La Maldición De Mi Amigo Historia De Terror 2024

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La Maldición De Mi Amigo Historia De Terror 2024

La Maldición De Mi Amigo, Historia De Terror… Desde pequeño me comportaba de una manera muy diferente a la del resto de los niños, mis padres dicen que durante mis primeros años de vida, estaban realmente preocupados porque mi mente no fuera del todo saludable, debido a que me desagradaban algunas texturas o sabores que a otros niños les encantarían, además de que tardé mucho en poder hablar, entre otras cosas que obligaron a mis padres a dejar de lado sus creencias de que los terapeutas infantiles eran para padres fracasados que no podían controlar a sus hijos y decidieron llevarme con una.

Para suerte de mis padres resultó ser que solo tenía un nivel de autismo bastante bajo, por lo que a palabras de mi padre yo podría pasar como un niño normal, lo que sea que eso signifique, porque en mi propia experiencia, no tengo idea de cómo luce alguien normal. A la edad de cinco años mi papá me regaló una caja llena de carritos de juguete, supongo que esperaba que jugara con ellos, pero yo no estaba interesado en eso, lo que a mí me encantaba era conservarlos en su empaque original, odiaba el sentimiento de verlos dañados o empolvados por el uso, por lo que recuerdo que pasé toda esa tarde acomodando los carros por color y tamaño.

Y ese fue el inicio de aquella obsesión de coleccionista de juguetes, y a medida que los años pasaban no se detuvo ahí, me encantaba encontrar piezas únicas y restaurarlas para que parecieran nuevas, por lo que a menudo me podían encontrar rondando en tiendas de segunda mano o bazares cercanos. En la escuela no tenía muchos amigos, por lo general la mayoría trataba de evitarme y honestamente no me molestaba del todo, no importaba cuantas veces mi papá me dijera que mentía y que realmente si me molestaba, yo sabía apreciar mi soledad.

Recuerdo que cuando tenía doce años, estaba en la misma mesa de siempre, cuando Max se acercó a mí por primera vez, tengo que aclarar que Max no es su nombre real, solo que él no quiere que diga el de verdad, pero el punto es que me pidió unos apuntes de la clase de español, yo se los di y aun cuando obtuvo lo que quería de mí, decidió quedarse un poco más para charlar un poco conmigo, hablamos lo que duró el resto del recreo y volvimos al salón siendo buenos amigos, amistad que perdura hasta el día de hoy.

Cuando cumplí los 14 años, Max me sorprendió con un regalo especial. Era un juguete antiguo de un niño pescando. Si apretabas un botón, el muñeco se movía y fingía pescar, necesitaba varias reparaciones como pintura, barniz y talvez abrirlo para ajustar el mecanismo de tal manera que no se trabara al funcionar.

Sin embargo, lo que lo hacía aún más especial era que tenía mi nombre grabado en él, además de que pescar era una de las pocas actividades al aire libre que me gustaba hacer. Me encantó y después de pasar varias horas arreglándolo para que volviera a ser perfecto, lo puse en una estantería junto con mis otros juguetes favoritos.

La primera noche después de recibir el regalo de Max, me desperté en algún punto de la madrugada. Pues escuché un fuerte estruendo que mi hizo saltar de la cama, todos mis juguetes estaban en el suelo. Pensé que era extraño, por un momento creí que se podía deber a qué la repisa había colapsado por el peso, sin embargo, yo no solo sabía exactamente la cantidad de peso que esa repisa podía aguantar, sino que también sabía que yo no le había colocado tantos kilos como para que eso sucediera.

Así que encendí la luz de mi cuarto y vi que no solo eran los juguetes de una repisa, sino lo de todas, y no solo eso, si no que como lo sospechaba, las repisas estaban en perfecto estado, el único problema era que todos los juguetes se habían caído y yo no podía explicarme el porqué, pero no podía dejarlo así, por lo que estuve casi hasta el amanecer tratando de dejarlo todo tal y como estaba.

Cuando bajé a desayunar esa mañana le intenté contar a mis padres lo que pasó, sin embargo, como suele pasar con los que entramos en espectro autista, nos tratan como niños con mucha imaginación en el mejor de los casos, por lo que me siguieron la corriente para que finalmente mi madre me dijera “debió ser un sueño muy alocado querido”.

Mi hermana, la cual para aquel entonces tenía solo 10 años de edad, dijo que ella sí había escuchado como todas las cosas de mi cuarto se cayeron en la noche, pero, aunque por lo general le creían más a ella que a mí, mi papá me dijo que dejara de pegarle mi locura a mi hermana y que no volviera a decir esas cosas de nuevo, por lo que seguí con mi desayuno y traté de olvidarme del tema.

Con el tiempo, empecé a tener extrañas pesadillas con el juguete de pesca. En mis sueños, un niño el cual por alguna razón yo sabía que era el dueño del juguete, me miraba fijamente con unos ojos completamente negros y vidriosos, pero, aunque yo en el sueño intentaba hablar con él, simplemente no obtenía respuesta de su parte.

Pero lo más extraño empezó a suceder cuando un niño comenzó a aparecer en mi casa. La primera vez que lo vi fue reflejado en mi espejo, yo estaba tratando de hacer que un juguete volviera a funcionar, cuando de repente alcancé a ver algo extraño por el rabillo del ojo, rápidamente volteé, pensando que podía ser mi hermana, pero en lugar de eso, pude ver a aquel niño, estaba mojado y con los labios morados, volteé al lugar que reflejaba mi espejo, pero no estaba, pero al devolver mi mirada al espejo, seguí ahí, me quedé mirándolo por unos segundos totalmente en shock por lo increíble de la situación, hasta que se desvaneció.

La Maldición De Mi Amigo Historia De Terror

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Al principio, pensé que era solo mi imaginación, después de todo mis padres no dejaban de decirme que mi mente no estaba muy bien, pero después de verlo varias veces, empecé a sentirme muy asustado. A veces, el niño estaba en mi habitación, mirando fijamente mi estante de juguetes. Me di cuenta de que siempre desaparecía cada vez que lo miraba directamente.

Comencé a darme cuenta de que de hecho lo que aquel niño veía era aquel juguete de pesca y empecé a evitar mi habitación. Pero no importaba dónde estuviera, podía sentir al niño observándome desde algún lugar de la casa. Empecé a tener miedo de dormir y de estar solo en mi casa. Pero nunca se lo conté a nadie.

Aunque después de algunos meses en los que tenía que acomodar mis juguetes casi a diario y de no poder dormir, decidí armarme de valor y contárselo a Max, bueno al principio solo le pregunté de dónde había comprado el juguete que me había regalado por mi cumpleaños, él me respondió que lo compró en un puesto ambulante del tianguis donde vendían muchas cosas así.

Le pregunté si él me podría llevar ahí, y él me preguntó el motivo, así que le conté todo, creí que no me creería, pero en lugar de eso, me dijo que debía ser algo horrible y me dijo que después de la escuela iríamos.

Sin embargo, la señora del puesto se portó un poco hostil con nosotros cuando comencé a hacerle muchas preguntas sobre ese juguete en específico, y nos dijo que ella compraba por lotes de juguetes usados y que obviamente no tenía el tiempo de averiguar de dónde viene cada uno de ellos.

Nos quedamos con la incertidumbre de dónde provenía ese juguete, Por un momento por mi mente pasó la idea de tirarlo. Sin embargo, en un programa de televisión había visto que los amigos podrían ponerse tristes si tirabas sus obsequios, así que le dije a Max que no había problema, que ya vería que hacer.

Unos días después, Max vino a pasar la noche en mi casa para jugar videojuegos y comer pizza. Hacía tiempo que no hacíamos una pijamada, así que estábamos emocionados por pasar la noche juntos. Cuando llegó, lo primero que me preguntó fue si ya me encontraba mejor, yo le respondí que había comenzado a dormir en la sala por el miedo, tomó el juguete.

Se quedó admirándolo por un rato, y luego lo puso de vuelta en la estantería, y después me dijo que talvez podría ir a dormir a su casa, así talvez podría descansar un poco, yo le dije que sí, que talvez un día y tratamos de olvidar el tema por esa noche.

Pasamos toda la noche jugando y viendo películas. A eso de las 3 de la mañana, nos dimos cuenta de que nos habíamos quedado dormidos en la sala de estar. Yo me desperté primero, apagué la televisión y fui por algunas mantas para Max y para mí, pues ya estaba haciendo un poco de frío, abrí la puerta del gabinete para sacarlas, me agaché y saqué lo que necesitaba, y cuando la cerré el niño estaba sentado detrás de la puerta del gabinete, lancé un grito ahogado, y el desapareció.

Quería despertar a Max, pero el niño ya se había ido y por el tiempo en el que yo llevaba viéndolo, por lo general si yo lo veía, solo era una vez al día, así que decidí que lo mejor era volver al sofá junto a Max y volver a dormir, tardé un poco, pero lo conseguí. Cuando me desperté a la mañana siguiente, Max estaba profundamente dormido en el sofá de a lado, supuse que se había cambiado por comodidad en algún punto de la noche.

Lo desperté y ambos fuimos a la cocina para desayunar algo, todo parecía normal. Max y yo pasamos el día jugando videojuegos, queríamos aprovechar lo más posible antes de que su madre lo llamara para que volviera a su casa. Pero mientras estábamos jugando, noté que Max parecía un poco incómodo. Se rascaba el cuello de vez en cuando y se movía incómodamente en su asiento.

Fue entonces cuando lo noté. Tenía una pequeña marca de mordida en el cuello. Era muy extraña pues era una mordida muy pequeña, incluso para la mandíbula de mi hermana menor, que era la única niña que estaba en la casa.

Me dijo que por la noche si había soñado que un niño muy extraño le mordía el cuello, le pedí que me lo describiera, Max me describió exactamente al niño que yo había estado viendo, también me dijo que después de morderlo, me dijo que se fuera, que no le caía bien y que me dejara solo, pero cuando Max abrió los ojos no pudo ver a nadie, pero pensó que talvez era por estar dormido tan pegado a mí y por eso se había cambiado de sillón.

Decidimos que ya era suficiente y que había que deshacernos de ese juguete de una vez por todas. Lo tirábamos en el parque o en algún basurero público, pero por más que lo intentamos, siempre volvía. Además, comenzamos a notar que cosas malas nos pasaban cuando hacíamos eso, al principio eran cosas pequeñas como moretones cuando despertábamos, o algún arañazo que no representaba un problema tan serio, sin embargo, en cada intento por deshacernos de él, parecía ir escalando más en la gravedad de sus represalias.

Me atrevería a decir que la peor cosa que ese niño nos hizo me pasó a mí, pues recuerdo que el día en el que intentamos tirarlo en mi boté de basura justo en el momento en el que el carro pasara, pues creíamos que de esta manera sería compactado junto con el resto de plástico y por fin nos podríamos deshacer de él. El plan pareció funcionar pues estuvimos seguros de que seguía en la bolsa cuando el carro se lo llevó y además de eso, no lo volvimos a ver en todo el día.

Recuerdo que incluso el ambiente en mi habitación volvió a ser el de siempre y por primera vez en varios días fui capaz de dormir tranquilo en la comodidad de mi cuarto, e incluso llamé a Max para contárselo antes de dormir. Durante la madrugada me levanté por un vaso de agua y todo parecía haber vuelto a la normalidad, sin embargo, al tan solo dar unos cuantos pasos dentro de mi cuarto, uno de mis anzuelos de pesca se enterró justo en el arco de mi pie, grité lo más fuerte que pude por el dolor y caí al piso, y fue ahí cuando me di cuenta de que el suelo estaba lleno de mis anzuelos de pesca, los cuales me terminé enterrando en muchas partes de mi cuerpo.

Pero lo peor fue que al caer pude ver debajo de mi cama aquel juguete del niño pescador, aquella noche me tuvieron que llevar al hospital de emergencia para que curaran mis heridas, papá estaba furioso conmigo, me dijo que si no iba a tener cuidado, porqué le pedí anzuelos, no le pude decir nada, pero yo sabía la verdad, esa no era mi naturaleza, estaba particularmente orgulloso de tener todas mis cosas y colecciones en orden y en perfecto estado siempre, yo no perdía nada que me perteneciera, yo sabía dónde dejaba todo y no era tan descuidado para dejar mis anzuelos en el piso, a sabiendas que odio los zapatos y los uso solo si es absolutamente necesario.

A medida que pasaban los días, nos dimos cuenta de que las cosas estaban empeorando. El juguete parecía tener una especie de control sobre nuestras vidas, y no podíamos deshacernos de él. Cada vez que tratábamos de deshacernos del juguete, algo extraño sucedía. Por ejemplo, una vez, prendimos una enorme fogata en el patio de Max cuando sus padres no estaban, rociamos el juguete con gasolina y lo arrojamos al fuego, sin embargo, cuando parecía que, si iba a funcionar, el fuego se apagó misteriosamente.

Al día siguiente de eso Max despertó con una nueva mordida en su brazo, pero está vez había sido tan fuerte que la marca con los dientes estaba sangrando, decidimos que teníamos que hacer algo nuevo y diferente de todo lo que ya habíamos probado al respecto.

Pero estábamos atrapados en un dilema, ya que no queríamos decirle a nadie lo que estaba sucediendo, yo por el miedo a que mi padre se enojara tanto que me mandara a una clínica y Max, bueno él no quería que se burlaran de él. Así que, en lugar de eso, recurrimos a Internet en busca de respuestas.

Después de horas de búsqueda, encontramos algo que parecía ser una especie de “limpia” que prometía ayudar a contener el objeto maldito, no nos desharíamos de él, pero al menos podríamos encerrarlo en una caja para que ya no nos hiciera más daño. No sabíamos si funcionaría, pero estábamos dispuestos a intentarlo. Nos aseguramos de seguir todas las instrucciones cuidadosamente y, para nuestra sorpresa, parecía que el ritual había funcionado.

Después de eso, nunca volvimos a tener problemas con el juguete. O al menos eso pensábamos. Con el tiempo, la caja del objeto maldito se perdió en el fondo de mi armario y lo olvidé por completo. Hasta que un día, como adulto, estaba a punto de mudarme con mi mejor amigo y mi madre me pidió que revisara algunas cosas de mi antigua habitación, para decidir que conservaría y que podían tirar a la basura, pues deseaban convertir mi cuarto, en un salón de juegos para mis sobrinos.

Mientras limpiaba mi armario, sacando algunas cosas que quería llevarme a mi nuevo hogar, mi sobrino entró a la habitación corriendo y encontró la caja del juguete maldito. Sin siquiera pensarlo, la abrió y sacó el juguete emocionado, preguntándome si podía quedárselo.

En ese momento, un escalofrío recorrió mi cuerpo y sentí que algo no estaba bien. ¿Había sido un error no deshacerme de la caja del objeto maldito? ¿Estaba poniendo a mi sobrino en peligro? Tuve que tomar una decisión importante y rápida. Le arrebaté el juguete de las manos y le dije que nunca más lo tocara. Pero mi hermana se enojó conmigo por gritarle a su hijo, y yo no supe qué decirle.

Solo me fui de la habitación, sintiéndome cada vez más inquieto por la presencia de ese juguete. Esa noche, me desperté por un fuerte dolor en mi brazo. Lo miré y vi que había una marca de mordida. Pero está vez sabía que teníamos que pedir ayuda o la pesadilla de cuando éramos niños volvería a ocurrir.

Desperté a mi amigo y fuimos juntos a un santero, quien nos dijo que el juguete perteneció a un niño llamado Alex, quien había muerto de manera violenta y que su alma no podía descansar en paz. Nos hizo una limpia y nos dio unas pulseras y collares de protección, y nos advirtió que nunca debíamos quitárnoslas si queríamos evitar encontrarnos con aquel niño de nuevo.

Desde entonces, he seguido esas instrucciones al pie de la letra. Nunca más he vuelto a ver al niño, pero siempre siento una extraña presencia a mi alrededor cuando pienso en aquel juguete. Es algo que nunca olvidaré.

Después de esa experiencia, mi amigo y yo nos volvimos más cautelosos con cualquier objeto que entrara a nuestra casa. Nos asegurábamos de investigar su procedencia y verificar que no tuviera ninguna historia oscura detrás. Para nosotros, siempre será mejor prevenir que lamentar.

Nunca quisimos volver a experimentar algo tan terrorífico como lo que vivimos con el juguete de Alex. Así que, en lugar de arriesgarnos, preferimos mantenernos alejados de objetos desconocidos y siempre tener a la mano nuestras pulseras y collares de protección.

Siempre me he preguntado que hizo el santero con aquel juguete, o por qué ese niño se aferró tanto a este plano como para atormentarnos por tanto tiempo, sin embargo, yo estoy feliz de haberme deshecho de esa cosa y espero por el bienestar de todos, que el santero haya logrado destruirlo para que nadie, jamás vuelva a vivir lo mismo que vivimos mi amigo Max y yo.

Autor: Liza Hernández.

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