El Vals Del Miedo Historia de Terror 2024

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El Vals Del Miedo Historia de Terror 2024

El Vals Del Miedo, Historia de Terror… Mi vida como enfermero en aquel viejo hospital solía ser bastante rutinaria y monótona. Todo eso cambió, sin embargo, cuando conocí a Fabián. Fabián era un enfermero algo extraño, con una afición por lo macabro y lo sobrenatural. Nos hicimos amigos rápidamente debido a nuestros turnos nocturnos y a nuestra afinidad por el género de terror. Fue en una de esas noches cuando Fabián me compartió una historia que nunca olvidaré.

Era una noche de guardia como cualquier otra, los pasillos oscuros y lúgubres del hospital parecían ser el escenario perfecto para dejarse llevar por nuestras imaginaciones y sumergirnos en el terror. Fabián y yo nos encontrábamos en el área de descanso, donde aprovechábamos cada momento libre para intercambiar historias escalofriantes que habíamos escuchado o leído en algún lugar.

Fue entonces cuando Fabián comenzó a narrar una historia que no había escuchado antes, y que me dejó perplejo y aterrorizado. Su voz temblorosa y su mirada inquieta revelaban la veracidad de lo que estaba contando, ya que él mismo fue testigo de los eventos que relataba.

La historia que Fabián compartió conmigo trataba sobre una bruja, pero no era la típica leyenda de mujeres volando en escobas o realizando conjuros y maldiciones. Esta bruja tenía algo diferente, algo verdaderamente horroroso.

Fabián me contó que todo sucedió cuando él tenía alrededor de 17 años y cursaba la preparatoria. Su vida era tranquila, muy aplicado y comprometido con sus estudios. Asistía al turno de la tarde, el cual terminaba a las 8:00 de la noche. En esos días de invierno, ya estaba oscuro a esa hora, lo que provocaba un poco de temor en Fabián. A pesar de ello, siempre se dirigía a casa caminando, ya que su hogar se encontraba a unas cuantas cuadras de la escuela. El lugar donde vivía no era muy concurrido, lo que hacía que las calles estuvieran bastante solitarias, y esto mantenía a Fabián en constante alerta ante cualquier peligro.

Una noche, mientras caminaba por las sombrías calles, Fabián notó que algo no estaba bien. Sentía una presencia extraña, como si alguien o algo lo estuviera observando desde las sombras. Por un instante, pensó que podría tratarse de algún malhechor acechando en la oscuridad, pero pronto descubrió que lo que lo perseguía era mucho más terrorífico.

A medida que continuaba su camino, comenzó a escuchar susurros y risas siniestras provenientes de las sombras. Su corazón latía con fuerza, el miedo se apoderó de él y comenzó a caminar más rápido. Los sonidos se intensificaban, y Fabián podía sentir cómo la presencia se acercaba cada vez más.

En un último esfuerzo por escapar de lo que lo acechaba, Fabián empezó a correr, y fue entonces cuando la vio por primera vez: una figura sombría y espeluznante que emergía de entre la oscuridad, con una apariencia tan horrorosa que parecía ser producto de una pesadilla. La bruja, con su rostro pálido y distorsionado, extendía sus brazos hacia él, como si quisiera arrastrarlo hacia un abismo del que nunca podría salir.

El miedo se apoderó por completo de Fabián, dejándolo paralizado mientras la bruja se acercaba cada vez más. Cuando la espantosa figura estaba a punto de alcanzarlo, levantó la vista para mirarlo directamente a los ojos. De pronto, comenzó a escucharse una melodía espeluznante en el aire, y una lámpara cercana iluminó el lugar donde se encontraba la bruja. La extraña música parecía tener un efecto sobre ella, pues empezó a bailar de una manera retorcida y terrorífica.

La bruja llevaba un vestido de holanes de color café oscuro que se agitaba al compás de su danza macabra. Con cada paso, se acercaba más y más a Fabián, quien no podía hacer otra cosa más que quedarse pasmado al ver aquella horrible escena. Aunque quería correr, sus piernas no respondían, dejándolo a merced de la bruja que se acercaba cada vez más.

En el rostro de la bruja se dibujó una sonrisa de pura maldad, que dejaba entrever la oscuridad y la crueldad que habitaban en su corazón. Fabián sintió cómo su corazón se encogía de terror, mientras la bruja se aproximaba a él, su baile retorcido y sus ojos llenos de maldad lo hipnotizaban, haciéndolo sentir completamente vulnerable.

El Vals Del Miedo Historia De Terror

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De repente, el celular de Fabián comenzó a sonar, interrumpiendo aquel momento de terror. Era su madre, preocupada porque ya se había tardado en llegar a casa. Al escuchar el sonido, Fabián volteó hacia la bolsa delantera de su pantalón en busca de su teléfono, y cuando volvió la mirada hacia donde estaba la bruja, se dio cuenta de que había desaparecido.

Su cuerpo se puso completamente frío y, sin contestar la llamada, empezó a correr lo más rápido que pudo, sin mirar atrás, muerto de miedo. Cuando finalmente llegó a su casa, estaba empapado en sudor y con los ojos abiertos como platos. Su madre, al verlo en ese estado, le preguntó preocupada por qué había tardado tanto y por qué se veía tan asustado.

Fabián sabía que su madre no le creería si le contaba lo de aquella bruja que bailaba de manera atroz, así que decidió mentir. Le dijo que un perro lo había correteado, lo que justificaba su apariencia asustada y el hecho de haber tardado tanto en llegar a casa. Aunque su madre le creyó, Fabián no podía quitarse de la mente la imagen de la bruja y su danza macabra, preguntándose si algún día volvería a encontrarla en su camino

Fabián tenía un hermano pequeño de apenas 8 meses. Su madre se encargaba de cuidar a ambos, ya que su padre trabajaba como trailero y casi no estaba en casa. Después de aquel acontecimiento espeluznante, Fabián se fue a la cama, temblando de miedo. Se tapó de pies a cabeza, intentando protegerse de la bruja que, estaba seguro, andaba cerca y no lo dejaría ir tan fácil.

En medio de la noche, mientras yacía en su cama sin poder dormir, un pensamiento aún más aterrador cruzó por su mente. ¿Y si la bruja bailarina no iba tras él, sino tras su hermanito? La idea le revolvió el estómago, llenándolo de angustia y desesperación.

Fabián sabía que no podía quedarse de brazos cruzados, permitiendo que esa criatura maligna pusiera en peligro a su familia. Así que, armándose de valor, se levantó de la cama y decidió vigilar a su hermano durante toda la noche, sin importar el miedo que sentía. Se sentó en una silla junto a la cuna del bebé, con los oídos alerta ante cualquier ruido extraño y los ojos bien abiertos, tratando de detectar cualquier signo de la presencia de la bruja.

Las horas pasaron lentamente, y la oscuridad parecía volverse cada vez más densa e impenetrable. A medida que la noche avanzaba, Fabián comenzó a escuchar susurros y murmullos, como si alguien estuviera hablando en voz baja en las sombras. Intentó convencerse de que eran solo producto de su imaginación, pero no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su espalda.

De repente, un grito aterrador llenó el aire, haciendo que Fabián se pusiera de pie de un salto. El llanto desgarrador de su hermano pequeño resonó en la habitación, y Fabián sintió que su corazón se detenía por un momento. Corrió hacia la cuna y, con horror, descubrió que la bruja había aparecido de la nada, con sus garras extendidas hacia el bebé, listas para arrebatarlo de la cuna. Al escuchar el llanto del bebé, la madre despertó sorprendida al ver a Fabián ahí y quedó totalmente aterrorizada al darse cuenta de la presencia maligna que acechaba a su bebé.

La bruja se giró hacia Fabián, mostrándole una sonrisa diabólica, mientras comenzaba a bailar su danza retorcida alrededor de la cuna, cada vez más rápido. Fabián sintió un terror inmenso, una angustia que le oprimía el pecho y le quitaba el aliento. No sabía qué hacer, pero estaba decidido a proteger a su hermano, aunque eso significara enfrentarse a la bruja y a sus terribles poderes.

Antes de que Fabián pudiera hacer algo, su madre comenzó a gritarle a la bruja, exigiéndole que se alejara y dejara en paz a sus hijos. Le gritó groserías, llenando la habitación con su ira y su miedo, hasta que, de repente, la presencia maligna se esfumó sin dejar rastro.

La madre comenzó a llorar de miedo, y Fabián no se quedó atrás. Se abrazaron, tratando de consolarse mutuamente, y tomaron al bebé en sus brazos para calmar su llanto. Fue entonces cuando Fabián le contó a su madre que había visto a esa asquerosa bruja cuando regresaba a casa de la escuela y que no le había dicho nada para no preocuparla. Su madre entendió su silencio y, juntos, decidieron quedarse despiertos toda la noche, cuidando al bebé, pues temían que aquella presencia maligna regresara en cualquier momento.

La noche se hizo eterna, llena de temor y angustia. Cada ruido, cada sombra, les hacía saltar el corazón en el pecho. Sin embargo, no volvieron a ver a la bruja. Cuando, por fin, el sol comenzó a asomar por el horizonte, la madre y Fabián se miraron, exhaustos pero aliviados. Habían logrado proteger a su hermanito, al menos por ahora. Pero ambos sabían que la bruja podría regresar en cualquier momento, y que deberían estar siempre alerta para proteger a su familia de su maldad.

A la mañana siguiente, Fabián y su madre decidieron buscar ayuda para proteger a su familia de la bruja. Habían oído hablar de un brujo que vivía a las afueras del pueblo, conocido por su sabiduría en asuntos paranormales. Aunque estaban desesperados, se mostraron cautelosos al acercarse al brujo, pues también sabían que tenía fama de ser un anciano muy malhumorado.

Cuando llegaron a la humilde morada del brujo, le explicaron la situación y le suplicaron que les ayudara a proteger al bebé de la bruja. El brujo, después de escuchar atentamente su historia, les dio algunas indicaciones que debían seguir al pie de la letra.

Les dijo que debían colocar ajos en la cuna del bebé, pues el fuerte olor alejaría a la bruja. También les recomendó poner una imagen de la Virgen María en la habitación, ya que la presencia de esta figura sagrada ahuyentaría a la criatura maligna. Fabián y su madre agradecieron al brujo por su ayuda y regresaron a casa con prisa para llevar a cabo sus instrucciones.

Colocaron los ajos en la cuna y la imagen de la Virgen en la habitación del bebé, siguiendo las indicaciones del brujo. Al terminar, Fabián sintió cierta tranquilidad al saber que su hermanito estaría más protegido. Con el corazón un poco más aliviado, se dirigió a la escuela, mientras su madre se quedaba en casa vigilando al bebé, con la esperanza de que las medidas tomadas fueran suficientes para mantener a la bruja a raya.

Después de clases, Fabián tomó el mismo camino de siempre para regresar a casa, esta vez con la seguridad de que la bruja no se atrevería a acercarse al bebé gracias a los remedios que habían puesto en marcha. Pero, para su sorpresa y horror, mientras caminaba por la calle solitaria, comenzó a escuchar nuevamente aquellos murmullos que le ponían los pelos de punta, seguidos por la tétrica canción que ya conocía tan bien.

Mientras esto sucedía, Fabián aceleró el paso y comenzó a rezar en su mente, pidiéndole a Dios que lo ayudara a enfrentarse a la bruja y proteger a su familia. Pero, apenas unos segundos después, la horrible mujer apareció a unos metros de él. Esta vez, tenía los ojos inyectados en sangre y ya no sonreía. Se veía molesta y furiosa, como si hubiera sido desafiada.

La bruja comenzó a bailar de manera horripilante, sus movimientos retorcidos y sobrenaturales la hacían parecer un títere bajo el control de una mano invisible. Fabián, aterrorizado, no pudo evitar quedarse paralizado, observando cómo aquella criatura se acercaba a él con cada paso de su macabro baile. El miedo lo invadía, pero también la determinación de enfrentar a la bruja y proteger a su hermanito a toda costa.

Fabián, sintiendo una mezcla de miedo y determinación, comenzó a correr desesperadamente, tropezando y sintiendo que la presencia maligna iba tras él. Su corazón latía a mil por hora mientras corría hacia su casa, rogando internamente para que las protecciones que habían colocado fueran suficientes para mantener a la bruja alejada.

Cuando finalmente llegó a su hogar, notó que la bruja ya no lo perseguía. Fabián creyó que quizás los remedios del brujo funcionaban, permitiendo que la bruja solo pudiera asustarlo fuera de casa, pero que dentro de su hogar no tuviera poder alguno. Su madre lo recibió con un abrazo reconfortante y le aseguró que ya estaba a salvo gracias a los métodos que les había proporcionado el brujo.

Esa noche, la familia cenó café con pan de dulce, tratando de recuperarse del terror que habían experimentado. Después de la cena, todos se dispusieron a dormir, con la esperanza de que las protecciones mantuvieran a la bruja alejada y pudieran descansar sin temor a que volviera a aparecer.

Fabián se acostó en su cama, sintiendo el agotamiento en cada músculo de su cuerpo. A pesar de su cansancio, no pudo evitar mantenerse alerta, escuchando cualquier ruido o señal que indicara que la bruja había regresado. Pero, a medida que pasaban las horas, la casa permaneció en calma, y finalmente Fabián pudo conciliar el sueño, aunque su descanso fue intranquilo y lleno de pesadillas.

Esa noche, mientras dormía, Fabián tuvo un sueño espeluznante. Soñó con la bruja bailando a su lado, su rostro retorcido y lleno de maldad. En el sueño, la bruja se dirigía lentamente hacia la cuna de su hermanito y, con sus dientes afilados, arrancaba la cabeza del bebé.

Fabián y su madre gritaban de angustia, incapaces de hacer nada para detener el horror que se desarrollaba frente a sus ojos. Despertando sobresaltado y empapado en sudor, Fabián sintió que el ambiente en la habitación había cambiado. El aire se sentía más pesado y el clima comenzaba a enfriarse hasta el punto de helarle la piel. El terror lo invadió mientras observaba a su madre y al bebé durmiendo, pero algo en su interior le decía que algo no estaba bien.

Decidió comenzar a orar en silencio, pidiendo protección para su madre y su hermano, pero sus oraciones fueron interrumpidas cuando sintió una mano helada que le tocaba el hombro. El pánico lo inundó, mientras se giraba lentamente, temiendo encontrarse cara a cara con la bruja que había estado atormentando a su familia.

Fabián, con el corazón en la garganta, voltea y ve a la bruja justo a su lado, saludándolo con la mano y sonriendo de una manera diabólica, como si fuera lo más normal del mundo. Su rostro estaba lleno de arrugas y sus dientes estaban podridos y afilados, como si fueran cuchillos.

La piel de la bruja parecía estirarse sobre sus huesos, como si estuviera demasiado ajustada, y sus ojos inyectados en sangre resplandecían en la oscuridad. Fabián grita, incrédulo, pues no entendía cómo había entrado en la casa si tenían los ajos y la imagen de la Virgen María. La bruja, sin inmutarse, se dirige hacia la cuna del bebé, arrancando los ajos y devorándolos uno a uno con una sonrisa retorcida. Al masticarlos, sus encías sangraban y su boca se llenaba de un líquido viscoso y asqueroso.

Con cada ajo que engullía, soltaba una carcajada siniestra que resonaba en la habitación, despertando a la madre. La madre de Fabián, aterrorizada, grita desesperadamente a la bruja que se vaya, pero esta ignora sus súplicas y toma la imagen de la Virgen María, partiéndola por la mitad con sus manos huesudas y bailando sobre ella, como si celebrara su victoria.

Mientras la bruja danzaba, la tétrica melodía que siempre la acompañaba se escuchaba en el aire, aumentando el pánico en la habitación. La bruja se acerca a la cuna y acaricia al bebé, mirándolo como un depredador hambriento observaría a su presa.

Le sonríe al niño, mostrando sus dientes podridos, y de su boca sale un líquido viscoso y amarillento que cae sobre la cuna, llenando la habitación con un olor nauseabundo y pútrido que hace que todos en la habitación tengan que taparse la nariz para no vomitar. La presencia maligna de la bruja se hace cada vez más fuerte, y Fabián y su madre saben que deben hacer algo antes de que sea demasiado tarde.

Fabián, lleno de miedo pero decidido a proteger manos a su familia, corre rápidamente a la sala donde guardan una Biblia y, sin pensarlo dos veces, la toma en sus temblorosas y comienza a leer en voz alta varios pasajes, oraciones y salmos, esperando que el poder divino ahuyente a la bruja. Al escuchar las palabras sagradas, la bruja empieza a retorcerse como si las palabras de la Biblia la estuvieran quemando por dentro.

Su piel se arruga aún más, y sus ojos parecen un punto de estallar. Gritos guturales y angustiosos escapan de su garganta, aumentando el tono de la música espeluznante que la acompaña, mientras se retuerce y se contorsiona de una manera grotesca y casi inhumana. Aprovechando el momento, la madre de Fabián toma al bebé en brazos y lo cubre con su cuerpo, rezando en silencio para que esta pesadilla termine de una vez.

Mientras tanto, la bruja sigue cambiando, y finalmente, al no poder soportar más el poder de las palabras sagradas, se desvanece en el aire, dejando solo una repugnante mancha de líquido viscoso en el piso como único recuerdo de su presencia maligna. La madre, al ver la asquerosa mancha, no puede contenerse y comienza a vomitar, mientras Fabián, temblando y jadeando por el esfuerzo, sostiene la Biblia con firmeza, como si fuera su escudo protector. Ambos saben que se han enfrentado a un mal indescriptible y que, aunque han logrado ahuyentar a la bruja por ahora, no pueden bajar la guardia.

Después de aquella terrible experiencia, la familia de mi amigo Fabián decidió buscar ayuda adicional para asegurarse de que la malvada bruja no regresara jamás. Contactaron a un sacerdote local que acudió a su hogar y realizó una limpia, rociando cada rincón de la casa con agua bendita y rezando para proteger a la familia y su hogar de cualquier mal.

Desde aquel día, la bruja nunca volvió a aparecer, y él jamás entendió porque la bruja bailaba, pero después de eso su vida y su familia regresaron a la normalidad. Con el paso de los años, el hermano pequeño de Fabián creció y se convirtió en un niño sano y feliz, completamente ajeno al peligro que corrió cuando era apenas un bebé. Fabián, por su parte, decidió no contarle nunca lo que había sucedido, no queriendo asustarlo con la historia de la bruja que intentó llevárselo.

La historia de Fabián me dejó sorprendido y pensativo. Me recordó que el mal puede acechar en cualquier esquina y que nunca se sabe.

Autor: Anónimo

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