Mas Allá De Las Paredes Historia De Terror 2024

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Mas Allá De Las Paredes Historia De Terror 2024

Mas Allá De Las Paredes, Historia De Terror… Mi nombre es Ana, y esta historia me sucedió hace dos años. Había entrado a trabajar como intendente en el orfanato de Villa Oeste, al norte de la ciudad, casi saliendo de esta, el lugar era administrado por un grupo católico, había monjas que comúnmente se encontraban recorriendo los pasillos y salones del lugar, el edificio era una construcción realizada a algunos cientos de metros del viejo cementerio de la ciudad, pero por ser un lugar tan apartado, se necesitaba un transporte especial de la iglesia que dejaba y recogía a los empleados que entraban o salían del lugar.

Yo iba a quedarme ahí en el periodo en el que trabajara para la limpieza del complejo, por eso mismo llegué con mis maletas, a instalarme en el orfanato que por los siguientes meses sería mi hogar, pues el trabajo era temporal, y mi contrato duraría desde abril hasta octubre del mismo año, pues la agencia de servicios de limpieza a la que pertenezco nos rota cada cierto tiempo de lugares de trabajo, esto para mantener mayor eficiencia entre sus empleados.

Los primeros días transcurrieron con suma normalidad, de hecho, el lugar era uno de los más tranquilos en los que hubiera trabajado nunca, a medio día y en la mañana se escuchaban ruidos, correteos, murmullos, etcétera, pero al caer la tarde y durante toda la noche, el silencio reinaba en todo el edificio, en el salón principal, los pasillos, las diferentes áreas, el jardín trasero, la planta baja y las otras dos plantas de arriba, permanecían especialmente calladas, era como si el ruido se fuera apagando conforme el sol iba descendiendo en el horizonte, y al llegar el ocaso, daba la sensación de estar sola en ese lugar, es lo que hubiera parecido, de no ser porque de vez en cuando veía a alguna de las madres rondar por las instalaciones, verificando que los niños estuvieran en sus recámaras, que nadie se saliera a jugar por ahí en medio de la noche.

De vez en cuando pasaba, pero eran casos muy particulares de niños hiperactivos que se resistían a quedarse mucho tiempo quietos y a dormir temprano, la tarde – noche era ideal para barrer y trapear, pues difícilmente sería interrumpida por alguien que deseara pasar por los pasillos cuando todavía estuvieran húmedos, o era casi seguro que nadie pisaría por los montoncitos de polvo y basura que hacía al barrer. Habían dos amas de llaves más, Liliana y Patricia, una se encargaba del primer piso y la otra del segundo, yo de la planta baja, donde tenía mi habitación para mi sola, lo cual hacía que casi nunca nos encontráramos.

A eso de las 11 de la noche, empecé a escuchar un raro martilleo aparentemente proveniente de unos tres o cuatro cuartos aledaños a donde yo dormía, se escuchaban golpes secos contra las paredes, de principio los ignoré, pero pasada casi una hora, decidí ir a investigar qué era lo que causaba esos insistentes estruendos en las paredes, lo más extraño es que al acercarme a la dirección donde pensé que provenían los ruidos, este sonido cambiaba de ubicación súbitamente sin que yo me diera cuenta que el rumor se movió de punto A, hacia punto B. Al moverme hacia la siguiente ubicación, el sonido ahora provenía de un punto C, lo cual me dejaba totalmente desconcertada, era como si algo se estuviera moviendo entre las paredes, y no necesitara de los corredores para desplazarse.

Unos días después, supe que el orfanato había recibido a una niña nueva, una pequeña de 8 años de edad. Desde la primera vez que la vi me pareció sumamente extraña, su piel tenía un aspecto gris, y sus mirada casi siempre estaba desencajada, pero nunca quise prestarle mucha atención, o arriesgarme a que ella me descubriera observándola fijamente, pues sería algo inapropiado de mi parte, su inusual coloración de piel podía deberse a una enfermedad, y no quería importunar o acomplejarla con mis miradas, además, su cabello rojizo y rizado era muy llamativo entre los demás niños, cuando caminaban en grupo, aquella bolita de cabello color zanahoria resaltaba entre las demás cabelleras oscuras o castañas.

Es importante mencionar la llegada de esa niña, pues creo que todo lo que sucedió en el orfanato después de su llegada, está relacionado a ella misma, creo que de alguna manera, ella fue parte importante de lo que estoy a punto de narrar, además de que pareciera que el convento de donde pertenecían las monjas que velaban por los infantes, también esconden una extraña similitud con los desafortunados hechos posteriores.

Lizbeth, la pequeña pelirroja, había sufrido un accidente donde sus padres murieron, un estruendoso choque de una camioneta (donde ella se transportaba en la cabina posterior) y un tráiler (el vehículo contra el que chocó a más de 80 kilómetros por hora) su supervivencia no solo fue milagrosa, sino que la niña salió del destrozado coche sin ni siquiera un solo rasguño, sin una astilla de vidrio encajada en su piel, sus padres habían sido prensados por los retorcidos fierros y metales de ambos vehículos, al punto de quedar casi irreconocibles, y ella parecía que se levantaba de una tranquila siesta de la cama más esponjosa que te pudieras imaginar. La niña no tenía tíos, abuelos o familia cercana, por lo que fue a parar al orfanato.

Fue después de la llegada de Beth, que empecé a escuchar los martilleos en las paredes, esos extraños sonidos que se desplazaban por algún lugar etéreo del orfanato, noches después, el extraño rumor de unos pasos arrastrados por los corredores empezaba a escucharse, intenté sorprender a lo que sea que causaba ese sonido, justo cuando pasaba por enfrente de mi dormitorio, pero nunca había nada, los sonidos siempre o desaparecían, o empezaban a escucharse de nueva cuenta, pero en un punto más lejano del edificio.

Mas Allá De Las Paredes Historia De Terror

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Al preguntarle sobre estos sonidos a las monjas, ellas siempre decían que no escuchaban nada, que tal vez eran imaginaciones mías por el cansancio, pues siempre escuchaba los sonidos a la hora de dormir y no antes. Pero en una ocasión hablé con Liliana y luego con Patricia, y ellas también percibían esos extraños golpes y rumores nocturnos, lo cual nos hizo pensar que las monjas sí sabían que algo estaba pasando, pero simplemente se hacían las desentendidas.

Una noche en la que no podía dormir, pero tampoco estaban presentes los extraños ruidos, me levanté y empecé a recorrer los silenciosos y oscuros pasillos del orfanato, entonces, pude ver como al final de uno de los corredores, se perdía una pequeña y oscura silueta, la seguí siendo especialmente cuidadosa con ocultar mi presencia y cuidando que mis pasos no se escucharan, al llegar al final, dicho corredor conectaba con una sala de lectura amplia, a unos 6 metros de mí, estaba de espaldas Beth, pegada a un rincón del lugar, recorría lentamente las paredes que estaban a centímetros de su rostro con sus manos, parecía estar intentando sentir algo más allá de las paredes, como tratando de palpar algún objeto que sentiría en el muro, alguna protuberancia que se encontrase ahí.

Yo me escondía detrás del marco al final del pasillo, asomaba mi cabeza lo menos posible, solamente lo suficiente para poder ver lo que estaba pasando. No podía ver el rostro de la niña, pues en todo momento me daba la espalda, segundos después del tacto de la pequeña en las paredes, empecé a escuchar los ya típicos ruidos del lugar, los martillazos, el arrastre de pies, y ahora también podía distinguir rasguños que venían de cierto punto, y segundos después parecían cambiar de ubicación, la niña seguía ahí, palpando la pared, como haciendo algo aparentemente incomprensible para mí o para cualquier otra persona común y corriente.

Después de unos minutos que se sintieron como una eternidad, la presencia de una monja que salió de la puerta de enfrente a mí, a pocos metros de la niña, casi me hace dar un grito de terror, pues apareció gradualmente y parecía llevar rato ahí parada, pero yo no me había percatado de su presencia, por algunos segundos me puse a pensar si me había visto, pues no alcanzaba a ver su cara debido al habito, pero no me vio, lo supe porque se quedó de pie ahí, al marco de la puerta donde apareció, la niña dejó de tocar las paredes, y se fue junto con la monja, se tomaron de la mano y caminaron hasta perderse en la profunda oscuridad de los alfombrados y solitarios pasillos nocturnos del orfanato.

Traté de seguirlas pero llegó un momento en el que hicieron más lento y pausado su paso, como con sospecha de estar siendo perseguidas, lo cual me causó una ansiedad horrible por ser descubierta, y no tuve el valor de continuar asediándolas, por lo cual decidí regresar a mi habitación, los sonidos siguieron hasta altas horas de la madrugada, y esa noche no pude dormir nada.

Pasaron semanas y empecé a notar algo extraño, nadie iba a adoptar, no habían personas ajenas que entraran a la instalación, el orfanato era una vieja mansión que se adecuó para fungir como este lugar de asilo para infantes sin familia, pero supongo debe de haber alguna autoridad mayor a las monjas que vaya y revise cada cierto tiempo para saber que todo está en correcto funcionamiento, pues eso nunca pasó.

Lo más extraño, empecé a notar que los niños empezaban a ser diferentes, no en cuanto a su actitud o algo por el estilo, es que simplemente habían niños que de un día para otro ya no estaban, y empezaba a notar también caras nuevas que no me di cuenta nunca cual fue el momento en el que ingresaron, era como si los y las niñas del lugar cambiaran constantemente sin que yo me diera cuenta, sin ver cuándo se los llevaban y cuando ingresaban otros, era todo sumamente extraño y confuso en ese momento, pues no sabía el horrible destino que los pobres infantes sufrían y cada noche que recuerdo esto, deseo haberme quedado sin descubrir lo que pasaba en ese horrible y pesadillezco lugar.

No podía dejar de pensar en lo que había visto esa noche, sabía que había algo ahí, que de alguna manera las monjas estaban ocultando algo, por lo que decidí esconderme debajo de la mesa de la sala de lectura, oculta por el mantel de esta misma.

A la media noche vi llegar a Beth como hace semanas lo había hecho, se puso a tocar de igual manera las paredes, y los sonidos empezaron a hacerse presentes, luego llegó la monja que parecía acompañarla hacia algún lugar. Las seguí, esta vez luchando contra mi constante miedo de ser descubierta, o de descubrir qué es lo que pasaba en ese lugar.

La monja y la niña bajaron por unas escaleras de servicio hacia el sótano del lugar, al cual teníamos estrictamente prohibido ingresar (las personas de limpieza), pues las madres comentaban que el lugar se había adecuado para servir como una bodega donde guardaban material santo de la iglesia, y que entrar o intentar hacerlo causaría nuestro despido inmediato, la monja y la niña ingresaron, y cerraron una puerta metálica detrás de ellas, ese fue el obstáculo que me impidió continuar, no pude seguir pues la puerta me lo impedía, y a las conserjes no se nos había otorgado una llave de ese lugar, de todos los demás sitios sí, pero del sótano nunca.

Pasaron algunos días más, y logré hacerme con una copia de una de las llaves que daban acceso al sótano, lo cual fue enormemente difícil, pues había un manojo de llaves en donde se encontraba la  que estaba buscando, y tuve que aprovechar el descuido de unos cuantos segundos de la madre que resguardaba las llaves, para tomar el manojo entero y posteriormente, comparar las llaves que ya tenía yo, y encontrar esa pieza que era diferente a todas las demás.

No pude comprobarlo, pero creo que todas las monjas guardaban una llave que da al sótano, pero de quién yo la tomé, la madre Lety, me parecía aterradora, era una buena persona a simple vista, pero verla rondar por los pasillos en la noche, con su descomunal altura, ver pasar a una figura totalmente de negro, en silencio, recorriendo los pasillos y de fácilmente un metro noventa y cinco de estatura, ponía los pelos de punta.

Lety tenía un rostro fino y delicado, el de una mujer en sus treintas, pero había un detalle que nunca logré pasar por alto, ella siempre ocultaba sus manos en su hábito, cosa que las demás monjas nunca hacían, un día, en un descuido suyo, logré ves sus manos, eran sumamente extrañas pues no coincidían con la piel de su rostro, sus extremidades eran las de una anciana de unos noventa años y pensé que tal vez tenía una enfermedad extraña en la piel (al igual que Beth), por lo cual no le dije nada a nadie respecto a esto.

Sin embargo, creo que Lety no era la monja que acompañaba a Beth hacia el sótano, pues esta otra presencia era considerablemente más bajita, y su andar era distinto, no era tan cuidadoso como el de la madre Lety, la monja desconocida, cuando caminaba se balanceaba un poco a los lados, lo cual me daba la impresión de estar viendo a una anciana, aunado a que no habían ancianas entre las monjas, esto resultó ser un misterio más que no pude resolver.

Lo logré, pero en cuanto la madre que resguardaba las llaves se dio cuenta que estas se perdieron, fue como si hubieran entrado en un protocolo de seguridad estricto, en donde se ponían a revisar todos los cuartos y los rincones donde se pudiera esconder este manojo de llaves, y claro, las principales sospechosas éramos las encargadas de la limpieza.

Logré resistir la presión de ser descubierta, el suelo era de madera y en mi habitación había una tabla que no estaba bien encajada, la cual hacía un espacio perfecto para tener algo oculto ahí, ese era mi escondite para las llaves robadas, luego las monjas dejaron de hacer tanta presión sobre nosotras (las encargadas de limpieza) y empezaron a sospechar de los niños más hiperactivos del orfanato, lo cual me dio libertad para escabullirme de nuevo por las madrugadas, y rondar el área donde está el acceso hacia el sótano.

Una noche de agosto, cuando los sonidos de la madrugada ya estaban presentes, me levanté y salí de mi habitación, mientras caminaba por la oscuridad de los corredores de la mansión, escuché un tenue susurro a mis espaldas, me di la vuelta pero no había nada ni nadie, tal vez el nerviosismo de estar haciendo algo que de ser descubierta, iba a costarme fácilmente mi trabajo, peor viendo lo que pude dilucidar en ese lugar, estoy segura de que no hubiera salido con vida de ahí, pues mi ignorancia ante la situación me mantenían ajena a las reales consecuencias que pude haber afrontado.

Fui a la puerta que daba hacia el sótano, con la llave robada pude abrir la puerta, y silenciosamente me introduje en el lugar, la puerta metálica era muy pesada, me di cuenta anteriormente que había que levantarla un poco para que no hiciera ruido, y me tardé algunos minutos, pero pude adentrarme sin hacer el más mínimo ruido con las viejas bisagras que unían la puerta a su marco de un metal semi oxidado, despintado y vetusto.

Di algunos pasos entre la penumbra de los pasillos subterráneos de la vieja mansión, y más temprano que tarde, la luz de algunas velas llamó mi atención.

Al llegar al área principal del sótano, pude ver a unas 12 monjas reunidas en un semicírculo, al lado de ellas, Beth acompañándolas, con velas a su alrededor, a la izquierda del lugar, una pila de cuerpos de niños desnudos, todos eran cadáveres, no había ninguno con vida, o que se notara consciente, pero lo peor de todo es lo que hacían con estos niños.

Frente al semicírculo de las monjas, yacía lo más extraño, aterrador y grotesco que he visto en mi vida, una masa amorfa y gigantesca de carne viva y palpitante, unida a la pared, parecía un órgano expuesto pero de dimensiones enormes, había un leve respirar proveniente de esa cosa, habían también una especie de arterias o tentáculos que salían de esto y se conectaban a las paredes y a los techos del sótano, y parecían extenderse por debajo de toda la mansión, la amalgama de carne tenía un grupo de dientes y colmillos alrededor de lo que parecía ser una boca gigante, donde las monjas echaban los cuerpos inertes de los infantes, y la criatura procedía a masticarlos lentamente, pulverizándolos en cuestión de segundos.

Me quedé absolutamente aterrorizada, estuve a punto de gritar y de salir huyendo, pero de alguna manera, logré mantenerme en calma.

Había visto suficiente, salí del sótano y dejé la puerta cerrada, tal y como la encontré, luego fui a la cocina, tomé un trapo y unos cerillos, le prendí fuego al trapo y lo dejé debajo de las cortinas de ventana que daba hacia el patio de la cocina, salí corriendo y bajé la alarma contra incendios.

Empecé a despertar a los niños para sacarlos del lugar, rápidamente vi a Liliana y a Patricia hacer lo mismo con los pequeños del primer y segundo piso, en cuestión de minutos habíamos logrado sacar a casi todos los niños del lugar. Casi, porque faltaban los del cuarto más apartado del lugar.

Volví a entrar a buscar a los niños faltantes, y para este punto el incendio ya iba avanzado, pude ver como debajo de las paredes había una materia viva, una especie de carne roja que se movía, pero también que se consumía con el fuego. Encontré a los niños faltantes y los saqué del lugar, para este punto no habíamos visto a ninguna de las monjas, pero ellas aparecieron justo al final, casi cuando la casa estaba por consumirse totalmente entre el abrazador e implacable fuego.

Llagaron los bomberos y apagaron el incendio, el orfanato quedó totalmente en ruinas, tal vez fue una decisión demasiado imprudente de mi parte, pero no sabía que más hacer, no sabía de qué manera detener eso que llegué a observar con mis propios ojos ¿A quién se lo iba a contar? Nadie me iba a creer lo que vi, era demasiado, si alguien me lo hubiera platicado a mí, estoy totalmente segura de que no hubiera creído ni la mitad, ni del relato, ni de lo que había ahí abajo, en ese sótano.

Ahora que lo pienso con más detenimiento, las monjas siempre tuvieron una actitud muy extraña, era como si todo el tiempo estuvieran a la defensiva, tratando de esconder algo, no me daba cuenta, o tal vez lo dejaba pasar, pero así fue desde el principio. Además, que ellas nos tenían estrictamente prohibido hablar con los niños, era algo por demás extraño que no tenía fundamento.

Luego está lo que vi entre las paredes y los techos del orfanato cuando este se encendió en llamas, esa carne entre las paredes, eso que aparentemente respiraba y que estoy segura, era lo responsable de los sonidos que podía escuchar casi todas las noches, era la cosa que vi en el sótano, todo estaba conectado a ella, y no sé a qué tipo de ser vivo pertenezca, y estoy segura de que no lo quiero averiguar.

Los niños que se quedaron sin techo fueron trasladados a un centro de ayuda gubernamental, el cual les dio asilo, algo que me hizo tranquilizarme, pues ya no estarían a la disposición de las macabras monjas, que los utilizaban como alimento para un extraño ser de dimensiones absurdas y de una especie desconocida para el ser humano.

Posteriormente, en el centro de ayuda donde se estaban quedando los niños, pude notar que faltaba alguien, no había visto a Beth, de hecho, después de hacer memoria y penarlo con detenimiento, ni siquiera la vi salir de la mansión en llamas, pregunté por ella, y lo más raro de todo, es que nadie la recordaba, todos desconocieron a una pequeña de piel algo gris, mirada desencajada y cabello chino y rojizo, parecía ser yo la única persona que vio a Beth en ese horrible lugar, en el orfanato que espero que deje enterrados secretos que nadie debería de descubrir.

Autor: Anónimo.

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