El Amigo Alebrije Historia De Terror 2023

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El Amigo Alebrije Historia De Terror 2023

El Amigo Alebrije, Historia De Terror… Mi nombre es Julia y quiero contar una historia que ocurrió cuando tenía 16 años. Todo comenzó una tarde de mayo en la que mis padres habían sido invitados a una boda a la que no se permitía la presencia de niños.

Y aunque técnicamente yo ya no contaba como niño y la misma amiga de mi mamá le dijo que yo podría ir sin problemas, pues también irían otras chicas de más o menos mi edad, yo me negué, nunca he sido fan de las grandes y ruidosas fiestas por lo que incluso a esa edad, ya las estaba tratando de evitar.

Además, justo en esa ocasión, yo ya tenía mis propios planes, ya que sabía que mis padres volverían muy tarde de la boda, decidí sobornar a mi hermanito con todas las palomitas y refresco que pudiera beber y comer y aprovechar la oportunidad para invitar a algunas de mis amigas a casa y pasar un rato divertido mientras mis padres estaban fuera. Sin embargo, nunca imaginé que esa tarde cambiaría por completo mi percepción de la realidad.

La tarde transcurrió de manera alegre y despreocupada. Reíamos y compartíamos historias mientras disfrutábamos de nuestra compañía.

Pero como es normal en mayo, se nubló de repente y comenzó a tronar y sabíamos que comenzaría a llover en cualquier momento, por lo que mis amigas me dijeron que lo mejor era irse ya, yo estuve de acuerdo con eso, pero casi al mismo tiempo en el que tomamos esa decisión, un fuerte trueno, hizo que comenzara a caer una fuerte lluvia que obligaba a todos a permanecer adentro.

Decidimos que esperaríamos a que la tormenta pasara, después de todo, sabía que mis padres todavía tardarían mucho en llegar, sin embargo, cuando estábamos retomando el ritmo de nuestra plática, mi hermanito, Adán, de tan solo 3 años, estaba asustado por la tormenta.

Bajó las escaleras llorando y se sentó a un lado mío, abrazando con fuerza mi brazo en busca de refugio. No era raro que hiciera esto, los ruidos fuertes le daban miedo, si se azotaba una puerta o alguien reventaba un globo cerca de él, entonces Adán correría a donde estuviera su fuente de confianza más cercana, y en este caso era yo.

Y esto normalmente no me molestaba, pero teniendo las risas de mis amigas encima, la verdad hice lo que la mayoría de los hermanos mayores hubiesen hecho en ese momento.

Con una mezcla de agotamiento y exasperación, le pedí que volviera a su habitación, deseando un poco de tranquilidad, Adán me dijo que tenía mucho miedo de estar solo en su habitación, pero yo le dije que no me interesaba, que teníamos un trato y tenía que irse. Sus ojos llenos de lágrimas se encontraron con los míos, esperando encontrar consuelo, pero mi respuesta fue fría y distante.

Mi hermano me rogó por quedarse un rato más, pero como yo me mostré inflexible, volvió lanzando pequeños sollozos a su cuarto, mis amigas me molestaron un poco por eso por un rato, pero después volvimos a nuestra plática normal.

Sin embargo, media hora después, volvió corriendo hacia mí de nuevo, pegando de brincos, estaba muy emocionado y me jalaba de la blusa para que subiera con él, mientras me decía. “¡Julia, Julia! ¡Hay un animalito que habla en mi habitación! Es tan lindo, tienes que venir a verlo”.

Mi paciencia se agotaba rápidamente, y la perspectiva de lidiar con más fantasías de mi hermano no me agradaba en absoluto, pues yo creía que solo lo estaba diciendo para que subiera y estuviera en su cuarto con él un rato.

Así que, con un tono de frustración, le dije que no me importaba y que fuera a jugar con su supuesto animal que habla, esperando que me dejara en paz de una vez por todas.

El volvió a su habitación y ya no volvió a molestarnos en las dos horas más que mis amigas se quedaron. Mis amigas decidieron irse justo en el momento en el que la lluvia se volvió una brizna ligera pero constante, conscientes de que la tormenta podría empeorar y no querían volver a quedar atrapadas en mi casa. Mientras se despedían, el teléfono de casa sonó. Era mi madre.

Se escuchaba mucha distorsión del otro lado, además de una música muy alta que me hizo agradecer el no haber ido. En cuanto el sonido estuvo un poco mejor, me dijo. “Julia, hemos decidido quedarnos a dormir en la casa de nuestros amigos. Por favor, asegúrate de acostar a Adán y asegúrate de cerrar muy bien toda la casa, nosotros volveremos temprano mañana”.

Le dije que estaba bien y con un suspiro resignado, fui a verificar que mi hermano estuviera en su habitación. Al entrar, vi que se había quedado dormido viendo videos en su tablet. Le quité el dispositivo y cerré su puerta. Sin embargo, en ese preciso momento, un fuerte trueno seguido de un destello de relámpago dejó toda la cuadra en completa oscuridad.

Me enojé un poco porque no tendría internet, pero sin saber que más hacer, decidí alumbrar con la linterna de mi teléfono, y limpiar donde había estado con mis amigas, para que mis padres nunca lo supieran y si cuando terminara aun no volvía la luz, solo iría a mi cuarto y usaría mi teléfono hasta que la luz volviera, o talvez intentaría adelantar mis tareas.

Mientras daba algunos pasos hacia allá, algo pequeño, peludo y ligeramente mojado se deslizó entre mis pies, provocando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Giré mi cabeza hacia donde esa cosa había corrido, en busca de respuestas, pero por la falta total de luz en todos lados, no podía ver prácticamente nada.

Salvo por dos ojos como canicas, brillantes, eso era raro porque no había ningún tipo de luz que pudieran estar absorbiendo, era solo, como si sus ojos tuvieran pequeños focos led, y aunque en un principio pensé que podría ser un gato que se había metido a la casa por la lluvia, pronto supe que estaba equivocada.

El Amigo Alebrije Historia De Terror

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La criatura se comenzaba a levantar sobre dos patas, o al menos eso parecía pues sus ojos estaban subiendo y, con una voz que luchaba por sonar adorable pero que resultaba siniestra, susurró: “Lameré la sangre de tu herida”.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras el miedo se apoderaba de mí. Y sin pensarlo mucho, corrí a la habitación de mi hermano, cerrando la puerta con fuerza para evitar que aquella abominación pudiera entrar. Durante lo que pareció una eternidad, escuché rasguños, risitas y golpes en la puerta, alimentando mi terror.

No estoy tan segura de en qué momento la luz volvió pues, me quedé dormida en la habitación de mi hermano atrancada sobre la puerta, desperté cerca de las cuatro de la madrugada, y la luz de noche de Adán estaba encendida y ya no se escuchaba ningún ruido afuera, pero aun así decidí no salir y me volví a dormir.

Me desperté hasta cerca de las nueve de la mañana, mis padres sacudían la manija de la puerta y nos llamaban, preocupados de que la puerta tuviese una tranca, aunque solo era yo, me levanté y les abrí, traté de contarles, pero, como todo abajo estaba sucio y obviamente se veía que más gente había estado en la casa, en lugar de creerme, me dijeron que estaba castigada por hacer una fiesta sin su permiso y no me dejaron seguir con mi historia.

Mientras desayunábamos, Adán nos comenzó a contar sobre su nuevo amigo “brije”. Mi hermano era una especie de niño superdotado, a sus tres años podía pronunciar la letra “r” y además de eso le encantaban los programas de mitología y vida animal, y podía recordar todo lo que veía, por lo que nos dijo que lo que había llegado a su habitación por la tormenta, había sido un alebrije, y que él le dijo que le podría decir “brije”.

Según él, su amigo era un ser mágico con la cabeza parecida a un mono, pero con orejas y cara de gato. Tenía un cuerpo similar al de un mapache y unas alas que, aunque dañadas por el rayo durante la tormenta, pronto sanarían y podría volar. Además, su pelaje era un estallido de colores brillantes y sus ojos brillaban en la oscuridad, permitiéndole ver en la noche.

Mis padres encontraban adorable la descripción de Adán, creían que era solo fruto de su imaginación infantil, y no lo veían malo, al contrario, la personalidad de Adán a veces podía ser demasiado racional para un niño de tres años y una pisca de imaginación, era muy bien recibida por ellos e incluso le siguieron la corriente y le preguntaron más detalles para alentarlo. Aunque a mí me provocaban escalofríos. Aquellas características sobrenaturales y la voz siniestra que había escuchado en aquella noche no dejaban de atormentarme.

Al pasar de los días, decidí que lo mejor era olvidarlo, pues no había vuelto a pasar nada extraño e incluso llegué a pensar que solo fue porque en ese momento me había asustado con la oscuridad, y talvez me tropecé con un peluche o algo así y después mi mente hizo el resto, fue más fácil creer eso.

Hasta que un día, al regresar de la escuela, vi a Adán sentado en cuclillas afuera de la casa, mirando atentamente el hueco que había debajo de la escalera. Estaba en una animada conversación. Me comencé a acercar cautelosamente, sintiendo un nudo en el estómago, y pude escuchar como Adán le decía a “brije” que también le encantaría ser un alebrije mágico como él, con alas para volar a cualquier parte.

Pero lo peor fue escuchar una vocecita muy similar a la que recordaba el día en el que se fue la luz, solo que no podía escuchar exactamente qué era lo que le estaba diciendo, pero aun así me dio tanto miedo que retrocedí, partiendo una rama con mi pie, en ese momento Adán volteo a verme, sorprendido pues no se había percatado de mi presencia y al mismo tiempo escuché como algo se movió debajo de las escaleras, le pregunté con quién hablaba y él me dijo “Brije, dice que siente haberte asustado esa noche, que no fue su intención, solo quería jugar un poco.” La verdad no supe que decir al respecto.

Uno o dos días después de aquel incidente debajo de las escaleras, me desperté en medio de la noche con una intensa sed. Bajé las escaleras en silencio, tratando de no hacer ruido, sabía que mi mamá había doblado turno y debía de estar muy cansada, llegué a la cocina para tomar un vaso de agua. Sin embargo, lo que encontré allí me hizo detenerme en seco.

Era mi hermano Adán, el cual estaba subido completamente en la barra del fregadero, sosteniendo un paquete de bistecs congelados y tratando de descongelarlos con agua hirviendo. No podía creer lo que veía, ni siquiera podía comprender como se había logrado subir ahí, estaba demasiado alto para él, no veía ninguna silla fuera de su lugar, y lo mismo ocurría con el paquete de bistecs, pues estaban en el congelador que también estaba muy alto para un niño tan pequeño como lo era él en ese momento, yo le pregunté qué estaba haciendo, y él me respondió “brije tiene mucha hambre”. Con cierta burla, le pregunté si planeaba freírle bistecs a su “brije”. Pero su respuesta me heló la sangre.

“No, a brije le gusta la carne cruda”, Adán me miró con una seriedad inquietante y siguió. “Dice que así puede saborear completamente la sangre”.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras procesaba sus palabras. En ese preciso momento, escuché un crujido proveniente de la sala. Instintivamente, voltee hacia esa dirección y mis ojos se encontraron con unos ojos brillantes en la oscuridad. El ser estaba parado en la pequeña mesa debajo de una lámpara, pero al ser descubierto, pareció intentar dar un salto para volar y falló, cayendo al suelo antes de salir corriendo escaleras arriba.

El terror se apoderó de mí y un grito escapó de mis labios, despertando a mis padres. Ellos bajaron rápidamente para ver qué estaba sucediendo, pero todo lo que pude decir fue que había visto algo en la sala. Y Adán dijo que era cierto, que lo que yo había visto era solo a brije y no sabía porque me había asustado.

Mis padres, aún adormilados y confundidos, escucharon a Adán mencionar a su amigo imaginario y me dijeron que dejara de tratar de convertirlo en algo que le diera miedo. Que solo era un niño jugando con su imaginación, que yo era la mayor y debía comportarme como tal.

Desde ese día, yo estaba demasiado paranoica ante cualquier ruido por más mínimo que este fuera, y siempre me aseguraba de cerrar mi puerta con llave y por ningún motivo salir por la noche.

Me acuerdo de una noche que también tuvo una tormenta, pero esta vez todos estábamos en la casa, y como era de esperarse la luz se fue en toda la cuadra. Mientras esperábamos ansiosamente el regreso de la electricidad, yo me aferraba a mis padres en busca de seguridad.

Estaba decidida a no separarme de ellos hasta que la luz volviera, pero entonces mi hermano pronunció unas palabras que me helaron la sangre. “Brije quiere jugar a las escondidas”.

Mi padre solía jugar a las escondidas con nosotros durante los apagones, usando una linterna para buscar mientras nos ocultábamos en la oscuridad. Era su forma de hacer que sus hijos no le tuviesen miedo a lo oscuridad, volviendo los apagones muy divertidos.

Sin embargo, en esa ocasión, la idea de jugar a las escondidas con ese ser siniestro rondando nuestro hogar me resultaba muy aterradora.

Y aunque intenté disuadirlos, todos pensaron que podría ser algo muy divertido en lo que esperábamos que la luz regresara y también me dijeron que, si no quería hacerlo, estaba bien, pero ellos si lo harían, aunque por el miedo, les dije que jugaría también, pues pensé que podría seguir a mi mamá y esconderme con ella.

Papá se ofreció a ser el buscador mientras todos nos escondíamos. Mi corazón latía con fuerza mientras buscábamos lugares para ocultarnos.

Mi papá nos contó esto después: según él, comenzó su búsqueda, y mientras avanzaba por la casa, escuchó ruiditos provenientes de mi armario. Siguiendo su instinto, abrió de par en par la puerta para encontrarse con nada. No había nadie allí, solo la ropa colgando en su lugar. Sin embargo, estaba seguro de haber escuchado algo.

Con cautela, mi padre palpó la ropa, buscando alguna pista o señal de lo que pudo haber causado esos ruidos. Fue entonces cuando ocurrió. Una criatura bípeda, apenas más alta que un mapache de pie sobre sus patas traseras, salió de entre los abrigos. Era exactamente como Adán lo había descrito.

Dijo que aquella cosa le había enseñado sus afilados dientes y, con una voz que parecía retorcerse de maldad, le dijo “Quítame esa luz de la cara, maldito infeliz”. Acto seguido, salió corriendo a toda velocidad, desapareciendo en la oscuridad.

Mi padre quedó paralizado de miedo y confusión. La realidad de lo que estaba sucediendo finalmente se había revelado ante sus propios ojos. Sabíamos que no estábamos lidiando con la imaginación de un niño, sino con una criatura completamente real.

Después de aquel encuentro aterrador, mi familia ya no podía negar la existencia de aquel ser al que mi hermano llamaba “brije”. El miedo y la desesperación se apoderaron de nosotros mientras intentábamos encontrar respuestas y una forma de protegernos de esa entidad sobrenatural que se había apoderado de nuestras vidas.

La tensión en nuestro hogar era demasiado intensa. Mis padres decidieron que era hora de poner fin a las interacciones de mi hermano con Brije. Le dijeron firmemente que ya no podía hablar con él nunca más.

Aunque Adán intentó defender a su amigo, les dijo que él no era malo, solo era un poco diferente y eso no significaba que fuera malo.

Desesperados por encontrar una solución, mis padres decidieron llamar a un padre de la iglesia, con la esperanza de que pudiera ayudarnos a lidiar con esta presencia perturbadora.

El sacerdote llegó con su Biblia y sus rezos, dispuesto a enfrentarse a lo que sea que estuviera acechando en nuestra casa. Pero mientras el sacerdote realizaba la bendición en cada rincón de nuestro hogar, esperábamos con ansias algún signo de que el mal que nos acechaba había sido expulsado.

Sin embargo, para nuestra sorpresa, nada parecía ocurrir más allá de lo ordinario. La casa estaba tranquila y en silencio, como si ahí no hubiese nada maligno.

Aunque, como si fuera un tipo de medicamento placebo, pensamos que finalmente estábamos a salvo, pero al día siguiente encontramos una libreta perteneciente a mi hermano.

En ella, escrita con una letra casi ininteligible y primitiva, decía: “Soy algo mucho más viejo, estaba en la tierra antes de que el hombre se inventara esos rezos”.

El escalofrío recorrió mi espina dorsal al leer esas palabras. Parecía que lo que fuera que habitaba en nuestra casa no podía ser ahuyentado por las palabras sagradas.

A partir de ese momento, las manifestaciones se volvieron más audaces y aterradoras. Podíamos escuchar pequeñas pisadas corriendo por la casa, puertas que se cerraban de golpe sin motivo aparente y la carne desaparecía misteriosamente de la cocina. Era como si la presencia se burlara de nosotros, jugando con nuestro miedo y debilitando nuestra cordura.

Sin embargo, así como llegó, un día mi hermano nos anunció con una mezcla de tristeza y alivio que Brije se había ido. Según él, su ala se había curado por completo y ahora podía volar y volver a donde él vivía.

A partir de ese momento, jamás volvimos a vivir algo similar. La calma regresó a nuestro hogar. Hoy en día mi hermano ya es un adolescente y afirma no recordar para nada esa etapa de su vida, lo que es raro porque como dije, tiene muy buena memoria, es como si esa cosa le hubiese quitado los recuerdos de él cuando se fue, no sé si esa cosa sea un criptido o un verdadero alebrije, pero sí sé que fue real.

Autor: Liza Hernández.

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