Satanás Esta Aquí 2023
Satanás Está Aquí… Aún lo recuerdo, parecía un hombre muy viejo, vestido con una ropa desgastada, despeinado y con los ojos rojos, me miraba fijamente.
Solo de estar frente a él podía saber que no se trataba de un ser humano, tampoco de un demonio, aquel hombre era algo más.
Su carcajada era errática, sonaba enfermiza, tenebrosa y maquiavélica.
Yo sabía que no había nada que pudiera hacer para detenerlo, pero aún así estaba dispuesto a intentarlo, a dar mi vida si era necesario con tal de salvar a mi hermano.
Pero vayamos al inicio, fui el primer hijo de mis padres, después de mí perdieron a 3 bebés, nunca llegaban al sexto mes.
Mi madre ya no estaba dispuesta a soportar una pérdida más, así que, antes de consumar el acto, le prometió al Diablo que si le daba gemelos uno se lo entregaría al cumplir los 12 años.
Mi madre quedó embarazada, al ir con el ginecólogo, se trataba de gemelos. Pero, en la semana 20 hubo complicaciones, uno de los gemelos murió, por suerte el otro estaba perfectamente bien.
Hubo que hacer una intervención para sacar a la criatura y así no poner en riesgo al que seguía vivo.
Sí, mis padres sufrieron, pero al menos tenían el consuelo que todo apuntaba que esta vez sí lograrían tener un hijo.
El embarazó llegó a los 9 meses, todo en orden, mi hermano tuvo un buen peso y tamaño, estaba totalmente sano. Además podría decirse que él había nacido 2 veces, la primera cuando tuvieron que abrir el vientre de mi madre para sacar al otro gemelo y la segunda cuando ya nació como debe ser.
Mi hermano fue diferente desde el principio, su primer palabra clara y entendible la dijo a los 6 meses, empezó a caminar sin ayuda a los 8 meses, dos meses más tarde dejó el biberón, finalmente, cuando cumplió 2 años dejó de usar el pañal.
Cada que cumplía años mis padres le festejaban a lo grande, se invitaba a poca gente, pero aún así se gastaban miles en cada fiesta.
Ahorraban todo el tiempo para poder gastar sin preocupaciones, yo jamás los cuestioné, entendía que luego de sufrir tanto tenían derecho a celebrar en grande.
Once años pasaron volando, mi hermano en esa ocasión no quiso fiesta, eligió ir a Kidzania, en Monterrey, y mi padre lo llevó.
Yo me quedé en casa con mi madre, durante la hora de la comida ella se puso muy seria y me dijo que tenía que confesarme algo muy importante, fue ahí que me contó lo que ya les dije, que hizo un trato con el Diablo.
Le pregunté si acaso entendía lo que iba a pasar y ella caminó en silencio hasta sentarse en un sillón frente a en la sala.
Me explicó, mi madre le prometió al Diablo que le daría a uno de sus hijos cuando cumpliera 12 años, uno de los gemelos había muerto antes de nacer, así que solo le quedaba un hijo con el cuál debía saldar su deuda con el infierno.
Ella se puso a llorar mientras yo le gritaba y le reclamaba su egoísmo.
Le pregunté si mi padre sabía y me dijo que no, que todo había sido idea de ella. Yo estaba muy alterado, me estaba cuestionando que clase de madre tenía.
Ambos permanecimos en la sala, en absoluto silencio, mientras el frío del exterior lentamente se colaba por debajo de la puerta.
Entonces le pregunté si tenía algún plan o algo, cualquier cosa que sirviera para no tener que saldar esa deuda.
Dijo que sí, que ya le había expuesto su caso al Obispo y que le recomendó intentar algo no muy ortodoxo, que no era seguro que funcionara, pero que era la única opción que había.
Teníamos que irnos a vivir a un rancho por un año en el estado de Hidalgo, ese lugar era propiedad de la iglesia y era ahí donde, con absoluto conocimiento y consentimiento del Vaticano, se realizaban exorcismos de una naturaleza muy específica, mi madre no entendió del todo, pero la cuestión era que en ese rancho no se atendían a personas poseídas sino que se trataban casos como el de mi hermano.
Obviamente mi madre tuvo que contarle a mi padre, él estaba furioso, quería moler a golpes a mi madre, y sinceramente yo no haría nada para evitarlo, pero mi padre desquitó todo su coraje con una fotografía. Tomó la foto de su boda y la utilizó para hacer pedazos un espejo. Después de eso se fue, no quiso saber nada más.
Así realizamos el viaje, sin mi padre.
Fue muy duro, porque en cuanto llegamos al rancho las monjas nos explicaron que mi hermano estaría aislado para su tratamiento.
Él lloraba mientras mi madre le decía que estaba enfermo y que ahí lo iban a curar, fue doloroso y desgarrador.
Podíamos ver a mi hermano una vez a la semana, los domingos.
El resto de la semana mi madre se la pasaba todo el día en la capilla, rezando hasta que se ponía ronca por tanta resequedad en la garganta.
Yo de vez en cuando me ponía a platicar con alguna de las monjas, les hacía preguntas sobre el Diablo y la forma en la que se podía saber si estaba tras una persona.
Me explicaron que la primer señal es un aumento irracional de sed, una persona con un lugar esperándolo en el infierno comenzará a beber 10 veces más agua de la que tomaba con regularidad, excediendo por completo la cantidad de agua que una persona puede consumir.
Con el paso de los meses las cosas con mi hermano se fueron complicando, cada domingo lo veía un poco más demacrado, yo en realidad no tenía idea de qué era exactamente lo que le estaban haciendo a mi hermano.
Creo que mi madre sí lo sabía pero se negaba a decirme, cada que le preguntaba me respondía que no importaba, que todo era con tal de salvarlo.
Una noche fría que no podía dormir salí a caminar por el rancho. Cada que salía a caminar me gustaba pasar cerca de donde tenían a mi hermano, porqué sí sabía donde estaba, no nos ocultaron esa información, simplemente no nos dejaban entrar.
Esa noche, cuando pasé cerca de ahí pude ver un humo negro deslizarse por el lugar, no tenía forma, normal en el humo, pero lo que no era normal es que no se dispersaba, permanecía junto mientras se desplazaba.
Satanás Esta Aquí
Decidí volver a la habitación para intentar dormir, pero no pasó ni media hora cuando los gritos y llantos de mi hermano nos despertaron a mi madre y a mí.
Corrimos a ver qué era lo que estaba pasando, un par de monjas ya nos estaban esperando en la entrada para evitar que entráramos.
Exigimos explicaciones pero no nos decían nada, entonces salió la superiora y nos explicó que la parte más difícil había comenzado, que al solo faltar 40 días el Diablo ya estaba intentando llevarse a mi hermano, así que el tratamiento intensivo había iniciado, y era muy doloroso para mi hermano, también nos explicó que ya no lo veríamos, por nuestro propio bien.
A partir de esa noche empecé a tener pesadillas, en esas pesadillas escuchaba una tenebrosa voz que me decía: “tu hermano es mío”.
Despertaba a mitad de la madrugada, con la oscuridad rodeándome. Me levantaba y me acercaba a mi madre, ella dormía profundamente, abrazando una biblia y un rosario.
Algunas noches después tuve una pesadillas más intensa, podía sentir una ráfaga de aire frío recorriéndome la nuca. Unos dedos largos con garras rasgando mi espalda, arrancándome pedazos de carne.
Desperté gritando de dolor, mi madre se levantó preocupada y me preguntó qué pasaba y le conté mi pesadilla, ella simplemente me dio un abrazo, en ese momento pude ver por la ventana que pasó el mismo humo negro de la vez pasada.
Entonces mi hermanó comenzó a gritar más fuerte que las veces anteriores, mi madre y yo salimos del cuarto, sabíamos que no podíamos verlo ni hacer nada, pero al menos queríamos que nos dijeran cómo estaba.
No corrimos, solo caminamos a paso veloz por el rancho. Conforme nos íbamos acercando podíamos escuchar como la voz de mi hermano se iba transformando, sonaba cada vez menos humana, hasta parecía que emitía gritos con dos o tres voces diferentes.
No nos decían nada. Al igual que la vez anterior salió la superiora, dijo que las esperanzas eran pocas, faltaban solo 3 días y todo parecía indicar que era inminente.
Pedimos ver a mi hermano pero nos dijeron que no, que su estado era muy grave y que sería demasiado impactante para nosotros verlo así.
Finalmente se llegó el momento, algunas monjas nos llamaron para estar presentes afuera de donde estaba mi hermano, ahí estaba la madre superiora, nos dijo que todos debíamos ponernos a rezar y esperar un milagro.
Adentro, con mi hermano, había 3 monjas.
Al darse la media noche hubo un fuerte estruendo que hizo temblar todas las estructuras del rancho, había sonado algunos metros detrás de nosotros.
Todos volteamos y ahí lo vimos.
Aún lo recuerdo, parecía un hombre muy viejo, vestido con una ropa desgastada, despeinado y con los ojos rojos, me miraba fijamente.
Solo de estar frente a él podía saber que no se trataba de un ser humano, tampoco de un demonio, aquel hombre era algo más.
Su carcajada era errática, sonaba enfermiza, tenebrosa y maquiavélica.
La superiora, con una voz muy temblorosa dijo: “Satanás está aquí”.
Todas las monjas, incluyendo a la superiora corrieron alejándose del lugar, el diablo comenzó a dar pasos lentamente, iba a entrar por mi hermano.
Mi madre entró apurada a dónde estaba mi hermano, cuando salió lo tenía cargado entre sus brazos, él estaba totalmente demacrado, raquítico, pálido, sin cabellos, parecía estar al borde de la muerte.
Mi madre comenzó a correr despavorida, intentando alejarse con mi hermano, en su último y desesperado esfuerzo por salvarlo.
Yo sabía que no había nada que pudiera hacer para detener al Diablo, pero aún así estaba dispuesto a intentarlo, a dar mi vida si era necesario con tal de salvar a mi hermano, así que me quedé parado ahí mientras se acercaba lentamente.
Cuando ese monstruo estuvo muy cerca perdí el conocimiento. Desperté varias horas después, en la enfermería del rancho. Inmediatamente pregunté por mi madre y por mi hermano.
Mi madre murió, encontraron su cuerpo a varios kilómetros de distancia, parecía que lo habían quemado con gasolina, nunca encontraron el cuerpo de mi hermano.
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados
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