Hadas En El Bosque Historia De Terror 2024

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Hadas En El Bosque Historia De Terror 2024

Hadas En El Bosque, Historia De Terror… Cuando tenía diez años, la emoción palpitaba en mi pecho con la fuerza de un corazón enloquecido. Mis padres, tras muchos ruegos y promesas de buen comportamiento, finalmente habían dejado pasar unos días en casa de mi primo Román, la última vez que nos vimos, él y yo éramos inseparables. Pero dos años atrás, sus padres tuvieron que mudarse debido a compromisos laborales, y nuestra conexión se desvaneció con la distancia.

El día prometido llegó y mi padre se encargó de llevarme a casa de mis tíos, el recibimiento fue efusivo; mi primo me recibió con una sonrisa que no había cambiado desde la última vez que nos vimos, me llevó a su habitación para que me instalara, y mientras desempacaba mis cosas, no pude evitar notar unos dibujos pegados en la pared.

Román no era un gran artista, pero disfrutaba plasmar su imaginación en papel, sin embargo, lo que me encontré no era la típica galería de dibujos infantiles, en las hojas, su figura estaba rodeada por lo que inicialmente creí que eran insectos exageradamente grandes, pero al observar con más detenimiento, me di cuenta de que se trataba de pequeñas criaturas aladas, como diminutas personas con alas, algunos dibujos mostraban esas extrañas figuras rodeando a un perro que, por la expresión en su rostro dibujado, no parecía estar muy feliz.

Mis ojos recorrían los trazos mientras la extrañeza se apoderaba de mí, ¿Qué eran esas criaturas? ¿Román había desarrollado alguna fascinación por las hadas o seres míticos? Pero eso no tenía sentido, aunque solo tenía diez años, sabía que las hadas no eran reales.

La tarde avanzaba, y con una mezcla de intriga y nerviosismo, pregunté a Román acerca de sus extraños dibujos, su respuesta fue inquietante. Me dijo que, en el bosque cercano, el mismo bosque del cual habíamos hablado tanto en nuestras cartas, vivían esas criaturas, insistía en que eran seres mágicos, mitad insecto, mitad humano, y que solo podían ser vistos por aquellos que eran “elegidos”.

Aunque mi mente infantil estaba llena de escepticismo, la curiosidad ganó la batalla, esa tarde, Román me llevó al bosque, el lugar de nuestras futuras aventuras, entre los árboles altos y el susurro del viento, sentí una extraña energía que no podía describir, el sol se filtraba a través de las hojas, creando un juego de luces y sombras que añadía un toque mágico al lugar.

Román señaló hacia un rincón del bosque, insistiendo en que era allí donde las criaturas mágicas solían congregarse, mientras explorábamos, me di cuenta de sombras que se movían en la periferia de mi visión, pero cada vez que volteaba para mirar, no había nada, supuse que mi mente infantil estaba jugándome trucos.

Después de que le dije a Román que no creía en sus historias y sugerí que volviéramos a la casa, su reacción fue inesperada, en lugar de asentir y aceptar mi propuesta, me desafió a una carrera a través del bosque, antes de que pudiera siquiera aceptar o declinar, Román se lanzó a correr entre los árboles, dejándome parado en un estado de desconcierto.

La sorpresa se convirtió en determinación, y sin pensarlo dos veces, me lancé a correr tras él, la penumbra del bosque rodeaba cada rincón, y los rayos del sol comenzaban a filtrarse entre las hojas, creando un mosaico de luz y sombra en el suelo del bosque.

A pesar de mis esfuerzos, Román estaba a una distancia cada vez mayor, sus piernas parecían impulsadas por una fuerza sobrenatural, y a medida que avanzábamos entre los árboles, la sensación de ser observado se intensificaba, cada paso se volvía más pesado, y mi respiración se aceleraba mientras intentaba alcanzar a mi primo.

En un momento, lo perdí de vista. Los árboles se cerraron a mi alrededor, y las risas de Román se desvanecieron en la distancia, llamé su nombre varias veces, pero solo el eco de mi voz respondió, la preocupación se apoderó de mí mientras caminaba solo entre los árboles, aún envuelto en la sombra del bosque.

Persistí, esperando encontrar a Román detrás de cada árbol y en cada curva del sendero, pero mi búsqueda resultó infructuosa, la sensación de ser observado no me abandonaba, y de pronto unos susurros leves comenzaron a filtrarse entre el susurro del viento y los cantos de las aves.

Decidí seguir los susurros, que parecían provenir de un punto específico en el bosque, mis pasos resonaban en el suelo cubierto de hojas secas, y a medida que me acercaba, la voz se hizo más clara. Sin embargo, algo era extraño, aunque la voz parecía entablar una conversación, no podía distinguir otra voz que respondiera, era como si la primera voz hablara consigo misma.

La intriga me llevó más cerca, entre sombras danzantes y árboles, los leves susurros se volvieron más definidos, aunque aún incomprensibles, al acercarme, comencé a escuchar palabras sueltas, fragmentos de una conversación que no lograba entender del todo.

Apenas unos metros más y estaría frente a la fuente de aquel extraño monólogo, pero antes de llegar, Román saltó de detrás de un árbol, imitando un rugido para asustarme, el sobresalto se apoderó de mí, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

Román comenzó a reír, pero mi diversión se desvaneció rápidamente, lo miré con seriedad y le pregunté si el era el que estaba hablando y con quién, Román, aun riendo, negó cualquier interacción con otra voz.

Aseguró no hablar con nadie más que conmigo, al mismo tiempo que me cuestionaba si me había asustado, mostraba una expresión de sorpresa ante mi preocupación.

Aunque mi primo insistía en que no había hablado con nadie más, la sensación de inquietud persistía en mi interior, la conexión con Román, que una vez fue tan fuerte, ahora parecía haberse debilitado. Le dije que sería mejor regresar a la casa, y aunque su risa aún resonaba en el aire, la sombra del bosque me seguía como un espectro invisible.

De vuelta en la casa, tratamos de retomar nuestras actividades normales, pero la atmósfera había cambiado, la conexión entre nosotros ya no era la misma, y la sombra de lo desconocido continuaba acechándonos, la noche cayó, y mientras intentaba dormir en la habitación de Román, las imágenes de las sombras danzantes y los susurros en el bosque regresaron a mí como un eco incesante.

Al día siguiente, mientras compartíamos el desayuno, Román notó mi semblante serio y no pudo evitar hacer un comentario al respecto, mientras masticaba un trozo de tostada, soltó una risa burlona y mencionó que parecía que me lo había tomado demasiado en serio el día anterior, aseguró que todo el asunto de las hadas y criaturas del bosque era solo una broma, y su sorpresa ante mi aparente credulidad se dibujó en su rostro.

Aunque una parte de mí no estaba completamente convencida por las palabras de Román, decidí tomármelo con ligereza, reí y asentí, actuando como si el incidente del día anterior no hubiera dejado huella en mí, el resto del día transcurrió de manera agradable; jugamos, nos reímos y disfrutamos como en los viejos tiempos, sin embargo, a medida que la tarde cedía paso a la noche, Román volvió a mencionar el bosque.

Esta vez, su propuesta fue más atrevida: acampar en el bosque, aseguró tener un pequeño refugio en el cual la experiencia sería increíble, ante mi indecisión, sugirió pedir permiso a sus padres, argumentando que ellos aceptarían sin problemas, ya que lo hacía todo el tiempo, en esta ocasión, sus palabras eran ciertas, y mis tíos accedieron sin tomar mayor importancia a la propuesta.

De nuevo, nos aventuramos en el bosque, caminamos durante mucho tiempo hasta llegar a un sitio especial, donde Román afirmaba tener su escondite secreto. Al adentrarnos, pude ver con más detalle el lugar, el refugio estaba construido con ramas y costales, creando una estructura rústica pero funcional, Román se apresuró a entrar, entusiasmado por mostrarme su el interior del fuerte, mientras yo examinaba el entorno con mayor detenimiento.

Las ramas de los árboles cercanos estaban adornadas con lo que parecían ser atrapasueños hechos a mano, sus hilos y plumas se movían suavemente con la brisa, en el suelo, montones de rocas apiladas captaron mi atención, desde la más grande hasta la más pequeña, formaban extrañas figuras y patrones que no lograba descifrar completamente.

Aunque el lugar tenía un encanto peculiar, una sensación incómoda se apoderó de mí, las sombras danzaban en las rendijas de las ramas, y la luz del atardecer pintaba un cuadro intrigante pero inquietante, los atrapa sueños se movían como si tuvieran vida propia, y las piedras apiladas en el suelo parecían tener un propósito más allá de ser simples montones.

Román, aún dentro del refugio, me llamó para unirme a él, al entrar, noté que el interior estaba decorado de manera similar, con más atrapasueños colgando del techo improvisado, una lámpara de mano parpadeaba en la penumbra, proyectando sombras en las paredes.

De pronto, mi primo volvió a mencionar a las hadas, asegurándome que lo que me había dicho esa mañana no era cierto, que las hadas eran reales y que esa noche yo podría verlas, Román estaba emocionado, hablando sobre las noches mágicas que había pasado allí y cómo las hadas y criaturas del bosque eran sus amigas.

A pesar de sus palabras, no podía quitarme la incomodidad que sentía, cada movimiento de sombras, cada susurro de la brisa contribuía a mi malestar, mientras Román seguía entusiasmado, yo me preguntaba qué secretos escondía realmente aquel refugio en el corazón del bosque.

La noche avanzó, y Román sugirió salir a explorar el bosque en busca de las criaturas mágicas, aunque mi escepticismo persistía, decidí acompañarlo, tratando de apagar la inquietud que ardía en mi interior, mientras caminábamos entre los árboles, las sombras se cerraban a nuestro alrededor, y los atrapasueños tintineaban suavemente.

A medida que explorábamos, Román comenzó a hablar de las hadas como si fueran amigas cercanas, asignándoles nombres y atribuyéndoles personalidades, aunque intenté seguirle el juego, una parte de mí no podía evitar sentir que las sombras del bosque escondían secretos más oscuros.

Con cada paso en la oscuridad del bosque, las sombras parecían cobrar vida propia, Román continuaba su narrativa entusiasta sobre las criaturas mágicas, pero mi mente luchaba contra la creciente inquietud, a pesar de sus historias coloridas, no podía sacudir la sensación de que algo más acechaba en las sombras, algo que escapaba a la explicación de la fantasía.

El bosque tomaba una atmósfera misteriosa mientras avanzábamos entre los árboles, Román señalaba hacia lugares específicos, alegando que allí había visto hadas danzantes y figuras mágicas, sin embargo, mis ojos no lograban distinguir nada más allá de las sombras que se cerraban a nuestro alrededor.

En un momento, Román señaló hacia un claro iluminado por la luz de la luna, según él, era el lugar donde las hadas solían congregarse, nos acercamos con cautela, y mientras avanzábamos, percibíamos susurros que flotaban en el aire, eran murmullos ininteligibles que se mezclaban con el susurro del viento entre las hojas.

Llegamos al claro, y aunque mis ojos escudriñaron cada rincón, no encontré ninguna evidencia de las criaturas mágicas que Román describía con tanta ilusión, las sombras se extendían sobre la hierba, y la quietud de la noche aumentaba la sensación de misterio que rodeaba el lugar.

Román insistió en que debíamos quedarnos allí, esperando a que las hadas hicieran su aparición. Aunque mi escepticismo se mantenía firme, decidí jugar el juego, sentándome junto a él en el claro. El murmullo de los susurros se intensificó, como si el bosque mismo estuviera intentando comunicarse con nosotros.

A medida que esperábamos, Román compartió más historias, mezclando la fantasía con la realidad de una manera que comenzaba a desdibujar las líneas entre ambos mundos, mientras hablaba, una figura fugaz pareció moverse en la periferia de mi visión, mis ojos se enfocaron rápidamente, pero la sombra desapareció en la oscuridad antes de que pudiera identificarla.

Entusiasmado Román me cuestionó si había visto aquello, al mismo tiempo que me aseguraba que habían sido las hadas, no podía estar seguro de lo que había visto, y una sensación incómoda se arraigó más profundamente en mi ser, sin embargo, asentí, tratando de sumergirme en la narrativa de mi primo.

A medida que avanzaba la noche, las sombras del bosque comenzaron a adquirir formas más definidas en mi mente, las ramas crujían y susurros ininteligibles rodeaban el aire, Román parecía completamente inmerso en la fantasía, pero yo luchaba contra la sensación de que algo más estaba presente, algo que no encajaba con su narrativa alegre.

Finalmente, Román propuso regresar al refugio antes de la medianoche, argumentando que las hadas solían retirarse a esa hora, aunque la parte racional de mí quería rechazar la idea, decidí seguir a Román de vuelta al lugar del refugio.

Cuando llegamos, el refugio estaba envuelto en sombras, y la lámpara de mano titilaba débilmente en su interior, Román entró primero, con su entusiasmo sin disminuir, mientras yo me detenía un momento afuera, observando los atrapasueños mecerse con la brisa nocturna.

Al entrar, noté que Román había encendido unas velas, y la tenue luz iluminaba la habitación de manera etérea, los atrapasueños colgaban del techo, sus hilos se movían suavemente, Román se sentó en un rincón, con una expresión de éxtasis.

La noche avanzaba, y a pesar de la extrañeza del lugar, decidí unirme nuevamente a Román en el interior del refugio. La lámpara de mano arrojaba sombras danzantes sobre las paredes, y Román continuaba inmerso en su mundo de hadas y criaturas mágicas.

La lámpara de mano parpadeó un momento antes de apagarse por completo, sumiendo todo en la oscuridad, un silencio tenso llenó el espacio, solo interrumpido por los susurros del bosque exterior, la incomodidad se apoderó de mí mientras mis ojos se ajustaban a la oscuridad.

Román, ajeno a mi creciente inquietud, murmuró algo sobre la magia de la noche y cómo las hadas eran guardianas de secretos antiguos, intenté mantener la compostura, pero una parte de mí ansiaba la salida de aquel lugar, aunque no podía explicar exactamente por qué, sentía que algo no estaba bien, que las sombras del bosque escondían verdades más profundas y oscuras de las que estaba dispuesto a descubrir.

A pesar de la oscuridad que envolvía el refugio y la incomodidad que se aferraba a mi ser, decidí permanecer allí con Román, la lámpara de mano, aunque apagada, dejaba vestigios de luz de la luna filtrándose a través de las ramas. Román continuaba inmerso en su narrativa sobre las hadas y sus misterios, ajeno a la creciente tensión en el aire.

Mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad, comencé a notar detalles inquietantes en el refugio, las sombras proyectadas por los atrapasueños y las figuras talladas en madera tomaban formas ambiguas, como siluetas que se retorcían y se mezclaban con la penumbra, la estructura del refugio parecía estremecerse con susurros apenas perceptibles.

El silencio era aplastante, solo roto por los susurros del bosque y las ocasionales ramas que crujían. Román sugirió que intentáramos comunicarnos con las hadas, alegando que, si nos sumergíamos en la energía del bosque, podríamos captar sus mensajes. Aunque mi escepticismo seguía presente, accedí, deseando encontrar una explicación lógica para todo lo que estaba experimentando.

Román empezó a silbar una tonada bastante extraña, fue por un tiempo tan alargado que no sabía que decir al respecto, sin embargo, mi atención se vio repentinamente desviada cuando, gracias a la luz lunar, pude vislumbrar una silueta moviéndose rápidamente afuera del refugio.

La figura se desplazaba con una gracia inhumana, apenas visible en la oscuridad del bosque, mi corazón comenzó a latir más rápido cuando, de manera veloz, tres siluetas más pasaron rápidamente ante mis ojos, la sorpresa se mezcló con el miedo cuando intenté comprender lo que estaba sucediendo, fue en ese momento que compartí mi inquietud con Román, quien, en lugar de ofrecer una explicación, simplemente dijo: “Están llegando”.

El suspenso aumentó cuando los costales que formaban las paredes del refugio comenzaron a soltarse, y de repente, el fuerte colapsó sobre nosotros, el polvo flotaba en el aire, y me encontré luchando por liberarme de la pesada carga, la risa maníaca de Román resonó en medio del caos, y su tono desquiciado provocó un escalofrío en mi espina dorsal.

Finalmente, logré quitarme los costales que me aprisionaban y salí corriendo del refugio en busca de seguridad, la escena fuera del colapsado fuerte era aún más aterradora, la luz de la luna iluminaba tres figuras que se movían con una agilidad antinatural, la visión de aquellas criaturas del tamaño de una mano me dejó paralizado por un instante.

Las criaturas eran espantosas en su apariencia, no superaban los cinco centímetros de altura, con cuerpos humanoides tan delgados que parecían ser solo piel y huesos, su piel, o lo que parecía ser piel, estaba marcada por cicatrices de quemaduras, dándoles un aspecto grotesco, la falta de cabello acentuaba la extrañeza de sus cuerpos y sus ojos, grandes y negros como los de insectos, reflejaban una inteligencia malévola.

Hadas En El Bosque Historia De Terror

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Mis piernas comenzaron a moverse instintivamente, alejándome de la aterradora escena, a medida que corría, solo podía escuchar la risa psicótica de Román resonando detrás de mí, el terror me impulsaba hacia adelante, lejos de aquel lugar oscuro y siniestro.

Finalmente, llegué a la casa de mis tíos, con la respiración agitada y el miedo impreso en mi rostro. Les conté a mis tíos lo sucedido, tratando de explicar la extraña serie de eventos que habían culminado en la destrucción del fuerte y el encuentro con las criaturas infernales, aunque mi relato estaba lleno de detalles, la incredulidad se reflejaba en sus ojos.

Preocupados por el paradero de Román, mis tíos y algunos vecinos se dirigieron al lugar donde se encontraba el refugio, sin embargo, no encontraron nada más que ruinas, costales desmoronados y ramas eran los únicos vestigios de lo que había sucedido.

Al día siguiente, la policía se involucró en la búsqueda, me entrevistaron y, mientras explicaba los eventos, pude percibir el escepticismo en sus miradas, a mi primo, Román, nunca se le encontró y, pese a mis insistencias, mi historia se la recibió con dudas y cuestionamientos.

Aunque la comunidad se cerró en torno a la idea de que mi experiencia fue simplemente una fantasía inventada, yo permanecí firme en mi testimonio, la visión de esas criaturas grotescas y la risa perturbadora de Román continuaban atormentándome en mis pesadillas, cada vez que cerraba los ojos, volvía a ver esos ojos negros y sin vida, sintiendo la presencia malévola que habían dejado en su estela.

A pesar de los años transcurridos desde aquel encuentro en el bosque, la memoria de esa noche sigue viva en mi mente, y mi historia se ha convertido en poco más que una anécdota extraña y olvidada, sin embargo, yo sé la verdad, y aunque el mundo haya decidido olvidarla, yo seguiré recordando las sombras danzantes, los susurros del bosque y las criaturas que me acecharon en aquella noche infernal.

Autor: Aurora Escalante

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Historias de Terror