El Ritual De La Muerte 2023

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El Ritual De La Muerte 2023

El ritual de la muerte… Mi nombre es Rosa, siempre he vivido en un pequeño pueblo de Jalisco, antes de que mis padres murieran me dejaron vivir en su casa, me dijeron que esperaban que esa casa nunca se perdiera, que se fuera heredando de generación en generación.

En aquel tiempo, antes de que mis padres se fueran de este mundo, solía ser un lugar tranquilo, donde todos nos conocíamos y nos ayudábamos mutuamente, pero hace unos años, todo cambió, comenzaron a llegar personas de otros lugares que se instalaron principalmente en las afueras del pueblo, construyeron casas grandes y muy bonitas, como nuestro poblado estaba muy cerca de un lago, ellos edificaron sus viviendas en las partes más altas, para tener una gran vista.

Ellos no acostumbraban a convivir mucho con los que residíamos en el pueblo, porque era un lugar muy austero, no había comercios, la mayoría de los que nacimos ahí, vivíamos del autoconsumo de lo que sembrábamos y de la pesca, por eso, los nuevos pobladores hacían la compra de sus víveres en el otro pueblo que estaba más grande y tenía todo lo necesario, se encontraba como a quince minutos de donde nosotros vivíamos.

 Al principio, no sabíamos a qué se dedicaban estas personas, sólo veíamos que tenían varios automóviles muy bonitos y una o dos camionetas lujosas, se nos hacía raro que personas con tanto poder adquisitivo habían decidido irse a vivir a este lugar tan pobre, lo único que tenía era la laguna y una vista magnífica.

Con el tiempo, nos dimos cuenta que los nuevos pobladores no se dedicaban a negocios lícitos, por su manera de vestir y de traer consigo una pistola, creímos que se trataba de gente que se dedicaba a la venta y distribución de drogas, después, nos acostumbramos a su presencia, y ellos nos fueron conociendo, así que a los que vivíamos en el pueblo no nos hacían nada.

En el cruce que separa para ir a distintos pueblos aledaños a la laguna, ellos se ponían en sus camionetas cuando oscurecía, en ese lugar ellos decidían quién entraba al pueblo, si era alguna persona que nos les daba confianza, les decían que mejor se fueran del lugar.

Lo que se nos hacía muy raro, era que encontrábamos en algunas zonas de la siembra rastros de sangre o de que quemaban a algún animal, no comprendíamos por qué hacían eso, la curandera del pueblo, fue la que nos dijo que ellos se dedicaban al culto de la santa muerte, dicen que ella era la única que los puede proteger de la violencia y del mal, así que todo el tiempo traían con ellos un dije de la muerte colgando de su cuello, por lo regular, era de tamaño muy grande.

Llegamos a ver ofrendas y altares en su honor, afuera de sus casas, o en el camino hacia el pueblo más grande, por mi parte, prefería rezarle a mi Dios, y esperar que algún día, las cosas volviera a ser como antes,  mientras tanto, traté de mantenerme a salvo y proteger a mi familia como podía, sabía que no era la única que ha notado los cambios en este pueblo, pero a veces pensaba en irme a vivir a otro lugar, pero recordaba la promesa que le había hecho a mi madre, y dejé de pensar en esa posibilidad.

Un día, por necesidad económica, decidí aceptar un trabajo como empleada doméstica en una de esas casas grandes que estaban en las afueras del pueblo, la casa era hermosa, con un jardín lleno de flores y una vista espectacular desde la montaña, pero desde el primer día, sentí que algo extraño estaba pasando.

Mientras hacía el aseo en el área del comedor, noté un gran altar en una de las esquinas, era la primera vez que veía uno de estos altares de cerca, estaba dedicado a la santa muerte, y tenía varias figuras de ella en diferentes tamaños, adornadas con flores de colores y velas, había incienso encendido, y el aroma era dulce y penetrante.

Quedé fascinada por la belleza de aquel altar, pero también sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo, nunca antes había visto algo así, y aunque sabía que muchos de mis vecinos rendían culto a la santa muerte, nunca imaginé que alguien de esa casa lo hiciera.

Seguí haciendo mi trabajo, pero no podía dejar de pensar en aquel altar y en lo extraño que me parecía, me preguntaba si los dueños de la casa lo tenían por algo importante, o si simplemente lo tenían allí como una decoración más.

Al terminar mi jornada laboral, salí de la casa con una sensación extraña en el estómago, sabía que debía mantener mi distancia con aquellos altares y todo lo relacionado con la santa muerte. Unas semanas después de entrar a trabajar en esa casa, recibí una llamada de la patrona, pidiéndome que acudiera el próximo domingo por la noche, para atender a los invitados de una fiesta, me ofreció un pago extra, así que acepté sin pensarlo dos veces.

Cuando llegué a la casa, me sorprendió ver varios coches estacionados en la entrada, me recibió uno de los dueños de la casa, quien me explicó que la fiesta se llevaría a cabo en el jardín, y que debía atender a los invitados con bebidas y comida.

Todo parecía normal hasta que llegó la noche y la fiesta empezó a tomar un rumbo extraño, comencé a ver a personas vestidas de negro, con collares de calaveras y rostros pintados de blanco, rodeando el altar que había visto días atrás, había música a todo volumen, y la gente parecía estar en trance, cantando y bailando alrededor del altar.

Uno de los invitados fue a su coche y sacó un cabrito, lo llevaba con un lazo amarrado en su cuello, todos los presentes comenzaron a aplaudir en cuanto lo vieron, hicieron un círculo y pusieron al animal al centro de ellos, de repente, una mujer sacó un cuchillo y comenzó a sacrificar al animal, mientras que los demás aplaudían y gritaban.

Sentí un nudo en mi estómago al ver aquella escena, sabía que la gente del pueblo rendía culto a la santa muerte, pero nunca había visto algo así de cerca, me di cuenta de que aquellos altares no eran simplemente una forma de creencia religiosa, sino algo mucho más oscuro y peligroso.

La fiesta continuó hasta altas horas de la noche, yo seguía atendiendo a los invitados, tratando de no pensar en lo que estaba sucediendo en el jardín, finalmente, la fiesta terminó, y los invitados se fueron uno por uno. Me quedé pensativa,  intentando procesar todo lo que había visto, me di cuenta de que, aunque mis patrones ya tenían tiempo viviendo en ese pueblo desde hacía años, apenas conocía la verdadera naturaleza de ellos.

Desde ese día, supe que tenía que alejarme de todo lo relacionado con la santa muerte y los narcos que controlaban el pueblo. Después de que terminó la fiesta, mi patrón me ofreció llevarme a casa, ya que era de madrugada y no era seguro caminar sola en esas horas en el pueblo.

Acepté su oferta, y subí a su camioneta, en el camino, mi patrón me dijo que no debía comentar nada de lo que había visto en su casa, me advirtió que había gente peligrosa en el pueblo que no dudarían en hacerme daño si descubrían que había revelado sus secretos, me asusté un poco al escuchar sus palabras, pero asentí en silencio, temerosa.

Cuando llegamos a mi casa, mi patrón me dio un pago más grande de lo prometido, agradecí su generosidad y bajé de la camioneta, mientras caminaba hacia mi casa, noté un extraño aroma en la camioneta, era un olor un poco dulce y penetrante, me resultó familiar pero no podía identificar de qué se trataba, no le di importancia y me despedí del patrón.

Antes de irse, él me llamó y me mostró su dije de la santa muerte, me dijo que él era un fiel devoto de la santa y que creía que ella lo protegía de los peligros que lo rodeaban, me pidió que considerara convertirme en devota de ella también, ya que me ayudaría a tener una vida más próspera y tranquila, yo acepté por educación, pero por dentro estaba horrorizada por todo lo que había visto esa noche.

Después de que mi patrón se fue, entré a mi casa y me senté en mi cama, pensando en todo lo que había sucedido, me di cuenta de que la situación en el pueblo era mucho más peligrosa de lo que había imaginado, pero mientras no me metiera en el culto que mis patrones y mucha otra gente de la comunidad profesaban todo estaría bien.

Sabía que no era conveniente que continuara yendo a trabajar a esa casa, sólo lo haría en lo que mi esposo conseguía empleo, después me libraría de esa gente. Los días siguientes a la fiesta en la casa de mi patrón fueron muy tensos para mí, me sentía constantemente vigilada, como si alguien estuviera todo el tiempo detrás de mí, volteaba hacia diversos lados de manera intermitente, sin que pudiera ver a nadie, pero la sensación de sentirme observada estuvo presente todo el tiempo..

Una noche en particular superó cualquier cosa que hubiera imaginado, estaba en mi casa, recostada en la cama, tratando de dormir, de repente, comencé a escuchar ruidos extraños afuera de mi casa, eran ruidos suaves pero persistentes, como si alguien estuviera tratando de abrir la puerta o la ventana, le dije a mi esposo que se asomara para ver qué estaba sucediendo, pensando que quizás era algún vecino borracho o algún animal salvaje, lo que vio fue algo que lo dejó aterrorizado, cuando volvió a la habitación, estaba temblando y sudando, con una expresión de terror en su rostro.

Me dijo que había visto a la muerte parada afuera de nuestra casa, la descripción que me dio me hizo sentir escalofríos, dijo que era una figura oscura, alta y delgada, con una capa larga que cubría todo su cuerpo, tenía una calavera blanca en lugar de una cabeza y sostenía una guadaña larga y afilada en una de sus manos, según mi esposo, la muerte había estado parada allí, observando durante unos minutos, antes de desaparecer sin dejar rastro.

No pude creer lo que estaba escuchando, hasta lo que sabía, sabemos de la existencia de ella, incluso hay una imagen que se venera, pero nunca la hemos visto, ni siquiera yo la vi cuando estuve en el lecho de muerte de mi padre, estuve con él hasta su último aliento, y nunca pude ver de frente a la muerte. Aunque se me hizo muy extraño que mi esposo me dijera que la había visto, le creí por la manera en que lo vi que regresó, nunca lo había visto tener tanto miedo.

Comenzamos a poner varios muebles detrás de las puertas y ventanas, tratando de protegernos de lo que fuera que estuviera ahí, pero en mi corazón, sabía que la verdadera amenaza no era algo que pudiéramos enfrentar con barreras físicas, era algo mucho más peligroso y misterioso que eso.

Desde ese día, no pude volver a dormir en paz, siempre me preguntaba cuándo volvería a aparecer la muerte y cuál sería nuestro destino, me di cuenta de que había entrado en un mundo peligroso y oscuro, del que no tenía idea de cómo salir, fue entonces cuando empecé a atar cabos, todo había comenzado con aquella fiesta en la casa de mi patrona, donde había descubierto los secretos del culto a la muerte, a partir de ese día mi vida había cambiado para siempre.

Estaba convencida de que no podía seguir trabajando para alguien que estaba involucrado en cosas tan peligrosas, así que le dije a mi patrona que ya no podía seguir trabajando para ella, sin embargo, mi patrona me respondió que no era posible renunciar, me dijo que sabía demasiado y que, si intentaba irme, podría poner en peligro a mi familia y a mí misma.

Fue entonces cuando entendí que estaba atrapada en un mundo que no comprendía y que me superaba, no sabía a quién recurrir ni a quién pedir ayuda, me sentía sola y vulnerable, como si hubiera entrado en un territorio desconocido y hostil.

Aunque tenía miedo e incertidumbre, sabía que tenía que hacer algo, no podía seguir viviendo así, en la sombra, temiendo por mi vida y la de mi familia, tenía que enfrentar lo que estaba pasando y buscar una solución.

Después de mucho reflexionar, decidí hablar con mi esposo sobre todo lo que había pasado y pedirle su ayuda, él también tenía mucho miedo después de lo que vio, me dijo que lo mejor era no involucrarnos, mantenernos al margen, si las cosa se complicaban más, entonces tomaríamos la decisión de irnos de ese lugar, aunque le dolía mucho hacerlo, porque le había prometido a mi padre que siempre le cuidaría su casa.

Decidimos seguir adelante con nuestras actividades, y hacer todo lo posible para proteger a nuestra familia y si se podía también a nuestro pueblo.

Otra noche, de nuevo mi patrona me dijo que la ayudara a atender a los invitados, era una noche de luna llena, me di cuenta que durante los días que había luna plena, la gente acudía a la casa de mis patrones.

Luego de que les serví la cena, mi patrona me dijo que me podía ir a la cocina, ella, junto con sus invitados, se fueron al jardín, lo había adornado de una manera especial, de acuerdo como me dijo mi patrona, puse velas encendidas en forma de un gran círculo, adorné con objetos de color negro, ella me dijo que sólo el color negro, y en ocasiones especiales el color rojo eran los que podían utilizar.

El Ritual De La Muerte

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Me quedé detrás de un pilar ancho escondida, tratando de ver lo que ellos hacían, los invitados  aplaudían y coreaban algo que no entendía, entonces, entró un joven en silla de ruedas, se le miraba que estaba muy enfermo, por el color tan pálido de su piel, y sus grandes ojeras.

Enseguida una mujer llevaba consigo a una niña pequeña, como de tres años, la pusieron dentro del círculo, el joven en silla de ruedas comenzó a convulsionar y a emitir sonidos guturales, la niña tambaleándose, se acercó al joven., él dejó de moverse y todo quedó en silencio.

No podía creer lo que estaba viendo, porque la pequeña de pronto cayó al suelo, como si se hubiese desmayado, nadie hizo nada por ayudarla, al contrario, los invitados comenzaron a quitarse las capuchas, comenzaron a hablar y a reír entre ellos, como si nada hubiera pasado, algunos aplaudían eufóricos, celebrando no sé qué.

Después de un rato, la patrona me dijo que podía irme a casa., inmediatamente salí corriendo de ahí, tenía la sensación de que alguien me seguía, pero no era nadie, sólo era un temor profundo que me hizo sudar frío.

Llegué a mi casa sumamente alterada, confundida por lo que había visto, mi esposo me preguntó por qué llegaba en ese estado, cuando le conté lo que había visto, me dijo que le daba muy mala espina, él me sugirió que le preguntara a doña Chelo, la curandera del pueblo.

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, fui a casa de doña Chelo, cuando le conté lo que vi, ella me dijo que se había tratado de un ritual siniestro, de un sacrificio humano, cuando ella me dijo eso, no podía creer que había estado presente en algo tan macabro y aterrador.

No sabía qué hacer, porque no podía permitir que la situación continuara así, viviendo en constante miedo y trabajando en una casa en la que se realizaban prácticas peligrosas, pero por otro lado, tenía miedo de las represalias que podrían tomar en mi contra mis patrones, pensaba en mi esposo, en mis hijos, porque si me querían dañar, entonces todos estaríamos en peligro.

La vida en el pueblo cada vez se volvía más difícil, por un momento pensé en pedirle ayuda a mi comadre, pero creí que si la involucraba también la ponía a ella en riesgo, lo mejor era irme del pueblo sin que nadie se diera cuenta, principalmente mis patrones. Cada día me daba mucho miedo regresar a trabajar a la casa de ellos, pero sabía que tenía que mantener la calma y seguir adelante, por el bien de mi familia.

Una noche, mientras dormíamos mi esposo y mis hijos, escuché unos golpes en la puerta, me desperté rápidamente, mi corazón comenzó a latir muy fuerte, me incorporé de la cama, escuchando atentamente cualquier sonido.

Afuera de la casa no había luz, al menos, en la colonia que yo vivo, todavía no ponían alumbrado público, mi esposo también escuchó los ruidos afuera, porque tocaron con más insistencia, él se levantó para ir a ver de qué se trataba, cuando abrió la puerta no había nadie afuera, yo me fui detrás de él con temor, nos asomamos, al no ver nada en absoluto, nos quedamos por un momento parados en la sala, de repente, volvieron a sonar los golpes con mucha más intensidad, mi esposo de nuevo se asomó sin lograr ver a nadie afuera.

Escuchamos un grito ahogado en la oscuridad, proveniente de algún lugar cercano, nos volteamos a ver mi esposo y yo, sin saber qué hacer, mi esposo sin decirme nada, se armó de valor y salió a investigar a la calle para ver de quién había sido ese grito, pasaron unos segundos y mi esposo no regresó, sólo me esperé muy poco tiempo y salí a buscarlo, caminé por la calle oscura, más adelante, lo encontré tirado en el suelo, grité por ayuda sin que nadie saliera, lo golpeé en el corazón intentando que le  latiera de nuevo, pero fue inútil, mi esposo estaba muerto, su rostro quedó marcado por la impresión que tuvo, no sé qué fue lo que vio, pero en sus ojos y su boca abierta quedó plasmada la imagen del horror y el miedo que tuvo antes de morir.

Después de unos días de duelo, mi patrona me fue a buscar a la casa, me dijo que me tomara los días necesarios para superar mi luto, pero me hizo hincapié que tenía que regresar, no comprendí su comentario, pero lo último que me dijo antes de marcharse, fue una especie de advertencia, me dijo que por algo mi esposo había muerto, para que me mantuviera alerta, lo mejor era que estuviese callada.

Continué trabajando en esa casa, pero mi mente estaba enfocada en encontrar la manera de escapar del pueblo con mis hijos, porque no quería que les sucediera nada malo, aprovechaba cualquier oportunidad que se me presentaba para ahorrar dinero y planificar el irme de ese lugar.

Una de las últimas veces que me tocó presenciar un ritual siniestro, fue cuando se reunieron gente muy importante, lo supuse porque la mayoría de los presentes trataban de forma muy condescendiente y respetuosa a varios de los invitados, además, en esa ocasión, cambió la forma de hacer el ritual, se dirigieron a la muerte como la bonita, la preciosa, la reina, la todopoderosa, la única.

Lo peor fue cuando alguien con la cabeza cubierta llegó con un bebé llorando, esa vez, me tuve que ir de mi escondite a vomitar, no pude presenciar lo que hacían. Esa fue la última vez que estuve en esa casa, cuando salí de ahí, aproveché que estaban ocupados mis patrones, agarré a mis hijos, ya tenía las maletas hechas, y el dinero suficiente para irme de ese lugar.

Cuando salí de mi casa, noté que había un extraño silencio en la calle, miré hacia el altar de la santa muerte que se encontraba en la entrada del pueblo, de manera inexplicable, sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo.

No me permití detenerme por el miedo, con uno de mis hijos en brazos, y el otro agarrado de la mano, me quedé esperando en la carretera a que llegara el autobús, en el pueblo no había central camionera, la única manera de salir de él era esperándolo en las afueras del poblado, no tenía ningún rumbo, sólo quería irme lejos del pueblo.

Antes de que llegara el autobús, vi un automóvil que venía a gran velocidad sobre la curva, intenté quitarme de ese lugar, pero fue muy tarde, el auto se salió de control y nos atropelló a los tres.

En cuanto recuperé el conocimiento, me encontraba en un hospital, no podía comprender lo que me había sucedido, sólo me sentía muy lastimada, pronto recordé los hechos, pregunté por mis hijos, uno de los médicos, movió su cabeza, me dijo que el más pequeño de mis hijos no pudo resistir el impacto, se hizo todo lo posible, por desgracia él había muerto, en cambio, mi otro pequeño estaba lesionado, sin embargo, se encontraba en buen estado.

No hay palabras para decirles todo el dolor que sentí, había perdido hacía poco tiempo a mi esposo, y ahora a mi bebé. Me quedé por más días internada en el hospital, en lo que me recuperaba, la última noche antes de salir del hospital, era en la madrugada, me encontraba despierta, porque no podía conciliar el sueño, al interior de la habitación en la que me encontraba la luz permanecía apagada, en cambio, el pasillo estaba iluminado con una luz blanca destellante, fue un momento en que no vi a nadie del personal de enfermería, de pronto, percibí una sombra que pasó caminando lentamente por el pasillo, estaba completamente de negro, me levanté con dificultad, alcancé a ver cuando ingresaba a otra habitación, me fui detrás de ella, no podía ser muy rápida porque aún estaba muy lastimada, pero antes de llegar al cuarto, escuché que una persona comenzó a gritar y a llorar, su familiar acababa de morir,

Justo en ese instante, sentí un viento helado que me atravesó todo el cuerpo, pero ya no pude ver a nadie, comprendí que era la muerte que se acababa de llebar a una persona. A partir de ese día, cuando alguien cercano a mí iba a morir, empecé a sentir el viento frío como signo de que la muerte estaba presente. Creo que es una manera de advertirme que sabe quién soy, y que está todo el tiempo presente en mi vida.

Autor: Adriana Cuevas

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