La Niña Que Quiere Tener Familia Historia de Terror
Este relato que contaré a continuación siempre me pone la piel de gallina La Niña Que Quiere Tener Familia Historia de Terror. Todo comenzó hace mucho, cuando mi tía política tenía 13 años, vivía con sus dos hermanas, la mayor de 17 años y la más chica de 6 años. Su mamá las cuidaba mientras que su padre se iba a trabajar, con los ahorros del trabajo, su papá compró un terreno, en esa propiedad había un árbol muy grande y hermoso. Poco a poco construyeron la casa en la parte de enfrente del terreno y cuando la construcción finalizó se fueron a vivir allí. Después de unos meses decidieron quitar el árbol grande que se encontraba en la parte trasera de la casa para poner una alberca. Todo estaba excelente en aquellos días, eran muy felices por tener una alberca y una casa hermosa; hasta que un día todo cambió y se tornó escalofriante… En la casa de mi tía, cada quien tenía su propio cuarto y una noche cuando todos se iban a sus cuartos para dormir, mi tía escuchó a la más pequeña de las hermanas hablando sola, pero no de una manera amigable… al parecer ella peleaba con alguien. Cuando mi tía se acercó a su cuarto le preguntó: “¿Qué pasa, con quien hablas?”, la hermana molesta le decía que la niña no la dejaba jugar con sus juguetes. En ese momento mi tía no se asustó, pues pensó que era alguna amiga imaginaria o algo por el estilo. Con el paso de los días esto se fue haciendo más intenso, su hermana lloraba porque la niña no la dejaba dormir en su propia cama, decía que le pegaba, entre otras cosas, su mamá comenzó a percatarse de que no era normal, sin embargo, después de unos días las cosas parecían ir mejor, su hermana menor ya no se quejaba tanto. Un día cuando el padre llegó de trabajar, se dirigió a su barra de madera, donde tenía diferentes vinos; y pronto, muy molesto comenzó a hablarle a sus hijas para que fueran a donde él estaba, al llegar las tres, el molesto les preguntó: “¿Quién hizo esto?”, apuntando a la barra con el dedo, la cual se encontraba toda rayada con lo que parecía un clavo y aparte había escrituras en inglés con groserías. Las tres hermanas se negaron rápidamente, pero su padre no les creyó a ninguna y como la mayor era la única que sabía inglés, la castigaron muy feo. Pasaron los días y después se percataron qué la puerta del baño tenía lo que parecían aruñones, sin embargo, su padre pensó de nuevo que ellas lo habían hecho con un clavo, así que, tomando medidas drásticas, sacó a las tres al patio y las puso de rodillas en el pleno sol hasta que una de ellas confesara que lo hizo. Ellas tampoco tenían idea de lo que pasaba, así estuvieron toda la tarde y al ninguna confesar las metió nuevamente a la casa y aun así las castigó. El cumpleaños de mi tía estaba cerca y cuando se llegó el día, había recibido un conejito blanco de regalo y lo quería mucho, pero un día después de salir y regresar todos los integrantes de la familia a la casa, el conejito se encontraba sobre la alfombra, muerto y abierto por la mitad y con los intestinos de fuera, parecía como si un animal salvaje lo había atacado, además la alfombra estaba toda arañada. Por supuesto mi tía estaba llorando, sufriendo por la pérdida del conejito, le dijo a su padre: “¿De esto también nos vas a echar la culpa?”, la familia no podía entender que estaba pasando. Un día, el papá de mi tía salió a tirar la basura afuera de su casa, mientras un señor ya mayor que nunca habían visto antes, se le acercó y le preguntó si necesitaba que le cortaran el césped, el papá dijo que no, porque que ya lo habían cortado. El señor siguió caminando, pero a unos metros se detuvo de la nada y se regresó hacia el papá de mi tía, el señor le dijo: “Oiga, ¿no se le han muerto animales recientemente?”, por lo que el papá contestó desconcertado: “Si, por qué la pregunta?” y el señor le dijo: “Es que cuenta la leyenda que en el pie del árbol que estaba en este terreno, hace ya mucho tiempo, una familia que estaba huyendo de crimínales, dejó a su hija recién nacida con un tesoro enterrado debajo de ella, pero…” (el señor hizo una pausa y continuó) “También se cuenta que la niña no fue encontrada viva, tardaron tanto en encontrarla que solo encontraron sus huesos y los enterraron también al pie del árbol. Bueno, por eso le preguntaba, con su permiso”. Y el señor se fue sin decir más, el papá no lo podía creer, quedó pasmado de todo lo que el señor le había dicho, y jamás lo volvió a ver. El papá de mi tía era muy creyente y se asustó de los hechos, ya que cuando él taló el árbol si encontró huesos, pero en la extracción se quebraron algunos y no les prestó atención, pensó que eran de algún perro o animal. Al día siguiente se llevó a las niñas a la casa de su mamá, mientras él y su esposa fueron con un cura a bendecir la casa, al entrar a la casa sentían un ambiente muy pesado que nunca habían sentido. El sacerdote comenzó a arrojar agua bendita por la casa y los padres de mi tía comenzaron a asustarse mucho, pues mientras el padre avanzaba veían sombras moverse rápidamente por la casa, escuchaban ruidos y cosas caerse, hasta llegaron a ver la silueta de una pequeña niña que apareció y desapareció justo frente a ellos, al instante de esto escucharon unos lamentos con una voz suave y aguda que les decía: “Por favor, no se las lleven”. Estaban muy asustados, incluso el cura, pero estaba firme y siguió bendiciendo la casa en cada rincón, en especial en aquella parte donde estuvo alguna vez el árbol, ahí fue donde él cura y los papás de mi tía comenzaron a rezar. Después de esto, pasaron varios años y las cosas se tranquilizaron un poco. Por curiosidad uno de los tíos de mi tía, llevó un detector de metales a su casa y al pasarlo por dónde estaba anteriormente el árbol, la máquina si detectaba algo muy fuerte, más, sin embargo, los papás de mi tía nunca quisieron cavar, pues ahí mismo hay pavimento y además no querían irrumpir el descanso de la pobre niña que tuvo un final muy triste. Hoy en día mi tía dice que a veces cuando va a la casa de sus padres, escucha una voz muy tenue de una niña, que dice: “mamá” y piensa que es el alma de aquella niña que sigue vagando por la propiedad.
Autor: Anónimo
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