Sirenas? Historia De Terror 2023
Sirenas? Historia De Terror… Desde que era una niña me encanta o más bien me encantaba todo lo que tenía que ver con sirenas, aquellas leyendas de hermosas mujeres que vivían en el mar, tenía mucha mercancía de ellas y por lo general solo me gustaba escuchar las historias fantásticas.
Cuando veía como se creía que se verían realmente si existieran o esos documentales conspiranoicos, por lo general los pasaba de largo, me gustaba más el concepto de criatura mitológica, desde luego no creía que realmente fueran reales.
Sin embargo, me ocurrió algo, que hasta la fecha no puedo explicar, pero me sigue atormentando hasta el día de hoy.
Tenía quince años en aquel entonces, y me atrevería a decir que mi vida era como la de cualquier adolescente normal, tenía amigos y pasatiempos, no me iba mal en la escuela, aunque tampoco era un cuadro de honor, no era alguien particularmente popular, pero nadie se metía conmigo.
Vivía en Veracruz, mi familia llevaba generaciones dedicándose a la pesca y al comercio de mariscos, no era exactamente una tradición familiar, pero yo fui la primera en la familia en no dedicarse a eso y lo que estoy por relatar, tuvo mucho que ver con eso.
Mi padre era papá soltero, por lo que desde que tuve memoria, papá siempre me llevaba con el, como ayudante, enseñándome todo sobre el negocio y sobre barcos, y esto se mantuvo así hasta inicios de esta historia, en verano.
Cada día, mi padre y yo zarparíamos en uno de nuestros modestos botes, para tener un día de pesca. Con el tiempo, había aprendido a dominar el arte de la pesca y un poco de navegación, aunque claro, no era una total experta en esto último, pues siempre que lo hacía, estaba supervisada por mi papá o algún otro familiar, y a pesar de que me sentía lo suficientemente preparada para hacerlo sola, siempre me decían que debía aprender mucho más.
Un día, después de una jornada exitosa de pesca, mi padre y yo regresamos al muelle con los frutos de nuestro esfuerzo. Descargamos la pesca mientras el sol se sumergía en el horizonte.
A medida que terminábamos de acomodar las redes y los cestos llenos de mariscos, mi padre me entregó las llaves del barco y me preguntó si es que me gustaría estacionarlo, por mi propia cuenta y sin supervisión, con una sonrisa cálida, sus ojos llenos de orgullo. Asentí emocionada, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
Tomé las llaves con manos temblorosas pero emocionadas. Subí al barco, el cual había sido bautizado como, “Mar Azul”. Y encendí el motor con un suspiro apacible.
El sonido del motor llenó el aire, una sinfonía de familiaridad y emoción. Navegué el bote con la confianza de quien había soñado con este momento durante años, sintiendo el viento en mi cabello y el pulso del mar bajo el casco del bote.
Después de estacionarlo en el área designada, bajé del bote con una sonrisa que no podía contener. Era como si finalmente me hubiera unido a las historias que mi familia había compartido durante generaciones. Mis amigas se acercaron al muelle, sus ojos brillando de admiración, me dijeron que conducía muy bien y que era bastante genial que me dejaran usar el barco sin ningún tipo de supervisión.
Miré a mis amigas, sintiendo el peso de la verdad y la tentación de la exageración. Así que, como muchos a esa edad, decidí exagerar un poco, y les dije que mi papá me dejaba usarlo por mi cuenta para llevar los mariscos o para hacerle algunos encargos, obviamente, completamente sola, permitiendo que un toque de orgullo y autosuficiencia entrara en mi voz.
Otra de mis amigas sonrió con picardía. Como si acabara de hacer un fantástico descubrimiento para la humanidad, me miró entusiasmada y me dijo que podríamos aprovechar uno de esos viajes para hacer una especie de mini fiesta en algún lugar donde nadie nos molestara, y que podríamos hacer lo que quisiéramos y de inmediato.
Mis otras tres amigas fantasearon con la idea y pensaron que sería increíble si lo pudiéramos hacer, la idea me pareció tentadora, pero estaba perfectamente consiente de que lo que les había dicho era una total mentira y que mi papá no permitiría nunca algo como eso, aún si se lo pidiera, por lo que les dije la primera excusa que se me ocurrió.
“Bueno, suena genial, pero mi papá lo usa mucho. Siempre tengo que devolverlo a tiempo”, les expliqué, tratando de ocultar mi mentira.
Todas parecieron decepcionadas, pero también comprendieron el porque no se podía, sin embargo, mi mejor amiga Janet, dijo que podríamos hacerlo durante la fiesta de comerciantes en una semana, sus padres y también los míos irían esa fiesta, la cual terminaba algo tarde, por lo que podríamos hacerlo sin problemas y la emoción volvió a todas, y no mentiré, yo también me emocioné, pues era joven y la idea sonaba muy divertida, sin embargo.
A pesar de la excitación, una sensación de inquietud comenzó a arraigarse en mi interior. Sabía que estaba a punto de cruzar una línea, que estaba a punto de tejer una mentira que no podría desenredar fácilmente. Sin embargo, la sensación de pertenecer y de ser reconocida como alguien intrépida nubló mis dudas, empujándome hacia adelante en una dirección peligrosa y desconocida.
El día pactado llegó, y la ansiedad se mezclaba con la emoción en mi pecho. Algo dentro de mí me decía que la opción más sensata era cancelar, inventar una excusa sobre cómo mi padre se había enterado y había dejado todas las llaves bajo estricta supervisión.
Pero también estaba esa parte de mí que se sentía atraída por la idea de aventura, la idea de tomar las riendas del “Mar Azul” sin la sombra de la supervisión adulta. Con un arranque de valor, tomé las llaves y me dirigí hacia donde mis amigas me esperaban.
Al llegar, descubrí que habían invitado a algunas otras personas, en su mayoría muchachos, pero decidí no darle importancia, después de todo y como dije antes, con nadie me llevaba particularmente mal.
Nos embarcamos en el “Mar Azul”. Llegamos a nuestro destino, y apagué el motor para disfrutar del lugar. La atmósfera era eléctrica, cargada de risas, charlas y la promesa de momentos inolvidables.
Bebimos, fumamos, nadamos y en general nos divertimos mucho, de no ser por los eventos que relataré a continuación, ese pudo haber sido el mejor día de mi vida.
El plan inicial, era estar ahí un rato, y volver antes de que comenzara a oscurecer, puesto que yo no tenía absolutamente nada de experiencia navegando durante la noche y no tenía ningún interés con que esa fuera mi primera vez, sin mencionar que había escuchado muchísimas historias de como el mar se ponía muy extraño y traicionero cuando oscurecía, aunque para ser honesta, siempre creí que se referían que el viento podía dificultar todo o algo por el estilo.
Así que, cuando ví que solo quedaban unas dos horas de tarde, comencé a preparar todo para irnos.
Sin embargo, cuando intenté encender el motor, mi corazón se hundió en mi pecho. El motor permaneció inmóvil, resistiéndose a cobrar vida, al principio no pensé que fuera algo tan grave, pensé que, quizás, por los nervios de que estaba haciendo algo prohibido, por ende estaba haciendo algo mal, por lo que repetí todo de nuevo, pero sin importar cuántas veces lo hice, simplemente no lograba hacer que encendiera. La incertidumbre me abrazó con fuerza mientras intentaba mantener la calma en medio de mis amigas, pero en mi mente, el pánico comenzaba a alzarse como una marea creciente.
Cuando la noche cayó y las risas se desvanecieron, me atrevería a decir que fue a ahí cuando las pocas personas que estaban ebrias dejaron de estarlo por el mismo temor de la situación, y todo eso se reemplazó por un silencio incómodo. Mi mente giraba en busca de soluciones mientras luchaba por esconder mi preocupación. Sin embargo, después de una hora de intentos frustrados, la realidad era ineludible: estábamos varados en medio del mar.
La oscuridad había descendido sobre nosotros como un manto sombrío, y la inmensidad del océano parecía abrumadora. Intenté usar la radio para pedir ayuda, pero solo obtuve un zumbido vacío como respuesta. Había salido del rango de alcance, y la realidad me golpeó con fuerza. Nos encontrábamos en un lugar donde difícilmente llegarían los pescadores u otros barcos. La sensación de estar atrapada en medio de la oscuridad me invadió, y me di cuenta de la magnitud de la situación.
Mientras la noche avanzaba y las estrellas titilaban en el cielo, el temor y la incertidumbre se aferraron a mí como garras invisibles. No importaba si mis amigas y yo habíamos cometido un error, lo que más deseaba en ese momento era regresar a salvo a tierra firme. Sabía que había cruzado una línea que no debí haber cruzado, y ahora estaba pagando el precio por ello. Mientras más oscurecía, más me convencía de que ninguna “fiesta” o intento de valentía valía la pena si no podía regresar a casa.
La sensación de desesperación y vulnerabilidad se hizo palpable mientras intentaba calmar a todos y recordar los protocolos de emergencia que había escuchado tantas veces. Mi voz temblaba ligeramente mientras les decía que lo primero era revisar cuánta agua y comida teníamos a bordo. Intenté inyectar un poco de esperanza en mis palabras, explicándoles que en cuanto mi padre regresara de la fiesta y notara nuestra ausencia, vendría a buscarnos. Estaba segura de que no pasarían más de uno o dos días antes de que nos encontrara.
Mientras todos buscaban frenéticamente cualquier rastro de comida o agua, uno de los chicos que mis amigas habían invitado, la verdad yo no lo conocía era, algo así como el amigo de un amigo, el habló con una voz temblorosa y dijo: “Hay alguien en el agua”. El corazón me dio un vuelco mientras todos se asomaban por la borda, esperando ver algo emergiendo del oscuro mar. Sin embargo, solo encontraron la oscuridad reflejada por el agua.
Tratando de mantener la calma, les recordé que el mar estaba lleno de peces y que debíamos concentrarnos en lo importante en ese momento. Pero aquel chico insistió, su tono ahora más preocupado, diciendo que no parecía un pez, sino más bien como una cabeza humana que emergía brevemente antes de desaparecer de nuevo en las sombras. Las miradas se dirigieron nuevamente al agua, buscando respuestas en la oscuridad, pero de nuevo, no había nada.
Le pedí que dejara de decir esas cosas y que continuara ayudándonos a acomodar el bote para pasar la noche. La decisión de no tocar la escasa comida también fue tomada, ya que aunque teníamos esperanza de ser rescatados pronto, todos teníamos la suficiente edad para ser realistas y saber que había posibilidad de que no fuera tan pronto como quisiéramos. Cada uno se acostó en el bote, y aunque la idea de que nuestros padres nos encontrarían por la mañana nos proporcionó una pequeña dosis de alivio, el miedo latente seguía allí, como una sombra amenazadora.
La oscuridad de la noche parecía tranquila y silenciosa, y mientras miraba a mis compañeros a mi alrededor, me di cuenta de que la mayoría luchaba por conciliar el sueño. Sin embargo, yo no podía. La preocupación me mantenía despierta, mis pensamientos girando en círculos mientras esperaba el amanecer. Pasó una hora, o tal vez un poco más, cuando los sonidos comenzaron. Al principio, parecían leves chapoteos, como si algo o alguien estuviera nadando cerca del bote. El sonido se amplificaba con cada segundo que pasaba, y una sensación helada se arrastró por mi columna vertebral. Mi mano se aferró instintivamente a mi blusa por el miedo, mientras mi mente luchaba por encontrar una explicación lógica.
El miedo era palpable mientras alguien encendía una linterna, inundando la oscuridad con una luz tenue. Y justo en ese momento, los chapoteos se detuvieron abruptamente. Todos permanecimos en silencio, con nuestras respiraciones entrecortadas mientras la linterna iluminaba las aguas oscuras. Sin embargo, no había nada. Ningún rastro de lo que había causado esos ruidos perturbadores.
Nos miramos entre nosotros, con los ojos llenos de incertidumbre y temor. Nadie dijo una palabra, pero todos compartíamos la misma pregunta en silencio: ¿qué estaba pasando ahí fuera en la oscuridad? No sabíamos qué esperar, y esa sensación de vulnerabilidad era abrumadora.
El ambiente en el bote era tenso y lleno de incertidumbre, la experiencia de todos viviendo en una zona costera nos hacía saber que aquellos chapoteos, debían pertenecer a algo muy grande. Aunque todos compartíamos una resistencia instintiva a cerrar los ojos, el agotamiento finalmente comenzó a vencer. Uno a uno, nos recostamos en el bote, dejando que la fatiga venciera nuestras preocupaciones. Sin embargo, incluso en el sueño, el temor latía en el fondo de nuestras mentes, manteniéndonos alerta de manera inconsciente.
La noche avanzó, y la tranquilidad de la madrugada pareció abrazarnos. Pero entonces, un grito agudo rasgó el aire, haciéndonos saltar de nuestros lugares. Una de las chicas se encontraba en la orilla del bote, en un estado de histeria que era muy latente. Su pantalón estaba empapado, y su rostro reflejaba un miedo profundo y primitivo.
Intentamos calmarla, pero no podía articular ninguna palabra coherente. Estaba temblando y sollozando, con los ojos llenos de terror. Fue otra de las chicas quien finalmente nos contó lo que había ocurrido. Había presenciado la mayoría de la experiencia. Cuando la chica en cuestión despertó, dos criaturas estaban arrastrándola hacia el borde del bote. Estaba en un trance extraño, como si hubiera perdido el control de su propio cuerpo.
Sirenas? Historia De Terror
La visión de esas criaturas era grotesca y aterradora. Eran similares a los lobos marinos, pero más esbeltas y con manos que se asemejaban a las humanas. La chica que había presenciado el incidente describió cómo sus ojos eran de un naranja brillante, destellando con una intensidad espeluznante en la oscuridad. Sus bocas estaban llenas de colmillos afilados, y sus pieles eran grises y descoloridas. No tenían nariz ni orejas visibles, y su apariencia era completamente desconcertante.
La chica en estado de shock tomó una linterna y la dirigió hacia las criaturas. Al instante, los ojos de las criaturas reaccionaron a la luz, y lanzaron un gruñido amenazante. Dejaron caer a la chica y retrocedieron, soltándola para huir del lugar. La luz parecía repelerlos, como si fueran criaturas de la oscuridad misma.
El silencio se apoderó de todos nosotros, nuestras mentes luchaban por procesar lo que habíamos presenciado. Estábamos aturdidos, asustados y completamente desorientados. La chica que había sido arrastrada finalmente logró recobrar el habla y nos contó su experiencia desde su perspectiva. Había sentido como si su voluntad hubiera sido suprimida, como si fuera un títere en manos de esas criaturas aterradoras.
Mientras nos mirábamos entre nosotros, la gravedad de la situación nos invadió. Estábamos varados en medio del mar con criaturas incomprensibles acechando en la oscuridad. Nos aferramos a la linterna como si fuera nuestra única protección contra lo desconocido, mientras el miedo seguía envolviéndonos como una sombra oscura y etérea.
Después de la impactante experiencia con esas misteriosas criaturas, decidimos tomar precauciones y turnarnos para mantenernos despiertos durante la noche. Era esencial estar alerta por si esas criaturas regresaban. En la primera guardia, me acompañaron dos chicas y dos chicos. Aunque mis ojos se mantenían abiertos, la fatiga y el miedo se mezclaban en mi mente. Inexplicablemente, caí en un sueño profundo, como si alguien hubiera apagado una vela dentro de mi mente.
Cuando finalmente desperté, la oscuridad envolvía el bote, y me llevó unos momentos comprender dónde me encontraba. Sin embargo, algo resonaba en mis oídos, una melodía que parecía una pieza celestial. La belleza de esa música era incomparable, y mi corazón se llenó de una extraña serenidad. Tuve que recordarme a mí misma que estaba despierta y que lo que escuchaba era real.
Mi instinto de supervivencia se reactivó de repente, y traté de alcanzar la linterna que debía estar junto a mí. Pero mi mano solo encontró un espacio vacío, y mi corazón comenzó a latir con más fuerza. Miré a mi alrededor, y el pánico se apoderó de mí cuando me di cuenta de que todas las linternas habían desaparecido. La oscuridad era total, y la incertidumbre me invadió.
Entonces, la pesadilla se materializó. Uno de los chicos que debían haber estado durmiendo estaba caminando hacia la popa del barco. Grité, intentando despertar a mis compañeros, pero solo los otros dos se despertaron. Mientras observábamos impotentes, el chico siguió caminando como si estuviera bajo un hechizo, hasta que finalmente cayó al agua con un estruendo.
El sonido del impacto nos paralizó momentáneamente, pero la realidad fue aún más aterradora. Cerca del bote, cinco de esas criaturas emergieron del agua, sus ojos anaranjados brillando en la oscuridad. El chico que había caído al agua no hablaba ni luchaba. Estaba en un estado similar al trance que había afectado a la chica anteriormente. Parecía que estos seres tenían la capacidad de controlar las mentes de sus víctimas.
La desesperación se apoderó de nosotros mientras nos dirigíamos hacia la orilla, pero la llegada repentina de una luz deslumbrante nos detuvo en seco. Eran los rescatistas de la zona, su iluminación revelando la pesadilla que nos rodeaba. Las criaturas lanzaron gruñidos amenazantes, sumergiéndose en el agua con el chico sonámbulo. Los rescatistas no vieron nada, solo el agua oscura.
Nadie nos creyó. Nuestra historia fue desestimada como una mezcla de miedo, paranoia y tal vez el efecto del alcohol que habíamos consumido anteriormente. Explicaron que el chico probablemente se había aventado al agua debido a la embriaguez y que el estruendo que escuchamos fue simplemente el resultado de eso. Nadie más había visto las criaturas. Fuimos rechazados por todos, quedando con el conocimiento atormentador de lo que habíamos enfrentado en la oscuridad del mar.
El tiempo pasó, pero las imágenes de aquella noche nunca se desvanecieron. La pesadilla acechaba en las esquinas de mis pensamientos, desconozco si esas cosas eran sirenas o algún otro tipo de creatura, supongo que nunca lo sabré, pero lo que si se, es, que ya no me gustan las sirenas y tampoco navegar en el mar.
Autor: Liza Hernández
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