burla, era casi como si le divirtiera mi miedo.

Cerré mis ojos para no verlo, comencé a recordar y a decir cada oración que había escuchado en mi vida, pero en ese momento no podía recordar más que una sola, la cual repetí en bucle hasta que tuve el valor de abrir los ojos, únicamente para notar que me encontraba completamente sola.

Sentí algo de alivio, pero esa sensación horrible no me dejó. Empecé a caminar lentamente hacia mi habitación, en instantes, detrás de mí escuché una risa extraña, era como un gruñido mezclado con una risa burlona, casi como un susurro.

Temblando y llorando sin control, intentaba jalar aire y volteé lentamente. Frente a mí estaba aquel espantoso demonio, sus ojos saltones desprovistos de párpados parecían moverse de forma grotesca, mientras me sonreía con unos dientes manchados. Ahí no pude más, como pude corrí a mi habitación, cerré la puerta y me metí en la cama implorando que todo aquello no se tratara más que de una simple pesadilla.

Intentaba rezar, pero cada vez me resultaba más difícil recordar alguna oración, de pronto pude sentir como si alguien intentara quitarme de encima las sábanas, no podía gritar, del miedo me había quedado muda, lo único que podía hacer era tratar de aferrarme a las sábanas con todas mis fuerzas y fue ahí donde pude escuchar la voz de mi padre.

Fue cuando dejé de luchar y quité las sábanas de mi rostro, ambos se veían desconcertados, por lo que yo creí era mi actitud, sin embargo, al ver a mi madre, la cual se veía que estuvo llorando, pregunté qué era lo que había sucedido a lo que mi padre me respondió que mi abuelo acababa de fallecer debido a un derrame cerebral.

El horror me invadió de nuevo y comencé a temblar al recordar todo lo que había visto, estaba segura de que no lo había soñado, había sido real. No quise decirles nada a mis padres para no agobiarlos más, quise darle una explicación a lo sucedido, pero no pude hacerlo por más que lo intento.

Luego del funeral, mis padres decidieron que lo mejor sería cremarlo, esa había sido la última voluntad del abuelo. Sus cenizas descansan en una urna en la sala de mi casa.

Cuando el funeral pasó sentí un gran alivio, ya que pensaba que eso sería el final de todo, sin embargo, desde aquel día aún veo ese gato, el cual vive acechándome día y noche junto con su amo, el cual se aparece constantemente en mis sueños y no me deja descansar sé que esta es mi maldición, un legado qué me dejó mi abuelo, su secreto ahora es mío.

Autor: Canek Hernández

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