Cura Arde En El Infierno Historia De Terror 2023

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Cura Arde En El Infierno Historia De Terror 2023

Cura Arde En El Infierno, Historia De Terror… Mi nombre es Alex, cuando era niño vivía en un pequeño pueblo de mi bello Oaxaca. Mi hermano y yo vivíamos con mis padres y mi abuelo Pedrito.

Muchas noches cuando a mi abuelo no le daba sueño, se quedaba afuera frente al anafre para calentarse. Mi hermano Manuel y yo salíamos y nos sentábamos junto a él. A veces nos cantaba y tocaba su guitarra, otras veces nos contaba sobre su juventud y su vida como maestro.

Le alegraba mucho platicar con nosotros y a nosotros estar con él. Era muy divertido, incluso tomábamos té o café caliente mientras platicábamos con él.

Había una historia que él nos contaba que me intrigaba y me daba mucho miedo.

Era la historia sobre un cura que había sido quemado por allá del año 1600.

El cura se llamaba Francisco Sorcia y era el encargado de la iglesia principal del pueblo, una iglesia que hasta el día de hoy existe.

Todos en el pueblo lo veneraban y lo querían, pues siempre hacía lo posible por ayudar a los más necesitados, hasta a los animales de la calle. Siempre estaba para apoyar a los demás y todos los domingos daba una gran misa para alentar a las personas a seguir con su fe en la iglesia.

Pasaron muchos años así, todos confiaban en él y ponían sus vidas en sus manos. Hacían fiestas para celebrar la vida del cura y muchos le llevaban canastas llenas de fruta o animales como cerdos o guajolotes.

La vida en ese entonces era muy tranquila y apacible.

Pero cuentan que hubo algo que perturbó a todo el pueblo, algo que jamás se hubieran imaginado.

La controversia comenzó cuando uno de los ayudantes de la iglesia, un joven devoto y sumamente comprometido con su labor en la Casa de Dios, había levantado una acusación sumamente grave contra el padre Francisco. Su voz temblorosa, había proclamado a todos los oídos dispuestos a escuchar que el sacerdote, la persona que todos admiraban y respetaban, había sucumbido al mal, pues había pruebas de que estaba a favor del mismísimo Lucifer. La evidencia de su afirmación eran un conjunto de cosas que había descubierto en la habitación privada del padre, cuando por querer hacer algo bondadoso se decidió a limpiarla.

El ayudante describió con horror los objetos que había encontrado, detallando con precisión cada uno de ellos. El primero de estos elementos eran velas negras, de un oscuro tan profundo que parecía absorber la luz a su alrededor. No eran las típicas velas utilizadas durante la liturgia, eran velas que tenían escritos muy extraños.

Además, había encontrado imágenes del diablo, eran imágenes feas realmente y perturbadoras, que mostraban a Lucifer en toda su infamia. Estas no eran simples ilustraciones, sino que tenían un nivel de detalle espantoso.

El pentagrama, un símbolo conocido en el ocultismo y en la adoración satánica, también había sido descubierto por aquel chico en la habitación del padre. Este signo, frecuentemente relacionado con la magia negra y los rituales paganos, hacía que fuera claro que no se trataba de un juego o de una broma, sino de algo completamente real.

Pero lo más horrible de todo eran las biblias. No eran las sagradas escrituras tal y como se conocen, sino que habían sido profanadas. Estaban manchadas de sangre, lo que sugería la realización de rituales satánicos. Además, sus portadas y páginas estaban pintadas de negro, como si intentara ocultar la luz y la verdad escrita en un libro sagrado.

Estos desagradables descubrimientos en la habitación del padre no solo generaron un tumulto en la comunidad religiosa, sino que también sembraron dudas y temores en los corazones de los feligreses. La imagen de un padre supuestamente piadoso y devoto manchado por prácticas oscuras y satánicas desató un torbellino de preguntas y sospechas en la iglesia y en la comunidad en general.

Así que otros padres del pueblo fueron a averiguar si eso era cierto para no tomar acción ante una mentira y sin dar indicios fueron a la habitación del padre, quien cuando abrieron la puerta estaba hincado en el suelo rezando y se dieron cuenta de que todo era verdad.

Había horribles rastros de brujería y satanismo. Era algo asqueroso y algo que provocó el asco de los padres.

Muchas imágenes horribles del diablo, pentagramas y escritos en la pared que no tenían ningún sentido. Incluso las cruces que estaban en la pared estaban volteadas al revés, pues dicen que el diablo es el mayor imitador de Dios.

El cura Francisco al darse cuenta que había sido descubierto les gritó que se fueran, pero los padres le dijeron que tenía que pagar por sus pecados.

El mentiroso cura les dijo que nada era lo que parecía, que todo eso era obra de Dios y cosas parecidas, lo que hizo enfurecer aún más a los padres, porque se estaba burlando de la iglesia católica y eso no lo podían permitir.

Salieron de ahí y convocaron a las personas del pueblo para que lo enfrentaran.

Muchas personas no creyeron nada de lo que los padres decían, porque creían fervientemente en el padre Francisco. Él los había ayudado y no era posible que esas cosas que decían de él fueran ciertas. Decían que seguramente era envidia de los padres.

Así que lo primero que pasó fue que lo arrestaron y después de eso se llegó a la conclusión de que el mejor castigo sería quemarlo vivo, para que ardiera como iba arder en el infierno por burlarse de Dios.

Tres días después del descubrimiento se convocó al pueblo a presenciar el castigo del padre, para que vieran como se quemaba vivo.

Muchas personas hicieron protestas horas antes del castigo del cura Francisco pidiendo que no lo quemaran, que él era un buen cura. Que a muchos de ellos les había dado de comer cuando tenía hambre, les había dado agua a los que tenían sed y que había guiado a quienes ya no tenían fe.

Pero nada de eso servía para los otros padres, quienes con sus propios ojos habían visto lo que escondía el cura Francisco en lo recóndito de su habitación, así que la decisión ya estaba tomada.

El cura Francisco seguía diciendo que él era inocente que no era lo que parecía, a pesar de que ya sabían que era cierto.

El chico que lo había acusado fue a verlo a la celda y el padre Francisco cuando lo vio comenzó a maldecirlo y a escupirle.

El joven se alegró de haberlo desenmascarado porque sabía que se librarían de un mentiroso.

Antes de irse le preguntó al padre que porque había sido bueno con las personas del pueblo y él le dijo que algunos de los rezos de los domingos en realidad eran para el diablo y que sí se los ganaba entonces podrían unirse a su señor el diablo también y tendría a muchas personas en su secta.

Llegó el día y llevaron al padre al centro de la ciudad e hicieron una fogata en donde pusieron al padre Francisco que en esos momentos mientras ardía en llamas comenzó a maldecir al pueblo entero, blasfemando también. Algo que sorprendió enormemente a las personas que aún tenían fe en él, pues se dieron cuenta de que todo lo que se había dicho era verdad.

Muchas señoras hasta se pusieron a llorar por la verdad del padre y otros le gritaban cosas como “mentiroso” y “te vas a ir directito para el infierno”.

Mientras se quemaba el cuerpo del padre, se veían figuras extrañas en el humo y en las llamas, era un escenario muy desagradable, algo que muchos prefirieron no ver más como un ser humano moría a gritos en el fuego.

Finalmente solo quedaron los huesos de aquel padre que se había encargado de maldecir al pueblo y de inducirlos a adorar a satanás.

Cura Arde En El Infierno Historia De Terror

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La vida ahí no volvió a ser la misma después de ese horrible episodio.

Ya muchos no creían en la iglesia, pues temían que alguno de los otros padres también estuviera haciendo esas prácticas diabólicas y no había nada que les garantizara que lo que decían en misa era mentira.

En esos años mucha gente no sabía leer, así que creían plenamente en lo que decía el gobierno y la iglesia. Pese a eso no eran ignorantes al seguir creyendo en la palabra de los padres y por mucho tiempo los domingos la iglesia estaba completamente vacía.

Eso preocupaba a los padres de la iglesia, pues ya no había diezmo, pese a que incluso iban a pedirlo casa por casa, pero después de lo del padre Francisco ya no querían saber nada de la iglesia del pueblo.

Por esa razón las almas del pueblo estaban desprotegidas sin la palabra de Dios o ¿del diablo? y en esos años hubieron muchas carencias, mucha hambre, fríos muy intensos, falta de agua y pobreza extrema.

La gente rumoraba que lo bueno de los años pasados en realidad era a causa del diablo, por rezarle, por venerarlo aun sin saber, pero todos preferían la carencia antes de volver a la iglesia.

Después de varias generaciones en las que decían que Dios los había abandonado llegaron las nuevas y esas si volvieron a confiar en la iglesia, hasta el día de hoy.

Esa macabra historia que nos contaba repetidas veces mi abuelo me hacía pensar mucho y siempre tenía preguntas para él. A esa edad no entendía mucho sobre religión, así que varias partes de la historia me parecían confusas.

Mis padres regañaban al abuelo Pedrito cuando nos contaba ese tipo de cosas, le decían que nosotros éramos pequeños para entender y escuchar esas historias, pero el abuelo decía que quería que algún día nosotros también les contáramos a nuestros nietos sobre todo eso.

Recuerdo que hubo una ocasión en específico que después de que el abuelo nos contó esa historia no pude dormir.

Me daba mucho miedo saber que existían ese tipo de personas que veneraban al diablo.

En fin, la historia del cura maldito desencadenó una serie de eventos que me marcaron de por vida.

Siendo un niño todavía, de 9 años, recuerdo que fui con mi hermano Manuel por unos mandados que nos habían pedido nuestros padres.

Debíamos ir por una canasta de pan y luego llevarla a la iglesia, al padre Jesús Guerrero, el encargado de la iglesia.

Mis padres acostumbraban a llevarle de vez en cuando algo al padre, en agradecimiento a su bondad y a esparcir sobre todo el pueblo sus enseñanzas y la palabra de Dios.

Recuerdo que ya era algo tarde, más o menos las 6:00 de la tarde cuando salía el pan calientito. Así que esperamos en la larga fila de personas que iban por pan también.

Mientras esperábamos mi hermano Manuel comenzó a decirme que íbamos a ir a la iglesia, que tal que el padre Jesús no era tan bueno como se veía y yo le dije con un tono de desaprobación que dejará de decir tonterías, que la historia que nos contaba el abuelo había sucedido hace muchísimo tiempo y en esos tiempos todo era diferente.

Manuel seguía diciendo lo mismo, inclusive comenzó a imitar al padre Francisco, haciendo ruidos y movimientos como si se estuviera quemando. A lo que yo le dije que dejará de hacer esas cosas.

Varias personas de la fila nos miraron, unos voltearon los ojos y otros nos vieron feo.

Pasaron alrededor de 10 minutos y por fin pasamos a la panadería. Tomamos varias conchas, cuernitos, panes de repostería y unas galletas que llevábamos a la caja a que las metieran a la canasta. Pagamos y caminamos hacía la iglesia. Estábamos en invierno, así que teníamos el mismo horario de hoy, en donde oscurece a las 6 más o menos, así que el camino era algo oscuro, pero todo era más ameno porque íbamos platicando y bromeando.

Mi hermano Manuel, un enérgico niño de 7 años, era mi fiel compañero en estas aventuras. Nos llevábamos excepcionalmente bien, más allá de la simple relación de hermanos, él era mi mejor amigo. Pasábamos la mayor parte del tiempo juntos, compartiendo risas, sueños y anécdotas. Cuando a él lo mandaban a alguna tarea o a comprar algo, yo siempre estaba ahí para acompañarlo, y lo mismo ocurría al revés. Si a mí me encargaban algún mandado, él no dudaba en unirse a mí.

Esa tarde-noche caminamos un buen rato, platicando sobre libros de colorear, nuestros juguetes y ese tipo de cosas. Pero mi hermano volvió a hablar sobre el tema del padre Francisco, de la historia que nos contaba el abuelo.

La verdad no entendía porque estaba tan obsesionado con el tema ese día, si varias veces habíamos ido a la iglesia a dejarle cosas al padre y nunca había dicho nada a cerca de eso.

Y la verdad siendo un niño comenzó a darme miedo y me imagine el escenario que decía mi hermano, en donde el actual padre del pueblo, el padre Jesús era en realidad una mala persona y escondía cosas malas en lo profundo de la iglesia.

Mi risa nerviosa denotaba miedo y mi hermano se dio cuenta. Pese a que él era más pequeño, era muy aficionado ala historias de terror que nos contaba el abuelo, le encantaban esos temas y siempre dibujaba monstruos con horribles tenazas, unas caras horribles, tentáculos, color verde, negro o rojo.

A mí me llamaban la atención esos temas, pero prefería las caricaturas o dibujar a mi familia.

El abuelo Pedrito siempre nos decía que se sentía orgulloso de lo valientes que éramos a nuestra edad, algo que no sabía si era del todo cierto, porque a mí sí me daban miedo muchas cosas.

En fin, seguimos caminando y yo le dije a Manuel que ya se callará, que dejara de hablar del padre quemado, pero él se reía más y más y no me hacía caso.

Me dijo que era su historia favorita y me preguntó que si creía que había sucedido realmente o solo era un invento del abuelo.

Yo le dije que seguramente no era verdad, que era una simple leyenda, algo que solo se había contado de generación en generación como la historia de la llorona y que en dado caso de que hubiera sucedido realmente quizá no había sido tan horrible como lo contaba el abuelo.

Comenzamos hablar mucho sobre el tema, aunque me daba miedo, sería mentira decir que no era interesante.

Puedo decir que el camino en vez de parecer más corto, parecía eterno. Sentía que caminábamos y caminábamos y nada más no llegábamos a la iglesia.

Seguimos platicando y finalmente llegamos.

Entramos y la iglesia estaba completamente vacía. La luz de las lámparas colgantes iluminaba las bancas de madera y daban un aspecto de paz.

Dijimos el nombre del padre Jesús en voz alta, porque sabíamos que seguramente estaba por ahí como siempre, pero nadie contestó.

Le dije a Manuel que esperáramos unos minutos, que a lo mejor había ido al baño o se estaba bañando, aunque siendo franco se me hacía raro que dejara la iglesia sola, normalmente estaba por lo menos el ayudante del padre.

Pero pues esperamos un buen rato y volvimos a llamar al padre Jesús, pero de nuevo nadie respondió.

Hasta que una voz salió de atrás del altar principal y dijo “hijos, pásenle, están en su casa, disculpen, estaba ocupado”.

Cientos de veces habíamos escuchado la voz del padre, en las misas o cuando íbamos a visitarlo, pero esa vez se escuchaba extraña. Era más grave, como si estuviera enfermo de la garganta y justamente eso pensé.

Manuel le dijo que le habíamos llevado pan y el con la misma voz nos dijo que pasáramos al otro lado del altar, en donde nadie pasaba, solo el padre y sus sacristanes.

Eso nos pareció todavía más raro, pues todas las veces que habíamos ido a verlo, él nos recibía en la iglesia como tal, en las bancas y se ponía a platicar con nosotros.

Yo le dije en voz alta, que si podía salir, porque teníamos prisa, pero él respondió diciendo que no podía, porque estaba despeinado y con ropa civil y que si alguien más del pueblo lo veía se iban a molestar.

Nos quedamos pensando y Manuel comenzó a caminar hacia allá, pero yo lo sostuve del brazo y le dije “no”. Mi hermano se me quedó viendo y yo le dije que todo era muy extraño y me mejor nos fuéramos.

Él asintió con la cabeza y cuando íbamos a comenzar a caminar hacía la salida la voz del padre se escuchó e nuevo y nos dijo que se le antojaba mucho el pan, que por favor pasáramos.

A pesar de que en el fondo sabía que algo estaba mal, su voz parecía envolvernos y nos dirigimos hacia atrás del altar principal.

Había varios cuartos y un pasillo largo.

No lo vimos luego luego, así que preguntamos su nombre en voz alta y se escuchó a lo lejos en uno de los cuartos y dijo que pasáramos.

Seguimos su voz y caminamos por el pasillo. Nunca habíamos visto la iglesia por dentro, así que fue muy raro.

Todo se veía un poco descuidado y viejo, las puertas de metal se veían oxidadas y la madera ya se veía deteriorada.

La voz del padre parecía provenir de todos lados y de ningún lado en realidad, así que por un momento nos confundimos y caminamos a la vuelta del pasillo.

Donde había un cuarto al fondo con la puerta completamente y tenía un candado que parecía haber sido roto a propósito. Escuchamos la voz del padre justo ahí, así que caminamos hasta ese cuarto.

Abrimos poco a poco la puerta y rechinó por lo vieja que estaba. Un olor a azufre salió de ese lugar cuando la puerta estaba completamente abierta. Primero todo era oscuridad hasta que nuestros ojos se adaptaron y lo que vimos nos hizo vomitar.

El cuarto era muy viejo, y en cuanto pusimos un pie dentro nos dispusimos a salir corriendo, pero la puerta se cerró tras nosotros, algo que hizo que mi hermano se pusiera muy nervioso. Había una cama al fondo con una base de madera, la mitad ya se la habían comido las polillas, el color estaba café por el paso del tiempo y había una mesa en el centro con un mantel negro y en ella había biblias muy viejas cubiertas de lo que parecía ser sangre. Había unas imágenes muy raras y en la pared extrañas figuras dibujadas.

Mi hermano y yo dimos un paso hacia atrás y de pronto la puerta se abrió, lentamente.

Y cuando nos dispusimos a salir justo en la entrada nos topamos con algo que todavía no he logrado olvidar. Era un hombre quemado, sus ojos estaban totalmente negros y vestía una sotana café.

Era el cura Francisco, el cura de la historia. Mi hermano soltó la canasta de pan y comenzó a vomitar y acto seguido yo también.

Después comenzamos a gritar y ese ente asqueroso nos dijo que nos habíamos estado burlando de él y que lo íbamos a pagar muy caro.

Tomó a mi hermano del cuello con su mano quemada, lo que hizo que a Manuel se le quedara la mano marcada, como si se hubiera quemado.

Nuestros gritos fueron escuchados por el padre Jesús que justamente había llegado. Cuando nos vio ahí temblando de miedo nos preguntó que estábamos haciendo ahí, pero ni siquiera pudimos contestarle. Estábamos sudando frío y no podíamos ni hablar.

Todo lo que había en esa mesa parecía haber desaparecido, al igual que el cura quemado cuando llegó el padre Jesús.

Después el padre Jesús nos llevó a las bancas de la iglesia y nos dio un vaso de agua. Un rato más tarde nos dijo que había salido porque una de las señoras del pueblo lo había mandado a traer de emergencia y por fin pudimos contarle lo que había pasado, él nos dijo que quizá nos habíamos imaginado todo, pese a que había visto la quemadura de Manuel, pero en lugar de negarlo no dijimos nada, ya queríamos irnos a casa.

Nos llevó con nuestros padres y el abuelo Pedrito. A nuestros padres simplemente les dijimos que Manuel se había quemado por accidente, mi madre lo curó y después fuimos a contarle al abuelo.

El abuelo Pedrito nada sorprendido nos dijo que a veces no todo son leyendas y que no debíamos burlarnos de ese tipo de cosas o sino podrían ir por nosotros. Nos dio un abrazo y nos dijo que por el momento no habría más historias de terror.

Han pasado ya muchos años desde eso, pero recuerdo perfectamente al cura Francisco queriéndonos hacer daño y que muchas veces no todas las historias son falsas.

Autor: Lyz Rayón.

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