Un Nuevo Amigo Historia De Terror 2023

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Un Nuevo Amigo Historia De Terror 2023

Un Nuevo Amigo, Historia De Terror… Desde mi nacimiento, hasta que me fui a la universidad, viví en una zona relativamente cercana a la selva lacandona, aunque cercana es un decir, porque eran como treinta o cuarenta minutos caminando para empezar a encontrar rastros de la reserva, aunque se podría decir que, si la familia quería visitarla, no era tan difícil. Nuestros padres trabajaban largas horas, por lo que nos dejaban solos a Laura y a mí durante la mayor parte del día.

Laura siempre fue, no sé cómo decirlo, diferente, no le gustaba estar encerrada, odiaba la escuela, porque decía que no enseñaban cosas importantes, siempre decía que ahí se sentía como un pájaro enjaulado y que le encantaría jamás regresar, aunque a decir verdad, todos en la familia estábamos convencidos de que la única razón por la que Laura solía decir todas esas cosas, era porque los demás chicos se reían de ella y a menudo le hacían “bromas” que rayaban más en el acoso escolar, de hecho, aunque jamás nos lo dijo directamente recuerdo que llegué a escuchar que la apodaban “Laura la chiflada”.

Y honestamente no entendía el porqué, pues si bien era cierto que a veces Laura podía ser un poco soñadora, siempre era amable con todos y muy leal, además tenía un talento casi nato por dibujar,  además era bastante buena, al menos en cada deporte que la vi intentar, sin mencionar el profundo amor que esta parecía tener por todos los animales, desde el más grande hasta el más pequeño, sin embargo todas estas cualidades, que claramente podían funcionar como un imán de amigos, para Laura, simplemente no servían, al contrario, después de su cumpleaños número 7 en el que ni un solo niño llegó, dijo que no quería volver a tener ninguna otra fiesta de cumpleaños.

Como hermano mayor, trataba de incluirla en mi grupo de amigos, pero debido a que para el momento de que esta historia comienza, Laura tenía 9 años y yo 15, bueno, creo que sobra decir que no siempre encajaba en mi grupo de amigos, era la etapa de nuestras vidas en la que queríamos beber alcohol a escondidas o fumar nuestro primer cigarro, pero gracias a Laura, no podíamos hacer mucho más que estar afuera o ir a las maquinitas a jugar.

Y aunque mis amigos eran demasiado amables como para tratar mal a mi hermana o decirme a mí que lo mejor era que se fuera, yo sabía que era lo que todos querían o más bien, lo que todos queríamos.

Un día, recuerdo que, a Rubén, uno de mis mejores amigos por aquella época, su abuelo le había regalado un muy genial rifle de aire comprimido, el cual todos quisimos probar ese mismo día, por lo que nos fuimos a un terreno baldío, juntamos todas las botellas de vidrio que encontramos y las pusimos en fila, sobre una repisa improvisada que fabricamos con algunas piedras y tabiques, junto con un pedazo de madera medio podrida que estaba abandonada por ahí.

Todo parecía ir bastante bien, incluso dejaron que Laura disparase un par de veces, y parecía gustarle, sin embargo, en un momento, un gato pasó por ahí, estaba un tanto curioso por lo que estábamos haciendo así que se quedó parado un momento mirándonos, yo no recuerdo que me hubiese dado cuenta de su presencia, hasta que Bruno, uno de los primos de un chico de mi grupo de amigos, el cual traía el rifle en ese momento, nos dijo que ahí había un gato, todos volteamos para verlo, pero bruno tenía una idea diferente de lo que quería hacer con él.

Lo apuntó con la mira del rifle y dijo que nos apostaba un refresco a que le atinaba, no creo ser el único del grupo que pensó que esa no era una buena idea, sin embargo, antes de que cualquiera pudiera decir cualquier cosa, presionó el gatillo, el cual hizo que se disparase uno de los balines de plomo, por suerte no le dio, solo se estrelló contra el piso, levantando un poco de tierra y asustando al gato.

Bruno maldijo su tiro e intentó hacerlo una vez más, antes de que el gato saliera de nuestro campo visual.

Sin embargo, en ese momento, Laura intentó detenerlo, poniendo sin querer su mano justo en la boca del rifle, ocasionando que el balín se estrellara contra la palma de su mano.

El mismo se le quedo pegado a la mano por unos segundos y en cuanto cayó, también lo hicieron algunas gotas de sangre, pues le había hecho una pequeña, pero un poco profunda herida, primero hubo algunos segundos de silencio por lo rápido que habían sido todos los eventos, pero rápidamente, el silencio se rompió por el llanto de mi hermana.

De inmediato recibí miradas reprobatorias que me decían sin abrir la boca “es tu hermana, tu encárgate”. Debí ser un buen hermano, siempre he creído que nos pudimos evitar un poco de dolor si tan solo hubiese sido un buen hermano, y me la hubiese llevado a casa para intentar curarla, o al menos la hubiese defendido, le hubiese dicho a bruno que fue su culpa y que le pidiera disculpas a mi hermana o algo por el estilo.

Pero no lo hice, no es por justificarme, pero era muy joven, verme genial ante mis amigos era importante para mí en esos momentos.

Además, aunque me doliera admitirlo, yo tampoco la quería pegada conmigo todo el tiempo, era mi hermana y obviamente la amaba, pero, enserio quería salir con mis amigos sin preocuparme por cuidarla o cuidar el no hacer algo que después Laura pudiera contarle a mis padres por accidente, porque aunque no era soplona, no dejaba de ser una niña que a veces podía hablar un poco de más, por lo que, ese día en lugar de defenderla, la traté como si fuera su culpa y le dije que se fuera a casa, ella me dijo que no quería volver sola, pero le dije que no me iría de ahí, pero que ella si tenía que irse, por lo que sin saber que hacer salió del terreno baldío.

Después de un rato si me sentí un poco culpable, pero se me pasó casi enseguida, después de todo era una época un tanto más simple, no había tantas noticias de secuestradores y además estaba más que seguro de que Laura, sabía volver a casa. Sin embargo, cuando regresé a casa más tarde, un escalofrío recorrió mi espalda al percatarme de que Laura no estaba allí.

La preocupación se apoderó de mí rápidamente y comencé a buscarla en cada rincón de la casa. Corrí hacia los vecinos y les pregunté si la habían visto, pero ninguno de ellos tenía idea de dónde podría estar.

El miedo y la culpabilidad comenzaron a invadirme. ¿Cómo había podido dejar a Laura sola? Sabía que tenía que encontrarla lo más pronto posible. Salí con mi bicicleta de la casa y empecé a buscar en los alrededores. Llamé a su nombre una y otra vez, con la esperanza de que apareciera.

Recorría el vecindario, me sentía responsable por la seguridad de Laura y no podía dejar de pensar que algo muy malo le pudo haber pasado y que todo era mi culpa. Mi mente se llenó de imágenes perturbadoras, pero me negué a rendirme.

Después de salir del vecindario y preguntar por ella, hasta con personas que no nos conocían, decidí volver a casa, no sabía ni que le iba a decir a mis padres, Laura era mi responsabilidad y lo había arruinado, sin embargo, cuando di la vuelta a mi calle en mi bicicleta.

Laura estaba parada en una esquina, bastante tranquila, mirando a ambos lados antes de cruzar la calle para ir a casa, ni siquiera me había visto. Me acerqué rápidamente, avente mi bicicleta aun lado y la abracé con fuerza. Sin embargo, mi alivio se transformó en enojo y le pregunté, que en dónde había estado todo ese tiempo, y ella me respondió que con un amigo.

Le dije que no podía irse por tantas horas con nadie, porque se suponía que debía cuidarla y que, si mis padres llegaban y ella no estaba en la casa, entonces yo tendría muchos problemas, ni siquiera me importó que Laura hubiese hecho un amigo, lo único que quería en ese momento era llegar a casa y poner a calentar la cena, para que cuando mis padres llegaran, todo se calmara y esa situación tan angustiante y horrible, simplemente se olvidaran.

Cuando nuestros padres llegaron, comenzamos a cenar y ellos nos preguntaron cómo nos había ido en el día. En ese momento me asusté un poco, pues por todo lo que había pasado, había olvidado por completo el tema del rifle y que, gracias a uno de mis amigos, ella tenía una herida en la mano, recuerdo mirar a Laura, para decirle con la mirada que no fuera a decir nada.

Sin embargo, Laura sonrió y les dijo que había hecho un nuevo amigo. Nuestros padres se alegraron, sabiendo lo difícil que era para ella hacer amigos en la escuela. Le preguntaron si era alguien de su clase, pero Laura negó y les dijo que era un adulto.

Por obvias razones, nuestros padres se preocuparon por la situación, pues ningún adulto normal le gustaría pasar el tiempo con un niño que no es suyo o de su familia, pero a medida que Laura comenzó a describir a su nuevo amigo, ambos se tranquilizaron.

Según ella, era un brujo que siempre usaba lentes de sol porque tenía ojos de serpiente. Les contó a nuestros padres que, debido a un mal hechizo cuando era niño, sus ojos se habían quedado de esa manera, cada vez que estaba en su forma normal. Además, le dijo que el brujo tenía la habilidad de convertirse en cualquier animal y podía teletransportarse.

Y aunque todos considerábamos que Laura ya era demasiado grande como para tener un amigo imaginario, los tres concordamos en que se podía deber a que no lograba ser amigos reales y como no le hacía ningún daño a nadie, mis padres simplemente lo dejaron pasar, creyendo que en algunos días, solo lo olvidaría, como suele pasar con los amigos imaginarios de los niños.

En cuanto a mí, la situación me parecía maravillosa porque al pasar los días, Laura solo quería ir a donde estaba su amigo y ya no quería estar conmigo y mi grupo de amigos.

Supongo que todos debimos estar más atentos a lo que Laura hacía siempre que se iba con su “amigo” pues hasta donde sé, ni yo, ni mis padres estábamos al tanto de a donde iba Laura cuando iba a visitar a su amigo.

Lo sé porque, un día cuando estaba aburrido, fui a ver qué era lo que estaba haciendo Laura en su cuarto, y vi que por casi todas sus paredes había varios dibujos de la misma persona, morena, de pelo largo y lentes de sol.

En algunos no traía lentes y podía ver los ojos de serpiente de los que tanto hablaba mi hermana, aunque lo más extraño eran hojas llenas de dibujos con símbolos raros y palabras raras, así que sabía que mis padres no estaban al tanto de eso pues enserio era muy extraño.

Intrigado, le pregunté a Laura qué significaban esos símbolos y esas palabras. Ella sonrió misteriosamente y me dijo que eran hechizos. Añadió que su amigo le había dicho que, con suficiente práctica, podría aprender a hacerlos también.

Me burlé de ella, pensando que solo era producto de su imaginación infantil. Entonces, Laura decidió demostrarme que su amigo y sus supuestos poderes eran reales. Sacó una vieja libreta de su mochila, que solía usar como diario, y se sentó en su cama. Leyó algo en voz baja, pero no pude entender las palabras. Luego, cerró los ojos y comenzó a concentrarse intensamente.

Mi escepticismo creció aún más mientras observaba como mi hermana se esforzaba en demostrar algo que yo consideraba imposible. Sin embargo, en ese momento, un fuerte portazo resonó desde el baño. Laura abrió los ojos y me miró triunfante, asegurándome que ella había sido la responsable.

En ese momento le dije que dejara de decir mentiras, que nadie podía hacer eso, pero ella me respondió que por supuesto que sí, que su amigo podía y que un día le iba a enseñar todos sus secretos mágicos, y como no supe que más decirle, lo dejé pasar, aunque sí se lo dije a mis padres, quienes me dijeron que solo era Laura jugando con su imaginación, y que la dejara ser niña.

En una ocasión, Laura regresó a casa visiblemente afectada. Sus ojos estaban enrojecidos por haber estado llorando y su cabello lucía cortado de forma desordenada. Entre sollozos, me contó que unas chicas de la escuela le habían hecho eso, la habían intimidado y cortado su cabello sin piedad.

Nuestros padres, llenos de indignación, se dirigieron a la escuela para reclamar este preocupante incidente. Sin embargo, la respuesta de la escuela fue decepcionante. Parecía que no le daban la importancia que merecía y apenas tomaron medidas para abordar el problema.

El impacto de aquel episodio de bullying en Laura fue devastador, me acuerdo que, yo escuché en la escuela que Laura había dicho que tenía un amigo brujo y por eso le habían cortado el cabello, esas niñas le habían dicho que si su amigo podía hacer magia, que entonces hiciera que su cabello creciera.

Y eso había ocasionado que todos se rieran aún mas de ella. A pesar de nuestro constante apoyo y consuelo, su confianza en la escuela y en sus compañeros se vio todavía más dañada.

Al día siguiente, algo inusual ocurrió. La niña que había liderado el acoso y el ataque a Laura no asistió a la escuela. Y rápidamente se corrió la noticia de que había sido atacada por un jaguar en su propio patio trasero, el cual le había arrancado casi por completo el cuero cabelludo.

La noticia se extendió rápidamente por el vecindario, generando un gran revuelo y preocupación entre los residentes. Tanto así que un grupo de búsqueda se formó para encontrar al supuesto jaguar, pero sus esfuerzos fueron en vano. No encontraron rastros del felino, lo que llevó a especulaciones de que había regresado a la selva, donde pertenecía.

Me acuerdo de que, cuando Laura supo lo que le había pasado a aquella chica, dijo “las personas malas, obtienen castigos malos”. Por lo delicada de la situación, me acuerdo que mi mamá había dejado que Laura faltara a la escuela por un mes, pues tenía la creencia que así el cabello podría crecerle un poco más para así tratar de emparejarlo un poco, pero como Laura solo estaba en casa y las veces que salía solo lo hacía para jugar con su amigo imaginario, mis padres pensaron que debían de pasar más tiempo con ella, talvez enseñarla a socializar un poco mejor, para que así de esa manera, pudiera hacer amigos reales y se olvidara por completo de ese amigo imaginario, el cual, consideraban que ya se había quedado demasiado tiempo.

Por lo que aquel fin de semana, mis padres decidieron enviarnos de paseo por la concurrida plaza de nuestra localidad. El bullicio de la multitud, el aroma de los puestos de comida y la música en vivo creaban un ambiente festivo y animado. Mientras caminábamos juntos, disfrutando de la animada atmósfera, Laura repentinamente exclamó emocionada: “¡Mira, ahí está mi amigo!”

Inmediatamente, todos volteamos hacia donde Laura señalaba con entusiasmo. Entre la multitud, pudimos distinguir a un hombre alto con cabello negro y largo, piel morena, una camisa de manta y lentes de sol. Parecía encajar perfectamente con la descripción que Laura había dado de su amigo imaginario y también la de todos sus dibujos. Su presencia destacaba entre la multitud, como si irradiara una energía especial.

Sin embargo, antes de que pudiéramos acercarnos o incluso asimilar plenamente lo que estaba sucediendo, una multitud de personas pasó rápidamente frente a nosotros, bloqueando nuestra visión. Cuando finalmente logramos abrirnos paso entre la muchedumbre, el hombre misterioso ya no estaba allí. Había desaparecido sin dejar rastro alguno.

Un Nuevo Amigo Historia De Terror

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Después del extraño encuentro en la plaza, mis padres se preocuparon mucho al darse cuenta de que aquel hombre era real y un completo desconocido para ellos. A pesar de sus intentos por encontrarlo en los alrededores, buscando respuestas o al menos para asegurarse de sus intenciones, resultó imposible dar con su paradero.

Recuerdo claramente el consejo que nos dio un vecino preocupado: “Podría ser alguien de la tribu de los lacandones. No es seguro que Laura esté relacionándose con personas así, no estamos seguros de todas sus costumbres o intenciones.” Con esas palabras resonando en nuestras mentes, mis padres tomaron la decisión de prohibirle a Laura volver a hablar con aquel hombre. Eliminaron todos los dibujos y libretas que Laura había recibido de él, esperando que así terminara su extraña amistad.

Sin embargo, la reacción de Laura fue desgarradora. Llena de rabia y tristeza, nos dijo que nos odiaba y que ya no quería vivir allí. En ese momento, pensamos que solo era una rabieta pasajera, pero al despertar al día siguiente, nos dimos cuenta de que Laura no estaba en su habitación.

El pánico se apoderó de nosotros mientras la buscábamos frenéticamente por toda la casa. Preguntamos a los vecinos, revisamos cada rincón, incluso la policía se involucró y buscaron por mucho tiempo, pero Laura había desaparecido sin dejar rastro y como suele pasar en la mayoría de estos casos, mi hermana solo se volvió un nombre en una larga lista más, la dejaron de buscar más rápido, solo porque por la pelea del día anterior, decían que había huido por su propio pie. El dolor y la incertidumbre se convirtieron en compañeros constantes en nuestras vidas, sin tener ninguna pista sobre su paradero.

Años después, me fui a la universidad y aunque me costó mucho, logré hacer una vida en la ciudad, no me gustaba ir a donde crecí, porque todo me recordaba a ella, así que, por lo general, les pagaba boletos a mis padres para que fueran ellos a visitarme. Aunque eso cambió hace poco, pues mi padre falleció, dos años después de que mi madre lo hiciera, así que, al ser el único heredero, regresé a la antigua casa familiar. Mi objetivo era ordenar sus pertenencias y decidir qué hacer con la propiedad. Pero al entrar en la casa, me invadió una sensación de nostalgia y melancolía. Fue entonces cuando vi a una mujer de espaldas, parada en una de las habitaciones.

Le dije con firmeza que no podía estar allí, pero antes de que pudiera decir algo más, ella se dio la vuelta lentamente. Mi corazón se detuvo un instante al reconocer su rostro. Era Laura. Podrían pasar cien años y podría reconocerla igual, me miró con una combinación de nostalgia y felicidad. Me dijo que no podía quedarse mucho tiempo, pero al menos quería despedirse de nuestros padres.

Le intenté hacer mil preguntas, y creo que también le grité un poco, reclamándole por todo lo que habíamos pasado en su ausencia, pero ella me dijo que no podía decirme mucho, me aseguraba que estaba bien, que vivía en la selva y que había estado bien todo ese tiempo y aunque también nos extrañó, nunca dudó que había tomado la decisión correcta, pero que no podía quedarse, y que, aun así, le había gustado poder verme otra vez.

Como no sabía que otra cosa hacer, solo la abracé y le dije que se cuidara, mientras escribo esto, aun me cuesta creer que eso fue real, pienso que talvez estoy tan sumergido en el duelo por haber perdido a todos los integrantes de mi familia que solo lo imaginé para darle algún tipo de cierre a la desaparición de mi hermana, y que solo lo haga para sentirme mejor por mandarla a casa sola aquel día, supongo que nunca lo sabré.

Autor: Liza Hernández

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